mando a la azotea a ayudar a Teodoro en los cruzamientos de polen de las plantas. Cuando volvi a bajar a la hora del desayuno, Wolfe me dijo que los sobres que le llegasen de Bascom tenian que entregarsele sin abrir.

– ?AH! -dije-. ?Informes? ?Operaciones importantes?

– Si -respondio haciendo una mueca-. Veinte personas. Con una de ellas que acierte ya habra bastante.

Esto costo otros quinientos dolares diarios. A este paso la cuenta de la A.I.N. no duraria mucho.

– ?Quiere usted que me traslade a un hotel? -le dije-. Asi no habra lugar a que no oiga nada impropio de mis orejas.

No se molesto en contestar; jamas se dejaba inquietar antes de las comidas si podia evitarlo.

Como es natural, yo no podia quedar fuera de juego, por raro que fuese el humor que le habia asaltado, y es que yo habia estado entre los presentes en la reunion y por ello era solicitado por diversas gentes. Los amigos de los periodicos, especialmente Lon Cohen, de la «Gazette», pensaron que tenia el deber de explicarles exactamente quien seria el detenido y cuando. El martes por la tarde el inspector Cramer decidio requerir mi persona y me invito a ir a su despacho. El y otras tres me hicieron los honores. La idea que les estaba corroyendo era la siguiente: La A.I.N. era cliente de Wolfe. Por ello, aunque yo hubiera visto a alguna persona que se entretuviese injustificadamente en la vecindad del gaban de Kates, le habria dado parte de ello a Wolfe, pero a nadie mas. Deduccion logica. Pero de aqui Cramer paso a suponer que con dos horas de preguntas, revisiones, digresiones y anagazas podian arrancarme esta confesion, lo cual era una tonteria. Tonteria tanto mas grave cuanto que no habia confesion alguna que arrancarme. De una u otra forma, pusieron todo el empeno en ello.

Luego resulto que Wolfe tambien considero que yo podia dar de mi algo util. Cuando bajo al despacho a las seis, se sento, pidio cerveza, se quedo silencioso durante un cuarto de hora y luego dijo:

– Archie.

La llamada me sorprendio en mitad de un bostezo. Despues de rematarlo, dije:

– Voy.

– Ha trabajado usted conmigo largo tiempo -dijo mirandome con el ceno fruncido.

– Cierto. ?Como quiere usted que lo resolvamos? ?Por dimision, por despido o por mutuo acuerdo?

– He observado -prosiguio, pasando por alto mis palabras-, quiza mas de lo que usted cree, sus talentos, y facultades. Es usted un excelente investigador, no tiene nada de tonto, es de una intrepidez total y demasiado sagaz para dejarse seducir por la perfidia.

– Enhorabuena. No me vendria mal un aumento de sueldo. El coste de la vida…

– Usted come y duerme aqui y, como es usted joven y vano, gasta demasiado en vestir. Ya hablaremos de esto en otra ocasion. En lo que estaba pensando era en una rara cualidad de usted que no comprendo en absoluto, pero que se que usted posee. Su frecuente resultado es el deseo de las mujeres de pasar el tiempo en su compania.

– Sera el perfume que me pongo. Es de Brooks y se llama «El anzuelo de las mujeres». Usted se propone algo con lo que dice -exprese mirandole recelosamente-. ?Adonde va a parar?

– Descubra usted lo antes posible si es capaz de ejercer estas artes con la senorita Boone.

– Jamas hubiera pensado que abrigase usted semejante idea -le dije en tono de reproche-. ?Con la senorita Boone? Si es usted capaz de pensar tal cosa, ?por que no la hace?

– Estoy hablando de una investigacion fundada en ganarse su confianza -corto friamente.

– Con azucar esta peor -dije sin salir de mi asombro-. De todas maneras, vamos a considerarlo desde el lado en que la cosa salga mas favorecida. ?Quiere usted que le arranque la confesion de que ella mato a su tio y a la senorita Gunther? Si es asi, le dire que no pienso hacerlo.

– No diga tonterias. Sabe usted perfectamente lo que quiero.

– De todos modos, digamelo. ?Que quiere usted?

– Quiero noticias de los siguientes puntos: Sus relaciones personales o sociales con todos los que esten conectados con la A.I.N., especialmente con los que vinieron aqui anoche. Lo propio debe aplicarse a la senora Boone, su tia. Tambien, el grado de intimidad que tenia con la senorita Gunther, lo que pensaban una de otra o cuantas veces vio a la senorita Gunther la semana pasada. Con esto bastara para empezar, si los acontecimientos ulteriores lo permiten, podra usted plantear preguntas mas concretas. ?Por que no la telefonea usted?

