CAPITULO 90
Es por la manana y un resplandor amarillo inunda la sala de juegos de Muskrat Farm. Los enormes animales de peluche contemplan con los botones que les hacen de ojos el cuerpo de Cordell ahora cubierto con una sabana.
A pesar de que estamos en pleno invierno, una moscarda ha localizado el cadaver y se pasea por las zonas de la sabana en las que la sangre ha calado.
Si Margot Verger hubiera imaginado el efecto de degaste que un homicidio tan cacareado por los medios podia tener sobre las acciones del asesino, puede que no hubiera introducido la anguila en la garganta de su hermano.
La decision de no intentar arreglar el desastre de Muskrat Farm y limitarse a capear el temporal habia sido un acierto. Ningun superviviente la habia visto en Muskrat mientras Mason y los demas eran asesinados.
Su version fue que la frenetica llamada del enfermero del relevo de medianoche la habia despertado en la casa que compartia con Judy. Se puso en camino hacia el lugar de autos y llego poco despues que los primeros ayudantes del sheriff.
El investigador principal del departamento del sheriff, detective Clarence Franks era un jovenzuelo con los ojos un poco mas juntos de lo normal, pero no tan estupido como a Margot le hubiera gustado.
– ?Es que cualquiera puede subir como si tal cosa en este ascensor? Hace falta una llave, ?me equivoco? -le habia preguntado Franks.
La mujer y el detective estaban incomodamente sentados en el confidente.
– Supongo que si, si es que entraron de esa forma.
– ?Ellos, senorita Verger? ?Cree que podia tratarse de mas de uno?
– No tengo la menor idea, senor Franks.
Habia visto el cuerpo de su hermano soldado aun a la anguila y cubierto con una sabana. Alguien habia desenchufado el respirador. Los criminalistas estaban tomando muestras del agua del acuario y de la sangre del suelo. En la mano de Mason pudo distinguir el mechon del pelo del doctor Lecter. Aun no lo habian visto. Los criminalistas le parecian identicos como gotas de agua.
El detective Franks no paraba de garrapatear en su bloc de notas.
– ?Saben quienes son las otras victimas? -pregunto Margot-. Pobrecillos, ?tenian familia?
– Lo estamos investigando -le respondio Franks-. Hemos encontrado tres armas que podremos rastrear.
De hecho, el departamento del sheriff no estaba seguro del numero total de personas que habian muerto en el granero, pues los cerdos habian desaparecido en la profundidad del bosque llevandose los escasos restos para mas tarde.
– En el curso de la investigacion podriamos tener que pedirle a usted y a su… companera que pasen la prueba del poligrafo; se trata de un detector de mentiras, ?se prestaria a hacerlo, senorita Verger?
– Senor Franks, hare cualquier cosa para que capturen a esa gente. Para contestar mas especificamente a esa pregunta, le dire que puede llamarnos a Judy y a mi cuando le parezca. ?Debo hablar con el abogado de mi familia?
– No si no tiene nada que ocultar, senorita Verger.
– ?Ocultar? -Margot consiguio soltar unas lagrimas.
– Por favor, no tengo mas remedio que hacer estas cosas, senorita Verger -se disculpo Franks, que habia alargado la mano hacia el robusto hombro de la mujer, pero se lo penso mejor.
CAPITULO 91
Starling desperto en la olorosa semioscuridad sabiendo de una forma instintiva que estaba cerca del mar. Se movio ligeramente en la cama. Sintio un profundo escozor en todo el cuerpo y enseguida volvio a caer en la inconsciencia. Cuando volvio a despertar, una voz suave le hablaba ofreciendole una taza caliente. Tomo unos sorbos y el sabor le recordo los tes curativos que la abuela de Mapp mandaba a su nieta.
Paso la manana, y luego la tarde, y entre el aroma a flores recien cortadas apenas fue consciente de otra cosa que la debil punzada de una aguja. Como el silbido y la explosion de distantes fuegos artificiales, los residuos de miedo y dolor estallaban en el horizonte, pero no cerca, nunca cerca. Estaba en el jardin del ojo del huracan.
– Despierta. Despierta, tranquila. Despierta en esta hermosa habitacion -dijo una voz.
Oyo una suave musica de camara.
Se sentia muy limpia y la piel le olia a menta, alguna crema que procuraba un profundo y agradable calor.
Starling abrio los ojos de par en par.
El doctor Lecter estaba de pie a poca distancia, muy quieto, tanto como lo habia estado en su celda la primera vez que lo vio. Nosotros ya nos hemos acostumbrado a verlo libre. No nos sorprende encontrarlo en un espacio abierto con otra criatura mortal.
– Buenas noches, Clarice.
– Buenas noches, doctor Lecter:-respondio ella en consonancia, sin tener una idea real del momento del dia.
– Si te sientes incomoda, son solo cardenales que te hiciste en una caida. Te pondras bien. Pero me gustaria asegurarme de una cosa. Por favor, ?podrias mirar hacia aqui?
El doctor Lecter se inclino sobre ella con una pequena linterna. Olia a seda limpia.
Hizo un esfuerzo para mantener abiertos los ojos mientras el examinaba sus pupilas antes de volver a erguirse.
– Gracias. Hay un cuarto de bano muy bien equipado, justo ahi. ?Quieres probar a levantarte? Las zapatillas estan junto a la cama, me temo que tuve que tomar prestadas tus botas.
Estaba y no estaba despierta. El cuarto de bano era realmente comodo y no faltaba de nada. En los dias que siguieron disfruto de largos banos en el, pero no se molesto en contemplarse en el espejo, tan ajena a si misma se sentia.
CAPITULO 92
Dias de conversaciones, a veces oyendose a si misma y preguntandose quien era aquella mujer que hablaba con un conocimiento tan intimo de sus pensamientos. Dias de sueno, caldos espesos y tortillas.
Y un dia el doctor Lecter dijo:
– Clarice, debes de estar harta de las batas y los pijamas. En el armario hay varias cosas que tal vez te gusten. Puedes ponertelas, aunque solo si te apetece -y en el mismo tono anadio-: He puesto tus cosas, el bolso, la pistola y la cartera, en el cajon de arriba de la comoda, por si las necesitas.
– Gracias, doctor Lecter.
En el armario habia ropa de todo tipo, vestidos, trajes chaqueta, un brillante vestido de noche con la parte superior de cuentas. Los pantalones de cachemira y los jerseis la atraian. Eligio un conjunto de cachemira marron claro y mocasines. En el cajon estaba su cinturon con la pistolera yaqui, vacia desde la perdida de la 45, pero la funda del tobillo estaba alli, junto al bolso, con la pistola recortada. El cargador estaba repleto de gruesos cartuchos y la recamara, vacia, tal como solia llevarla en la pierna. Y alli estaba tambien el punal para la bota, en su vaina. Dentro del bolso encontro las llaves del coche.
Starling era y no era ella misma. Cuando pensaba en todo lo ocurrido, era como si lo contemplara tras una barrera, y se veia a si misma a distancia.
Se sintio feliz al ver su coche en el garaje cuando el doctor Lecter la acompano afuera. Echo un vistazo a los limpiaparabrisas y decidio que debia cambiarlos.
– Clarice, ?a que no sabes como nos siguieron los hombres de Mason hasta el aparcamiento del