acosto inmediatamente, sin ir a buscar agua al pozo para lavarse. No tenia mucho tiempo, debia ir aquella misma noche a la cabeza de distrito para enviar un telegrama a Rong. Eso significaba recorrer cuarenta kilometros de ida y vuelta y no regresar antes del amanecer. Tenia que ir a un pueblo fuera de la zona de la granja para ver a Lao Huang, un dirigente que formaba parte de su faccion, para pedir que le prestara su bicicleta. Los empleados, que acompanaban a ancianos y ninos, estaban repartidos en las familias campesinas de los alrededores.

Cuando se apagaron todas las luces, se empezaron a oir los ronquidos. En la oscuridad, el viejo funcionario que estaba acostado a su lado no paraba de dar vueltas, haciendo que crepitara la paja que tenia debajo; seguramente no podia dormir a causa del frio. Le susurro al anciano que tenia diarrea y que debia ir al servicio. Queria que este pudiera contestar algo si algun guarda le preguntaba adonde habia ido. Penso que el anciano no lo denunciaria. Antes de que lo interrogaran, dirigio un equipo en el trabajo y siempre daba las tareas menos pesadas a ese anciano: reparar los dientes de las azadas que se habian separado demasiado, vigilar el secadero de mieses para evitar que los campesinos de los alrededores acudieran de paso a llenar un saco de cereales. Era un viejo revolucionario de la epoca de Yan'an, tenia un certificado medico que le libraba de sus tareas por padecer hipertension, pero su tendencia politica en el movimiento no era del agrado de los representantes del ejercito que le habian traido a la escuela de funcionarios.

Los ladridos de los perros resonaban por todo el pueblo. Lao Huang le abrio la puerta; llevaba una chaqueta acolchada sobre los hombros, mientras su mujer permanecia bajo las mantas sobre el kang [9] acariciando a una nina que se habia despertado bruscamente y lloraba. Le explico de inmediato que le urgia por su situacion que le prestara la bicicleta y prometio devolversela en cuanto amaneciera, para no causarles ningun problema.

Hacia mucho tiempo que no llovia y el camino de tierra que conducia hasta la cabeza de distrito estaba cubierto por una espesa capa de polvo, lleno de agujeros y resaltos. La bicicleta daba tumbos sin parar. Hacia mucho viento. El viento y la arena le abofeteaban el rostro. Su respiracion era entrecortada. ?Ah, ese viento de arena en plena noche de marzo, al principio de la primavera!

Cuando todavia estaba en la escuela secundaria, hablo sobre el sentido de la vida con Rong, companero de estudios al que ahora iba a pedir ayuda. La discusion surgio a partir de un tintero. Rong habia sido adoptado por una vieja viuda que vivia cerca de la casa de el, y despues de las clases solian hacer los deberes juntos y escuchar musica. Rong tocaba bastante bien el erhu [10] y sentia autentica pasion por el violin, pero no podia comprarse uno, ya que ni siquiera podia permitirse ir a las sesiones baratas del cine, reservadas a los alumnos durante las vacaciones. Un dia le compro a Rong una entrada, pero el no quiso aceptarla de ningun modo. Sorprendido, le dijo que no podia devolver la entrada, y Rong le contesto que si iba una vez, ya nunca mas podria dejar de ir. Pero Rong no se negaba a ir a su casa a tocar el violin.

Un dia escucharon un disco despues de hacer los deberes. Se trataba del Cuarteto de cuerda en sol mayor de Chaikovski, y Rong se quedo boquiabierto. Recordaba con claridad que se quedaron callados durante un buen rato. De repente, quiso saber si el tintero que estaba sobre la mesa era de color azul. Rong le dijo que se trataba justamente de un azul tinta. Pero el le respondio que todo el mundo estaba de acuerdo en afirmar al ver esa tinta que era azul, o azul tinta; se habia convertido en una especie de uso, una manera de llamarlo comun, pero, de hecho, no todo el mundo veia lo mismo. Rong dijo que, lo mirara quien lo mirara, el color siempre era el mismo. El le replico que efectivamente el color no cambiaba, pero que nadie podia saber si el color que percibia con sus ojos era el mismo. Rong respondio que seguramente debia de haber un medio de saberlo. El dijo que lo unico que tenian en comun eran las palabras «azul» o «azul tinta», pero que, en realidad, la percepcion que se escondia tras aquellas palabras no tenia nada que ver. Rong pregunto entonces de que color era la tinta de aquel tintero. «?Como saberlo?», le respondio. Rong permanecio en silencio durante un instante y dijo que todo aquello le asustaba un poco.

El sol anaranjado del atardecer iluminaba el suelo de la habitacion, acentuando las ranuras de la madera desgastada por los anos. De pronto, sintio que el temor de Rong le invadia; hasta ese suelo tan real, iluminado por los rayos del sol, le parecia extrano, habia llegado incluso a dudar de su evidente realidad. Los hombres no pueden comprender este mundo, a pesar de que la existencia de este mundo depende totalmente de la percepcion de los individuos; cuando un hombre muere, el mundo se difumina o deja de existir, ?que significa realmente vivir en ese caso?

