mano y el sombrero en la otra, pues ninguna mujer, por muy bajo que hubiera descendido, toleraba el sombrero puesto. Definitivamente no habia futuro en esa profesion, sostenia Joe: la ley no las amparaba, Dios las habia olvidado y por delante solo se vislumbraba vejez, pobreza y soledad. Se le ocurrio la idea de dedicarse a lavar ropa y hacer tartas para vender, manteniendo siempre el negocio de las mesas de juego y los libros cochinos, pero sus chicas no estaban dispuestas a ganarse la vida en labores tan rudas y mal pagadas.
– Este es un oficio de mierda, ninas. Casense, estudien para maestras, ?hagan algo con sus vidas y no me jodan mas! -suspiraba tristemente.
Tambien Babalu, el Malo, estaba cansado de hacer de chulo y guardaespaldas. La vida sedentaria lo aburria y la Rompehuesos habia cambiado tanto, que poco sentido tenia seguir trabajando juntos. Si ella habia perdido entusiasmo por la profesion, ?que le quedaba a el? En los momentos desesperados confiaba en el Chilenito y los dos se entretenian haciendo planes fantasticos para emanciparse: iban a montar un espectaculo ambulante, hablaban de comprar un oso y entrenarlo en el boxeo para ir de pueblo en pueblo desafiando a los bravos a batirse a punetes con el animal. Babalu andaba tras la aventura y Eliza pensaba que era buen pretexto para viajar acompanada en busca de Joaquin Andieta. Fuera de cocinar y tocar el piano no habia mucha actividad donde la Rompehuesos, tambien a ella el ocio la ponia de mal humor. Deseaba recuperar la libertad inmensa de los caminos, pero se habia encarinado con esa gente y la idea de separarse de Tom Sin Tribu le partia el corazon. El nino ya leia de corrido y escribia aplicadamente, porque Eliza lo habia convencido de que cuando creciera debia estudiar para abogado y defender los derechos de los indios, en vez de vengar a los muertos a balazos, como pretendia Joe. 'Asi seras un guerrero mucho mas poderoso y los gringos te tendran miedo', le decia. Aun no se reia, pero en un par de ocasiones, cuando se instalaba a su lado para que ella le rascara la cabeza, se habia dibujado la sombra de una sonrisa en su rostro de indio enojado.
Tao Chi?en se presento en la casa de Joe Rompehuesos a las tres de la tarde de un miercoles de diciembre. Abrio la puerta Tom Sin Tribu, lo hizo pasar a la sala, desocupada a esa hora, y se fue a llamar a las palomas. Poco despues se presento la bella mexicana en la cocina, donde el Chilenito amasaba el pan, para anunciar que habia un chino preguntando por Elias Andieta, pero ella estaba tan distraida con el trabajo y el recuerdo de los suenos de la noche anterior, donde se confundian mesas de loteria y ojos reventados, que no le presto atencion.
– Te digo que hay un chino esperandote -repitio la mexicana y entonces el corazon de Eliza dio una patada de mula en su pecho.
– ?Tao! -grito y salio corriendo.
Pero al entrar a la sala se encontro frente a un hombre tan diferente, que tardo unos segundos en reconocer a su amigo. Ya no tenia su coleta, llevaba el pelo corto, engominado y peinado hacia atras, usaba unos lentes redondos con marco metalico, traje oscuro con levita, chaleco de tres botones y pantalones aflautados. En un brazo sostenia un abrigo y un paraguas, en la otra mano un sombrero de copa.
– ?Dios mio, Tao! ?Que te paso? 95
– En America hay que vestirse como los americanos -sonrio el.
En San Francisco lo habian atacado tres matones y antes que alcanzara a desprender su cuchillo del cinto, lo aturdieron de un trancazo por el gusto de divertirse a costa de un 'celestial'. Al despercudirse se encontro tirado en un callejon, embadurnado de inmundicias, con su coleta mochada y envuelta en torno al cuello. Entonces tomo la decision de mantener el cabello corto y vestirse como los 'fan guey'. Su nueva figura destacaba en la muchedumbre del barrio chino, pero descubrio que lo aceptaban mucho mejor afuera y abrian las puertas de lugares que antes le estaban vedados. Era posiblemente el unico chino con tal aspecto en la ciudad. La trenza se consideraba sagrada y la decision de cortarsela probaba el proposito de no volver a China e instalarse de firme en America, una imperdonable traicion al emperador, la patria y los antepasados. Sin embargo, su traje y su peinado tambien causaban cierta maravilla, pues indicaban que tenia acceso al mundo de los americanos. Eliza no podia quitarle los ojos de encima: era un desconocido con quien tendria que volver a familiarizarse desde un principio. Tao Chi?en se inclino varias veces en su saludo habitual y ella no se atrevio a obedecer el impulso de abrazarlo que le quemaba la piel. Habia dormido lado a lado con el muchas veces, pero jamas se habian tocado sin la excusa del sueno.
