STEUBEN».

– Ese es su banco de Cagliari, signor Deogracias. Manana por la manana, cuando todo haya acabado, cuando le haya hecho pagar por lo que le hizo a su valiente hermano, yo misma llamare a este numero, le dire a su banquero mi codigo y anadire: «Entregue al senor Deogracias el resto del dinero que custodia para el». Su banquero se lo confirmara por telefono. Manana por la noche estara volando de vuelta a casa, convertido en un hombre rico. Como la familia de Matteo. Podra llevarles los coglioni del doctor en una bolsa para que les sirvan de consuelo. Pero si el doctor Lecter no puede ver su propia muerte, si no puede ver a los cerdos cuando se acerquen para comerle la cara, usted se queda sin nada. Sea hombre, Carlo. Vaya a por sus cerdos. Yo me sentare con ese hijo de puta. En media hora lo estara oyendo gritar mientras le devoran los pies.

Carlo echo atras la cabeza y respiro con fuerza.

– Piero, andiamo! Tu, Tommaso, rimani.

Tommaso ocupo su sitio en el sillon de mimbre junto a la puerta.

– Todo controlado, Mason -dijo Margot dirigiendose a la camara.

– Querre llevarme a casa la nariz. Diselo a Carlo -refunfuno Mason, y la pantalla se oscurecio.

Trasladarse fuera de su habitacion suponia un esfuerzo extraordinario tanto para Mason como para los que lo rodeaban; habia que volver a conectar sus tubos a unos contenedores instalados en su camilla con ruedas especial y conectar su macizo respirador a un transformador de corriente alterna.

Margot escruto el rostro del doctor Lecter.

El ojo destrozado estaba hinchado y cerrado entre las quemaduras negras que le habian producido los electrodos en los extremos de la ceja.

El doctor Lecter abrio el ojo bueno. Fue capaz de retener en su cara la frescura del costado marmoreo de Venus.

– Me gusta ese olor a linimento fresco y a limon -dijo el doctor Lecter-. Gracias por venir, Margot.

– Eso mismo me dijo cuando la matrona me hizo pasar a su despacho el primer dia. Cuando estaban deliberando sobre Mason la primera vez.

– ?Eso dije? -recien salido de su palacio de la memoria, donde habia repasado sus entrevistas con Margot, sabia que era asi.

– Si. Yo estaba llorando, con miedo a contarle lo de Mason conmigo. Tambien me daba miedo sentarme, pero usted en ningun momento me ofrecio asiento, porque sabia que tenia suturas, ?verdad? Paseamos por el jardin. ?Se acuerda de lo que me dijo?

– Que no tenias mas culpa por lo que habia pasado…

– «…que si me hubiera mordido el trasero un perro rabioso», eso es lo que me dijo. Usted me hizo mucho bien en esa ocasion y durante las otras visitas, y le estuve agradecida durante algun tiempo.

– ?Que mas te dije?

– Que usted era mucho mas raro de lo que yo seria nunca -le recordo Margot-. Dijo que ser raro estaba bien.

– Si lo intentaras, serias capaz de recordar todo lo que hablamos. ?Te acuerdas…?

– Por favor, no me suplique -le salio, a pesar de que no tenia intencion de decirlo de esa manera.

El doctor Lecter se movio ligeramente y las sogas crujieron. Tommaso se levanto y se acerco a comprobar los nudos.

– Attenzione a la bocca, signorina. Cuidado con la boca.

Margot no supo si Tommaso se referia a la boca del doctor Lecter o a sus palabras.

– Margot, ha pasado mucho tiempo desde que te trate, pero me gustaria que hablaramos de tu historial medico, solo un momento, en privado -dijo senalando con el ojo bueno hacia Tommaso.

Margot lo penso unos instantes.

– Tommaso, ?podrias dejarnos solos un momento?

– No, signorina, lo siento mucho; pero me quedare ahi con la puerta abierta -y salio con el rifle al granero, desde donde se quedo vigilando a Lecter.

– Nunca te haria sentirte incomoda suplicando, Margot. Me gustaria saber por que haces esto. ?Te importa explicarmelo? ?Es que has empezado a aceptar el chocolate, como le gusta decir a Mason, despues de haber luchado contra el tanto tiempo? Entre nosotros no hace falta que finjamos que estas vengando la cara de Mason.

