— Una bonita historia — dije —. ?Y esto continuara?
— No, probablemente se detendra aqui… ?Como se siente?
— Bien.
— Todo se antoja demasiado ligero, ?verdad?
— Ahora ya menos. En el ADAPT de la Luna nos dieron unas pildoras para disminuir la tension muscular.
— ?Les desgravitaron?
— Si, durante los tres primeros dias. Creian que esto era demasiado poco despues de tantos anos, pero por otro lado no querian mantenernos encerrados por mas tiempo.
— ?Y cuales son sus impresiones?
— Pues… — vacile — muchas veces… me siento como un hombre de Neandertal recien llegado a la ciudad.
— ?Que piensa hacer ahora?
Le hable de la villa.
— Puede que no sea tan mala idea — opino —, pero…
— ?Seria mejor el ADAPT?
— No puedo afirmarlo. Usted… escuche, ?yo me acuerdo de usted!
— ?Como es posible? Usted aun no…
— Ya lo se. Pero oi hablar de usted a mi padre. Yo tenia entonces doce anos.
— Ah, ya habian pasado muchos anos desde nuestra salida — conteste —, ?y aun asi seguian pensando en nosotros? Es extrano.
— Yo no lo creo. Lo extrano es que les olvidaran. Usted ya sabia como seria el regreso, pero, naturalmente, no podia imaginarselo.
— Lo sabia.
— ?Quien le ha enviado a verme?
— Nadie. Es decir…, el infor del hotel. ?Por que?
— Es gracioso — repuso —. En realidad, no soy medico, ?sabe?
— Entonces, ?como es que…?
— No practico desde hace cuarenta anos. Me ocupo de la historia de la medicina espacial.
Porque ya es historia, Bregg, y aparte del ADAPT ya no hay trabajo para los especialistas.
— Perdone, yo no sabia…
— Bobadas. Al contrario, tendria que estarle agradecido. Usted es una prueba viviente contra las tesis de la escuela de Millman sobre la influencia perjudicial de la gravitacion acentuada en el organismo. Ni siquiera tiene un agrandamiento del ventriculo izquierdo, ni hay un solo indicio de dilatacion pulmonar… y su corazon es magnifico. Pero esto ya lo sabe, ?verdad?
— Si, ya lo se.
— Como medico, no tengo nada mas que decirle, Bregg, pero como… — titubeo.
— ?Si?
— ?Como se orienta usted en… nuestra vida actual?
— Nebulosamente.
— Tiene canas, Bregg.
— ?Acaso esto es importante?
— Si. Las canas significan edad. Ahora no encanece nadie antes de los ochenta anos, Bregg, e incluso entonces es poco frecuente.
Comprendi que tenia razon; casi no habia visto personas ancianas.
— ?Y como es eso? — pregunte.
— Hay preparados especiales, medicamentos, que retardan las canas. Tambien es posible recuperar el color original del cabello, aunque esto es un poco mas dificil.
— Ya — dije —, pero ?por que me habla de este tema?
Observe que estaba indeciso.
— Las mujeres, Bregg — repuso entonces, brevemente.
Me estremeci.
— ?Quiere decir que tengo el aspecto de un… anciano?
— De un anciano, no. mas bien de un atleta…, pero al fin y al cabo, no se pasea desnudo. En especial cuando esta sentado, su aspecto es…, bueno, una persona corriente le tomara por un anciano rejuvenecido. Rejuvenecido por una operacion hormonal o algo similar.
— ?Que se le va a hacer! — conclui.
Ignoraba por que me sentia tan fatal bajo su mirada serena. Se quito las gafas y las' dejo sobre el escritorio. Tenia los ojos azules y un poco llorosos.
— Hay muchas cosas que no comprende, Bregg. Si tuviera que continuar siendo un asceta hasta el fin de su vida, tal vez su «?que se le va a hacer!» vendria a cuento, pero… esta sociedad a la que ha regresado no siente ningun entusiasmo hacia aquello por lo que usted ha sacrificado algo mas que su vida.
— No hable asi, doctor.
— Digo lo que pienso. Sacrificar la propia vida… ?que mas da? La gente lo ha hecho durante siglos…, pero renunciar a todos los amigos, a los padres, parientes, conocidos, y a las mujeres… ?Porque usted ha renunciado a ellas, Bregg!
— Doctor…
La palabra casi se me atraganto. Me apoye con los codos sobre el viejo escritorio.
— Excluyendo a un punado de profesionales, esto no importa a nadie, Bregg. ?Lo sabe?
— Si. Me lo dijeron en la Luna…, solo que… lo expresaron con mas suavidad.
Ambos guardamos silencio durante un rato.
— La sociedad a la cual ha vuelto esta estabilizada. Vive tranquila. ?Comprende? El romanticismo de los primeros vuelos espaciales ya ha pasado. Es casi una analogia de la historia de Colon. Su expedicion fue algo extraordinario, pero ?quien se intereso doscientos anos despues de el por los capitanes de veleros? Sobre el regreso de usted hubo una noticia de dos lineas en el real.
— Doctor, esto no significa nada.
Su compasion empezaba a ofenderme mas que la indiferencia de los otros. Pero esto no podia decirselo.
— Ya lo creo que si, Bregg, aunque usted no quiera reconocerlo. Si se tratara de otra persona, me callaria, pero a usted debo decirle la verdad. Esta solo. El nombre no puede vivir solo. Sus intereses, todo aquello con lo que ha regresado, forman una pequena isla en un oceano de ignorancia. Dudo que haya muchas personas a quienes apetezca escuchar lo que usted puede contarles. Yo pertenezco a ellas, pero tengo ochenta y nueve anos…
— No tengo nada que contar — replique, indignado —. Por lo menos, nada sensacional. No hemos descubierto ninguna civilizacion galactica, y ademas yo era solo un piloto. Dirigia la nave. Alguien tenia que hacerlo.
— ?Conque si? — dijo en voz baja, arqueando sus canosas cejas.
Exteriormente, yo estaba tranquilo, pero me dominaba una violenta colera.
— ?Si, y mil veces si! Y esta indiferencia de ahora, si le interesa saberlo, solo me importa a causa de los que se han quedado alli…
— ?Quien se ha quedado? — pregunto, muy sereno.
Me apacigue.
— Muchos, Arder, Venturi, Ennesson. Doctor, ?por que…?
— No se lo pregunto por mera curiosidad. Creame, a mi tampoco roe gustan las palabras rimbombantes, pero esto ha sido casi como mi propia juventud. Por ustedes me he dedicado a este estudio. En nuestra inutilidad nos hemos convertido en iguales. Como es natural, usted puede no reconocerlo. No profundizare en ello. Pero me gustaria saberlo. ?Que ocurrio con Arder?
— No se sabe con exactitud — repuse. De pronto, todo me daba igual. ?Por que no debia hablar de ello? Mire fijamente el barniz negro y astillado del escritorio. Nunca me habria imaginado que llegariamos a esto —.