– ?Me alegro de conocerla! -exclame con sinceridad.

– Sepa que Edurne va a hacer un gran esfuerzo hablando con usted. Tiene los recuerdos frescos, como si todo hubiera sucedido ayer, pero… en fin, esta enferma… tenemos una edad en que nos salen goteras por todas partes. De manera que escuchela y no la canse mucho -ordeno dona Laura.

– ?Puedo preguntar?

– Si, claro, pero no pierda el tiempo con preguntas, lo importante es lo que Edurne puede contarle -respondio otra vez dona Laura-. Y ahora, por favor, vayanse a la biblioteca, alli estaran mas tranquilos para hablar.

Asenti. Edurne miro a las ancianas, y estas hicieron un gesto casi imperceptible como animandola a hablar conmigo.

La anciana caminaba con dificultades apoyandose en un baston; pasito a pasito, la segui hasta la biblioteca.

Edurne comenzo a desgranar sus recuerdos…

SANTIAGO

1

Cuando llegamos a Madrid, dona Teresa me explico que a partir de ese momento debia ocuparme de sus dos hijas, de la senorita Amelia y la senorita Antonietta.

Mi trabajo consistia en cuidar de la ropa de las senoritas, ordenarles la habitacion, ayudarlas a vestirse, acompanarlas a hacer visitas… Mi madre me fue ensenando como encargarme de sus cosas. Al principio lo pase mal, a pesar de tener la inmensa suerte de compartir techo con ella.

Dona Teresa me instalo en el cuarto de mi madre, donde metio otra cama. Aunque la casa era grande, eramos las unicas que viviamos con la familia, el resto del servicio se alojaba en las buhardillas. Supongo que teniamos ese privilegio porque al haber sido mi madre el ama de las ninas, siempre debia estar cerca para darles de mamar. Luego, cuando las destetaron, ella siguio conservando el cuarto y se quedo de sirvienta para todo. Lo mismo limpiaba que ayudaba en la cocina; hacia cuantas tareas le encomendaban.

Mi madre queria que yo aprendiera el oficio de doncella, dejarme bien situada en la casa, y poder ella regresar al caserio a pasar junto a sus padres sus ultimos anos.

Yo nunca habia visto una casa como aquella, con tantos salones y dormitorios, y tantos objetos de valor. Temia romper algo, y solia sujetarme la falda y el delantal para, al pasar, no rozar los muebles.

Conocer a la senorita Amelia hizo que el trabajo no me resultase tan dificil. Aunque la situacion habia cambiado, cuando ella estuvo en el caserio era una mas, pero en aquella casa yo no me atrevia a llamarla por su nombre, por mas que me insistia en que me olvidara del «senorita».

Lo que si le gustaba es que hablaramos en vasco. Su intencion era fastidiar a su hermana, aunque a mi me aseguraba que era para no olvidarlo. Don Juan no queria que hablaramos en vasco, y la reprendia; le decia que esa era lengua de campesinos, pero ella no obedecia.

Por las mananas solia acompanar a la senorita Antonietta al colegio. La senorita Amelia recibia clases en casa porque aun estaba convaleciente. Por las tardes, cuando regresaba la senorita Antonietta, me permitian estar sentada en un rincon de la sala de estudios mientras una profesora que les ayudaba en sus tareas les hacia hablar en frances y tocar el piano. Me gustaba escuchar las lecciones porque me permitian aprender. En cuanto se recupero la senorita Amelia empezo a estudiar para maestra, lo mismo que la senorita Laura.

El ano 1934 no fue un buen ano. Al senor le empezaron a ir mal los negocios. Herr Itzhak Wassermann, su socio en Alemania, estaba sufriendo el acoso de Hitler contra los judios, un trabajo del que se encargaban los hombres de las SA. El negocio iba de mal en peor, y en varias ocasiones habian amanecido con los cristales de la tienda rotos por aquellos energumenos. Viajar a Alemania era cada vez mas complicado, sobre todo para quienes como el senor aborrecian a Hitler y no le importaba decirlo en alto. Don Juan empezo a adelgazar, y dona Teresa estaba cada dia mas preocupada por el.

– Creo que papa se esta arruinando -me dijo un dia la senorita Amelia.

– ?Por que dice eso? -le pregunte asustada, pensando que si el senor se arruinaba yo tendria que regresar al caserio.

– Tiene deudas en Alemania, y aqui las cosas no van muy bien. Mi madre dice que es por culpa de las izquierdas…

Dona Teresa era una mujer muy catolica, de orden, monarquica, y sentia pavor ante los disturbios que provocaban algunos partidos y sindicatos de izquierda. Ella era buena persona y trataba con afecto y respeto a todos los que serviamos en la casa, pero era incapaz de entender que la gente pasaba muchas necesidades y que las derechas que gobernaban no sabian hacer frente a los problemas de aquella Espana. Practicaba la caridad, pero ignoraba lo que era la justicia social, que era lo que reclamaban los obreros y campesinos.

– ?Y que haremos mi madre y yo? -quise saber.

– Nada, os quedareis con nosotros. No quiero que os vayais.

Amelia se carteaba con Aitor. Mi hermano siempre que nos escribia a madre y a mi metia un sobre cerrado con una carta para Amelia. Ella le respondia del mismo modo, entregandonos un sobre cerrado que nosotras metiamos a su vez en nuestro sobre.

Yo sabia que mi hermano estaba enamorado de Amelia, aunque nunca se atreveria a decirselo, y tambien sabia que Aitor a ella no le era indiferente.

Un lunes por la tarde, don Juan regreso a casa antes de lo habitual y se encerro en el despacho con dona Teresa. Estuvieron hablando hasta bien entrada la noche, sin permitir que las senoritas los interrumpieran. Aquella noche Amelia y Antonietta cenaron solas en la sala de estudios, preguntandose que estaria pasando.

A la manana siguiente, dona Teresa convoco a todo el servicio y nos ordeno que limpiaramos la casa a fondo. La familia iba a celebrar una cena durante el fin de semana, con invitados importantes, y queria que la casa reluciera.

Las senoritas estaban entusiasmadas. Salieron con su madre de compras y regresaron cargadas de paquetes. Iban a estrenar vestidos.

El sabado, dona Teresa parecia nerviosa. Queria que todo estuviera perfecto, y ella, siempre tan afable, se impacientaba si algo no estaba a su gusto.

Una peluquera vino a casa a peinar a la madre y a las hijas, y por la tarde yo las ayude a vestirse.

Amelia llevaba un vestido rojo y Antonietta uno azul. Estaban preciosas.

– ?Hacia tanto tiempo que no recibiamos! -exclamo mientras la peluquera le ordenaba los cabellos en tirabuzones recogidos en la nuca con un pasador.

– No exageres, todas las semanas tenemos visitas -respondio Antonietta.

– Ya, pero a merendar, no para una cena.

– Bueno, es que antes no nos dejaban asistir porque eramos pequenas. Mama dice que vendran algunos amigos de papa con sus hijos.

– ?Y no los conocemos! Son amigos nuevos de papa… ?Que emocion!

– No entiendo como te puede gustar conocer a gente nueva. Sera un aburrimiento, y mama estara vigilandonos para que nos comportemos correctamente. La cena es muy importante para papa, necesita nuevos socios para la empresa…

– ?A mi me encanta conocer gente nueva! A lo mejor habra entre ellos algun joven guapo… Lo mismo te sale novio, Antonietta.

– O a ti, eres mayor que yo, de manera que tienes que casarte antes. Como no te des prisa te vas a quedar para vestir santos.

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