– ?Me casare cuando quiera y con quien quiera!

– Si, pero hazlo pronto.

Ninguna de las dos sospechaba lo que iba a pasar aquella noche.

A las ocho llegaron los invitados. Tres matrimonios con sus hijos. En total, catorce personas que se sentarian a la mesa ovalada primorosamente decorada con flores y candelabros de plata.

Los senores de Garcia, con su hijo Hermenegildo. Los senores de Lopez-Agudo, don Francisco y dona Carmen, con sus hijas Elena y Pilar. Y los senores de Carranza, don Manuel y dona Blanca, con su hijo Santiago.

Antonietta fue la primera en fijarse en Santiago. Era el mas guapo de los invitados. Alto, delgado, con el cabello castano claro, casi rubio, y los ojos verdes, muy elegantemente vestido; era imposible no fijarse en el. Yo tambien lo miraba escondida entre las cortinas.

En aquel entonces debia de contar casi los treinta anos y se le veia seguro de si mismo.

A su alrededor revoloteaban las otras senoritas invitadas. Yo conocia bien a Amelia y sabia de sus tacticas para hacerse notar.

Saludo con amabilidad a los invitados de sus padres y se situo junto a su madre escuchando a las senoras invitadas como si le interesara cuanto decian. Era la unica de las jovenes presentes que parecia inmune al magnetismo de Santiago, al que ni siquiera miraba.

La senorita Antonietta, junto a las senoritas Elena y Pilar Lopez-Agudo, intentaba acaparar la atencion de Santiago, que se habia convertido en el centro de la conversacion de los jovenes invitados. No solo porque era el mayor, sino tambien por su simpatia. Yo no podia escuchar desde donde estaba lo que decian, pero tenia a las senoritas embobadas.

Las doncellas sirvieron los aperitivos y a mi me enviaron a la cocina a ayudar a mi madre y a las cocineras, pero en cuanto podia regresaba a mi escondite, desde donde contemplar aquella fiesta que llenaba mis sentidos del olor a perfume y cigarrillos que desprendian a partes iguales las senoras y los caballeros.

Me preguntaba cual seria el siguiente paso de Amelia para llamar la atencion de Santiago. El se habia dado cuenta de que la unica que no participaba de la conversacion de los jovenes en la mesa era la hija mayor de los anfitriones, y empezo a mirarla de reojo.

Dona Teresa habia colocado en la mesa una tarjeta con el nombre de cada invitado, y Amelia estaba sentada junto a Santiago.

Se la veia tan guapa… Al principio ella no prestaba atencion a Santiago, hablaba con el joven Hermenegildo, al que habian situado a su izquierda.

No fue hasta mediada la cena cuando Santiago no pudo aguantar mas la indiferencia manifiesta de Amelia y se empeno en iniciar una conversacion en la que ella parecia participar con cierta desgana.

Cuando terminaron de cenar, para mi era evidente que Amelia habia logrado su objetivo: echar un lazo al cuello de Santiago.

Una vez se fueron los invitados, los senores se quedaron en el salon con sus hijas para comentar como habia transcurrido la velada.

Dona Teresa estaba exhausta, tanta era la tension que habia acumulado durante la semana en su empeno de que todo resultara perfecto. Mi madre decia que nunca la habia visto tan nerviosa, y le extranaba porque dona Teresa estaba acostumbrada a recibir invitados.

Don Juan parecia mas relajado; la velada habia servido a sus propositos segun supimos despues: estaba intentando asociarse con el senor Carranza para salvar su negocio. Aunque en realidad quien salvo la situacion de la familia fue Amelia.

Les escuche hablar, por mas que dona Teresa les pedia que bajaran la voz.

– Si Manuel Carranza se interesa, como parece, por el negocio, estariamos salvados…

– Pero, papa, ?tan mal nos van las cosas? -pregunto Amelia.

– Si, hija, ya sois mayores y debeis saber la verdad. El negocio en Alemania no va bien y temo por mi buen amigo y socio herr Itzhak. El almacen donde guardabamos la mercancia, la maquinaria comprada para traer a Espana, lo han sellado los nazis, no me han permitido acceder a el. Y alli estaba nuestro dinero, invertido en las maquinas. Tambien han confiscado las cuentas del banco. El empleado que teniamos, el bueno de herr Helmut Keller, esta preocupado. Haber trabajado con un judio lo convierte en sospechoso, pero es un hombre valiente, y me aconseja que espere; me asegura que intentara salvar lo que pueda del negocio. Le he dado todo el dinero que he conseguido, que no es mucho dadas las circunstancias, pero no podia dejarle abandonado a su suerte…

– ?Y herr Itzhak, e Yla? -pregunto Amelia alarmada.

