nadie se atrevio a sacarlo de alli.

– ?Quienes son tus camaradas? Tu, que desciendes de terratenientes de mierda, ?te haces pasar por un guardia rojo? ?Arrancadle ese brazalete! -ordeno Danian.

Varios se lanzaron a quitarle el brazalete, y, a pesar de su corpulencia, el joven no consiguio resistir a sus adversarios. Sus gafas volaron y acabaron hechas anicos por los pies de la gente que lo rodeaba. Al final consiguieron arrancarle el brazalete. Ese vastago revolucionario que poco antes estaba seguro de que tenia razon, en aquel momento se encontraba apoyado en la pared, protegiendose la cabeza con las dos manos. Se puso en cuclillas y se echo a llorar, convirtiendose inmediatamente en un pobre hijo de perra.

Lao Liu llego tambaleandose, lo empujaban hacia todos los lados y le repetian las acusaciones que pesaban sobre el. A pesar de todo, era un viejo revolucionario que habia vivido muchas cosas, no era tan fragil como su hijo. Quiso levantar la cabeza para decir algo, pero los guardias rojos se la apretaban brutalmente para que la bajara.

Entre la gente, contemplando en silencio la escena, el decidio rebelarse a su manera. Se zafo del trabajo y se fue a dar una vuelta a las universidades de las afueras del oeste. En el campus de la universidad de Beijing, hasta los topes de gente, de entre los dazibaos que cubrian las paredes de los edificios vio el de Mao Zedong, que por supuesto habia sido copiado: «Mi dazibao: ?Fuego al cuartel general!». Cuando volvio al despacho de su institucion, continuo muy emocionado y alterado, y, en la calma de la noche, tambien escribio un dazibao. No espero a que otros lo firmaran cuando llegaran al trabajo, porque temia que cuando se despertara por la manana perdiera el valor. Tenia que pegarlo a medianoche, cuando todavia mantenia su ardor. Las masas necesitaban tener heroes como portavoces para pedir la rehabilitacion de las personas que habian sido acusadas de oponerse al Partido.

En los pasillos vacios del edificio, las hileras de los antiguos dazibaos se balanceaban por la fuerza de las corrientes de aire. El sentimiento de soledad que le invadia le proporciono esa fuerza que necesita todo heroe. La tragedia hizo nacer en el un deseo de justicia. Asi fue como entro en la sala de juegos de azar, pero entonces no tenia claro si realmente queria jugar o, mejor dicho, jugarsela. De todos modos, creia haber encontrado la formula para luchar por su supervivencia al mismo tiempo que pasaba por un heroe.

Los elementos audaces que fueron tachados de antipartidistas al principio del movimiento, no las tenian todas consigo, y los activistas que seguian al comite del Partido no habian recibido ninguna directiva de los organos superiores. Su dazibao provoco un silencio absoluto. Durante dos dias lo dejaron solo, sumido en su sentimiento patetico.

La primera reaccion a su dazibao fue una llamada del gran Li, encargado de la gestion del deposito de libros, en la que le proponia que se vieran. Li y un joven muy delgado, pequeno Yu, que era un mecanografo, lo esperaban delante del cuarto de las calderas del patio.

– ?Estamos de acuerdo con lo que dices en tu dazibao, podemos actuar juntos! -dijo Li mientras le estrechaba la mano para mostrarle que eran companeros de lucha.

– ?Que origen social tienes? -pregunto Li. Hasta los rebeldes tenian que tener en cuenta el origen social de cada uno.

– Empleado de origen -respondio sin otra explicacion; ese tipo de preguntas siempre le molestaban.

Li lanzo una mirada interrogativa a Yu. Alguien vino con un termo a por agua caliente y permanecieron los tres en silencio. Cuando lleno el termo, el hombre se marcho.

– Diselo -anadio Yu.

– Queremos fundar un grupo de guardias rojos rebeldes -dijo Li- para oponernos a ellos. Nos reuniremos manana por la manana, a las ocho, en la casa de te del parque Taoranting, al sur de la ciudad.

Otra persona vino a por agua. Se separaron inmediatamente y fingieron que no estaban juntos, que cada uno iba por su lado. Habian fijado un encuentro secreto; si no iba, seria un signo de debilidad.

***

Al alba de aquel domingo hacia mucho frio, el camino estaba cubierto de hielo que crujia bajo los pasos como si fuera cristal. Habia quedado con cuatro jovenes en el parque de Taoranting, en el sur de la ciudad. Las viviendas de la institucion estaban muy lejos de alli, en el norte, y no era muy probable que encontraran a alguien que los conociera. El dia estaba gris, el parque desierto, y en esa epoca extraordinaria los juegos recreativos estaban cerrados. Mientras caminaba sobre aquel suelo cubierto de hielo que crujia a cada paso que daba, tenia la sensacion de ser un apostol que debia salvar al mundo.

