– Se esta moviendo -dijo Mogli, e hizo girar la llave del contacto.
Tommaso volvio a tapar la nevera.
– Vamos alla, vamos alla… Va por Tindal hacia la carretera principal -dijo Mogli sumandose al trafico.
Podia permitirse el lujo de seguir a Starling a tres manzanas de distancia, con lo que no habia forma de que la mujer los descubriera. Eso impidio que Mogli viera la vieja camioneta gris que avanzaba una manzana detras de Starling, con un arbol de Navidad sobresaliendo por la parte de atras.
Conducir el Mustang era uno de los pocos placeres que nunca la decepcionaban. El potente vehiculo, sin ABS ni direccion asistida, era impredecible en las calles resbaladizas la mayor parte del invierno. Pero cuando las carreteras estaban secas era un placer bombear combustible a los ocho cilindros en uve sin pasar de segunda y oir el rugido del motor.
Mapp, imbatible coleccionista de cupones, le habia dado un fajo de vales junto con la lista de la compra. Querian preparar jamon, ternera estofada y dos asados con verduras. Los invitados traerian el pavo.
Celebrar su cumpleanos con un banquete era lo ultimo que le apetecia. Pero no le quedaba mas remedio, porque Mapp y un sorprendente numero de agentes femeninas, a muchas de las cuales solo conocia de vista o no apreciaba especialmente, se habian empenado en mostrarle su apoyo en aquellos momentos de infortunio.
Jack Crawford no se le iba de la cabeza. No podia visitarlo en cuidados intensivos ni tampoco llamarlo por telefono. Le habia ido dejando notas en el mostrador de la enfermera, simpaticas postales de perros con los mensajes mas ligeros que se le habian ocurrido escritos al dorso.
Starling procuro olvidarse de su situacion jugando con el Mustang, reduciendo dos marchas con un solo toque del embrague, empleando la compresion del motor para aminorar antes de girar hacia el aparcamiento del supermercado Safeway y pisando el freno tan solo para que los coches que la seguian vieran sus luces.
Tuvo que dar cuatro vueltas al aparcamiento para encontrar una plaza libre, aunque bloqueada por un carrito del supermercado. Se bajo a apartarlo. Cuando acabo de aparcar, otro comprador se habia llevado el carrito.
Starling cogio uno junto a la puerta y lo empujo hacia la seccion de alimentacion.
Mogli habia visto que giraba y se detenia en la pantalla del monitor, y a cierta distancia, a la derecha, distinguio el enorme Safeway.
– Esta en el supermercado -dijo a los otros, y torcio para entrar en el aparcamiento.
En unos segundos localizaron el coche. Una mujer joven empujaba un carrito hacia la entrada. Carlo la enfoco con los prismaticos.
– Es Starling. Es la mujer de las fotografias -aseguro, y le paso los prismaticos a Fiero.
– Me gustaria hacerle una foto -dijo este-. Tengo el zoom aqui.
Habia una plaza libre para minusvalidos separada del coche de Starling por el espacio para circular. Mogli se metio en ella adelantandose a un gran Lincoln con matricula de minusvalidos. El conductor, iracundo, hizo sonar el claxon un buen rato.
Desde la parte trasera de la furgoneta veian la cola del Mustang. Tal vez porque los vehiculos norteamericanos le eran mas familiares, fue Mogli el primero que advirtio la vieja camioneta, estacionada en una plaza alejada, cerca del final del aparcamiento. Solo se veia la parte trasera, de color gris. Enseguida se la senalo a Carlo.
– ?Lleva un torno en la parte de atras? ?Recuerdas lo que dijo el tio de la licoreria? Enfocalo con los prismaticos, el puto arbol no me deja verlo.
–
– ?Entramos en el supermercado para vigilar a la mujer? -dijo Tommaso, que no solia hacer preguntas a Carlo.
– No, si lo hace sera aqui fuera -respondio Carlo.
La lista empezaba por los productos lacteos. Starling, procurando aprovechar los cupones, eligio el queso y algunos panecillos preparados para calentar y servir. «Lo tienen claro si piensan que voy a hacer panecillos para una multitud», penso. Al llegar al mostrador de la carniceria, se dio cuenta de que se habia olvidado de la mantequilla. Dejo el carrito y dio media vuelta.
