Amelia y Santiago se quedaron en la sala de estar, mientras dona Teresa y Antonietta se excusaban aduciendo un quehacer imaginario. La senora no tenia ganas de discutir con Santiago, y a esas alturas ya habia aceptado que los jovenes se vieran sin acompanantes.

– ?Que va a pasar, Santiago? -pregunto con inquietud Amelia nada mas quedar a solas con su novio.

– No lo se, pero algo gordo se prepara.

– ?Nos podremos casar?

– ?Claro! No seas boba, nada impedira que nos casemos.

– Pero solo faltan tres semanas para la boda.

– No te preocupes…

– Y papa aun no ha llegado…

– Su barco atracara dentro de unos dias.

– Le echo tanto de menos… sobre todo ahora que esta todo tan revuelto. Sin el me siento insegura.

– ?Amelia, no digas eso! ?Me tienes a mi! ?Jamas permitiria que te pasara nada!

– Tienes razon, perdona…

Los dias siguientes los vivimos con angustia. No imaginabamos que podia llegar a pasar.

El gobierno respondio a la convocatoria de huelga general decretando el estado de guerra, pero la huelga no fue un exito, al menos no en todas partes. Aquella noche mi madre me dijo que los nacionalistas no la iban a secundar y los anarquistas tampoco.

Lo peor fue que en Cataluna el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, proclamo el Estado catalan en la Republica Federal Espanola.

Amelia temia cada vez mas por su boda, ya que los Carranza tenian negocios en Cataluna, y uno de los socios de don Manuel era catalan. Dona Teresa tambien estaba afectada; era medio catalana y tenia familiares en Barcelona.

– He hablado con la tia Montse y esta muy asustada. Han detenido a mucha gente de entre sus conocidos, y ella misma ha visto desde el balcon como se combatia en las Ramblas. No sabe cuantos muertos ha habido, pero cree que muchos. Doy gracias a Dios de que mis padres no tengan que ver esto.

Los padres de dona Teresa habian muerto, y solo le quedaba su hermana Montse y un buen numero de tias, primos y demas familiares repartidos por toda Cataluna, ademas de en Madrid.

Amelia me pidio que llamara a mi hermano Aitor al Pais Vasco para intentar saber que pasaba. Lo hice y ella, impaciente, me arranco el telefono de las manos.

Aitor nos explico que su partido se habia mantenido al margen de la huelga, y que donde realmente habia prendido la llama de la revolucion era en Asturias. Los mineros habian atacado los puestos de la Guardia Civil, y se habian hecho con el control del Principado.

Mientras, en Madrid, el gobierno encargo a los generales Goded y Franco que acabaran con la rebelion, y estos aconsejaron que fueran las tropas de los Regulares de Marruecos la punta de lanza de la represion.

Fueron dias de incertidumbre hasta que el gobierno sofoco la rebelion. Pero aquello era solo un ensayo de lo que estaba por venir…

En aquellos dias fue cuando Amelia conocio a Lola. Aquella muchacha sin duda la marco para siempre.

Una tarde, a pesar de las protestas de dona Teresa, Amelia decidio salir a la calle. Queria ver con sus propios ojos los estragos de lo sucedido. La excusa fue la de visitar a su prima Laura, que llevaba varios dias enferma.

Dona Teresa le ordeno que no saliera y mi madre le suplico que se quedara en casa, e incluso Antonietta intento convencerla de ello. Pero Amelia hizo un alegato sobre su deber de visitar a su prima favorita en un momento de enfermedad, y, desobedeciendo a su madre, salio a la calle seguida por mi. No es que yo fuera por voluntad propia, sino porque mi madre me ordeno que no la dejara sola.

