– Excelente, apartado y tiene buena comida.

– Pero… es que siempre que salgo a la calle…

– Ya se. Salga por la puerta de la Calle 49. Yo estare en la esquina con un sedan azul oscuro. Estare alli desde la una menos diez. Puede usted tener confianza en esto, pero a partir de tal momento, acuerdese, debe ponerse en guardia.

– Quiza me retrasare.

– Asi lo espero. La tengo a usted por una mujer normal. Y hagame usted el favor, dentro de cinco o diez anos, de no decirme que la califique de vulgar. He dicho normal, no vulgar. Hasta manana.

Al colgar el telefono, tuve la impresion de que mi cara reflejaria satisfaccion de mi mismo, y por ello no me volvi inmediatamente hacia Wolfe, sino que me puse a mirar unos papeles que habia en mi mesa. Wolfe susurro:

– Esta noche hubiera sido mejor.

Conte hasta diez. Luego dije con voz clara:

– Senor mio, trate usted de citarse con ella a cualquier hora y vera.

Se echo a reir. Como aquella risa me ponia de mal humor, subi a mi habitacion y me dedique a ordenar las cosas. Como que Fritz y Charley no habian podido llegar hasta mi alcoba dado el estado del resto de la casa, considere que, a pesar de que los del microscopio tenian aspecto honrado y respetable, un inventarlo no estaria de mas.

Hacia el final de la cena sostuvimos una pequena cuestion mi jefe y yo. Yo queria tomar el cafe en el comedor y acostarme en seguida y Wolfe, aunque admitia que tambien necesitaba dormir, queria tomar el cafe en el despacho como siempre. Se puso muy pesado sobre esto y yo, pari darle una leccion, me mantuve firme. El se fue al despacho y yo me quede en el comedor. Cuando hube terminado, fui a la cocina y le dije a Fritz:

– Lamento haberle causado doble molestia por tener que servir el cafe en dos lugares, pero hay que ensenarle a ceder a ese hombre. Ya oyo usted mi proposicion de partir la diferencia y tomar el cafe en el vestibulo.

– No ha sido molestia -dijo cortesmente Fritz-. Ya comprendo, Archie, ya comprendo la razon de las rarezas de usted. Llaman a la puerta.

Senti la tentacion de dejar que llamasen hasta que se cansaran. Queria dormir y Wolfe tambien. Para hacer cesar el ruido, me bastaba con accionar el conmutador de la cocina. Pero no lo hice y le dije a Fritz:

– La justicia, el deber… ?Maldicion!

Fui a abrir la puerta.

Capitulo XXV

– Buenas noches -dijo el tipo que habia en la puerta-. Querria ver al senor Wolfe.

Era la primera vez que le veia. Era hombre de unos cincuenta anos, de mediana corpulencia, labios delgados y derechos y esta especie de ojos a quienes no repugna la violencia. En el primer instante imagine que seria uno de los detectives do la agencia Bascom. Luego vi que su traje descartaba esta teoria. Era de estilo pacifico y conservador y de esmerado corte. Le dije:

– Vere si esta. ?A quien anuncio?

– John Smith.

– Y, ?que quiere usted de el, senor Jones?

– Es un asunto particular y urgente.

– ?Puede usted ser mas concreto?

– Con el, si.

– Bien, sientese y lea una revista.

Le cerre la puerta en la cara de manera estrepitosa y le dije a Wolfe:

– El senor John Smith, nombre que debe de haber extraido de un libro, tiene aspecto de banquero dispuesto a prestarle a usted un centimo sobra la garantia de una jarra de diamantes. Le he dejado en la escalera, pero no se preocupe por su posible agravio, pues carece de sentimientos. No me pregunte usted lo que quiere, porque tardarla horas en explicarselo.

– ?Que opinion tiene usted? -gruno Wolfe.

