– He mandado a Tommaso a su casa con su dinero.
– ?Que has, queeee? ?Jodida puta estupida! Ahora, escucha lo que voy a decirte, vamos a limpiarlo todo y a empezar de nuevo. Tenemos todo el fin de semana. No tenemos por que preocuparnos de lo que ha visto Starling. Si la tiene Lecter, es como si ya estuviera muerta.
– A mi no me ha visto -replico Margot encogiendose de hombros.
– Llama a Washington y haz venir a cuatro de esos bastardos. Mandales el helicoptero. Ensenales la excavadora, ensenales… ?Cordell! Ven aqui…
Mason soplaba en su zampona. Margot aparto los tubos y se inclino sobre su hermano, de forma que pudiera verle la cara.
– Cordell no va a venir, Mason. Cordell esta muerto.
– ?Como?
– Acabo de matarlo en la sala de juegos. Ahora, Mason, vas a darme lo que me debes.
Quito las barandillas de la cama y, levantando la gran rosca de pelo trenzado, dio un tiron a la ropa. Sus piernecillas no eran mas gruesas que rollos de pasta para hacer bizcochos. La mano, unica extremidad que podia mover, aleteo hacia el telefono. El caparazon del respirador soplaba arriba y abajo a su ritmo regular.
Margot se saco del bolsillo un condon sin espermicida y lo sostuvo ante las narices de su hermano. Se extrajo de la manga la aguijada electrica.
– ?Te acuerdas, Mason, de que solias escupirte en la polla para lubricarla? ?Crees que podrias salivar un poco? ?No? A lo mejor yo puedo.
Mason bramaba cuando la respiracion se lo permitia emitiendo toda una gama de escalofriantes rebuznos, pero todo habia acabado en medio minuto, y con completo exito.
– Date por muerta, Margot -el nombre sono mas bien como «Nargot».
– Oh, Mason, todos lo estamos. ?No lo sabias? Pero estos, no -dijo remetiendose la blusa sobre la bolsita caliente-. Estan vivitos y coleando. Te lo ensenare. Te ensenare como colean… Vamos a jugar a imitar animales.
Margot cogio los espinosos guantes para coger pescado que habia junto al acuario.
– Puedo adoptar a Judy -dijo Mason-. Podria ser mi heredera, y podriamos crear un fideicomiso.
– Claro que podriamos -dijo Margot sacando una carpa del vivero. Trajo una silla de la zona de visitas, se subio a ella y quito la tapa del acuario-. Pero no lo haremos.
Se inclino sobre el acuario con sus gruesos brazos dentro del agua. Sujetaba la cola de la carpa cerca de la gruta, y cuando la anguila asomo la aferro por debajo de la cabeza con su mano libre y la saco limpiamente del agua. La robusta anguila se sacudia, gruesa y tan alta como Margot, haciendo relucir su hermosa piel. La agarro tambien con la otra mano y, cuando el animal empezo a dar sacudidas, Margot tuvo que emplear todas sus fuerzas para sujetarla con los guantes espinosos clavados en el cuello.
Bajo con cuidado de la silla y se acerco a Mason. La anguila, que no dejaba de contorsionarse, tenia la boca parecida a una cizalla en cuyo interior rechinaban aquellos dientes curvados hacia dentro de los que ningun pez escapaba nunca. Margot la dejo caer sobre el pecho de su hermano, encima del respirador, y sujetandola con una mano le enrollo con la otra la larga trenza.
– Colea, Mason, colea -dijo Margot.
Mientras sostenia a la anguila por detras de la cabeza, tiro de la mandibula de Mason con la otra mano y lo forzo a abrirla echando todo su peso sobre la barbilla del hombre, que se resistia con las fuerzas que le quedaban, hasta que la boca se le desencajo con un crujido.
– Debiste haber aceptado el chocolate -dijo Margot, y le metio en la boca las fauces de la anguila, que atrapo la lengua con sus dientes afilados como navajas como si fuera un pez y no la solto, mientras el cuerpo se agitaba enredado en la coleta de Mason. La sangre broto por sus fosas nasales y empezo a ahogarlo.
Margot los dejo asi, a Mason con la anguila, y a la carpa nadando a sus anchas en el enorme acuario. Se adecento en el despacho de Cordell y observo los monitores hasta que las constantes vitales se convirtieron en lineas continuas.
La anguila seguia agitandose cuando Margot volvio a la habitacion. El respirador subia y bajaba inflando su vejiga natatoria y bombeando espuma sanguinolenta de los pulmones de Mason. Margot lavo la aguijada en el acuario y la guardo en su bolso.
Se saco de un bolsillo la bolsita que contenia el mechon y el fragmento de cuero cabelludo del doctor Lecter. Cogio los dedos de Mason y paso las unas por la sangre del cuero cabelludo, un trabajo dificil con la anguila aun agitandose, y le cerro los dedos sobre el pelo. Por fin, metio un pelo suelto en uno de los guantes para el pescado.
Margot salio de alli sin mirar siquiera el cadaver de Cordell y volvio a casa, donde la esperaba Judy, con su trofeo, guardado en un sitio que lo habia mantenido caliente.
VI UNA CUCHARA LARGA
Geoffrey CHAUCER,
«El cuento del mercader»
CAPITULO 89
Clarice Starling yace inconsciente en una gran cama bajo una sabana de lino y una colcha. Los brazos, cubiertos por las mangas de un pijama de seda, estan sobre la colcha, atados con panuelos de seda, solo lo bastante para que no pueda tocarse la cara ni el cateter del dorso de su mano.
Hay tres fuentes de luz en la habitacion, la lampara baja con tulipa y las puntas de aguja rojas en el centro de las pupilas del doctor Lecter, que la observa.
Esta sentado en un sillon, con las palmas de las manos juntas y las puntas de los dedos sujetando la barbilla. Al cabo de un rato se levanta y le toma la tension. Le examina las pupilas con una linterna de bolsillo. Mete la mano bajo las ropas de la cama y le encuentra uri pie, lo saca fuera y, vigilandola de cerca, estimula la planta con el extremo de una llave. Se yergue un momento, al parecer absorto en sus pensamientos, sosteniendo el pie con delicadeza, como si tuviera un animalillo en su mano.
Ha averiguado la composicion del tranquilizante poniendose en contacto con el fabricante del dardo. Dado que el segundo la alcanzo en el hueso de la espinilla, cree muy probable que no recibiera dos dosis enteras. Le esta administrando estimulantes con infinita precaucion.
Entre cuidado y cuidado, se sienta en el sillon coh un fajo de papel basto, haciendo calculos. Las hojas estan llenas de simbolos, tanto de astrofisica como de fisica subatomica. Se repiten una y otra vez los esfuerzos por encadenar los simbolos en una teoria coherente. Los pocos matematicos que podrian seguirlo dirian que sus ecuaciones comienzan con brillantez y luego decaen, lastradas por una quimera: el doctor Lecter esta empenado en hacer revertir el tiempo, en lograr que la entropia en aumento deje de marcar la direccion del tiempo. En vez de eso, quiere que un orden en aumento senale el camino. Quiere que los dientecillos de leche de Mischa regresen del pozo ciego. Tras sus calculos febriles hay un deseo desesperado de hacer sitio en el mundo para Mischa, tal vez el sitio ocupado hasta ahora por Clarice Starling.