Cuando volvio a la seccion de carnes, el carrito habia desaparecido. Alguien habia sacado los productos y los habia dejado en un estante. Pero se habia quedado con los cupones y con la lista.
– La madre que lo pario -dijo Starling, lo bastante fuerte para que lo oyeran los presentes.
Se puso a mirar a su alrededor, pero no vio a nadie con un fajo de cupones. Respiro hondo un par de veces. Podia quedarse junto a las cajas registradoras y tratar de reconocer su lista, si es que no la habian separado de los cupones. Bah, total por un par de dolares.
No iba a dejar que le estropearan el cumpleanos por tan poca cosa. No quedaban carritos libres dentro del supermercado. Salio a buscar uno por el aparcamiento.
–
Carlo lo vio saliendo de entre los vehiculos con el paso vivo y seguro que le recordaba. Vestia abrigo de pelo de camello y sombrero de fieltro de ala ancha y llevaba un regalo con caprichosa resolucion.
–
El cazador que llevaba dentro se hizo cargo de la situacion y Carlo empezo a controlar la respiracion preparandose para el disparo. El diente de venado que mascaba aparecio un instante entre sus labios.
Las ventanillas traseras eran fijas.
–
El doctor Lecter se detuvo junto a la ventanilla del acompanante del Mustang, luego cambio de idea y fue a la del conductor, puede que con la intencion de olfatear el volante.
Echo un vistazo a su alrededor y se saco la varilla de la manga.
Ahora la furgoneta estaba de costado y Carlo, dispuesto para disparar el rifle. Pulso el boton para bajar la ventanilla. No paso nada.
–
Tenia que ser el seguro para los ninos, y Mogli lo busco a tientas.
El doctor metio la varilla por el espacio entre la puerta y la ventanilla e hizo saltar la cerradura. Abrio la puerta y se agacho para entrar.
Soltando un juramento, Carlo descorrio lo justo la puerta lateral y levanto el rifle. Fiero hizo mecerse la furgoneta al apartarse unas decimas de segundo antes de que sonara el chasquido del rifle.
El dardo corto el aire y con un crujido casi imperceptible atraveso la camisa almidonada del doctor Lecter y se le clavo en el cuello. La droga, una dosis abundante en un punto critico, hizo su trabajo en cuestion de segundos. El hombre intento erguirse pero las piernas no le respondieron. El envoltorio se le cayo de las manos y rodo bajo el coche. Aun pudo sacar la navaja del bolsillo y abrirla mientras se derrumbaba entre la puerta y el asiento con las piernas convertidas en agua por el tranquilizante.
– Mischa -murmuro mientras su vision se hacia borrosa.
Fiero y Tommaso se deslizaron hasta el como dos gatos enormes y lo inmovilizaron entre los coches hasta estar seguros de que las fuerzas lo habian abandonado.
Mientras empujaba el segundo carrito del dia por el aparcamiento, Starling oyo el chasquido y, al reconocerlo de inmediato como el ruido de un disparo, se agacho instintivamente mientras a su alrededor la gente seguia su camino. Era dificil saber de donde procedia. Miro hacia su coche, vio las piernas de un hombre desapareciendo dentro de una furgoneta y penso que se trataba de un secuestro.
Se golpeo la cadera huerfana de pistola y echo a correr hacia la furgoneta sorteando los coches aparcados.
El anciano del Lincoln habia vuelto y estaba tocando el claxon para que la furgoneta se apartara de la plaza de aparcamiento que bloqueaba, ahogando asi los gritos de Starling.
– ?Alto! ?Detenganse! ?FBI! ?Alto o disparo! -grito Starling, esperando que al menos le diera tiempo a ver la matricula.
Fiero la vio venir y, moviendose a toda prisa, corto la valvula del neumatico del lado del conductor con la navaja de Lecter y corrio y se arrojo de cabeza al interior de la furgoneta. El vehiculo pego un bote sobre una mediana del aparcamiento y acelero hacia la salida. Starling consiguio ver la matricula. La apunto con el dedo sobre una