Madrid parecia una ciudad en guerra. Se veian soldados por todas partes. Yo la segui de mala gana hasta la casa de su prima, que era esta, la misma donde ahora estamos, y que se encontraba a pocas manzanas de la de Amelia. Estabamos llegando cuando vimos a una muchacha correr como una desesperada. Paso delante de nosotras como una exhalacion y se metio en el portal de la casa a la que nos dirigiamos. Miramos hacia atras pensando que alguien la perseguia, pero no vimos a nadie, aunque dos minutos despues dos hombres aparecieron por la esquina gritando «?Alto, alto!». Nos paramos asustadas, hasta que los hombres nos alcanzaron.

– ?Han visto pasar a una joven corriendo por aqui?

Yo iba a contestar que si, que se acababa de meter en el portal, pero Amelia se adelanto.

– No, no hemos visto a nadie, nosotras vamos a visitar a una prima que esta enferma -explico.

– ?Seguro que no han visto a nadie por aqui metiendose en algun portal?

– No, senor. Si hubieramos visto a alguien, se lo diriamos -respondio Amelia con un tono de voz de senorita remilgada que yo no le habia oido hasta ese momento.

Los dos hombres, policias seguramente, parecieron dudar, pero el aspecto de Amelia los disuadio. Era la viva imagen de la chica burguesa, de buena familia.

Continuaron corriendo, discutiendo entre ellos por haber perdido a la muchacha, mientras nosotras entrabamos en el portal de la casa donde vivia la senorita Laura.

No estaba el portero, y Amelia sonrio satisfecha. El hombre estaria en algun piso a requerimiento de algun vecino o haciendo cualquier mandado.

Con paso decidido, Amelia se dirigio hacia el fondo del portal y abrio una puerta que daba al patio. Yo la segui asustada, pues imaginaba a quien estaba buscando. Y efectivamente, entre cubos de basura y herramientas se escondia la muchacha que huia de la policia.

– Ya se han ido, no te preocupes.

– Gracias, no se por que no me has denunciado, pero gracias.

– ?Deberia haberlo hecho? ?Eres una delincuente peligrosa? -dijo Amelia sonriendo, como si encontrara la situacion divertida.

– No soy una delincuente; en cuanto a peligrosa… supongo que para ellos si, puesto que lucho contra la injusticia.

A Amelia le intereso de inmediato aquella respuesta, y aunque yo tiraba de su brazo instandole a que subieramos al piso de la senorita Laura, ella no me hizo caso.

– ?Eres una revolucionaria?

– Soy… si, se podria decir que si.

– ?Y que haces?

– Coso en un taller.

– No, me referia a que clase de revolucionaria eres.

La muchacha la miro con desconfianza. Se le notaba que dudaba de si debia responder o no, pero el caso es que lo hizo sincerandose con Amelia, al fin y al cabo una desconocida.

– Colaboro con algunos companeros del comite de huelga, llevo mensajes de un lugar a otro.

– ?Que valiente! Yo me llamo Amelia Garayoa, ?y tu?

– Lola, Lola Garcia.

– Edurne, ve a mirar con cuidado a la calle, y si ves algo sospechoso, ven a decirnoslo.

No me atrevi a protestar y me dirigi hacia el portal temblando de miedo. Pensaba que si los policias me veian, podian sospechar y nos llevarian detenidas a las tres.

Me tranquilizo ver que aun no estaba el portero, y apenas asome la cabeza para mirar a ambos lados del portal. No se veia ?v aquellos dos hombres.

– No hay nadie -les informe.

– No importa, creo que es mejor que Lola no salga todavia. Vendra con nosotras a casa de mi prima. Te presentare como una amiga de Edurne a la que hemos encontrado de camino. Os daran de merendar en la cocina mientras yo este con mi prima, y para cuando nos vayamos, habra pasado tiempo suficiente para que esos hombres hayan dejado de buscarte por aqui. Ademas, mi tio Armando es abogado y si la policia viniera a buscarte, supongo que sabria que hacer.

Lola acepto con alivio la propuesta de Amelia. No entendia la razon de por que aquella chica burguesa la

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