asfaltada producian las herraduras de los caballos o mulos que arrastraban los carros de los campesinos que llevaban verduras a la ciudad, los primeros trolebuses todavia vacios que pasaban silbando, ademas de las bicicletas y los peatones, cada vez mas numerosos. Respiraba profundamente, llenando sus pulmones de un frescor que le hacia feliz; sentia una especie de confianza en si mismo que le tranquilizaba. A mediodia vio a Lin en el comedor del trabajo. Llevaba una camisa de manga larga y un panuelo de seda en el cuello. Los colegas que estaban sentados a su mesa se acababan de marchar; entonces ella le dijo en voz baja, guinandole el ojo: «Tengo el cuello morado por tu culpa». Esbozo una sonrisa que no parecia reprocharle nada.

Le resultaba dificil decir si amaba a Lin o no, pero a partir de aquel dia se quedo prendado de su maravilloso cuerpo. Se citaron varias veces, aunque casi nunca podia ser en casa de ella. Si sus padres estaban alli, el tenia que escuchar respetuosamente como daban su opinion sobre los asuntos importantes del pais; no podia librarse de eso. Tenia que parecer perfecto frente a aquellas venerables personas, aparentar que el tambien era descendiente de revolucionarios y guardarse su sinceridad para otro momento. Cuando los ancianos empezaban a bostezar y se iban del salon, Lin le guinaba el ojo y hablaba con el de asuntos sin importancia del trabajo, y cuando ya no se oia ningun ruido en la habitacion de sus padres, se levantaba y le decia adios en voz alta. Lin lo acompanaba fuera del salon hasta el patio oscuro. Entonces entraba furtivamente en la galeria, se escondia detras de una columna y esperaba a que Lin hubiera apagado las luces del salon y de su habitacion para entrar en el cuarto. Alli eran felices durante toda la noche.

Sin embargo, preferia quedar con Lin fuera de su casa, en un parque o abajo de las murallas de la ciudad, en los pequenos bosques de lilas o jazmines amarillos. Dejaban una chaqueta en el suelo, o se apoyaban contra un arbol y fornicaban de pie ansiosamente. Si el marido de Lin viajaba a una mision en una base militar, el domingo, por la manana temprano, los dos se iban a las afueras, a las colinas de las Ocho Grandes Vistas, donde pasaban el dia, y siempre acababan bajando a tientas en medio del viento crepuscular despues de la puesta del sol para tomar el ultimo autobus que iba a la ciudad. A veces iban en tren aun mas lejos, a Mentougou, en las colinas del oeste, donde se habia descubierto el hombre de Beijing, o bajaban en cualquier estacion de esas en las que el tren solo paraba un minuto. Se llevaban algo de comer, escalaban o subian hasta la cima y pasaban al otro lado para que no pudieran verlos desde la carretera, y alli, a pleno sol, entre el ululante viento de las colinas, se entregaban el uno al otro con frenesi. Solo se sentia bien en esos momentos, tumbado en la hierba, contemplando las nubes que se desplazaban lentamente en el cielo, sin la menor inquietud, sin riesgo, totalmente feliz.

Lin tenia dos anos mas que el, era un verdadero volcan que amaba de manera enardecida, hasta perder la razon. El se controlaba. Lin se atrevia a jugar con fuego, pero a el le era imposible no pensar en los disgustos que les podia acarrear esa relacion. Lin no queria divorciarse, e incluso, aunque hubiera querido casarse con el, sus padres jamas habrian permitido acoger a un yerno asi en su familia revolucionaria: el, que era de un origen totalmente ordinario y que ni siquiera era miembro de la Liga de la Juventud Comunista. Ademas, el marido de Lin tenia el beneplacito de su familia de militares. Si los hubieran denunciado a su entidad de trabajo, a Lin no le habrian infligido castigo alguno, el habria sido el unico responsable. En ese momento probablemente ella se habria dado cuenta de que no podia romper con su familia y perder su situacion de privilegio para irse a vivir con el. En aquella epoca existia un nuevo reglamento, ademas de la ley sobre el matrimonio, que estipulaba que un empleado de un organismo del Estado solo tenia derecho a casarse cuando cumpliera los veintiseis anos. En esa nueva sociedad, que vivia un progreso constante, como nunca antes habia vivido, el amor y el matrimonio estaban consagrados a la revolucion; el hombre nuevo, los hechos nuevos, las obras de teatro nuevas, las peliculas nuevas, todos propagaban ese discurso. Tenian la obligacion de ver esas obras o peliculas, y el propio organismo del Estado era el que regalaba las entradas.