– Ninguna. No se ha dejado saber en que punto nos encontramos. El impulso natural ha sido echarle escaleras abajo. En obsequio de el, dire que no tiene aspecto de chico de recados.

– Hagale pasar. Asi lo hice. A pesar de su aspecto desagradable, le hice sentar en el sillon de cuero rojo, porque asi nos daba la cara a los dos. Se sento muy derecho, con los dedos entrecruzados sobre las rodillas y le dijo a Wolfe:

– He dado el nombre de John Smith, porque el mio no hace al caso. Soy simplemente un chico de recados.

Despues de haber empezado por contradecirme, continuo:

– El asunto es confidencial y tengo que hablar con usted privadamente.

– El senor Goodwin es mi secretario particular -dijo Wolfe- y sus oidos son los mios. Diga.

– No -dijo Smith en un tono que zanjaba la -cuestion-. Tengo que estar a solas con usted.

– ?Bah! -respondio Wolfe senalando a un cuadro que representaba el monumento a Washington y que esta colocado en la pared de la izquierda a cinco metros de el-. ?Ve usted este cuadro? En realidad es una ventanilla en el muro. Si mando salir al senor Goodwin de la habitacion, se ira a otra que hay a la vuelta del vestibulo, abrira la hoja y nos observara y escuchara la conversacion. Lo malo es que tendra que estar de pie. Para el caso, Igual podria seguir aqui sentado.

– Entonces usted y yo podemos salir al vestibulo -dijo Smith sin parpadear.

– No haremos tal cosa. Archie, el senor Smith quiere el abrigo y el sombrero -dijo Wolfe.

Me puse en pie. Cuando estaba a medio cruzar la habitacion, Smith volvio a sentarse. Yo retome a mi base y le imite.

– Usted dira -inicio Wolfe.

– Nosotros contamos con alguien para culparle de los asesinatos de Boone y Gunther -comento Smith en lo que, por lo visto, era su tono normal.

– ?Nosotros? ?Alguien?

Smith desenlazo los dedos, levanto una mano para rascarse la nariz, la volvio a bajar y cruzo los dedos de nuevo.

– No cabe duda de que la muerte constituye siempre una tragedia. Produce pesares, sufrimientos y adversidades. Esto es inevitable. Pero en el presente caso, las muertes de esas -dos personas han inferido tambien una ofensa a muchos miles de personas inocentes y han creado una situacion que equivale a una ruda injusticia. Como usted sabe, como sabemos todos, existen elementos en este pais que aspiran a minar los propios fundamentos de esta sociedad. La muerte actua en servicio suyo y les ha servido a la perfeccion. Desde el punto de vista del bien comun, estos dos sucesos eran irrelevantes, pero en cambio, los…

– Perdone usted -dijo Wolfe-. Yo tambien he sido orador. De la manera como usted se expresa, parece que quiera referirse a la reaccion nacional contra la A.I.N., ?verdad?

– Si, quiero poner de relieve el contraste entre lo trivial de tales hechos y el enorme dano…

– Por favor, este punto lo ha expuesto usted ya. ?Quiere pasar al siguiente? Mas, ante lodo, digame: ?Representa usted a la A.I.N.?

– No, yo represento de hecho aquellos hombres gloriosos que fundaron nuestra nacion, represento los intereses mas legitimos y fundamentales del pueblo norteamericano, yo?…

– Conforme. Pasemos al siguiente punto.

Smith volvio a desenlazar los dedos. Esta vez fue la cara lo que le pedia ser rascada. Cuando hubo terminado, prosiguio.

– La situacion presente es intolerable. El poner fin a ella es una cosa que no tiene precio. El hombre que lo consiguiera podria ser llamado benemerito del pais; se habria ganado la gratitud de sus conciudadanos y, sobre todo, de aquellos que estan padeciendo ahora una persecucion injusta.

– En otras palabras -dijo Wolfe-, que se deberia darle algun dinero.

– No, que se le daria algun dinero.

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