Cleito amago levantarse, pero, antes de que pudiera hacerlo, Alejandro batio palmas.

– ?Telamon, unete a mi! ?Ven!

Alejandro se levanto. No parecia estar muy firme sobre sus pies. Senalo el divan a su derecha. Un paje acompano a Telamon. Alejandro cogio la mano del fisico y se lo acerco para besarle en las dos mejillas.

– ?Vigila tu lengua! -le advirtio-. Ya estan muy bebidos. No estoy tan borracho como aparento.

Dicho esto, Alejandro solto una carcajada, aparto a Telamon y volvio a su divan.

Telamon se puso comodo y miro a su alrededor. La mayoria de los camaradas reales tenian el aspecto de haber venido directamente del campo de maniobras, excepto Alejandro, que estaba tan limpio y arreglado como siempre: la cabellera rubia, cuidadosamente aceitada y peinada con la raya en medio, y el flequillo aplastado contra la frente empapada en sudor; vestia una tunica blanca como la nieve, con vivos rojos, que le llegaba a las rodillas, calzaba sandalias doradas y los anillos resplandecian en sus dedos. Telamon miro la hermosa amatista que colgaba de una cadena de plata alrededor del cuello del rey.

– Un regalo de mi madre -le explico Alejandro-. Dice que, si la introduzco en el vino, sabre si contiene veneno.

– Me hubiese venido muy bien hace un rato -replico el fisico.

– Mi madre me envia mensajes -continuo Alejandro alegremente-. No quedo muy satisfecha con la conversacion que mantuvo contigo. Pero, una vez mas, como dice el poeta: «La unica alegria de una mujer es tener las penas siempre a flor de labios». Demos gracias a los dioses por tener lejos a mi madre -proclamo levantando la copa en un brindis a Telamon-. La quiero mucho, pero sus humores cambian tan rapido como mueve los ojos.

– ?Que estais murmurando? -pregunto Ptolomeo-. Telamon, ?donde has estado? ?Por que te marchaste de los huertos de Mieza? ?Por que no creciste con todos nosotros para convertirte en un guerrero? ?No te gustaria ser un guerrero, Telamon?

– ?A ti no? -replico el fisico.

Ptolomeo no llego a responder a la pulla porque entraron los sirvientes. La comida no era un banquete, sino tan solo una excusa para beber. Los platos eran de segunda categoria: caldo de cebada, sardinas, pastel y liebre asada. El pan era bastante duro y la fruta robada de los huertos vecinos estaba verde. Cleito se quejo amargamente de la mala calidad del vino de Eubeo, asi que Alejandro ordeno que lo cambiaran por vino de Taso. Se sirvieron aceitunas y nueces. La muchacha que servia la fruta entrego a cada huesped una corona de mirto. Luego saco una flauta y comenzo a tocar una tonadilla. Ptolomeo los dirigio a todos en un desafinado coro. Telamon miro a Antigona sentada graciosamente, sin hacer el menor caso de las lujuriosas miradas de Cleito, como una vieja tia que tolera a un grupo de chiquillos revoltosos. Telamon picoteo la comida y bebio el vino puro. Antigona le sonrio; el le correspondio con un brindis. Alejandro gritaba algo a alguien al otro extremo de la tienda. Telamon aprovecho la oportunidad para susurrar unas palabras a la sacerdotisa.

– Ten cuidado con lo que bebes -le advirtio-. Estas fiestas acostumbran a durar hasta la madrugada.

– Te he escuchado -dijo Alejandro, que se dejo caer en el divan. Entonces llamo a un sirviente. Llenaron de vino la gran copa de ceremonias que estaba en la mesa delante del rey. Alejandro grito pidiendo silencio y luego invoco al dios de la buena fortuna. Cogio la copa y volco unas gotas de vino en el suelo como una ofrenda. Bebio mientras los demas entonaban un verso. A continuacion, pasaron la «copa de la bondad». Esta era la senal para comenzar a beber en serio. Colocaron delante de Alejandro un enorme bol: una bella pieza de ceramica samia adornada con la representacion de una horda de satiros que perseguian a un grupo de ansiosas doncellas. Trajeron los dados. Hefestion gano con una tirada de dos seises y un tres y asumio el mando como senor de la fiesta.

– Dos por una -anuncio.

Era la medida para la noche. Dos odres de vino por uno de agua. Llenaron las copas. Hefestion propuso el brindis y Telamon, como los demas, se bebio la copa de un trago. Esta era la senal para que los invitados se relajaran y charlaran entre ellos. Alejandro, sin embargo, saco la daga y la golpeo contra el bol para pedir silencio.

