vagamente que tal vez los hombres eran diferentes a las mujeres; por su parte no sentia necesidad alguna de sexo. Los castos abrazos nocturnos bastaban para saciar su ansia de compania y ternura, pero ni siquiera al pensar en su antiguo amante experimentaba la ansiedad de los tiempos en el cuarto de los armarios. No sabia si en ella el amor y el deseo eran la misma cosa y al faltar el primero naturalmente no surgia el segundo, o si la larga enfermedad en el barco habia destruido algo esencial en su cuerpo. Una vez se atrevio a preguntar a Tao Chi?en si acaso podria tener hijos, porque no habia vuelto a menstruar en varios meses, y el le aseguro que apenas recuperara fuerza y salud retornaria a la normalidad, para eso le ponia sus agujas de acupuntura. Cuando su amigo se deslizaba silencioso a su lado despues de sus escapadas, ella fingia dormir profundamente, aunque permanecia despierta por horas, ofendida por el olor de otra mujer entre ellos. Desde que desembarcaron en San Francisco, habia vuelto al recato en el cual Miss Rose la crio. Tao Chi?en la habia visto desnuda durante las semanas de travesia en barco y la conocia por dentro y por fuera, pero adivino sus razones y tampoco hizo preguntas, salvo para indagar sobre su salud. Incluso cuando le colocaba las agujas tenia cuidado de no incomodar su pudor. No se desvestian en presencia del otro y tenian un acuerdo tacito para respetar la privacidad del hoyo que les servia de letrina detras de la cabana, pero lo demas se compartia, desde el dinero hasta la ropa. Muchos anos mas tarde, revisando las notas en su diario correspondientes a esa epoca, Eliza se preguntaba extranada por que ninguno de los dos reconocia la atraccion indudable que sentian, por que se refugiaban en el pretexto del sueno para tocarse y durante el dia fingian frialdad. Concluyo que el amor con alguien de otra raza les parecia imposible, creian que no habia lugar para una pareja como ellos en el mundo.
– Tu solo pensabas en tu amante -le aclaro Tao Chi?en quien para entonces tenia el pelo gris.
– Y tu en Lin.
– En China se pueden tener varias esposas y Lin siempre fue tolerante.
– Tambien te repugnaban mis pies grandes -se burlo ella.
– Cierto -replico el con la mayor seriedad.
En junio se dejo caer un verano sin misericordia, los mosquitos se multiplicaron, las culebras salieron de sus huecos a pasearse impunes y las plantas de Tao Chi?en brotaron tan robustas como en la China. Las hordas de argonautas seguian llegando, cada vez mas seguidas y numerosas. Como Sacramento era el puerto de acceso, no corrio la suerte de docenas de otros pueblos, que brotaban como callampas cerca de los yacimientos auriferos, prosperaban rapido y desaparecian de subito apenas se acababa el mineral facil. La ciudad crecia por minutos, se abrian nuevos almacenes y los terrenos ya no se regalaban, como al principio, se vendian tan caros como en San Francisco. Habia un esbozo de gobierno y frecuentes asambleas para decidir detalles administrativos. Aparecieron especuladores, leguleyos, evangelistas, jugadores profesionales, bandoleros, madames con sus chicas de vida alegre y otros heraldos del progreso y la civilizacion. Pasaban centenares de hombres inflamados de esperanza y ambicion rumbo a los placeres, tambien otros agotados y enfermos que regresaban despues de meses de arduo trabajo dispuestos a despilfarrar sus ganancias. El numero de chinos aumentaba dia a dia y pronto habia un par de bandas rivales. Estos 'tongs' eran clanes cerrados, sus miembros se ayudaban unos a otros como hermanos en las dificultades de la vida diaria y el trabajo, pero tambien propiciaban corrupcion y crimen. Entre los recien llegados habia otro 'zhong yi', con quien Tao Chi?en pasaba horas de completa felicidad comparando tratamientos y citando a Confucio. Le recordaba a Ebanizer Hobbs, porque no se conformaba con repetir los tratamientos tradicionales, tambien buscaba alternativas novedosas.
– Debemos estudiar la medicina de los 'fan guey' la nuestra no es suficiente -le decia y el estaba plenamente de acuerdo, porque mientras mas aprendia, mayor era la impresion de que nada sabia y no le alcanzaria la vida para estudiar todo lo que faltaba.
