– Tenemos mucho en comun, Alejandro.
– El sueno y el sexo -farfullo Alejandro- me recuerdan que soy mortal.
Se subio un poco mas en el divan, todavia con una expresion pendenciera en su rostro. El fisico observo a su amigo de la infancia. «Eres un leopardo», penso, «un maestro de la emboscada. Tus humores son tan cambiantes y subitos como los de tu madre».
– Te mande llamar, Telamon… -Alejandro hizo una pausa para responder a una de las bromas de Ptolomeo-. Te mande llamar -repitio acomodandose mejor-, por muchas razones. ?Recuerdas cuando eramos unos crios en Mieza? -pregunto mostrando una expresion mas suave-. Cleito nos sacaba de la cama mucho antes de la primera luz del alba. ?Que decia?
Ambos corearon la llamada de Cleito.
– ?Una carrera antes de desayunar te abre el apetito, mientras que un desayuno ligero te garantiza una buena cena!
– ?Que estais diciendo? -pregunto Cleito.
– Vuelve a tu vino, viejo -le replico Alejandro-. Telamon y yo estamos recuperando el tiempo perdido.
Alejandro levanto la copa para que un sirviente se la llenara. Le recordo la medida que habia que utilizar.
– He bebido demasiado vino -advirtio el rey-. ?Recuerdas, Telamon, una estatua de marmol blanco que brillaba con la primera luz del sol? ?Que decia la inscripcion grabada en el pedestal? «SOY UN DIOS INMORTAL, NUNCA MAS MORTAL.»
– ?Es asi como te ves a ti mismo?
– ?Eso no importa! -exclamo Alejandro con viveza-. Rezaremos, ?verdad? A dios padre, a su hijo, nacido del sirviente cornudo -dicho esto, Alejandro cerro los ojos-. Que ellos nos guien y protejan durante todo el dia -abrio los ojos-. Entonces era feliz. Era libre. Era el amado hijo del rey y su esposa. Todo era un escenario -musito-. A medida que me hago mayor, las sombras se alargan sobre el escenario para envolverme. Madre y padre se entremeten. Primero en las pequenas cosas. Un dia en Mieza estaba cabalgando; el caballo salto una cerca. Habia una muchacha esclava recogiendo uvas. Utilizaba la falda a modo de cesto; tenia las piernas largas y bronceadas y los cabellos del color del trigo maduro. Coqueteamos. Nos acostamos en la fresca sombra de una encina…
– ?Ah, esto lo recuerdo! -exclamo Telamon, que, relajado por el vino, dejaba salir los recuerdos-. ?La ninfa del bosque?
– ?Eso es! -asintio Alejandro-. ?La ninfa del bosque! Era una muchacha hermosa. Nos acostamos en un lecho de uvas aplastadas. Al dia siguiente, sali a buscarle, pero alguien se lo habia dicho a mi madre, ?no es verdad? Habian vendido a la muchacha y Olimpia me explico que probablemente habia tenido un encuentro con una ninfa del bosque, un regalo de los dioses. Sabes, Telamon, le crei-confeso al tiempo que aparecia una expresion desagradable en su rostro y una mirada distante en aquellos ojos extranos-. Aquella fue la primera leccion autentica que recibi: solo debia haber una mujer en mi vida, y esa era Olimpia. Comenzo a entonar su canto de sirena, de lo sagrado que era, el escogido de los dioses. Como Hercules y Aquiles eran mis antepasados. Por supuesto, me entusiasme con todo aquello. La segunda estrofa era mas cruel: que, quiza, no era el verdadero hijo de Filipo, sino el retono de un dios. Estaba confuso. ?Recuerdas lo triste que estaba, Telamon?
– Te recomende que hablaras con Aristandro.
Alejandro solto una carcajada.
