— Si, soy yo — repuse. El corazon empezo a latirme mas de prisa. Habia reconocido su voz —.
?Como has sabido donde estoy? — pregunte, ya que ella guardaba silencio.
— Por el infor. Bregg…, Hal…, queria explicarte…
— No hay nada que explicar, Nais.
— Estas enfadado, y lo comprendo…
— No estoy enfadado.
— De verdad, Hal. Ven a mi casa. ?Vendras hoy?
— No. Por favor, Nais, ?cuanto es veinte mil y pico de iten?
— ?Que quieres decir, cuanto es? Hal, debes venir.
— Dime…, ?cuanto tiempo se puede vivir con esa cantidad?
— El tiempo que quieras, la vida no cuesta nada. Pero dejemos eso. Hal, si quisieras…
— Un momento. ?Cuantos iten gastas al mes?
— Depende. 'A veces veinte, a veces cinco, muchas veces nada.
— Aja. Muchas gracias.
— ?Hal! Escuchame.
— Te escucho.
— No debemos acabar asi…
— No acabamos nada — conteste —, ya que nada ha empezado. Muchas gracias por todo, Nais.
Colgue el auricular. ?Conque la vida no costaba nada? Esto era lo que de momento me interesaba mas. ?Significaba acaso que algunos servicios eran gratis?
Nuevamente el telefono.
— Bregg al habla.
— Aqui recepcion. Senor Bregg, Omnilox le envia el kalster. Se lo hago llevar a la habitacion.
— Gracias. ?Oiga!
— ?Digame?
— ?Se cobra la habitacion?
— No, senor.
— ?Absolutamente nada?
— Absolutamente nada, senor.
— Y… ?hay un restaurante en el hotel?
— Si, cuatro. ?Desea que le suban el desayuno?
— Si, por favor, y… ?hay que pagar por la comida?
— No, senor. Ya tiene arriba el kalster. Dentro de un momento llegara el desayuno.
El robot corto la comunicacion y no tuve tiempo de preguntarle donde debia buscar el dichoso kalster. No tenia la menor idea de su aspecto. Al levantarme del escritorio, este, abandonado, se empequenecio y arrugo instantaneamente, y entonces observe que una especie de pulpito surgia de la pared cercana a la puerta; sobre el, cubierto por una materia transparente, un objeto plano que parecia una pitillera pequena. En un lado habia una hilera de minusculas perforaciones marcadas con la cifra. Debajo, dos botones diminutos: uno y cero. Lo contemple, sorprendido, y finalmente comprendi que la cantidad de. se descontaba segun el sistema dual. Aprete el uno, y en la mano me cayo un minusculo triangulo de plastico con el numero perforado. De modo que aquello era una pequena impresora o perforadora de dinero; el numero superior disminuyo en una unidad.
Ya estaba vestido y a punto de irme cuando me acorde del ADAPT. Llame y explique que no habia podido encontrar a su hombre en la terminal.
— Ya estabamos inquietos a su respecto — dijo una voz de mujer —, pero esta manana hemos sabido que se encontraba en el Alearon…
Sabian donde estaba. ?Por que no me habian podido encontrar en la estacion? No podia ser de otro modo: me dejaron vagar intencionadamente para que comprendiera lo prematuro de mi «rebelion» en la Luna.
— Su servicio de informacion es fabuloso — dije con cortesia —. Ahora voy a dar un vistazo a la ciudad. Les llamare mas tarde.
Sali de la habitacion; los pasillos, plateados y movibles, fluian conjuntamente con las paredes: una novedad para mi. Baje en el ascensor; vi bares en todos los pisos, uno verde, como sumergido en agua. Cada piso tenia su propio color dominante, plata, oro. Pronto me resulto excesivo. ? Al cabo de un solo dia! Era extrano que les gustase. Tenian preferencias comicas. Pero entonces recorde la imagen nocturna de la terminal.
«Tengo que procurarme algo de ropa.» Sali a la calle con esta decision. El dia era nublado, cubria el cielo una ligera neblina y a menudo salia el sol. Por primera vez vi desde un bulevar — cuyo centro era ocupado por una doble hilera de palmeras gigantes, de hojas rosadas como lenguas — el panorama de la ciudad. Los edificios se elevaban aislados como islas, y solo raramente hendia el cielo una construccion esbelta, como un rayo congelado de material liquido, de altura inverosimil. Seguramente estas estructuras alcanzaban un kilometro de altitud.
