— ?Ozot, kress o herma?
Si el camarero hubiera sido un ser humano, le habria dicho que me trajera lo que mas le gustase a el. Pero era un robot, y todo le daba igual.
— ?No hay cafe? — pregunte, alarmado.
— Claro. ?Kress, ozot o herma?
— Cafe y… bueno…, lo que mejor le va al cafe es este… he…
— Ozot — dijo y se alejo.
Menos mal.
Debia de tenerlo todo dispuesto, pues volvio inmediatamente con una bandeja, tan cargada que temi una tomadura de pelo. Pero al mismo tiempo pense que, aparte de los bons que comiera la vispera, y el vaso del famoso brit, no me habia llevado nada a la boca desde mi llegada.
Lo unico que me recordaba algo conocido era el cafe, que sabia a pez bien hervida. La nata tenia diminutos puntos azules y decididamente no procedia de una vaca. Lamente no poder ver a nadie comiendose todo aquello, pero la hora del desayuno habia pasado hacia mucho rato y me encontraba completamente solo. Habia platitos en forma de hoz que contenian una masa humeante de la cual sobresalia algo que recordaba las cerillas, y el relleno se parecia a una manzana asada, aunque, naturalmente, no se trataba de manzanas ni de cerillas. Y lo que tome por copos de avena empezo a hincharse en cuanto lo toque con la cuchara. Lo comi todo, pues estaba terriblemente hambriento. El deseo de comer algo de panaderia — de la que no habia ni rastro — me acometio de nuevo cuando el robot aparecio y se quedo esperando a cierta distancia.
— ?Que le debo? — pregunte.
— Nada, gracias — repuso. Se parecia mas a un mueble que a un muneco. Tenia un unico ojo redondo, de cristal. Algo se movia en su interior y no pude evitar mirarle el vientre. Ni siquiera habia que dar propina. Dude de si me comprenderia si le preguntaba por un periodico. Tal vez ya no existian, por lo que me fui con la idea de hacer algunas compras. Lo primero que vi fue una agencia de viajes; senti una inspiracion y entre.
La gran sala plateada con consolas de color esmeralda — empezaba a estar harto de estos colores — estaba casi vacia. Cristales esmerilados, enormes fotos en color del Canon del Colorado, el Crater de Arquimedes, las rocas de Deimos, Palm Beach, Florida: todo estaba hecho de modo que parecia verse el fondo, incluso las olas se movian, como si no fueran fotos sino ventanas abiertas a un espacio real.
Me dirigi a la ventanilla con la leyenda: TIERRA.
Alli, naturalmente, habia un robot. Esta vez, dorado. O mejor dicho, banado en oro.
— ?En que puedo servirle?
Tenia una voz profunda. Cerre los ojos y habria podido jurar que me hablaba un hombre grueso, de cabellos oscuros.
— Me gustaria algo primitivo — dije —. Acabo de llegar de un largo viaje, de un larguisimo viaje, y no deseo confort excesivo. Querria tranquilidad, arboles, agua; tambien podrian ser montanas. Pero deseo algo primitivo y anticuado. Como hace cien anos. ?Tienen algo asi?
— Si usted lo desea, debemos tenerlo. Montanas Rocosas. Fort Plum. Mallorca. Las Antillas.
— Mas cerca — dije —. A unos… mil kilometros de distancia, mas o menos.
— Klavestra.
— ?Donde esta eso?
Observe que podia hablar perfectamente con los robots. No se maravillaban de nada. Un invento muy sensato.
— Es un viejo poblado minero proximo al Pacifico. Minas sin explotar desde hace unos cuatrocientos anos. Excursiones muy interesantes por las galerias subterraneas. Comodas comunicaciones en ulder y glider. Sanatorios con atencion medica, villas de alquiler con jardin, piscina, estabilizacion climatica; el centro local de nuestra agencia organiza toda clase de diversiones, excursiones, juegos, veladas. Hay real, mut y stereon.
— Si, tal vez me convendria algo asi — opine —. Una villa con jardin. Y ademas agua. Una piscina, ?puede ser?
— Por supuesto, senor. Piscina con trampolines, lagos artificiales con grutas subacuaticas, un centro magnifico, provisto de todos los equipos para bucear, espectaculos subacuaticos…
— Dejemos estos espectaculos. ?Cuanto cuesta?
— Cien iten al mes. Pero si la comparte con otra persona, solamente cuarenta.
— ?Compartirla?
— Las villas son muy espaciosas, senor. De doce a dieciocho habitaciones: servicio automatico, cocina individual, comidas locales o exoticas a eleccion…
— Ya. En tal caso, quiza…; esta bien. Me llamo Bregg. La tomare. ?Como se llama ese lugar? ?Klavestra? ?Pago ahora?
— Como desee.
Le alargue el kalster.
Entonces resulto que yo ignoraba que nadie mas que yo podia poner en movimiento el kalster. El robot, naturalmente, tampoco se extrano de esta ignorancia mia. Los robots empezaban a gustarme cada vez mas. Me enseno que debia hacer para que del centro solo cayera una ficha con el correspondiente numero impreso. El numero de la ventanita que habia encima y que indicaba el estado de la cuenta disminuyo en la misma cantidad.
— ?Cuando puedo marcharme?
— Cuando lo desee. A cualquier hora.
— Pero… pero… ?con quien compartire la villa?
— Con los Marger. Una pareja.
— ?Puedo saber que clase de gente son?
— Solo puedo decirle que se trata de un matrimonio joven.
— Hum. ?No les estorbare?
— No, porque esta por alquilar la mitad de la villa. Usted ocupara todo un piso.
— Bien. ?Como he de ir?
— Lo mejor es con el ulder.
— ?Como hay que hacerlo?
— Le reservare el ulder para el dia y la hora que usted prefiera.
— Entonces, le llamare desde el hotel. ?Es posible?
— Claro que si. El alquiler no empezara a ser efectivo hasta que usted se instale en la villa.
Cuando sali ya tenia un plan difuso. Compraria libros y diversos articulos deportivos.
Sobre todo, libros. Tambien tendria que suscribirme a revistas especializadas, sociologia, fisica. Seguramente se habia progresado mucho en estos cien anos. Ah, y ademas necesitaria ropa.
Pero de nuevo algo torcio mis proyectos. En la esquina, sin dar credito a mis ojos, vi un automovil. Un automovil autentico. Quiza no igual que los que recordaba: la carroceria estaba modelada en angulos agudos. Pero era un verdadero automovil, con neumaticos, puertas, volante, y detras habia otros modelos, tras un enorme escaparate en el que se leia en grandes letras ANTIGUEDADES. Entre. El propietario — o vendedor — era un ser humano. «Lastima», pense.
— ?Puedo comprar un coche?
— Claro. ?Cual le gustaria?
— ?Cuanto cuestan?
— Entre cuatrocientos y ochocientos iten.
«Un precio respetable — pense —. Pero, bueno, por las antiguedades hay que pagar.» — ?Y funcionan?
— Naturalmente No se pueden conducir por todas partes, ya que hay prohibiciones locales, pero en general es posible.
— ?Y el combustible? — pregunte con cautela, pues no tenia idea de lo que ocultaba la carroceria.
— Con eso no tendra dificultades. Una sola carga basta para toda la duracion del coche.
Incluyendo los parastatos, naturalmente.
— Magnifico — dije —. Querria algo estable, resistente. No ha de ser muy grande, pero si rapido.
— Entonces yo le recomendaria este Giabile, o aquel otro modelo…