– De la sarten al fuego, ?no? Aristandro de Telmesso -apunto volviendose para brindar por el custodio de sus secretos, que estaba sentado con una expresion de malhumor en el extremo mas alejado de la tienda-. El canto la misma cancion de mi madre, pero me conto la dura verdad -confeso Alejandro agachando la cabeza y con lagrimas en sus ojos-. Dijo que Filipo y Olimpia se habian amado hasta la locura. Cuando se conocieron por primera vez en la isla de Samotracia, Filipo creyo que habia recibido la visita de una diosa; que nunca mas volveria a amar a otra mujer -recordo el rey dejando escapar un suspiro-. Por supuesto, el Filipo borracho no tenia nada que ver con el Filipo sobrio. Era capaz de follarse a una cabra y probablemente lo hizo en alguna de sus borracheras. Olimpia nunca le perdono sus infidelidades. ?Lo recuerdas, Telamon? ?Cuando eramos ninos y fuimos de visita a Pella y tu te colaste en el dormitorio de Olimpia?
Telamon contuvo un temblor: algunas veces reaparecian sus propias pesadillas.
– La habitacion de tu madre estaba llena de hiedra -respondio en voz baja-. Habia una hiedra en la pared exterior con las ramas retorcidas cargadas de hojas muy verdes.
– ?Que me dices de las serpientes? -pregunto Alejandro-. ?Las serpientes que entraban y salian? No me extrana que se divulgara la historia de que Olimpia se acostaba con una serpiente, uno de los disfraces del dios Apolo. Comenzo a insinuarle a Filipo que yo no era su verdadero hijo; el se vengo amando a mas mujeres. Sin embargo, yo le amaba. El dia que dome a
– ?Fuiste tu culpable de su muerte, Alejandro?
El rey desvio la mirada.
– No, no, no lo creo.
– ?Que me dices de Olimpia?
– No estoy muy seguro. Crei que aquello se habia terminado -anadio Alejandro en voz baja-. Los persas proclaman que mate a Filipo. Sostienen que ningun hijo mataria a su verdadero padre y, por consiguiente, Filipo no es mi padre. Por lo tanto, soy un usurpador y un bastardo.
– Eso es lo que dicen tus enemigos -le tranquilizo Telamon-. Tu eres el capitan general de Grecia, venganza sagrada contra Persia.
– ?Todavia soy Alejandro! -preciso el rey en un siseo furioso.
Hubiese continuado, pero el ruido en la tienda se apago cuando Ptolomeo se levanto de un salto y grito:
– ?Juguemos al
Un sirviente trajo un palo y lo clavo en el suelo en el centro del circulo formado por los divanes. Coloco un plato en el extremo del palo. Ptolomeo se balanceaba de la borrachera. Levanto la copa en un brindis.
– ?Brindo por mi amor! -grito. Luego vacio la copa de un trago y arrojo el poso en direccion al plato. Cuando erro, maldijo sonoramente y se dejo caer en el divan. Otros se levantaron tambaleantes en medio de gritos de burla. Antigona continuaba sentada placidamente, al parecer amodorrada, con los ojos entrecerrados. Telamon no acababa de tener claro si ella habia estado intentando escuchar su conversacion o si observaba a los salvajes lideres macedonios.
– Todavia soy Alejandro -continuo el rey-. Filipo esta muerto y Olimpia ha regresado a Pella, pero sus espiritus me acosan. Olimpia me dijo antes de marcharme que debia ir al oasis de Siwah en el desierto egipcio, donde Ammon-Zeus me revelaria el verdadero secreto de mi paternidad.
– ?Que hay del fantasma de Filipo?
– Ah, el hombre de hierro. Algunas veces se me aparece en mis pesadillas. Estoy otra vez en el campo de batalla en Queronea. Los muertos se apilan. La Banda Sagrada yace como una hilera de mieses tumbadas. El lugar esta cubierto de escudos y lanzas. Los gritos de los moribundos son agudos como los chillidos de los pajaros nocturnos. Me enfrento a un ejercito de hoplitas muertos, vestidos y armados con sus grandes yelmos con penachos de plumas, las corazas, los escudos y las lanzas. Sus ojos y sus bocas estan llenos de sangre. Se interponen entre Filipo y yo. Lucho para abrirme paso -revelo Alejandro mientras movia la mano-. Me inclino a izquierda y derecha, empujo con mi escudo, meto la espada… A la postre, consigo pasar, pero mi padre ha desaparecido.
– Solo son pesadillas…