Un dia, un secretario de la oficina del jefe de departamento vino a verlo directamente sin pasar por los escalones jerarquicos habituales. Le pidio que fuera a ver de inmediato a su directora. Comprendio que no se trataba en absoluto de un asunto laboral. La directora, la camarada Wang Qi, una mujer de mediana edad, afable y reservada, estaba sentada detras de una mesa ancha, cuyas dimensiones correspondian a su cargo de dirigente. Se levanto y cerro la puerta de la habitacion, accion un tanto inusitada y que le puso nervioso al instante. Le invito a sentarse en un largo sofa, aunque ella se sento en un sillon de cuero, antes de mostrar voluntariamente una cara mas conciliadora.

– Mi trabajo me ocupa mucho tiempo. -Era la pura verdad-. No tengo tiempo para charlar con vosotros, los estudiantes que acabais de llegar. ?Desde cuando estas aqui?

El le contesto.

– ?Ya te has acostumbrado a este trabajo?

El afirmo con la cabeza.

– He oido decir que eres muy inteligente, que enseguida has sabido estar a la altura de la situacion, y que encima escribes en tu tiempo libre.

Ella lo sabia todo de el. Le habian informado de todo. Y acabo previniendole.

– Eso no debe influir en tu trabajo.

Volvio a inclinar la cabeza en senal de comprension. ?Menos mal que nadie sabia que cosas escribia!

– ?Tienes novia?

Ella fue directamente al grano. El se sobresalto y dijo que no, pero sintio como se sonrojaba.

– Puedes reflexionar sobre ello y encontrar un buen partido. -Insistio en lo de buen partido-. Pero todavia eres demasiado joven para casarte. Si trabajas bien para la revolucion, los problemas de tu vida personal se resolveran facilmente.

Hablaba de todo eso de forma anodina, con un tono de voz tranquilo, pero aquella conversacion formaba parte del trabajo revolucionario. De hecho, no se trataba de una simple charla, y antes de levantarse para abrir la puerta, le hizo una observacion:

– Me ha llegado a los oidos que ha habido reacciones entre las masas; tu relacion con Xiao Lin es demasiado intima. Si es una relacion entre companeros que trabajan juntos, no hay nada malo en ello, pero hay que tener cuidado con las consecuencias. La organizacion quiere que los jovenes tengan una evolucion sana.

La organizacion, por supuesto, era el Partido; si la directora lo habia llamado para hablar con el, seguro que era por orden del Partido. Volvio a hablar de Lin:

– Es muy sencilla, muy afectuosa con la gente, le falta experiencia.

Por supuesto, si habia problemas, todo caeria sobre el. La entrevista acabo tan solo cinco minutos despues. Antes de que la Revolucion Cultural estallara, el marido de esa mujer todavia no habia sido tachado de «miembro importante de la banda negra antipartido», ni tampoco la propia camarada Wang Qi habia sido acusada de «elemento antipartido», asi que ella todavia asumia el cargo importante de responsable que le habia otorgado la organizacion. Aunque se tratara de una simple alusion, de una advertencia o de una verdadera observacion, todo le quedo muy claro.

En aquel momento su corazon empezo a latir con fuerza; sintio como se le encendian las mejillas y no pudo controlarse durante bastante rato.

Decidio romper su relacion con Lin. La espero a que acabara su trabajo y salieron juntos del gran edificio; sabia que se arriesgaban a que les viera alguien, tenia ganas de desafiarlos, pero le faltaban fuerzas para ese reto. Caminaron durante mucho tiempo empujando cada uno su bicicleta antes de que le explicara la conversacion que habia tenido.

– Pero ?y a ellos que les importa? -Lin no estaba de acuerdo-. ?Que digan lo que quieran!

El le dijo que ella podia tomarselo a la ligera, pero que el no.

– ?Por que? -Lin se detuvo.

– ?Es una relacion desigual! -replico.

– ?Por que desigual? No lo entiendo.

– Es normal que no lo entiendas, porque tu lo tienes todo, y yo no tengo nada.

– ?Pero yo quiero darte lo que pueda!

Dijo que no queria favores, ?que no era un esclavo! De hecho, le habria gustado hablar de su situacion insoportable, de su deseo de llevar una vida transparente, pero no supo explicarse.

– ?Quien te esclaviza?

Lin se detuvo bajo una farola en la calle, lo miraba fijamente, llamando la atencion de los peatones. El sugirio que lo hablaran en un parque de la colina del Carbon; pero dejaban de vender entradas a las nueve y media y el parque cerraba a las diez. Le explico al vigilante que saldrian muy rapido, y al final los dejo entrar.

Normalmente, para sus citas, se encontraban en aquel parque en cuanto salian del trabajo. Habian

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