En la epoca en que el estaba en la universidad, Rong trabajaba de tecnico en la construccion de una pequena central hidroelectrica en el campo. Continuaron escribiendose cartas y mantuvieron ese tipo de discusion durante un tiempo. Lo que descubrian se alejaba bastante de lo que les habian ensenado en la escuela, ya que era bastante diferente del ideal absoluto que pretendia construir un mundo nuevo para servir al pueblo. Entonces empezo a temer que la vida desapareciera; el pretendido sentido de la mision o las aspiraciones del hombre en la vida parecian haber perdido su importancia. Y, en aquel momento, continuar viviendo se habia convertido en una carga pesada.

Llamo a la puerta de la oficina de correos de la cabeza de distrito durante media hora, y a las ventanas que daban a la calle, hasta que se encendio la luz y alguien vino a abrirle. El explico que venia de la escuela de funcionarios y que tenia que telegrafiar un documento oficial. Le habia costado mucho redactar el texto del telegrama, ya que habia tenido que utilizar una fraseologia pomposa que respetaba los reglamentos acerca del personal enviado al campo, al mismo tiempo que intentaba que su companero, con el que no habia tenido contacto desde hacia anos, comprendiera que se trataba de una situacion urgente, que tenia que encontrarle lo mas rapidamente posible una comuna popular en la que se pudiera instalar, y que le enviara tambien lo antes posible un documento oficial en el que lo aceptaran como campesino; todo ello intentando no despertar las sospechas del funcionario de correos.

En el camino de vuelta, paso delante de una estacion que solo tenia algunas salas rudimentarias y unas bombillas de luz amarillenta que iluminaban el desierto anden. Dos meses antes, el delegado del ejercito lo designo para ir a la estacion, junto a una docena de jovenes considerados como los mas resistentes, a recibir y ayudar a un nuevo grupo que iba a llegar de su institucion: empleados, funcionarios y familiares -ni los ancianos, ni los enfermos, ni los ninos habian podido librarse. Llegaron en un convoy especial de varias docenas de vagones, y la estacion estaba repleta de todo tipo de muebles, bartulos, maletas, mesas, sillas y armarios roperos, tambien habia grandes tinajas de verduras saladas; parecian refugiados. El delegado del ejercito hablo de «evacuacion como prevision de una guerra», ya que los enfrentamientos fronterizos entre China y la URSS en Heilongjiang traian un olor a polvora cada vez mas fuerte a Beijing, e incluso las escuelas de funcionarios habian transmitido «la orden numero uno de movilizacion en estado de alerta», firmada por el Vicecomandante en Jefe Lin Biao.

Una tinaja grande se rompio al descargarla del tren y el liquido que se derramo esparcio por todas partes un olor de verduras en vinagre. El anciano, que trabajaba como guarda del patio trasero de la institucion y se sentia orgulloso de su origen de clase obrera, empezo a soltar una sarta de insultos sin que se supiese a quien iban dirigidos exactamente, pero nadie lo detuvo. De todas maneras, ya no habia forma de recuperar su reserva de verduras saladas para el invierno. Todos vigilaban sus bienes, envueltos en una bufanda para defenderse del viento invernal, sentados en silencio sobre las maletas y bultos, esperando que los llamaran para que los destinasen a un pueblo cercano a la escuela de funcionarios. Los ninos, que tenian la cara amoratada debido al frio, se quejaban a los adultos, pero no se atrevian a llorar demasiado fuerte.

Los mas de trescientos carros movilizados por varias comunas populares se agolpaban frente a la estacion provocando los rebuznos de los burros, los relinchos de los caballos, los chasquidos de los latigos y una animacion mayor todavia que en un dia de mercado. Unos campesinos, subidos a sus carros o escurriendose entre la multitud, sostenian en la mano la hoja de papel que les habian distribuido y gritaban con todas sus fuerzas los nombres de las personas que habian de recoger. Un pequeno coche estaba bloqueando el paso de las carretas y sus mulas, y no podia avanzar ni retroceder. El delegado del ejercito, Song, que llevaba una insignia bermellon en el casco, un distintivo rojo en el cuello y un abrigo militar sobre los hombros, salio del coche y se dirigio al anden. Subio a un baul de madera e intento dar ordenes a diestro y siniestro. El delegado del ejercito habia empezado su carrera como corneta y ahora dirigia la escuela de funcionarios. Aunque no tenia una gran experiencia revolucionaria, se podia considerar que habia estado en el campo de batalla. Sin embargo, no lograba que se movieran los carros de los campesinos y el desorden era cada vez mayor.

Entre el mediodia y el atardecer, consiguieron que todos los carros desaparecieran. Sin embargo, las maletas y los muebles, que era imposible transportar, permanecieron amontonados sobre el anden de la estacion. El

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