tiempo. Ahora todo es tibio, Bregg.
— ?Tibio?
— Si. ?Sabe que hace incluso el mas desgraciado de los amantes? Se porta con sensatez.
Ninguna violencia, ninguna rivalidad…
— ?Quiere…, quiere usted decir que todo esto… ha desaparecido? — pregunte. Por primera vez senti un terror supersticioso hacia semejante mundo. El anciano medico guardo silencio —.
Doctor, no es posible. ?Como… puede ser realmente asi?
— Pues asi es. Y usted debe aceptarlo, Bregg, como el aire, como el agua. He dicho que es dificil encontrar una mujer. Para toda la vida es casi imposible. El termino medio de relaciones tiene una duracion de siete anos. Por otra parte, esto ya es un progreso. Hace medio siglo apenas llegaba a cuatro…
— Doctor, no quiero hacerle perder demasiado tiempo. ?Que me aconseja?
— Lo que ya le he dicho: recuperar el color de sus cabellos…, si, ya se que suena a algo trivial. Pero es importante. Me averguenza tener que darle este consejo, pero no depende de mi. ?Que puedo hacer yo…?
— Se lo agradezco. De verdad. Y ahora una ultima pregunta: digame, por favor, que aspecto tengo…, con el telon de fondo de estas calles, a los ojos de los transeuntes… ?Que ven en mi?
— Bregg, usted es diferente. Para empezar, su complexion. Como la de los personajes de la Iliada. Proporciones de la antiguedad…, esto puede ser incluso una ventaja, aunque supongo que sabe lo que ocurre a los que se diferencian demasiado de los demas.
— Si, lo se.
— Es un poco demasiado alto…, no recuerdo haber visto hombres asi ni siquiera en mi juventud. Ahora tiene el aspecto de un hombre muy alto y mal vestido, pero no se trata del traje. Sus musculos son demasiado desarrollados. ?Lo eran ya antes de su viaje?
— No, doctor. Es culpa de las dos g, ya sabe.
— Es posible…
— Siete anos. Siete anos de doble carga. Mis musculos tenian que agrandarse: los musculos del vientre y del pecho. Tambien se que cuello tengo. De otro modo me habria ahogado como una rata. Trabajaban incluso mientras dormia, incluso durante la hibernacion. Todo pesaba el doble. Esta es la razon.
— ?Y los otros…? Perdone la pregunta, pero mi curiosidad profesional me impulsa a formularla… No ha habido jamas una expedicion tan larga, ?sabe?
— Como no voy a saberlo. ?Los otros? Olaf casi tanto como yo. Esto depende del esqueleto; yo siempre fui mas ancho. Arder era mas alto que yo, media mas de dos metros. Vaya con Arder… ?Que decia? Los otros…, bueno, yo era el mas joven y tenia mayor facultad de adaptacion. Al menos, asi lo afirmaba Venturi… ?Conoce usted los trabajos de Janssen?
— ?Si los conozco? Para nosotros ya son clasicos, Bregg.
— ?Ah, si? Es gracioso, era un doctor pequeno y vivaz… Con el resisti setenta y nueve g durante un segundo y medio, ?sabe?
— ? Que me dice!
Sonrei.
— Lo tengo por escrito. De eso hace ciento treinta anos; ahora cuarenta ya son demasiados para mi.
— Bregg, ?ahora nadie aguanta mas de veinte!
— ?Por que? ?Tal vez a causa de la betrizacion?.
Callo. Tuve la impresion de que sabia algo que no queria decirme. Me levante.
— Bregg — me interpelo —, ya que hablamos de esto: ?tenga cuidado!
— ?De que?
— De usted mismo y de los demas. El progreso nunca llega de balde. Nos hemos librado de mil peligros y conflictos, pero hubo que pagar por ello. La sociedad se ha ablandado. Y usted es… puede ser… duro. ?Me comprende?
— Si, le comprendo — repuse y pense en el hombre que reia en el restaurante y que enmudecio cuando me acerque a el —. Doctor — dije de repente —, por la noche encontre un leon.