Sabia — alguien me lo habia dicho en la Luna — que ahora ya no se construian y que este desafio a la altura habia perecido de muerte natural poco despues de su aparicion. Eran el monumento a una epoca de la arquitectura, pues aparte de sus' inmensas proporciones, solo niveladas por la esbeltez, no ofrecian nada a la vista. Tenian el aspecto de tubos marrones y dorados, blancos y negros, plateados o a rayas transversales, que sostenian las nubes o pretendian abrazarlas. Y las superficies de aterrizaje que proyectaban hacia el cielo, sostenidas en el aire mediante soportes semejantes a tubos, parecian pequenas estanterias de libros.
No podian compararse con las casas nuevas, sin ventanas pero mucho mas bellas, porque ahora era posible adornar todas las paredes. La ciudad entera semejaba una inmensa exposicion de arte, un festival de maestros del color y la forma. No puedo afirmar que me gustaran todos los adornos de aquellos edificios de veinte o treinta pisos de altura; pero a pesar de mis ciento cincuenta anos, no era un tipo excesivamente anticuado. Lo que mas me gustaba eran las casas divididas por jardines — tal vez eran palmares —, porque los edificios partidos asi parecian flotar sobre cojines de aire, ya que las paredes de estos jardines colgantes eran de cristal; el efecto era de una gran ligereza, y al mismo tiempo la construccion exhibia unas rayas irregulares de un verde aterciopelado.
Sobre los bulevares, a lo largo de aquellas carnosas palmeras que tanto me desagradaban, se movian dos hileras de coches negros. Ya sabia que se llamaban gliders. Encima de las casas se veian tambien otras maquinas, estas voladoras, que no eran ni helicopteros ni aviones y que parecian lapices afilados por los dos extremos.
En las aceras habia poca gente, no tanta como cien anos atras. El trafico habia disminuido mucho, y sobre todo la cantidad de transeuntes, tal vez gracias a los multiples planos: porque bajo la ciudad que ahora estaba viendo se elevaban pisos subterraneos con calles, plazas y tiendas; el infor de la esquina acababa de decirme que el piso Serean era el mejor para ir de compras. Debia de tratarse de un infor genial, o tal vez yo ya sabia hacerme comprender mejor; el caso es que me dio un librito de plastico con cuatro paginas desplegables: un plano para circular por la ciudad. Si queria ir a alguna parte, bastaba apretar el nombre impreso en plata — calle, piso, plaza — y en el plano se iluminaba inmediatamente toda la red de comunicaciones necesarias. Tambien se podia ir con su glider. O con un raster. Finalmente, se podia ir a pie, por lo que habia cuatro mapas. Pero ya me habia dado cuenta de que las caminatas — incluso sobre aceras rodantes y en ascensores — podian requerir muchas horas.
El Serean era el tercer piso. Y una vez mas me sorprendio la vista de la ciudad: en lugar de salir bajo tierra, desemboque en la calle por un tunel. Bajo el cielo, a plena luz del sol, crecian grandes ninos en medio de una plaza, en la lejania se dibujaban algunos rascacielos azules, y en el lado opuesto, tras un pequeno estanque en el que chapoteaban unos ninos, que navegaban en bicicletas multicolores, habia un rascacielos blanco, sombreado por las Franjas verdes de las plantas que tenia un singular remate, refulgente como el cristal. Lamente que no hubiera nadie a quien pedir una explicacion de este enigma. De repente me acorde — o, mejor dicho, me lo recordo el estomago — de que aun no habia desayunado. Habia olvidado por completo que iban a darmelo en el hotel. Quiza tambien le paso por alto al robot de la recepcion.
Asi pues, al infor: ahora ya no daria un solo paso sin averiguar exactamente el como y el porque de las cosas. Ademas, el infor podia encargarme tambien un glider, aunque de momento no me atrevia a pedirlo porque ignoraba como subir a el. No importaba, ya rne enteraria mas adelante. Tenia tiempo.
En el restaurante eche un vistazo a la carta y vi que para mi era como un texto chino. Pedi con gran decision el desayuno…, un desayuno completamente normal.