– Creo que me gustabas mas cuando eras chino de arriba abajo, Tao. Ahora no te conozco. Dejame que te huela -le pidio.
No se movio, turbado, mientras ella lo olisqueaba como un perro a su presa, reconociendo por fin la tenue fragancia de mar, el mismo olor confortante del pasado. El corte de pelo y la ropa severa lo hacian verse mayor, ya no tenia ese aire de soltura juvenil de antes. Habia adelgazado y parecia mas alto, los pomulos se marcaban en su rostro liso. Eliza observo su boca con placer, recordaba perfectamente su sonrisa contagiosa y sus dientes perfectos, pero no la forma voluptuosa de sus labios. Noto una expresion sombria en su mirada, pero penso que era efecto de los lentes.
– ?Que bueno es verte, Tao! -y se le llenaron los ojos de lagrimas.
– No pude venir antes, no tenia tu direccion.
– Tambien me gustas ahora. Pareces un sepulturero, pero uno guapo.
– A eso me dedico ahora, a sepulturero -sonrio el-. Cuando me entere que vivias en este lugar, pense que se habian cumplido los pronosticos de Azucena Placeres. Decia que tarde o temprano acabarias como ella.
– Te explique en la carta que me gano la vida tocando el piano.
– ?Increible!
– ?Por que? Nunca me has oido, no toco tan mal. Y si pude pasar por un chino sordomudo, igual puedo pasar por un pianista chileno.
Tao Chi?en se echo a reir sorprendido, porque era la primera vez que se sentia contento en meses.
– ?Encontraste a tu enamorado?
– No. Ya no se donde buscarlo.
– Tal vez no merece que lo encuentres. Ven conmigo a San Francisco.
– No tengo nada que hacer en San Francisco…
– ?Y aqui? Ya comenzo el invierno, en un par de semanas los caminos seran intransitables y este pueblo estara aislado.
– Es muy aburrido ser tu hermanito bobo, Tao.
– Hay mucho que hacer en San Francisco, ya lo veras, y no tienes que vestirte de hombre, ahora se ven mujeres por todas partes.
– ?En que quedaron tus planes de volver a China?
– Postergados. No puedo irme todavia.
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'Sing song girls'
En el verano de 1851 Jacob Freemont decidio entrevistar a Joaquin Murieta. Los bandoleros y los incendios eran los temas de moda en California, mantenian a la gente aterrada y a la prensa ocupada. El crimen se habia desatado y era conocida la corrupcion de la policia, compuesta en su mayoria por malhechores mas interesados en amparar a sus compinches que a la poblacion. Despues de otro violento incendio, que destruyo buena parte de San Francisco, se creo un Comite de Vigilantes formado por furibundos ciudadanos y encabezado por el inefable Sam Brannan, el mormon que en 1848 rego la noticia del descubrimiento de oro. Las companias de bomberos corrian arrastrando con cuerdas los carros de agua cerro arriba y cerro abajo, pero antes de llegar a un edificio, el viento habia impulsado las llamas al del lado. El fuego comenzo cuando los 'galgos' australianos ensoparon de keroseno la tienda de un comerciante, que se nego a pagarles proteccion, y luego le atracaron una antorcha. Dada la indiferencia de las autoridades, el Comite decidio actuar por cuenta propia. Los periodicos clamaban: '?Cuantos crimenes se han cometido en esta ciudad en un ano? ?Y quien ha sido ahorcado o castigado por ellos? ?Nadie! ?Cuantos hombres han sido baleados y apunalados, aturdidos y golpeados y a quien se ha condenado por eso? No aprobamos el linchamiento, pero ?quien puede saber lo que el publico indignado hara para protegerse?' Linchamientos, esa fue exactamente la solucion del publico. Los vigilantes se lanzaron de inmediato a la tarea y colgaron al primer sospechoso. Los miembros del Comite aumentaban dia a dia y actuaban con tal frenetico entusiasmo, que por primera vez los forajidos se cuidaban de actuar a plena luz del sol. En ese clima de violencia y venganza, la figura de Joaquin Murieta iba en camino a convertirse en un simbolo. Jacob Freemont se encargaba