Se quita las horquillas, se suelta el pelo y se desnuda mientras te explica que su padre volvio despues a Alemania, que en Italia costaba ganarse la vida mucho mas que en Alemania.
No le preguntas por su madre, guardas silencio prudentemente y te esfuerzas en no mirarla, pensando que no volveras a vivir de nuevo el sueno maravilloso de la noche pasada.
Ella entra en el cuarto de bano con un camison largo. Deja la puerta abierta y continua hablando mientras deja caer el agua:
– Fue despues de la muerte de mi madre cuando empece a estudiar chino en Alemania. Los estudios de la lengua china estan muy desarrollados alli.
– ?Por que aprender chino? -preguntas tu.
Ella dice que queria alejarse lo maximo posible de Alemania. Cualquier dia, si los neofascistas levantaban cabeza, podian denunciarla. Habla de sus vecinos de la calle en que vivia, aquellos hombres y aquellas mujeres perfectamente civilizados y elegantes, que siempre saludaban con un ademan frio de cabeza al cruzarse con ellos. Cuando se los encontraba durante el fin de semana, limpiando su coche hasta que reluciera, como si fuera un zapato, ella debia pararse un instante para decirles algo, pero ?quien sabe si un dia, si alguna vez el ambiente cambiara, como en Serbia recientemente, no serian los mismos que venderian, cazarian, violarian y tambien masacrarian a los judios? Ellos o sus hijos.
– El fascismo no existe solo en Alemania, nunca has vivido realmente en China, el terror de la Revolucion Cultural no tiene nada que envidiar al fascismo -dices con frialdad.
– Pero no es lo mismo, los fascistas cometen un genocidio solo porque en tus venas corre sangre judia, no es una cuestion de ideologia, de punto de vista politico. No tienen teoria -argumenta, elevando la voz.
– ?Teoria de mierda! ?No entiendes nada de China, tu no has vivido el terror rojo, esa enfermedad contagiosa puede hacer que todo el mundo se vuelva loco! -Ahora empiezas a irritarte tu.
Ella ya no dice nada. Lleva un camison ancho, el sujetador en la mano, sale del cuarto de bano y levanta los hombros en tu direccion. Se sienta al borde de la cama, con la cabeza gacha; su cara esta palida, se ha quitado el lapiz de labios y el rimel, lo que refuerza su tierna feminidad.
– Perdona, ha sido por el deseo sexual.
Intentas justificarte, luego ries amargamente.
– Duerme, venga.
Enciendes un cigarrillo, ella se levanta y viene frente a ti, te abraza contra su dulce pecho y te acaricia el pelo, luego murmura:
– Puedes dormir a mi lado, pero no tengo ganas de sexo, solo quiero hablar contigo.
Necesita sumergirse de nuevo en su historia, mientras que tu, tu tienes ganas de olvidar.
Necesita llevar a cuestas el sufrimiento de los judios y la verguenza de la nacion germanica. En cuanto a ti, necesitas percibir gracias a su cuerpo que todavia estas vivo en este instante.
Ella dice que en este instante no siente nada.
9
Solo volvio a su habitacion de madrugada, cuando acabo el interrogatorio. Los guardias rojos encerraron en la sala de reunion de la institucion a su colega Lao Tan, que compartia la habitacion con el. Lo aislaron para someterlo a una investigacion mas profunda, por lo que no pudo volver a su cuarto. Una vez cerro la puerta, levanto una esquina de la persiana y vio que, en el patio, las lamparas de los vecinos estaban apagadas. Volvio a colocar bien la persiana y verifico minuciosamente que no se filtraba nada de la luz del dia a traves de la ventana. Entonces abrio la puerta de la estufa de carbon, cerca de la cual habia dejado un cubo hasta la mitad de agua, luego empezo a quemar sus manuscritos. Tambien quemo una pila de cuadernos de notas y diarios que escribio desde que entro a la universidad. La estufa era pequena, tenia que arrancar las paginas una a una y esperar a que el fuego las redujera a cenizas antes de sumergirlas en el cubo de agua; eso para evitar que un pedazo de papel que no estuviera del todo calcinado volara al exterior.