– Doy la bienvenida a mi amigo, Telamon -proclamo-, y a la senora Antigona, sacerdotisa de Atenea, de su templo en Troya. Cuando los augurios lo dispongan, nos pondremos en marcha. El ejercito principal se reunira con el general Parmenio en Abidos. Yo marchare primero hacia el sur, a Elaeum.

– ?Que hay alli? -pregunto Ptolomeo.

– La tumba de Protesilao.

– ?Quien era ese?

– ?Lo sabes Telamon? -pregunto Alejandro.

– El primer aqueo muerto en la guerra de Troya.

– ?Vaya listillo! -se burlo Ptolomeo.

– Cruzaremos a Troya -continuo Alejandro con tono flematico-. Haremos los sacrificios y desplegaremos el ejercito en posicion de combate. Luego marcharemos hacia el sur a lo largo de la costa. Critias esta dibujando sus mapas y, gracias a la senora Antigona, tenemos guias suficientes.

– ?Se puede saber cuando ocurrira todo esto? -pregunto Seleuco con voz aguardentosa.

Ptolomeo dejo de besuquear el cuello de su amante y en la tienda reino un silencio absoluto.

– ?Cuando? -repitio Alejandro, que volvio la cabeza hacia su interlocutor-. Pues solo cuando los sacrificios sean puros y los dioses acepten nuestros regalos.

– Pronto llegara el verano -apunto Ptolomeo-. Los pozos y los rios se secaran. ?Que pasara si Dario y el maldito Memnon rehusan trabar combate?

– ?Que pasara? ?Que pasara? -replico Alejandro con ira y mirando a su alrededor con cara de pocos amigos-. Sabemos que la flota persa esta ocupada en sofocar una rebelion en Egipto. ?Que pasara si las estrellas caen del cielo? ?Si el mar comienza a hervir? ?Os habeis olvidado de las senales? La noche que naci se incendio el templo de Artemisa en Efeso. Quiero extender aquel fuego hasta los confines del mundo.

Alejandro entonaba el mismo himno de gloria que habia entonado en la infancia y como siempre los hechizo. Hasta el cinico Cleito el Negro le escuchaba atentamente.

– ?Como describio Socrates a los griegos? -le pregunto Alejandro-. Dijo que nos sentamos como ranas croando alrededor de la charca -apunto echandose a reir-. Bien, las ranas se han escapado. Marcharemos hasta el fin del mundo y lo pondremos a las ordenes de Macedonia. ?Por la gloria! -exclamo levantando la copa.

La respuesta sono como un tremendo rugido. Alejandro, como si estuviese cansado, se reclino en el divan y le guino un ojo a Telamon.

– ?Crees que estoy diciendo la verdad? -susurro.

– Aristoteles dijo que la verdad solo era una idea que se puede dividir y dividir. Cuando llegas a la parte que es indivisible, has llegado a la verdad.

Alejandro lo miro fijamente.

– ?Que estas diciendo, Telamon?

– No dejo de preguntarme, senor, por que estoy aqui. Claro que, por supuesto, la verdadera pregunta es por que estas tu aqui.

– ?Crees que soy el hijo de un dios, Telamon?

– Si te hace feliz, senor…

Alejandro se sento muy erguido en el divan.

– ?Tu lo crees?

Telamon observo como el contraste entre los ojos del rey era muy marcado: el izquierdo era de un color azul oscuro; el derecho, castano oscuro. Tenia el rostro ligeramente enrojecido, con los labios con manchas purpuras como si hubiese bebido sangre.

– ?No crees que Olimpia me concibio de un dios?

– Si ella lo cree, senor…

– ?Alejandro! ?Mi nombre es Alejandro!

El rey miro a su alrededor. Sus companeros le miraban. Se toco la punta de la nariz.

– Continuad con vuestras charlas. ?Bien, Telamon?

– Si tu lo crees, Alejandro, y Olimpia cree lo mismo, entonces es tu verdad. Filipo creia otra cosa. ?Es por eso que estamos aqui, para probar que eres un dios? ?Que eres mejor hombre que tu padre? ?Es por la gloria? ?Es por lo que escuche cuando venia para aqui, que quieres someter a todo el mundo al poder de Grecia?

– No lo se -respondio Alejandro en voz baja-. Sencillamente no lo se -confeso; luego hizo una pausa, bebio un trago de vino y sonrio-. ?Nunca te has casado, Telamon?

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