– ?Por que no tengo derecho? -pregunto gravemente su padre al tiempo que posaba el vaso-. ?Mi pasado es muy claro, nunca he sido miembro de un partido reaccionario, nunca he tenido ningun problema politico! Aquel ano fue el Partido el que animo a los ciudadanos a que se expresaran, y lo unico que dije fue que habria que eliminar el muro que los separaba de la gente, solo hice un comentario sobre la forma de trabajar de aquel individuo, nunca critique al Partido; ?pero ese individuo se vengo! ?Lo dije en una asamblea, habia mucha gente alli, todo el mundo me oyo, todos pueden testificarlo! ?Y el articulo de unos cien caracteres que escribi en la pizarra me lo encargo la celula del Partido!

– Papa, eres demasiado ingenuo…

Iba a continuar explicandole el porque cuando su padre lo interrumpio.

– ?No necesito que vengas a decirme lo que tengo que hacer! No porque hayas estudiado… ?Tu madre te ha mimado demasiado!

Cuando su padre se sereno, le pregunto directamente:

– Papa, ?has ocultado alguna arma?

Como si hubiera recibido un golpe, su padre se quedo sin palabras, luego bajo lentamente la cabeza, movio su vaso sin mirarlo, ensimismado, y permanecio en silencio.

– Alguien me ha dicho que ese problema esta en mi ficha -explico-. He venido para saber que pasa. Papa, ?es cierto?

– Tu madre fue demasiado honesta… -farfullo.

Eso significaba que algo habia ocurrido; un frio glacial se le metio en el pecho.

– En aquella epoca, durante los dos anos que siguieron a la Liberacion, circularon unos formularios que todo el mundo tenia que rellenar para conseguir los documentos de identidad. Habia un apartado destinado a las armas que cada uno guardaba en casa. Fue un error de tu madre, quiso que dijera la verdad, un amigo me habia encargado vender una pistola…

– ?En que ano? -pregunto mirando fijamente a su padre, que se habia convertido en el sujeto de su investigacion.

– Hace tiempo, en la epoca de la guerra de Resistencia. Era en tiempos de la Republica, tu no habias nacido todavia…

Es de este modo que los hombres confiesan -penso-, no pueden dejar de confesar. Era una realidad irrefutable. Tenia que calmarse, recuperar la serenidad; no podia seguir interrogando de ese modo a su padre. Se dirigio a el en un tono mas suave:

– Papa, yo no te acuso de nada, pero ?que ha sido de esa pistola?

– Se la di a un colega del banco. Tu madre decia: «?Que quieres hacer con eso?». En aquella epoca habia mucha confusion, pero tu madre decia que si alguna vez yo tenia que disparar, seria incapaz de dar en el blanco y que podia herir a alguien accidentalmente. Entonces la vendi a un companero de trabajo.

Su padre se echo a reir.

Le dijo seriamente que no era un asunto para reirse.

– En el archivo se habla de tenencia de armas.

Eran las palabras que la propia Lin empleo, no era posible que hubiera un malentendido.

Su padre se quedo aturullado durante un instante, luego casi grito:

– jEs imposible! ?De eso hace mas de treinta anos!

Padre e hijo se miraron; el creia mas a su padre que lo que ponia en el archivo, pero tuvo que decir:

– Papa, era imposible que no investigaran.

– Quieres decir que… -Su padre se sintio abatido.

Lo que queria decir era que nadie se atreveria hoy en dia a reconocer que le compro esa pistola. Estaba desesperado.

Su padre se tapo la cara con las manos y, al comprender por fin lo que eso significaba, se echo a llorar. En la mesa, los platos de comida, que todavia estaban casi intactos, se enfriaban.

Le dijo que el no venia a echarle nada en cara, que, ocurriera lo que ocurriera, era su hijo, que siempre lo reconoceria como padre. Durante los anos catastroficos que siguieron al Gran Salto adelante, su madre, con su inmensa ingenuidad, respondio al llamamiento del Partido que incitaba a entrar a las granjas para reformarse por el trabajo manual, y se ahogo en un rio, molida de cansancio. El padre y el hijo permanecieron unidos de por vida. Sabia que su padre lo adoraba. Un dia en el que volvio de la universidad enfermo, su padre gasto dos meses de cupones de racionamiento de carne para comprar manteca de cerdo para que se la llevara. Dijo que en el norte, con tanto frio y el hielo, era imposible alimentarse correctamente, mientras que aqui se podia aun comprar a alto precio las zanahorias en los pueblos. Vertio la manteca hirviendo en un recipiente de plastico que inmediatamente se fundio por el calor, y el liquido acabo por el suelo. Los dos recogieron de rodillas, en silencio, con una cucharilla, la capa de manteca que se fijo en el piso. Esa escena no la olvidaria nunca. Al final dijo:

– Papa, he venido para aclarar esa historia de la pistola, por ti y tambien por mi.