De uno de sus diarios se cayo una antigua foto, en la que aparecia con su padre y su madre. Su padre llevaba un traje de estilo occidental y una corbata. Su madre iba vestida con la ropa tradicional estilo manchu. Cuando ella todavia estaba viva, un dia que la ayudaba a sacar las ropas de los cofres para airearlas, vio ese vestido chino de terciopelo azul oscuro y de flores de color naranja. La fotografia habia perdido color. Su padre y su madre sonreian. Entre ellos, un nino delgaducho, que tenia unos brazos menudos, abria de par en par los ojos, como si esperara que un pequeno pajaro saliera volando de la maquina fotografica. Sin dudarlo ni un segundo, tiro la fotografia al fuego y miro como rapidamente empezaba a arder. Su padre y su madre se abarquillaban y de pronto tuvo ganas de recuperarla. Demasiado tarde. La foto se enrollo y luego se desenrollo ante sus ojos: las siluetas de sus padres se convirtieron en cenizas, una blanca, otra negra, y el nino delgado de en medio empezo a amarillear…
Tal como iban vestidos sus padres, podian pasar por capitalistas o incluso por compradores a sueldo de algun extranjero. Quemo todo lo que se podia quemar, esforzandose en romper con el pasado, en enterrar y borrar sus recuerdos, porque, por aquel entonces, incluso los recuerdos pesaban demasiado.
Antes de quemar sus manuscritos y sus diarios, vio que a plena luz del dia un grupo de las guardias rojas golpeaba hasta la muerte a una anciana, al lado del campo de deportes, cerca del concurrido barrio de Xidan. Era mediodia, la hora de la comida, la avenida estaba llena de gente; el pasaba en bicicleta. Unos diez chicos y unas pocas chicas que llevaban antiguos uniformes militares, con el brazalete rojo cubierto de caracteres negros en el brazo -estudiantes de entre quince y dieciseis anos-, golpeaban con los cinturones a la anciana que estaba tumbada en el suelo. Llevaba una pancarta de madera atada al cuello, sobre la que estaba escrito «Mujer de terrateniente reaccionaria»; no podia moverse, pero continuaba quejandose. Los viandantes se mantenian a una cierta distancia y miraban la escena inmoviles, sin que ninguno intentara interponerse. Un policia, que llevaba un casco ancho y las manos protegidas por los guantes blancos, pasaba por alli, pero hizo como que no veia nada. De entre las guardias rojas, una chica con el cabello atado en dos pequenas coletas, y que llevaba unas gafas de montura de color palido que realzaban la finura de su rostro, tambien se puso a girar su cinturon hasta que la hebilla golpeo la cabeza gris espeluznada. La mujer lanzo un grito ahogado y rodo por el suelo protegiendose la cabeza con las dos manos. La sangre le caia entre los dedos y ya no emitio ningun sonido mas.
– ?Viva el terror rojo! -gritaba un grupo de las guardias rojas al recorrer la avenida Chang'an en sus nuevas y flamantes bicicletas Eternidad.
Una noche, a eso de las diez, se topo con una de esas patrullas. Acababa de pasar en bicicleta delante de la puerta de la residencia de huespedes del Estado de Diaoyutai, que estaba vigilada por los militares. Se dio cuenta de que habia varias motos con sidecar bajo la luz de una farola de vapor de mercurio. Unos cuantos jovenes guardias rojas, vestidos con uniformes militares con un brazalete rojo de seda que indicaba «Comite de Accion Unida de las Guardias Rojas de la Capital», cortaban el paso en la carretera.
– ?Baja!
Casi se cae al frenar en seco.
– ?De que familia eres?
– De empleados.
– ?En que trabajas?
Preciso la entidad de trabajo a la que pertenecia.
– ?Tienes tu documento de trabajo?
Por suerte lo llevaba encima. Se lo dio.
Pararon tambien a otro joven que pasaba en bicicleta. Tenia la cabeza rapada, marca de la humillacion a la que se sometia a los «hijos de perra».
– ?Es mejor que por la noche te quedes en tu casa tranquilo!
Lo dejaron marchar. Nada mas subir a la bicicleta, oyo que el joven de la cabeza rapada decia algo, luego los golpes y los gritos, pero no se atrevio a volverse.
Durante varias noches, se quedo hasta el amanecer delante de la estufa. Los ojos se le irritaron por el fuego. Por el dia tenia que permanecer alerta ante el posible peligro. Cuando acabo de quemar la ultima pila de cuadernos, removio las cenizas para que no quedara rastro alguno y echo encima los restos de verduras y