Seguimos adelante en silencio, ni solos ni acompanados; esta situacion me oprimia cada vez mas, pero ?que podia hacer? ?Presentarme en una ceremonia propia del savoir vivre del siglo pasado?
Sones de musica lejana. Estabamos en una especie de bastidores de un escenario invisible.
En el interior habia un par de mesas vacias y sillas apartadas. La mujer se detuvo y pregunto a su acompanante:
— ?No vas a bailar?
— No me apetece — repuso el. Era la primera vez que yo oia su voz.
Era apuesto, pero en cierto modo insensible, de una pasividad extrana, como si nada en el mundo le inspirase interes. Tenia una boca maravillosa, casi femenina. Me miro, y despues la miro a ella. No dijo nada mas.
— Bueno, pues vete, si quieres… — insto ella. El aparto la cortina que servia de pared y se fue.
Yo le segui.
— ?Escuche! — oi a mis espaldas.
Me detuve. Tras la cortina sonaron unos aplausos.
— ?No quiere sentarse?
Me sente sin decir nada. El perfil de la mujer era magnifico. Sus orejas estaban cubiertas por discos cuajados de perlas.
— Soy Aen Aenis.
— Hal Bregg.
Parecio asombrada. No de mi nombre, que nada podia decirle, sino mas bien de que yo escuchara su nombre con tanta indiferencia. Ahora podia contemplarla de cerca. Su belleza era perfecta y, en cierto modo, despiadada, asi como sus movimientos, tranquilos, mesurados y negligentes. Llevaba un vestido gris rosado, mas gris que rosa, que era como un fondo para su rostro blanco y sus manos blancas.
— ?No le gusto? — interrogo con acento sereno.
Ahora fui yo quien se asombro.
— No la conozco.
— Soy la Ammai, de los Veridicos.
— ?Quienes son los Veridicos?
Su mirada se poso en mi con interes.
— ?No ha visto a los Veridicos?
— Ni siquiera se que son.
— ?De donde ha venido usted?
— Vine desde el hotel.
— ?Ah, si? Desde el hotel… — En su voz habia una clara ironia —. ?Y puede saberse donde estaba antes…, antes de ir al hotel?
— Claro que se puede. En Fomalhaut.
— ?Que es eso?
— Una constelacion.
— ?Que?
— Un sistema de estrellas que esta a veintitres anos luz de distancia de aqui.
Parpadeo. Abrio la boca. Era muy hermosa.
— ?Astronauta?
— Si.
— Comprendo. Yo soy una realista… bastante conocida.
No dije nada. Guardamos silencio. La musica continuaba.
— ?Sabe bailar?
Casi me eche a reir.
— Lo que ahora se baila… no.
— Lastima. Pero puede aprender. ?Por que hizo aquello?
— ?Que?
— Alli, en el puente.
No conteste en seguida.
— Fue… una reaccion involuntaria.
— ?Lo conocia?
— ?Este viaje artificial? No.
— ?No?
— No.
Un momento de silencio. Sus ojos, antes verdes, eran ahora casi negros.
— Solo puede verse algo asi en algunas copias muy antiguas — dijo como de pasada —. Nadie puede fingirlo. Es imposible. Cuando le vi, pense que usted…
Me quede esperando.
— …seria capaz de hacerlo. Porque se lo tomo en serio, ?no es verdad?
— No lo se. Tal vez.
— No importa. Yo lo se. ?Le gustaria? Me llevo muy bien con Frenet. ?Quiza ignora usted quien es? El productor jefe del real. Tengo que decirselo. Si usted quiere…
Solte una carcajada. Ella se estremecio.
— Perdone, pero… ?por los cielos negros y azules! ?Pensaba usted contratarme…?
— Si.
No parecia ofendida, mas bien lo contrario.
— Gracias, pero no. Lo prefiero, ?sabe?
— ? Pero al menos digame como lo hizo! ?O es un secreto?
— ?Que quiere decir? Usted misma vio como lo hice. — Me interrumpi —. ?Se refiere a como logre hacerlo?
— Es usted muy perspicaz.
Sabia, como nadie, sonreir solo con los ojos.
«Espera, pronto te pasaran las ganas de halagarme», pense.
— Muy sencillo. No es ningun secreto. No estoy be trizado.
— Ah…
Por un momento pense que se levantaria, pero consiguio dominarse. Abrio mucho los ojos, grandes, languidos. Me miro como quien mira a una fiera que esta a un paso de distancia, como si encontrara un placer perverso en el terror que yo le inspiraba. Esto constituyo una mayor ofensa para mi que el simple temor.
— ?Puede usted…?
— ?Matar? — pregunte, sonriendo ingenuamente —. Si, puedo hacerlo.
Callamos. La musica seguia sonando. Levanto la mirada hacia mi un par de veces. No hablo, y yo tampoco. Musica. Aplausos. Musica. Continuamos asi un buen cuarto de hora. De repente se puso en pie.
— ?Quiere irse conmigo?
— ?Adonde?
— A mi casa.
— ?Para beber brit?
— No.
Dio media vuelta y empezo a andar. La odie. Sin volverse, caminaba de un modo diferente de todas las mujeres que habia visto en mi vida. No caminaba: se deslizaba. Como una reina.
La alcance entre los setos, donde ya era casi oscuro. El resto de luz del pabellon se mezclaba con el resplandor azulado de la ciudad. Ella debia de oir mis pasos, pero siguio andando sin volverse a mirar, como si estuviera sola, incluso cuando la cogi del brazo; fue como una bofetada. La agarre por los hombros y la volvi hacia mi; su rostro, blanco en la oscuridad, se levanto: me miro a los ojos y no intento desasirse. Por otra parte, no lo habria conseguido. La bese impetuosamente, lleno de odio, y note que temblaba.
— Tu… — dijo con voz profunda cuando nos soltamos.
— Calla.