– No, no me lo es; la considero una antigualla grotesca. Este sentimiento impregna el conjunto de mi pasado, pero es estrictamente intimo.

No llegara usted a aceptar la sugestion de Breslow de que la senora Boone mato a su marido por celos de Phoebe Gunther, y remato la obra mas tarde en casa de Wolfe.

– No. ?Es que lo cree nadie?

– No se decirle. Yo no. Pero no parece aventurado afirmar que la senora Boone estaba celosa de Phoebe Gunther.

– ?Claro que si! En la O.R.P. trabajan varios millares de chicas y de mujeres y ella estaba celosa de todas.

– Claro. Pero Phoebe Gunther no era una de tantas. ?No conviene usted conmigo en que era un caso especial?

– Sin duda -dijo Nina dirigiendome una mirada rapida que no supe interpretar-. Era extremadamente especial.

– ?No esperaba un nino?

– ?Dios santo! No, y mi tia tenia tanto motivo para estar celosa de ella como de cualquier otra persona. La opinion peyorativa que tenia de mi tio era una estupidez.

– ?Conocia usted a fondo a la senorita Gunther?

– Bastante. No intimamente.

– ?Le era a usted simpatica?

– Si, creo que si. Desde luego la admiraba y la envidiaba. Me hubiera gustado desempenar su trabajo, pero no caia en la tonteria de creer ser capaz de ello. Soy demasiado joven para ello, pero esto no es mas que una de las razones de mi incapacidad, porque ella no era mucho mayor que yo. Realizo trabajo de calle durante un ano y consiguio la mejor puntuacion de la casa, la llevaron a la oficina central y a poco estaba ya enterada de todo. Si hubiera tenido diez anos mas y hubiera sido varon, la habrian hecho director… cuando mi tio muriese.

– ?Que edad tenia?

– Veintisiete anos.

– ?La conocia usted antes de que empezase a trabajar para la O.R.P.?

– No, pero la conoci el primer dia que entro, porque mi tio la encargo cuidar de mi.

– ?Lo hacia?

– En cierto sentido, si, en la medida del tiempo de que disponia. Era una mujer muy importante y muy ocupada. Tenia verdadera fiebre por la O.R.P.

– ?Cuales son los sintomas de esta fiebre?

– Varian segun los caracteres y temperamentos. En su forma mas elemental se presentan como una creencia firme que cualquier cosa que haga la O.R.P. esta bien hecha. Luego caben diversas complicaciones, desde un implacable odio a la A.I.N. hasta un impulso mesianico a educar a la juventud en nuestros ideales.

– ?Se ha visto usted asaltada por esta fiebre?

– Desde luego, pero no la poseo en su grado agudo. En mi caso se trata mas bien de un sentimiento personal, debido a mi gran adhesion al tio. No tuve padre -dijo tras cierta vacilacion- y queria mucho al tio Cheney No es que sepa muchas cosas de como era, pero le queria.

– Y, ?que complicaciones se presentaban en la fiebre de la senorita Gunther?

– Todas. Era luchadora por temperamento. No se hasta que punto nuestros enemigos, como los jefes de la A.I.N., estaban enterados de las intimidades de la A.I.N., pero si tenian algun talento debian estar al corriente de la personalidad de Phoebe, porque era mas peligrosa para ellos que mi tio. Se lo he oido decir a este. Cualquiera convulsion politica le hubiera apartado de su cargo, pero mientras hubiera seguido Phoebe en la casa, no se habria notado diferencia.

– Esta observacion es muy util. Proporciona los mismos motivos para el asesinato de el que para el de ella. Si usted la considera una nueva orientacion…

– Yo no la considero nada. Usted me lo ha preguntado. ?No es asi?

Tomamos el postre; despues, mientras esperabamos el cafe, continuamos hablando de Phoebe Gunther, sin que surgiesen revelaciones de ningun genero. Insinue el detalle del decimo cilindro desaparecido y Nina se indigno de la sospecha de que Phoebe pudiese haber sostenido relaciones clandestinas con algun miembro de la A.I.N. y hubiese escondido el cilindro porque pudiese denunciar la personalidad de este. Insinue tambien la posibilidad de que el cilindro complicase a Salomon Dexter o a Alger Kates. ?Que le parecia la idea?

