medio tazon de tallarines. Estaba agotado, no conseguia mantener los ojos abiertos, pero cuando se tumbaba vestido en la cama, tampoco llegaba a conciliar el sueno. Recordaba que todavia tenia en casa de su padre una fotografia en la que estaba su madre, cuando formaba parte de un grupo de teatro de resistencia y salvacion nacional que pertenecia a la YMCA. [6] Tod os llevaban el uniforme militar que debio de darles la compania cuando fueron a representar una obra de teatro como expresion de apoyo a los oficiales y soldados que resistian contra Japon. En el quepis figuraba la insignia del Guomindang, y si descubrian aquella foto podria tener problemas, aunque su madre estuviera muerta desde hacia mucho tiempo. No sabia si su padre se habia ocupado de aquellas fotos, pero tampoco podia prevenirselo por carta.
De entre el monton de manuscritos que destruyo, se encontraba una novela que hizo leer a un viejo escritor famoso. Esperaba una recomendacion, o al menos una aprobacion, pero, para su sorpresa, el escritor se quedo como el marmol y no pronuncio ninguna palabra que pudiera servir de estimulo. Su rostro se ensombrecio y le dijo en tono severo: «?Hay que pensarselo dos veces antes de escribir! No envies tus manuscritos a cualquier revista, todavia no sabes hasta que punto eso es peligroso».
De hecho, no tardaria en saberlo. Aquel ano, en el mes de junio, cuando la Revolucion Cultural acababa de estallar, una tarde, se presento en casa de ese hombre para preguntarle sobre el movimiento que estaba surgiendo. Nada mas entrar, el viejo cerro rapidamente la puerta y le pregunto en voz baja y mirandolo a los ojos:
– ?Alguien te ha visto entrar?
– No, no habia nadie en el patio.
Antes, cuando el viejo ensenaba sus conocimientos a los jovenes -aunque se diferenciaba de los viejos dirigentes que siempre tenian en la boca los tipicos «Nuestro Partido esto», «Nuestro pais aquello», ya que era, al fin y al cabo, un hombre celebre de pasado revolucionario-, su voz estaba llena de energia, medida y claridad; pero esta vez, decaido de repente, su voz era afona, sus palabras permanecian atascadas en el fondo de la garganta:
– Soy un integrante de la banda negra -dijo-, no vengas mas a verme. Eres joven, no te busques problemas, tu no has vivido las luchas del seno del Partido…
Antes incluso de que hubiera acabado de saludarlo, el viejo entreabrio la puerta y, en un estado de total inquietud, miro afuera y le dijo:
– Ya volveremos a hablar, dejemos que pase este momento y ya volveremos a hablar, ?no sabes lo que paso en el movimiento de rectificacion de Yan'an!
– ?Que paso en el movimiento de rectificacion de Yan'an? -pregunto estupidamente.
– Ya te hablare de eso otro dia, ?ahora, vete, rapido, vete!
Esa escena no duro mas de un minuto. Un minuto antes, todavia creia que las luchas dentro del Partido sucedian en lugares remotos; no pensaba encontrarse directamente confrontado.
Diez anos mas tarde, oyo decir que el viejo salio de prision; el mismo acabo dejando el campo y volvio a Beijing. Volvio a verlo. Estaba en los huesos, habia perdido una pierna y se pasaba el dia en una mecedora. En los brazos tenia un gato de pelo largo y negro, y apoyaba un baston contra el asiento.
– Los gatos viven mejor que los hombres.
El viejo esbozo una sonrisa que dejaba al descubierto los pocos dientes que le quedaban. Mientras acariciaba a su gato, sus pupilas redondas, profundamente hundidas en las orbitas, brillaban con una luz extrana, como los ojos del animal. El viejo no le dijo ni una palabra de lo que habia sufrido en prision. Solo poco antes de su muerte, cuando fue a verlo al hospital, le confeso que de lo que mas se arrepentia en la vida era de haber entrado en el Partido.
En aquella epoca, al salir de casa del viejo, penso en sus manuscritos. Aunque no tuvieran nada que ver con el Partido, podrian meterle en muchos aprietos. Sin embargo, en aquel momento no se decidio a destruirlos y los llevo en una bolsa a casa de un amigo, el gran Lu, que conocio en el hospital en el que fue a tratarse de una disenteria. El gran Lu era un hombre alto que ensenaba geografia en la escuela secundaria. Estaba enamorado de una guapa muchacha y le pidio que le escribiera las cartas de amor en su lugar. Cuando la joven esposa del gran Lu
El gran Lu vivia con sus padres en una antigua casa con un patio cuadrangular en el que no era dificil esconder algo.
