– Es lastima que yo me encuentre comprometido ya, porque me gusta que se me paguen los servicios.

– No habra conflicto. Los objetivos son los mismos.

– Me gusta su manera de plantear las cosas, senor Smith -dijo Wolfe, frunciendo el entrecejo-. En una sola palabra lo ha dicho usted todo, exceptuando algunos detalles. ?Quien es usted y de donde viene?

– Esta pregunta es estupida; y usted no lo es. Claro esta que podra usted averiguar quien soy, si se toma el tiempo y la molestia necesarios. Pero hay siete respetables, respetabilisimas, personas, caballeros y damas, con los cuales tengo que jugar al bridge esta noche, despues de una cena. Lo cual ocupara toda la velada, a partir de las siete.

– Sin duda, y ademas seran ustedes ocho contra dos.

Smith volvio a desenlazar los dedos, pero esta vez no para rascarse. Llevo la mano a un bolsillo del gaban y extrajo un paquete pulcramente envuelto en papel blanco y atado. Era de un tamano suficiente para mantener tenso el bolsillo y tuvo que emplear ambas manos para sacarlo.

– Como dijo usted, quedaban ciertos detalles pendientes -dijo-. La cantidad de que estamos hablando asciende a trescientos mil dolares. Aqui esta el primer tercio de ella.

Eche una mirada al paquete y dictamine que no podia estar todo aquel dinero en billetes de a cien, sino que los habria de quinientos y de mil.

Wolfe levanto una ceja y observo:

– ?No es usted quiza demasiado audaz, senor Smith? El senor Goodwin, como le he dicho, es mi secretario particular. ?Que ocurriria si le cogiera el dinero, lo cerrara en la caja de caudales y le pusiera a usted en la puerta?

Por vez primera, Smith cambio de cata, pero la arruguita que se formo en su frente no obedecia a temor alguno.

– Quiza sera usted un estupido, al fin y al cabo, pero conocemos su biografia y su personalidad. No existe el menor indicio de que sea usted un bandolero. Se le esta proporcionando ocasion de realizar un servicio…

– No, basta -dijo Wolfe-. Ya hemos hablado de esto.

– Conforme. Si me pregunta usted por que se le abona cantidad tan exorbitante le dire las razones: Primero, porque todo el mundo sabe que usted cobra unas facturas astronomicas por cualquier cosa que haga; segundo, desde el punto de vista de la gente que le paga, la animadversion rapidamente creciente del publico les esta costando, o los costare, centenares de millones. Trescientos mil dolares al lado de esto son una bagatela. Tercero, usted tendra que hacer gastos que quiza seran cuantiosos. Cuarto, estamos advertidos de las dificultades del asunto y puedo manifestarle con franqueza que no sabemos de nadie mas que usted que pueda resolverlas.

– Entonces, he comprendido quiza mal la frase con que empezo usted a hablar. ?No ha dicho usted que contaba con alguien en cuanto a los asesinatos de Boone y Gunther?

– Si -dijo Smith mirandole con la misma fijeza con que Wolfe tenia los ojos puestos en el.

– ?Quien es?

– La palabra «contamos» es un tanto inexacta. Mejor seria decir que tenemos una persona que indicar.

– ?Quien?

– O Salomon Dexter o Alger Kates. Prefeririamos a Dexter, pero con Kates nos basta. Estamos en situacion de contribuir a algunos aspectos de las pruebas. Despues que haya usted establecido sus decisiones, cambiare impresiones con usted acerca de ello, los otros doscientos mil dolares, a proposito, no dependen necesariamente de que el culpable sea condenado. Usted no puede garantizarlo. El segundo tercio se le entregaria el dia de la detencion y el ultimo en el dia en que comience el proceso. El efecto de la detencion y del proceso seran suficientes, aunque no totalmente satisfactorios.

– ?No querria usted pagar mas dinero por Dexter que por Kates? Deberia usted hacerlo: Dexter es el director en funciones de la O.R.P. Para usted tendria que ser mas valioso.

– No. Hemos calculado una cantidad amplia, y aun exorbitante, para excluir cualquier regateo. Es una suma «record» -dijo Smith dando unos golpecitos en el paquete.