Y ella se lo conto. Lo de Judy, lo de que querian tener un hijo. No le costo mas de tres minutos; se quedo sorprendida de lo facil que le resultaba resumir sus problemas.

Unos sonidos lejanos, un chillido y la mitad de un grito. Fuera, apoyado contra la valla que habia levantado en el extremo abierto del granero, Carlo estaba probando la grabadora para convocar a los cerdos de los pastos del bosque con los gritos de angustia de victimas muertas o rescatadas hacia mucho tiempo.

Si el doctor Lecter lo habia oido, no dio muestras de ello.

– Margot, ?crees que Mason te dara asi como asi lo que te ha prometido? Eres tu la que esta suplicando a Mason. ?Te sirvio de algo suplicarle cuando te desgarro? Es lo mismo que aceptar su chocolate y dejarle salirse con la suya. Sabes que obligara a Judy a hacerselo. Y ella no esta acostumbrada.

Margot no respondio, pero apreto las mandibulas.

– ?Sabes lo que ocurriria si, en vez de arrastrarte ante Mason, simplemente le estimularas la prostata con la aguijada de Carlo? ?La ves encima del banco de trabajo?

Margot empezo a levantarse.

– Escuchame -susurro el doctor Lecter-. Mason te lo negara. Sabes que tendras que matarlo, lo has sabido durante veinte anos. Lo has sabido desde que te dijo que mordieras el almohadon y no hicieras tanto ruido.

– ?Esta diciendo que lo haria por mi? No podria fiarme de usted en la vida.

– No, claro que no. Pero podrias confiar en que yo nunca negaria haberlo hecho. En realidad seria mucho mas terapeutico para ti hacerlo tu misma. Recordaras que te lo recomende cuando aun eras una nina.

– «Espera hasta que puedas solucionarlo tu misma», me dijo. Eso me alivio mucho.

– Profesionalmente, ese es el tipo de catarsis que tenia que aconsejarte. Ahora eres lo bastante mayor. ?Y que mas da otro cargo por asesinato contra mi? Sabes que tendras que matarlo. Y cuando lo hagas, la ley seguira la pista del dinero, que la llevara derecha hasta ti y el recien nacido. Margot, soy el unico sospechoso que te queda. Si muero antes que Mason, ?quien me sustituira? Podras hacerlo cuando mas te convenga, y yo te escribire una carta babeando sobre lo mucho que disfrute matandolo.

– No, doctor Lecter, lo siento. Es demasiado tarde. Ya tengo mis propios planes -observo el rostro del hombre con sus brillantes ojos azules de carnicera-. Puedo hacer esto y dormir despues, sabe que soy capaz.

– Si, se que puedes. Eso es algo que siempre me gusto de ti. Eres mucho mas interesante, mucho mas… capaz que tu hermano.

Ella se levanto para marcharse.

– Si le sirve de algo, doctor Lecter, lo siento.

Antes de que llegara a la puerta, el volvio a hablarle:

– Margot, ?cuando volvera a ovular Judy?

– ?Como? Dentro de un par de dias, creo.

– ?Tienes todo lo que necesitas? Extensores, equipo de congelacion rapida…

– Tengo todo el instrumental de una clinica de fertilizacion.

– Haz algo por mi.

– ?Si?

– Maldiceme y arrancame un mechon de pelo, lejos de la frente, si no te importa. Llevate un trozo de piel. Acuerdate de ponerselo en la mano a Mason. Despues de matarlo.

»Cuando llegues a casa, pidele a Mason lo que te prometio. A ver que contesta. Tu me has entregado, tu parte del trato esta cumplida. Sujeta el mechon en la mano y pidele lo que quieres. Y a ver que dice. Cuando se te ria en las narices, vuelve aqui. Todo lo que has de hacer es coger el rifle tranquilizante y dispararle al que esta ahi detras. O golpearlo con el martillo. Tiene una navaja. Basta con que cortes las cuerdas de un brazo y me la des. Y te vayas. Yo me encargo del resto.

– No.

– ?Margot?

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