haberlas escuchado ya en algun otro lugar. Recordo de inmediato que el dirigente que encontraron en Zhongnanhai tambien habia dejado escapar la misma queja antes de responsabilizar a Wu Tao, pero en la boca de Wu esas palabras retumbaban tristemente.

Como presidente de las sesiones, tenia que ser muy riguroso. Sabia perfectamente que la tristeza que percibio no bastaba para decir que Wu Tao no estaba contra el Lider Supremo, pero si no acababa con ese buen hombre, si alguna vez recuperaba su poder, el tambien corria el riesgo de ser acusado de contrarrevolucionario por haber dirigido la sesion.

Decidieron en la asamblea que Wu Tao debia entregar las actas de las reuniones del comite del Partido, asi como sus notas de trabajo. Despues de la reunion, Tang, el pequeno Yu y el tomaron el coche negro, un Jimu, que utilizaba el secretario del Partido, para acompanar a Wu Tao a su casa con el fin de buscar esos documentos.

El queria hacer las cosas con tranquilidad y, sin recurrir a la violencia, pedirle al anciano que abriera el mismo uno a uno los cajones y el archivador de documentos. Tang y Yu revolvieron los armarios de ropa y ordenaron a Wu que les diera las llaves de los cofres.

– Solo hay ropa vieja -protesto el anciano titubeando.

– ?De que tiene miedo? ?Solo estamos verificando si ha escondido listas negras para «rectificar» al pueblo!

Tang, con los brazos en jarras, se sentia muy orgulloso y disfrutaba de su papel en el registro.

El anciano fue al comedor a pedir las llaves a su mujer. Era la hora de la cena, la puerta del comedor estaba abierta, los platos en la mesa, la mujer de Wu estaba alli, con una nina, su nieta. No se habia movido de la sala y continuo hablando con la nina. El penso que quizas escondian algo importante en el comedor, pero desecho esa idea de inmediato y prefirio no entrar para no encontrarse cara a cara con la mujer y la nina.

Dos meses antes, un domingo a mediodia, despues de que el grupo de guardias rojos registrara su casa, llamaron a la puerta. Al abrir, se encontro a una chica en el umbral. Tenia una cara encantadora, la piel muy blanca, los ojos cintilaban bajo el sol, sobre las orejas rosa caian dos mechones de cabellos brillantes. Dijo que era la hija del propietario, que vivia en el edificio de al lado, y que venia a buscar el dinero del alquiler. El nunca habia ido a aquella vivienda y solo sabia que Lao Tan y el propietario eran viejos amigos. De pie, en la puerta, la joven tomo el alquiler que el le tendio, luego, arqueando un poco las cejas y barriendo la habitacion con la mirada dijo:

– Todos esos muebles, la mesa y ese viejo sofa son nuestros, un dia nos los tendremos que llevar.

El le dijo que podia ayudarla a llevarlos inmediatamente, pero ella se mantuvo en silencio y sus ojos cristalinos le lanzaron una mirada glacial que lo recorrio de arriba abajo, queriendole mostrar su odio sin tapujos. Luego dio media vuelta y bajo la escalera. Supuso que la joven debia de pensar que habia denunciado a Tan para estar solo en el apartamento. Al mes siguiente ya no fue a buscar el dinero del alquiler ni nadie reclamo los muebles. Cuando le encargaron al viejo Huang que cobrara los alquileres para el comite de gestion del barrio, supo que les habian confiscado todos sus bienes. No volvio a saber nada mas del propietario, pero guardo claramente en su recuerdo la mirada de hielo que le lanzo aquella joven.

Evito encontrarse cara a cara con la mujer de Wu y su nieta; los ninos tienen memoria y la chiquilla corria el riesgo de alimentar un odio feroz.

Tang examino uno a uno los cofres. Wu los abria repitiendo que solo habia ropa de su hija y de su nieta. Efectivamente, en la parte de arriba solo aparecian sujetadores y vestidos. De pronto, se sintio incomodo y le vino a la cabeza la escena en que aquellos guardias rojos de su institucion encontraron los preservativos de Tan cuando registraban sus cosas. Hizo un ademan con la mano y dijo:

– Vamonos, ya esta bien.

Tang fue a mirar al sofa, levanto los cojines y metio la mano por entre los pliegues, empujado probablemente por ese instinto que surge en cada uno cuando se mete en ese tipo de papel. El quiso acabar pronto, empaqueto unos fajos de cartas, documentos y cuadernos de apuntes para marcharse.

– Son cartas personales, no tienen ninguna relacion con mi trabajo -dijo Wu.

– Vamos a examinarlas, no se preocupe, si no hay ningun problema, se las devolveremos -replico el.

Tuvo ganas de decirle, pero no lo hizo, que era muy amable de su parte.

