Cuando el hombre los miro y no pudieron husmear el miedo, volvieron grupas y regresaron trotando a los sencillos manjares del suelo.

El doctor Lecter no vio refuerzos procedentes de la casa. Una vez bajo los arboles del camino forestal, se paro para arrancarle los dardos a Starling y succiono las dos heridas. La punta clavada en la espinilla se habia doblado contra el hueso.

Los cerdos agitaron los matorrales a poca distancia.

Le quito las botas a Starling y se las puso el. Le apretaban un poco. Dejo la 45 en el tobillo de la mujer para poder alcanzarla sin tener que soltarla.

Diez minutos mas tarde, el guarda de la entrada principal levanto la vista del periodico y la dirigio hacia un sonido distante, un ruido de desgarro, como el de un caza con motor de explosion en vuelo rasante. Era un Mustang de cinco litros que atravesaba el paso superior de la interestatal a cinco mil ochocientas revoluciones por minuto.

CAPITULO 87

Mason gimoteaba y berreaba para que lo llevaran a su habitacion, igual que en el campamento cuando alguno de los chicos o chicas mas pequenos se le resistian y conseguian escapar unos cuantos lametones antes de que pudiera aplastarlos bajo su peso.

Margot y Cordell lo subieron a su ala en el ascensor y lo dejaron a buen recaudo en su cama, conectado a las fuentes de alimentacion fijas.

Mason estaba tan encolerizado como Margot no recordaba haberlo visto, y las venas hinchadas le latian con fuerza sobre los huesos desnudos de la cara.

– Mas vale que le de algo -dijo Cordell cuando estuvieron en la sala de juegos.

– Aun no. Dejalo que piense un rato. Dame las llaves de tu Honda.

– ?Por que?

– Alguien tiene que bajar y ver si hay alguien vivo. ?Quieres ir tu?

– No, pero…

– Puedo llegar con tu coche hasta la guarnicioneria, la furgoneta no cabe por la puerta. Ahora, dame las jodidas llaves.

Margot estaba delante del garaje cuando Tommaso salio corriendo del bosque y atraveso el prado, volviendo la cabeza de vez en cuando. «Piensa, Margot.» Miro su reloj. Las ocho y veinte. «A medianoche llegara el relevo de Cordell. Hay tiempo para hacer venir hombres desde Washington y que lo limpien todo.» Fue al encuentro de Tommaso conduciendo sobre el cesped.

– He intentado alcanzar a ellos, un cerdo me golpea. El… -Tommaso hizo la pantomima de Lecter cargando con Starling- la mujer. Van en el gran coche. Ella tiene due -le enseno dos dedos- freccette -se senalo la espalda y la pierna-. Freccette. Dardi. Clavadas. Bam -hizo el gesto de disparar.

– Dardos -dijo Margot.

– Dardos, puede que demasiado narcotico. Puede que sea muerta.

– Entra -dijo Margot-. Tenemos que ir a comprobarlo.

Margot, acompanada por el sardo, condujo hasta la puerta de doble hoja por donde Starling habia entrado en el granero. Chillidos, grunidos y agitacion de lomos erizados. Margot avanzo tocando el claxon e hizo recular lo suficiente a los cerdos como para comprobar que habia tres despojos humanos, ninguno reconocible.

Entraron con el coche en la guarnicioneria y cerraron las puertas.

Margot se dijo que Tommaso era la unica persona viva que la habia visto en el granero, aparte de Cordell.

Puede que aquella idea tambien se le pasara por la cabeza a Tommaso. Se mantuvo a prudente distancia sin apartar de ella sus inteligentes ojos oscuros. En sus mejillas habia rastro de lagrimas.

«Piensa, Margot. No quieres ninguna mierda con los sardos. En el fondo saben que tu eres quien manejas el dinero. Te dejaran sin blanca en un segundo.»

Los ojos de Tommaso siguieron los movimientos de su mano mientras la metia en el bolsillo.

El telefono celular. Marco Cerdena, donde eran las dos y media de la madrugada, y luego el numero del domicilio particular del banquero Steuben. Le hablo brevemente y paso el telefono a Tommaso. Este asintio, dijo algo, volvio a asentir y le devolvio el telefono. El dinero era suyo. Trepo al pajar y recogio su mochila, junto con el abrigo y el sombrero del doctor Lecter. Mientras recogia sus cosas, Margot cogio la aguijada electrica, comprobo la corriente y se la guardo en la manga. Tambien cogio el martillo de herrero.

CAPITULO 88

Tommaso, al volante del coche de Cordell, se despidio de Margot delante de la casa. Dejaria el Honda en la zona de aparcamiento prolongado en el Aeropuerto Internacional Dulles. Margot le prometio que enterraria lo que quedaba de Fiero y Carlo tan bien como fuera posible.

Habia algo que el creia su deber decirle; se mentalizo y echo mano de su mejor ingles:

– Signorina, los cerdos, tiene que saberlo, los cerdos ayudan al doctor Lecter. Se apartan de el, dan un rodeo. Matan a mi hermano, matan a Carlo, pero no tocan el doctor Lecter. Yo creo lo respetan -Tommaso se santiguo-. No deberia usted volver perseguirlo.

Y a lo largo de toda su larga vida en Cerdena, Tommaso lo contaria de esa forma. Cuando tenia sesenta anos, decia que el doctor Lecter, llevando en brazos a la mujer, dejo el granero llevado por una piara de cerdos.

Cuando el coche desaparecio en el camino forestal, Margot se quedo mirando las ventanas iluminadas de la habitacion de Mason varios minutos. Veia la sombra de Cordell moverse por las paredes mientras se atareaba alrededor de la cama, instalando de nuevo los monitores que mostraban el pulso y la respiracion de su hermano.

Deslizo el mango del martillo de herrero en la parte posterior del pantalon y paso la falda de la chaqueta por encima de el.

Cordell dejaba la habitacion con una brazada de almohadones cuando Margot salio del ascensor.

– Cordell, preparale un martini.

– No se si…

– Yo si lo se. Preparaselo.

Cordell dejo los almohadones en el confidente y se arrodillo ante el frigorifico del bar.

– ?Queda zumo? -le pregunto Margot, acercandosele por la espalda.

Blandio el martillo y golpeo con fuerza la base del craneo, que produjo un chasquido seco. La cabeza choco contra el frigorifico, reboto y el hombre cayo hacia atras sobre los gluteos y se quedo mirando al techo con los ojos abiertos, una pupila dilatada, la otra no. Le ladeo la cabeza contra el suelo y con otro martillazo le hundio la sien mientras una sangre espesa le brotaba de las orejas.

Margot no sintio nada.

Mason oyo abrirse la puerta de su habitacion e hizo girar el ojo bajo el protector. Habia dormitado unos minutos con la luz al minimo. Tambien la anguila dormia bajo su roca.

Los macizos hombros de Margot llenaban el umbral. Cerro la puerta.

– Hola, Mason.

– ?Que ha pasado alla abajo? ?Por que cono has tardado tanto?

– Abajo estan todos muertos, Mason.

Margot se acerco hasta la cama, desconecto el cable del telefono de Mason y lo dejo caer al suelo.

– Piero, Carlo y Johnny Mogli, todos estan muertos. El doctor Lecter se ha ido llevandose a esa Starling con el.

Entre los dientes de Mason aparecio un espumarajo mientras maldecia.

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