– Estoy intentando traerles aqui, aunque se resisten; no quieren abandonar su casa. Me he puesto en contacto con la Casa Universal de los Sefardies, una organizacion encargada de establecer vinculos con los judios sefardies.

– Pero herr Itzhak no es sefardi -exclamo dona Teresa.

– Ya lo se, pero les he pedido consejo, hay muchos espanoles influyentes que los apoyan -respondio Don Juan…

– ?Muchos? Ojala tuvieras razon -protesto dona Teresa con tono crispado.

– Tambien me he puesto en contacto con una organizacion que se llama Ezra, que en castellano significa «Ayuda»; se dedica a ayudar a los judios, sobre todo a los que huyen de Alemania.

– ?Podras hacer algo, papa? -pregunto Amelia compungida.

– No depende de tu padre, Amelia -la corrigio dona Teresa.

– Don Manuel Azana ve con simpatia a los judios -respondio Don Juan. En fin, parece que el mundo se esta volviendo loco… Hitler ha declarado que su partido, el Partido Nazi, es el unico que puede actuar en Alemania. Y por si fuera poco, Alemania ha abandonado la II Conferencia Mundial sobre el Desarme. Ese loco esta preparando la guerra, estoy seguro…

– ?La guerra? ?Contra quien? -pregunto Amelia.

Pero Don Juan no pudo responderle, porque dona Teresa pregunto a su vez:

– ?Y aqui que va a pasar? Tengo miedo, Juan… La izquierda quiere una revolucion…

– Y la derecha esta en contra del regimen republicano, y hace lo imposible porque la Republica sea inviable - respondio con cierto enfado don Juan.

El matrimonio tenia diferencias politicas, puesto que dona Teresa provenia de una familia de tradicion monarquica y don Juan era un republicano convencido. Claro que en aquella epoca las mujeres no llevaban sus diferencias politicas muy lejos, e imperaba la opinion del senor de la casa.

– ?Y que vas a hacer con el senor Carranza?

La pregunta de Antonietta sorprendio a sus padres. Antonietta era la pequena, era bastante silenciosa y reflexiva, mucho mas que Amelia.

– Voy a intentar comprar maquinaria en Norteamerica. Los costes seran mas altos, puesto que hay un oceano de por medio, pero dada la situacion en Alemania, creo que no tengo otra opcion. Le he presentado un estudio detallado a Carranza, y esta interesado. Ahora mi problema es conseguir un credito para poder formalizar la sociedad… Creo que el me puede ayudar. Esta muy bien relacionado.

– ?Con quien? -inquirio Amelia.

– Con banqueros y politicos.

– ?Politicos de las derechas? -insistio.

– Si, hija, pero tambien tiene buenos contactos con el Partido Radical de Lerroux.

– Por eso era tan importante esta cena ?verdad, papa? -siguio hablando Amelia-. Querias causarle buena impresion, y que viera que tenias una casa estupenda, una familia… Mama es tan guapa y elegante…

– ?Vamos, Amelia, no digas esas cosas! -respondio dona Teresa.

– Pero es la verdad. Cualquiera que te conozca se da cuenta de que eres una gran senora. La senora Carranza no es tan elegante como tu -insistio Amelia.

– La senora Carranza pertenece a una excelente familia. Esta noche, hablando, hemos descubierto que tenemos conocidos en comun -sentencio dona Teresa.

– Su hijo Santiago es el mas dificil de convencer -murmuro don Juan.

– ?Santiago? ?De que quieres convencerlo?

– Trabaja con su padre, y este le tiene mucha ley. Al parecer, Santiago es un buen economista, muy sensato, y viene aconsejando bien a su padre. Tiene dudas sobre la viabilidad del negocio; alega que la inversion es demasiado grande, el prefiere seguir comprando maquinaria en Belgica, Francia, Inglaterra, incluso en Alemania; dice que es

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