– ?Es… la segunda vez en mi vida que me pasa lo mismo! -dijo Wu, tras un instante de duda.

– ?Ya han estado aqui las guardias rojas? -pregunto el.

– Hablo de la epoca en que trabajaba en la clandestinidad para el Partido, hace mas de cuarenta anos - preciso Wu, entornando los parpados, como si sonriera.

– Supongo que usted mismo ya ha participado en muchos registros de casas y, sin duda, con menos miramientos de los que nosotros estamos teniendo en este momento -dijo el en tono ironico.

– Quienes hacen esos registros son los guardias rojos de la institucion, en el comite del Partido nunca tomamos estas decisiones -repuso Wu con rotundidad.

– Pero esa lista de nombres ha salido del departamento politico, ?no es cierto? Si no, ?como habrian sabido a casa de quien tenian que ir y por que no fueron a su casa tambien? -pregunto, mirandolo fijamente a los ojos.

Wu permanecio en silencio. Era un hombre versado en el trato con la gente, pero esta vez no supo que decir y los condujo en silencio a la entrada del patio. El estaba seguro de que el anciano lo detestaba y que si un dia recuperaba sus funciones, no dudaria en hacerle pagar con su vida lo que se habia atrevido a hacer. Tenia que encontrar algun documento que permitiera colocar a Wu en la categoria de los enemigos. Una vez regreso a la institucion, se paso la noche examinando las cartas y encontro una que estaba dirigida al primo Wu. En ella habia escrito: «El gobierno del pueblo esta siendo muy indulgente y me trata con demasiada benevolencia, pero hoy estoy pasando por un momento dificil, estoy enfermo, tengo que alimentar a mis padres y a mis hijos, solo me queda esperar que mi querido primo interceda por mi ante el gobierno local». Estaba claro que ese pariente debia de haber tenido problemas politicos o historicos y recurria a Wu para que lo ayudara. Sin embargo, guardo la carta en un paquete de documentos oficiales sobre los que escribio «examinado» y no continuo con la investigacion. Habia algo en su interior que le impedia seguir con aquello.

Durante todos esos dias y esas noches, apenas volvio a casa. Se quedaba a dormir en el despacho, que servia de cuartel general de la organizacion rebelde. Celebraban asambleas y reuniones a todas horas. En el seno de los rebeldes se sucedian las alianzas y rupturas con las diferentes organizaciones, asi como las disputas. Todos estaban en ascuas, corrian de un lado para otro y se decian partidarios de la rebelion. Los antiguos guardias rojos tambien se declararon en rebeldia contra el comite del Partido y se reorganizaron en una «columna roja rebelde revolucionaria». Hasta los funcionarios encargados del trabajo politico fundaron «brigadas de combate». Los cambios de chaqueta, las traiciones, los oportunismos, la revolucion y la rebelion, todo se mezclaba, cada uno buscaba su camino en medio del caos. El orden y las redes de poder de antes estaban patas arriba, se creaban nuevas alianzas, algunos hacian las paces, otros tramaban numerosos complots, todo ocurria al mismo tiempo en aquel gran edificio que zumbaba como un avispero.

Durante las sesiones de lucha que convocaban una u otra faccion, Wu Tao era siempre el blanco ideal. Danian y sus companeros se distinguian por la crudeza de sus acciones contra el. Le colgaban una pancarta alrededor del cuello y le hacian agachar la cabeza, lo obligaban a mantener los brazos extendidos hacia atras, le apretaban las rodillas y lo tiraban al suelo. De la misma manera que ellos habian maltratado a los monstruos malhechores unos meses antes, colocaban en Wu todo el peso del prestigio que los rebeldes les habian quitado. El viejo secretario abandonado por el Partido no solo se habia convertido en un perro inutil, sino que todo el mundo tenia miedo de acercarse a el.

Un dia que habia nevado, vio que, en el patio de detras del gran edificio, Wu Tao estaba quitando la nieve con una pala. Al oir que alguien llegaba, el anciano aumento el ritmo del trabajo.

– ?Que tal esta? -le pregunto.

El viejo Wu se apoyo en la pala, casi sin aliento.

– Bien, bien. En otros lugares golpean a la gente, al menos vosotros no.

Penso que Wu ponia intencionadamente cara de victima para despertar su compasion. Sin embargo, la simpatia que sentia por aquel viejo, al que nadie se atrevia a acercarse, aparecio claramente un ano mas tarde: Wu siempre llevaba una chaqueta azul harapienta y remendada, y cada manana barria el patio con una escoba de bambu, sin que nadie se fijara en el, con la cabeza gacha, los hombros bajos, las mejillas y los parpados caidos, en un estado de decrepitud total. Un dia, al verlo de ese modo, sintio lastima por el, pero nunca llego a

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