Con la cucharilla en la mano, movio negativamente la cabeza. Dijo que era una estupidez el suponer que Dexter hubiera hecho nada para perjudicar a Boone y con el a la O.R.P.

– Ademas -anadio- estaba en Washington. No e a Nueva York hasta ultima hora de aquella noche, cuando le llamaron. En cuanto, a Kates… ?Por favor, mirele! ?Si es una maquina de calcular!

– Tiene una mirada siniestra.

– ?Alger Kates, siniestro?

– Por lo menos, misterioso. En casa de Wolfe, aquella noche Erskine le acuso de haber matado al tio de usted porque queria casarse con usted y su tio se oponia, y Kates dejo en pie que deseaba casarse con usted, de la misma manera que otros doscientos galanes de la O.R.P. Mas tarde, aquella misma noche, me entere de que esta casado ya y que su mujer se encuentra ahora en Florida. Una maquina de calcular que haya contraido matrimonio no tiene por que desear a ninguna muchacha guapa.

– ?Bah, querria ser simplemente galante o cortes!

– una maquina de calcular no es galante. Otra cosa, ?de donde sale el dinero para mandar a su mujer a Florida, tal como estan las cosas y tenerla alli hasta fines de marzo?

– Verdaderamente -dijo Nina-, por alta que sea la cuenta que le pase Wolfe a la A.I.N., esta usted haciendo todo lo posible por justificarla. Tiene usted ganas de aclarar todos los puntos y no le importan los medios con tal de conseguirlo. Quiza la senora Kates gano alguna cantidad en una loteria. Tendria usted que comprobarlo.

– Cuando la veo a usted tan indignada, siento tentaciones de rehusar tocar el dinero de la A.I.N. Algun dia podre decirle cuan equivocada esta usted al suponer que queremos achacar la culpa a uno de sus heroes, como Dexter o Kates. -Mire el reloj y exclame-: Le queda a usted el tiempo justo de terminar el cigarrillo y el cafe.

Vino el camarero y me aviso:

– Le llaman al telefono. La cabina de en medio. Senti el impulso de mandar decir que habia salido, porque sospeche que seria aquel tipo a quien habia sobornado con tres perras chicas y que querria saber cuanto tiempo nos quedariamos aun en el restaurante, pero lo pense mejor y me excuse ante la chica, porque cai en la cuenta de que habia tambien otra persona que sabia mi paradero. Resulto ser la otra persona.

– Aqui Goodwin…

– Archie, venga usted en seguida.

– ?Para que?

– Sin dilacion.

– Oiga, ibamos a ver a la senora Boone. He conseguido que me reciba. Le dire que…

– Le digo a usted que venga en seguida.

Era inutil arguir; se expresaba como si tuviera seis tigres agazapalos ante el, prestos a saltar. Volvi a la mesa y le dije a Nina, que nos habian estropeado la tarde.

Capitulo XXVIII

Despues de haber dejado a Nina en la puerta del Waldorf sin que hubiese cesado en su persecucion el espia que habia sobornado, y tras haberme abierto camino por entre el congestionado trafico, senti cierto alivio al llegar a mi destino y ver que la casa no estaba ardiendo. Solo se observaban dos pormenores anormales: un coche de policia parado en nuestra puerta y un hombre en el descansillo. Estaba sentado en el peldano superior y tenia aspecto decepcionado pero tenaz. A este le conocia de nombre; era un tal Quayle. Mientras subia yo las escaleras, le vi ponerse en pie y acercarseme con una fingida cordialidad.

– ?Hola, Goodwin, que suerte! ?Es que no contesta nadie al timbre cuando se va usted? Entrare con usted.

– ?Que inesperado placer! -le dije, mientras metia la llave en la cerradura y empujaba la puerta. La hoja se

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