Entonces su padre le dio la explicacion:

– El que me compro la pistola era un antiguo colega del banco, de hace mas de treinta anos. Despues de la Liberacion, me escribio solo una vez, pero desde entonces no he vuelto a tener noticias suyas. Si todavia vive, seguramente debe de trabajar en un banco. Tu lo llamabas «tio Fang», ?te acuerdas? Te queria mucho, no te traicionaria. No tenia hijos y decia que queria que tu fueras su hijo adoptivo, pero tu madre no quiso.

En su casa debe de quedar una vieja fotografia en la que aparece, si se ha librado del fuego. Se acuerda muy bien de que el tio Fang era calvo, tenia la cara redonda y era un hombre entrado en carnes, como un Buda vestido al estilo occidental, con una corbata anudada alrededor del cuello. El pequeno nino a horcajadas sobre las rodillas de aquel Buda que vivia vestido como los occidentales, llevaba ropa de punto y sujetaba una pluma Parker de oro. El se nego a devolversela y se la acabo dando. Fue un tesoro real que tuvo en su infancia.

Solo se quedo un dia en casa de su padre, despues continuo su viaje hacia el sur y paso todavia un dia y una noche en el tren. Se informo en el banco popular local, donde lo recibio un joven que formaba parte de una organizacion de masas rebelde. Luego interrogo a un funcionario responsable del personal y supo que un tal Fang habia sido trasladado veinte anos antes a una caja de ahorros de un barrio, probablemente porque no confiaban en el, ya que formaba parte del antiguo personal.

Alquilo una bicicleta y encontro la caja de ahorros. Le dijeron que el hombre se habia jubilado y le dieron su direccion. En un edificio de dos plantas, muy rudimentario, al final del patio, pregunto a una senora mayor que estaba lavando verduras en una fuente publica y llevaba un delantal anudado a la cintura.

La senora se quedo sin saber que responder durante un instante, luego le pregunto:

– ?Para que quiere verlo?

– Pasaba por aqui cumpliendo una mision, queria visitarlo.

La senora dudo todavia durante un momento; se seco las manos con el delantal antes de decir que no estaba alli. Penso que debia de ser su esposa y le explico con tono alegre que era el hijo de su viejo amigo Fulano, que habia venido a ver a su tio. La senora solto varios «Ah» de estupor, acabo conduciendolo a una habitacion y le hizo entrar. Luego, con mucha amabilidad, le preparo te, le rogo que tomara asiento, le dijo que su marido estaba en el huerto y que iba a buscarlo.

El viejo llego y coloco tras la puerta el pico que tenia en la mano. De cada lado de su rala cabeza quedaban algunos cabellos blancos. El exclamo «?Tio Fang!», repitio que era el hijo de su amigo Fulano y le transmitio los saludos que su padre le mandaba.

El hombre sacudia la cabeza y se le crispaban los parpados. Lo miro durante un rato antes de decir con voz lenta:

– Ah, si, si que me acuerdo, me acuerdo… Un antiguo colega, un viejo amigo… ?Como esta tu padre?

– Sin novedad.

– Entonces esta bien, actualmente si no hay ninguna novedad es que todo va bien.

Charlaron un poco, despues le dijo que tenia un pequeno problema que podia causarle muchos quebraderos de cabeza, que era respecto al hecho de que su padre habia vendido una pistola.

Con la cabeza gacha, el anciano parecia buscar algo, luego levanto la taza de te temblando. Le dijo que no tendria que testimoniar, solo queria que le explicara que ocurrio. Al final, le pregunto:

– ?Mi padre le hizo de intermediario para vender una pistola?

Insistio en la palabra «vender», sin decir que era el anciano quien la habia comprado. Este dejo la taza, su mano ya no temblaba, y entonces dijo:

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