La casa de te que habia cerca del lago estaba casi vacia; una cortina gruesa de algodon tapaba la puerta. Dentro, tan solo se encontraban dos ancianos sentados frente a frente, cerca de la ventana. Una vez reunidos, se sentaron en el exterior, alrededor de una mesa. Todos se calentaban las manos con una taza de te hirviendo. Primero cada uno presento su origen social, como requisito previo para rebelarse bajo la bandera roja.

El padre del gran Li era vendedor en una tienda de cereales, su abuelo reparaba calzado, habia muerto. Al principio del movimiento, Li se sometio a una «rectificacion» porque habia pegado un dazibao sobre el secretario de la celula del Partido del deposito de libros. Yu era el mas joven, llego como mecanografo a la institucion hacia menos de un ano, despues de conseguir el diploma de ensenanza secundaria. Sus padres trabajaban en una fabrica. Como tenia cierta tendencia a llegar tarde al trabajo y a marcharse pronto, lo apartaron de las guardias rojas. Otro, que se llamaba Tang, era mensajero en una motocicleta, soldado desmovilizado. No lo podian criticar por su origen social. Era un gran orador a quien, segun el Mismo decia, le encantaba el xiangsheng [15] y por eso no lo admitieron en las guardias rojas. Faltaba otro que no pudo acudir porque debia ocuparse de su madre, que estaba hospitalizada; pero Li hablo en su lugar para decir que el apoyaba sin condiciones a los rebeldes y que los acompanaria en la lucha contra los conservadores.

Le llego el momento de tomar la palabra. Acababa de decidir que iba a explicarles que no estaba cualificado para ser un guardia rojo, que el no debia entrar en esa organizacion; pero, antes de que tuviera tiempo de abrir la boca, el gran Li le dijo, agitando la mano:

– Todos nosotros conocemos tu situacion, queremos que los intelectuales revolucionarios como tu se unan a nosotros. ?Hoy todos los que hemos venido a participar en esta reunion formamos el nucleo de las guardias rojas del pensamiento de Mao Zedong!

Fue tan facil como eso, no tuvieron que discutir nada mas. Ellos se reconocian como continuadores revolucionarios que evidentemente querian defender las ideas de Mao Zedong, y, como afirmaba Li:

– En las universidades, los rebeldes ya han provocado la caida de las viejas guardias rojas, ?que esperamos nosotros? ?Triunfaremos!

Una vez regresaron al edificio vacio de su institucion, pegaron esa misma noche por todos lados su declaracion de guardias rojas rebeldes y grandes esloganes dirigidos al comite del Partido y a las guardias rojas. Colocaron dazibaos hasta en el patio y en la puerta de entrada del edificio.

Antes de que amaneciera, salio de la institucion y llego a su pequena vivienda, donde la estufa se habia apagado desde hacia tiempo. El cuarto estaba helado; su entusiasmo tambien se enfrio. Una vez bajo las mantas, reflexiono sobre el sentido de su accion y las probables consecuencias que podian derivarse, pero estaba muerto de cansancio y se quedo dormido inmediatamente. Cuando se desperto, ya habia anochecido y se sentia bastante embotado. La presion a la que habia estado sometido para poder defenderse dia y noche durante varios meses se libero de repente. Continuo durmiendo durante toda la noche.

Se levanto temprano para ir al trabajo. No habia imaginado que pudiera haber tantos dazibaos que se hacian eco de sus mismas demandas por todo el edificio. En ese instante, si no se habia convertido en un heroe, al menos era un valiente hacia el que iban dirigidas todas las miradas. El ambiente tenso del despacho se relajo de golpe. Los mismos que lo habian estado evitando venian a su encuentro y lo saludaban con una enorme sonrisa en los labios. La vieja senora Huang, que dias antes se habia sometido a una autocritica a lagrima viva, le tomo de la mano y le dijo sin soltarlo:

– Habeis dicho lo que todos nosotros tenemos en el corazon, ?vosotros sois las verdaderas guardias rojas del Presidente Mao!

Ese cumplido parecia recien sacado de una pelicula revolucionaria, como cuando los habitantes del pueblo reciben a los soldados del Ejercito Rojo que los ha liberado. El texto era identico. Lao Liu, impasible, lo miro

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