– ?Cielo santo, no! -dijo Wolfe con suave indignacion. Como si acabasen de insinuarle que su cultura era insuficiente-. Podria detallarle ocho, diez, doce ejemplos. El rey Alyattes de Lidia recibio en cierta ocasion el peso en oro de diez panteras. Richelieu le pago a Effiat cien mil libras de una vez, que son un equivalente minimo de dos millones de dolares de hoy. No, senor Smith, no se lisonjee usted con la idea de estar batiendo un «record». En Tazon de lo que pide usted de mi, es usted un explotador.

– Considere usted que este dinero esta en metalico. La equivalencia, si estuviera en cheque, tendria que ser para usted de unos dos millones.

– Ciertamente -convino Wolfe-, Ya se me habia ocurrido esta ventaja, y no quiero pretender que sea usted avaro. Pero existe una objecion insuperable.

– ?De que se trata?

– De las victimas que requiere usted. Primeramente, son demasiado destacadas, pero no es este aun el obstaculo principal. Es el motivo. Un asesinato requiere contar con un buen motivo y un doble asesinato exige un motivo realmente colosal. No se si podria descubrirse tal justificacion en el senor Dexter o en el senor Kates. Usted ha afirmado generosamente que no soy estupido, pero lo seria si me comprometiese a hacer detener y procesar a esos senores, y no digamos condenar. No, senor. Sin embargo, encontrara usted a alguien que, por lo menos, querra intentarlo. ?Que le parece el senor Bascom, de la agencia de detectives Bascom? Es una buena persona.

– Ya le he dicho a usted que le ayudaremos a encontrar pruebas.

– No. La ausencia de un motivo justificado hara imposible la accion, por muchas pruebas que haya, que siempre seran circunstanciales. Ademas, habida cuenta del probable origen de las pruebas que usted podra proporcionar y del hecho de que iran dirigidas contra uno de la O.R.P. seran sospechosas de todas maneras. Ya lo comprende usted.

– No necesariamente.

– Si, inevitablemente.

– No -dijo Smith con la misma cara de antes, pero decidido a mostrar una de sus cartas-. Le dare un ejemplo. Si el taxista que trajo aca a Dexter testificase que le vio esconder un pedazo de tubo debajo del abrigo, con una bufanda arrollada en el, esta prueba no seria sospechosa.

– Quiza no -concedio Wolfe-. ?Dispone usted del taxista?

– No, le daba a usted un ejemplo. ?Como podemos buscar al taxista y a otra persona, antes de haber llegado a un acuerdo?

– No se puede, naturalmente. ?Tiene usted otros ejemplos mas?

Smith movio la cabeza negativamente. En esto se parecia a Wolfe. Se comprendia que para el el gastar determinada energia cuando le bastaba con la mitad, era un disparate.

– Ya le he dicho que cambiariamos impresiones acerca de las pruebas despues que se hubiese decidido usted a actuar y usted no podra decidirse a ello antes de haber aceptado el ofrecimiento. ?Debo entender que lo admite usted?

– No lo entienda asi. No lo acepto en las condiciones que me ofrece usted. Rehuso.

Smith hizo frente a la negativa como un caballero. No dijo nada. Despues de unos largos instantes de silencio, trago saliva, lo cual fue su primer indicio de debilidad. Por lo visto se disponia a exhibir otra carta. Cuando, despues de otro periodo de silencio, volvio a tragar saliva, no hubo ya duda de que iba a hacerlo.

– Existe otra posibilidad -dijo- que no podra ser blanco de las objeciones que me ha hecho usted: Don O’Neill.

– ?Hum!… -observo Wolfe.

– Llego tambien en taxi. Sus razones son claras y de hecho estan divulgadas ya; porque han sido conocidas y admitidas maliciosa e injustamente por todo el pais. No serviria, a nuestro proposito tan satisfactoriamente como Dexter o Kates, pero transferiria el sentir publico de una institucion o grupo a una persona; y ello cambiaria completamente el cuadro.

– ?Hum!…

– Ademas, las pruebas no serian sospechosas procediendo de donde procederian.

– ?Hum!…

– Y el ambito de las pruebas podria experimentar una notable ampliacion. Por ejemplo, seria posible anadir el testimonio de una persona o varias que vieron, en este vestibulo, a O’Neill meter la bufanda en el bolsillo del gaban

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