Eliza organizo un negocio de 'empanadas' para vender a precio de oro, primero a los chilenos y luego tambien a los yanquis, quienes se aficionaron rapidamente a ellas. Empezo por hacerlas de carne de vaca, cuando podia comprarla a los rancheros mexicanos que arreaban ganado desde Sonora, pero como solia escasear, experimento con venado, liebre, gansos salvajes, tortuga, salmon y hasta oso. Todo lo consumian agradecidos sus fieles parroquianos, porque la alternativa eran frijoles en tarro y cerdo salado, la dieta invariable de los mineros. Nadie disponian de tiempo para cazar, pescar o cocinar; no se conseguian verduras ni frutas y la leche era un lujo mas raro que la champana, sin embargo no faltaba harina, grasa y azucar, tambien habia nueces, chocolate, algunas especias, duraznos y ciruelas secas. Hacia tartas y galletas con el mismo exito de las 'empanadas', tambien pan en un horno de barro que improviso recordando el de Mama Fresia. Si conseguia huevos y tocino ponia un letrero ofreciendo desayuno, entonces los hombres hacian cola para sentarse a pleno sol ante un meson destartalado. Esa sabrosa comida, preparada por un chino sordomudo, les recordaba los domingos familiares en sus casas, muy lejos de alli. El abundante desayuno de huevos fritos con tocino, pan recien horneado, tarta de fruta y cafe a destajo, costaba tres dolares. Algunos clientes, emocionados y agradecidos porque no habian probado nada parecido en muchos meses, depositaban otro dolar en el tarro de las propinas. Un dia, a mediados del verano, Eliza se presento ante Tao Chi?en con sus ahorros en la mano.
– Con esto podemos comprar caballos y partir -le anuncio.
– ?Adonde?
– A buscar a Joaquin.
– Yo no tengo interes en encontrarlo. Me quedo.
– ?No quieres conocer este pais? Aqui hay mucho por ver y aprender, Tao. Mientras yo busco a Joaquin, tu puedes adquirir tu famosa sabiduria.
– Mis plantas estan creciendo y no me gusta andar de un lado a otro.
– Bien. Yo me voy.
– Sola no llegaras lejos.
– Veremos.
Esa noche durmieron cada uno en un extremo de la cabana sin dirigirse la palabra. Al dia siguiente Eliza salio temprano a comprar lo necesario para el viaje, tarea nada facil en su papel de mudo, pero regreso a las cuatro de la tarde apertrechada de un caballo mexicano, feo y lleno de peladuras, pero fuerte. Tambien compro botas, dos camisas, pantalones gruesos, guantes de cuero, un sombrero de ala ancha, un par de bolsas con alimentos secos, un plato, taza y cuchara de laton, una buena navaja de acero, una cantimplora para agua, una pistola y un rifle que no sabia cargar y mucho menos disparar. Paso el resto de la tarde organizando sus bultos y cosiendo las joyas y el dinero que le quedaban en una faja de algodon, la misma que usaba para aplastarse los senos, bajo la cual siempre llevaba el atadito de cartas de amor. Se resigno a dejar la maleta con los vestidos, las enaguas y los botines que aun conservaba. Con su manta de Castilla improviso una montura, tal como habia visto hacer tantas veces en Chile; se quito las ropas de Tao Chi?en usadas durante meses y se probo las recien adquiridas. Luego afilo la navaja en una tira de cuero y se corto el cabello a la altura de la nuca. Su larga trenza negra quedo en el suelo como una culebra muerta. Se miro en un trozo de espejo roto y quedo satisfecha: con la cara sucia y las cejas engrosadas con un trozo de carbon, el engano seria perfecto. En eso llego Tao Chi?en de vuelta de una de sus tertulias con el otro 'zhong yi' y por un momento no reconocio a ese vaquero armado que habia invadido su propiedad.
– Manana me voy, Tao. Gracias por todo, eres mas que un amigo, eres mi hermano. Me haras mucha falta…
Tao Chi?en nada respondio. Al caer la noche ella se echo vestida en un rincon y el se sento afuera en la brisa estival a contar las estrellas.
El secreto
La tarde en que Eliza salio de Valparaiso escondida en la panza del 'Emilia', los tres hermanos Sommers cenaron en el Hotel Ingles invitados por Paulina, la esposa de Feliciano Rodriguez de Santa Cruz, y regresaron tarde a su casa en Cerro Alegre. No supieron de la desaparicion de la muchacha hasta una semana mas tarde, porque la imaginaban en la hacienda de Agustin del Valle, acompanada por Mama Fresia.
Al dia siguiente John Sommers firmo su contrato como capitan del 'Fortuna', el flamante vapor de Paulina. Un sencillo documento con los terminos del acuerdo cerro el trato. Les basto verse una vez para sentir confianza y no disponian de tiempo para perder en minucias legales, el frenesi por llegar a California era el unico interes. Chile