A mitad del verano, en agosto, el movimiento de las guardias rojas se intensifico. La mujer del gran Lu le telefoneo un dia al trabajo y lo cito en una tienda en la que se podia tomar leche y pasteles al estilo occidental. Penso que se trataba de otra pelea de la pareja y fue a la cita en bicicleta. Al llegar, vio que habian quitado la antigua insignia de la tienda y en su lugar habia otra que decia: «Al servicio de los obreros, campesinos y soldados». En la pared, encima de las mesas, habia un eslogan en grandes caracteres irregulares: «?Fuera los engendros apestosos capitalistas!».
Al principio el movimiento de las guardias rojas tenia el objetivo de destruir las «cuatro antiguedades» [7] y surgio de los estudiantes, parecia un juego de ninos. El gran Lider les dirigio una carta abierta afirmandoles «Es justo rebelarse», lo que sirvio para aumentar la violencia. De todos modos, el no se consideraba un engendro apestoso, y entro. Todavia vendian leche en la tienda. Antes de que se sentara, la mujer del gran Lu llego, lo tomo del brazo, como si fuera su novio, y le dijo:
– Ahora no tengo hambre, acompaname un rato, me gustaria comprar algunas cosas.
Fuera de la tienda, en la calle, ella le comento en voz baja que las guardias rojas de su instituto habian aterrorizado tanto al gran Lu, que acabo afeitandose la cabeza. Como sus padres tenian su propia casa, aunque no lo consideraban hijo de capitalistas, al menos pertenecia a una familia de pequenos propietarios, y las guardias rojas podian presentarse en su vivienda para registrarla en cualquier momento. Ella le pidio que fuera rapidamente a recuperar la bolsa con sus cosas que habia escondido en el deposito de carbon.
Fue Lin la que le salvo la vida. Una manana, poco despues de llegar al trabajo, ella paso varias veces por el pasillo. Su despacho estaba enfrente; se dio cuenta de que ella le hacia una senal y salio. La siguio hasta el final del pasillo, a un hueco de la escalera. Alli, tras asegurarse de que nadie podia verlos, Lin se paro y le dijo en voz baja que volviera a su casa lo mas rapidamente posible y que se preparara, porque las guardias rojas de su entidad iban a registrar la habitacion de Lao Tan.
Bajo a toda velocidad, salto sobre su bicicleta y llego empapado en sudor al patio. Amontono todas sus cosas sobre la cama, o en el suelo, y luego examino a toda prisa los cajones de la mesa de Lao Tan. Descubrio una vieja fotografia de grupo en la que el llevaba un uniforme de estudiante de antes de la Liberacion. Todos los estudiantes tenian en sus gorros la insignia del Guomindang, un sol blanco con doce angulos sobre un fondo azul. Rebujo la fotografia y fue a tirarla al fondo de la fosa del retrete publico, fuera del patio. Cuando regreso, el coche de su institucion llegaba.
Cuatro guardias rojos entraron en la habitacion. Lin estaba entre ellos. Ella sabia que el escribia, pero no habia leido sus manuscritos. Lo amaba y le daba igual lo que escribiera. Por supuesto, no habia venido por los manuscritos; lo que le preocupaba era que pudieran ver las numerosas fotos que habia tomado de ella. No estaba desnuda del todo, pero, aun asi, eran muy sugerentes. Las tomo antes y despues de hacer el amor con ella en los bosques de las Ocho Grandes Vistas. Una sola de aquellas fotos habria bastado para afirmar que la relacion entre ellos no era la normal entre dos colegas o incluso dos camaradas revolucionarios. Lin era la hija menor de un viceministro y estaba casada. Su marido era un militar de una familia de antiguos revolucionarios que trabajaba en un departamento de investigacion del ejercito. Estudiaba la fabricacion de misiles o de armas nuevas. En cambio, a el no le interesaban en absoluto los secretos de la Defen sa Nacional. Solo amaba perdidamente a aquella bella mujer, y Lin era todavia mas activa y efusiva que el.
Lin adopto voluntariamente una actitud relajada y comento:
– ?Es muy pequena tu habitacion, no hay sitio ni para sentarse!
Ella ya habia estado alli, por supuesto, un dia en el que Lao Tan no estaba. Llevaba un vestido con un generoso escote. El bajo la cremallera en su espalda y pudo abrir el vestido para besar sus senos. Ella no tenia el mismo aspecto que ahora, con su uniforme y las dos pequenas coletas sujetadas con un elastico para reemplazar su grande y larga trenza, peinado estandar de las mujeres soldado y estilo de las guardias rojas de aquella epoca.
– ?Preparanos un poco de te, estamos muertos de sed!