Mejor dicho, dos leones. ?Por que no me hicieron nada?
— Ya no hay fieras, Bregg… La betrizacion… ?Los vio durante la noche? ?Y que hizo?
— Les acaricie el cuello — explique, y le. ensene como lo hice —. Pero la comparacion con la Iliada ha sido una exageracion, doctor. Pase mucho miedo. ?Que le debo?
— Ni se le ocurra pensar en ello. Y si alguna vez tiene deseos de volver…
— Gracias.
— Pero no lo aplace demasiado — dijo casi para su coleto, cuando yo ya salia. Hasta que llegue a la escalera no comprendi el significado: tenia casi noventa anos.
Volvi al hotel. En el vestibulo habia una peluqueria. Naturalmente, el peluquero era un robot. Me hice cortar el pelo. Me habia crecido demasiado, sobre todo detras de las orejas. En las sienes era donde tenia mas canas. Cuando termino, tuve la impresion de que mi aspecto era menos salvaje. Me pregunto con voz melodiosa si queria oscurecerme el cabello.
— No.
— ?Aprex?
— ?Que es eso?
— Contra las arrugas.
Vacile. Me senti absolutamente imbecil, pero tal vez el medico tenia razon.
— Bueno — accedi por fin. Me cubrio todo el rostro con una capa de una jalea de olor penetrante, que se endurecio como una mascara. Permaneci bajo las toallas, contento de que ahora mi rostro fuera invisible.
Entonces subi al piso superior. En la habitacion ya estaban los paquetes de ropa liquida; me quite el traje y fui al cuarto de bano. Alli habia un espejo.
Si. Verdaderamente, podia asustar. No sabia que tuviera el aspecto de un luchador de feria.
Potentes musculos pectorales, un torso decididamente atletico. Cuando levante el brazo y se hincho el musculo del pecho, vi mi cicatriz, del ancho de una mano. Quise ver tambien la cicatriz que tenia bajo el omoplato, por la que me llamaban afortunado, ya que si la astilla se hubiese introducido solo tres centimetros mas a la izquierda, me habria destrozado la columna vertebral. Me golpee con el puno el vientre plano como una tabla.
— Eres un animal — interpele al espejo. Ansiaba darme un bano, une verdadero y no en un viento de ozono, y me alegre al pensar en la piscina de la villa. Queria ponerme alguna de las prendas nuevas, pero no podia separarme de mis viejos pantalones, asi que me puse la chaqueta blanca, aunque la mia negra, de codos desfilachados, me gustaba mucho mas, y baje al restaurante.
La mitad de las mesas estaban ocupadas. Cruce tres salas y llegue a| la terraza; desde alli se veian los grandes bulevares con sus interminables hileras de gliders; bajo las rkubes, como una cordillera, azul por el aire, se levantaba la Estacion Terminal.
Encargue la comida.
— ?Cual? — pregunto el robot, que queria traerme una carta.
— Cualquiera — dije —. Una comida normal.
Cuando empece & comer me di cuenta de que todas las mesas en torno a mi estaban desocupadas.
Involuntariamente, buscaba la soledad. Ni siquiera me apercibia de ello. Tampoco me fije en lo que comia. Perdi el sentido de la seguridad y dude de que mis planes fueran buenos.
Vacaciones… como si quisiera recompensarme a mi mismo porque a nadie mas se le habia ocurrido. El camarero se acerco en silencio.
— ?Es usted el senor Bregg?
— Tiene una visita en su habitacion.
En seguida pense en Nais. Apure el liquido oscuro y espumoso y me levante, sintiendo unas miradas fijas en mi espalda. No estaria mal poder quitarme diez centimetros de estatura con una sierra. En mi habitacion se hallaba una mujer joven a la que no habia visto nunca, vestida con algo gris y aterciopelado y una estola roja sobre los hombros.
— Soy del ADAPT — dijo — y hoy he hablado con usted.