– Parece legitimo -admiti- hacerlo, hasta el punto en que debo ponerme mas concreto, y esto tiene espera, Pero, ?cree usted que el asesino es uno de los tipos de la A.I.N.?

– ?Por que no? ?Por que no ha de serlo?

– No tendria sentido comun.

– No hay nada que tenga sentido comun intrinsecamente. Tres policias pueden enterarse de que un fugitivo ha ido a Filadelfia; el segundo cree de sentido comun que ha bajado en Newark y se ha ido a cualquier otra parte; el tercero, que sabe lo listo que es el delincuente, cree de sentido comun que no se apee en Newark; que seria demasiado de sentido comun, y que siga hasta Filadelfia. La sutileza humana persigue este concepto a lo largo de una espiral infinita y no logra nunca aprehenderlo. ?Sabe usted el telefono de la senorita Boone?

Cabria en mi la sospecha de que mi jefe me mandaba a la calle a jugar, de no ser porque pense en la molestia que le produciria el tenerme fuera de casa y verse obligado a contestar al telefono o a que Fritz interrumpiese sus quehaceres para atender al aparato y a la puerta. Por todo ello, di por asegurada su buena fe y llame al Hotel Waldorf preguntando por la habitacion de la senorita Boone. En esta me respondio una voz varonil que no supe identificar y, despues de dar mi nombre y esperar mas de lo que parecia natural, obtuve la comunicacion con Nina.

– Soy Nina Boone -dijo-. ?Es el senor Goodwin, de la oficina del senor Wolfe? ?He comprendido bien?

– Si, y ademas a sueldo de la A.I.N. Muchas gracias por haberse puesto al telefono.

– No, si he tenido mucho gusto en ello,… ?Queria usted…? ?Queria usted algo?

– Cierto que queria, pero no hablemos mas de ello. No la llamo por lo que quiero, o queria, o podia querer la llamo por una cosa que pide otra persona, que en mi opinion es un perfido. Ya comprende usted la posicion en que me encuentro. No puedo llamarla a usted y decir: «Aqui, Archie Goodwin». Por ello saque diez dolares de la Caja de Ahorros y pense en una cena para dos en este restaurante brasileno de la Calle 52. ?Que diferencia hay entre lo que quiero y lo que no quiero, si de todos modos no puedo hacerlo? ?Tiene- usted ahora alguna cosa mas importante que hacer que oirme?

– No, tengo un rato… Y, ?que es lo que quiere esta oira persona?

– Ya se lo dire. Todo lo que puedo decir es que soy Archie Goodwin, sabueso de la A.I.N. y que me gustarla invertir algun dinero de la A.I.N. en invitarla a cenar como he dicho, partiendo de la base de que se trata de una cena de negocios y que no tiene usted que tener la menor confianza en mi. Para darle a usted una idea de lo astuto que soy, le dire solamente que asi como hay algunas personas que miran debajo de la cama al acostarse, yo miro dentro de la misma cama para asegurarme de que no haya nadie metido en mi lugar. ?Ha terminado ya el rato?

– Parece usted realmente peligroso. Diga: Lo que queria otra persona que hiciera usted, ?era quiza arrastrarme a cenar?

– Lo de la cena es idea mia. Se me escapo cuando volvi a oirle la voz. Ya se da usted cuenta de que en mi trabajo tengo obligacion de tratar a toda clase de personas, no solo a Nero Wolfe, que es… Bueno, el no puede evitarlo. Tambien me veo en el caso de convivir con la policia, el fiscal del distrito; en fin, gente de toda especie. ?Que diria usted si dijese que uno de ellos me ha encargado que la llamase y le preguntase donde esta Ed Erskine?

– ?Ed Erskine? -dijo atonita-. ?Preguntarme a mi donde esta Ed Erskine?

– Exacto.

– Diria que se habia vuelto loco.

– Yo tambien. Asi, pues, asunto resuelto. Ahora, antes de cortar esta conversacion, para que no queden cabos sueltos, mejor sera que conteste usted a mi pregunta personal acocea de la cena. ?Acostumbra usted a decir que no? ?O zigzaguea usted para esquivar los sentimientos de los demas? ?O contesta bruscamente?

– Contesto bruscamente.

– Conforme. Espere a que me ponga en guardia. Ande, dispare.

– No puedo ir esta noche, por astuto que sea usted, porque cenare aqui con mi tia.

– Desayunemos, o almorcemos manana. ?Almuerzo a la una?

Hubo una pausa.

– ?Que clase de establecimiento es este restaurante brasileno?

Вы читаете Los Amores De Goodwin
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×