en el suelo; los herreros instalaban las forjas, encendian los braseros y avivaban las llamas con los fuelles, mientras los soldados hacian cola con piezas de armaduras y armas que necesitaban reparar.
– ? Que pasaria si nos atacaran en medio de todo este caos? -pregunto Telamon.
– No nos atacaran -afirmo Aristandro, mientras rodeaba una montana de estiercol-. En cualquier caso, te sorprenderias si lo hicieran.
Por fin llegaron al limite del campamento, donde la situacion era muy distinta. Largas hileras de infanteria completamente equipadas para el combate custodiaban el perimetro. Aristandro y Telamon, acompanados por los celtas, cruzaron la linea. Aqui, en campo abierto, las tropas de caballeria se ejercitaban con sus caballos. Una fina nube de polvo cubria la zona y en el todavia fresco aire de la manana resonaban los gritos y las exclamaciones de los jinetes secundados por el ritmico batir de los cascos.
– ?Adonde vamos? -pregunto Telamon.
Aristandro continuo caminando a traves del campo en direccion a un umbrio bosquecillo de cipreses. Telamon se sorprendio al ver que Antigona y sus dos ayudantes se encontraban alli. La sacerdotisa estaba sentada en una piedra, con las dos acolitas como centinelas a cada lado. Unos pocos pasos mas alla, a la sombra de un arbol, estaban Perdicles y otros fisicos, que parecian muy agitados. En el centro del bosquecillo, reunidos alrededor de un cuerpo cubierto con una manta de caballo, estaban Critias y los guias. Se apartaron en cuanto aparecio Aristandro. Telamon vio una mano y parte de una pierna que sobresalian por debajo de la manta. Aristandro aparto la manta. Telamon miro al guia asesinado: un hombre corpulento, con la cabeza echada hacia atras, los ojos muy abiertos que miraban sin ver el cielo. Tenia un brazo extendido, mientras que el otro casi tocaba la empunadura alada de la daga celta clavada en su lado izquierdo. El hedor de la muerte y la putrefaccion, el intenso olor de la sangre, mezclado con el de la orina, contaminaban el aire.
– ?Por que estamos todos aqui? -pregunto Telamon, mientras se agachaba, aunque adivinaba la respuesta: la daga celta, el trozo de pergamino enrollado en la mano del hombre muerto-. Se lo que dice la nota -anadio cogiendo el pergamino y entregandoselo a Aristandro-. «El toro esta preparado para el sacrificio. Todo esta listo. El verdugo aguarda.»
Aristandro se sento en cuclillas junto a el y desenrollo el pergamino.
– Si no te conociera tan bien, Telamon -susurro-, te arrestaria. Lo mismo que cuando mataron a Filipo, ?no es asi? Una daga celta con la empunadura alada que atraviesa el corazon y las palabras del oraculo de Delfos.
Telamon examino el cadaver. Miro el rostro avinagrado y le olio la boca: el olor del vino todavia era fuerte. Le palpo los brazos y las piernas: frias como el hielo.
– ?Lleva muchas horas muerto? -pregunto a Aristandro.
– Si, lo encontro una de las patrullas con la primera luz del alba. Mande que trajeran aqui el cadaver. No es bueno que las tropas vean que transportan a un muerto a traves del campamento -asevero Aristandro haciendo una mueca-. Dicen que les afecta la moral.
– ?Por que has llamado a los otros fisicos?
– Porque comienzo a tener sospechas, Telamon -replico Aristandro-. Ya conoces el refran: «Una manzana podrida…». Al parecer, el guia fue asesinado mientras nosotros participabamos en la fiesta. Se que la suma sacerdotisa Antigona estuvo con nosotros y no dejo nuestra compania en ningun momento. Tambien la escuche cuando pidio a uno de los criados que fuera a ver como estaban sus dos servidoras. El hombre le informo que dormian profundamente y que el centinela apostado en la entrada de la tienda le habia comentado que no se habian movido. ?Sabemos donde estaban los amigos de Alejandro, asi que eso nos deja a nuestros nobles fisicos!
– ?Por que ellos?
– ?Por que no? -respondio Aristandro, con un tono de burla-. Todos ellos conocen los detalles de la muerte de Filipo. Saben escribir, algo que no sabe la mayoria del ejercito, y sin duda conocen el valor de los guias.
Aristandro se levanto y, seguido por Telamon, se acerco a la sacerdotisa. La mujer no mostraba ninguna secuela de la bebida y el trasnochar y se levanto cuando ellos se acercaron. Los guias dejaron al companero muerto e intentaron seguir a Aristandro, pero el les grito que se mantuvieran alejados. El coro de celtas se interpuso entre su jefe y los guias, que ahora parecian muy inquietos.
– Buenos dias, Telamon -dijo Antigona cogiendo la mano del fisico y apretandosela suavemente.
– Mi senora, es muy amable de su parte haber venido -manifesto Aristandro-. La necesitaba aqui. ?Contrato usted a estos hombres?
– A instancias de Alejandro -declaro la sacerdotisa, sin apartar la mirada de Telamon.
A la luz de la manana, la gran belleza de Antigona era innegable. Telamon no acababa de saber si el color de su tez era el del marfil o un moreno muy claro. El se sentia fascinado por los labios rojos, los pomulos altos y los ojos de cervatillo de mirada sonadora de la sacerdotisa, asi como por sus cejas perfectamente depiladas y la abundante cabellera que asomaba por debajo del velo azul claro. Su perfume era exquisito y cada uno de sus movimientos resultaba delicado y femenino.
– Mi senora, ?estas segura de que no nos conocemos? -pregunto Telamon-. Me miras como si nos conocieramos. Me pregunto por que una mujer como tu sirve en un modesto templo de Troya.
Miro fugazmente a las dos companeras, que parecian habas en la vaina: la piel oscura, el cabello negro, los ojos siempre vigilantes. Las muchachas se rieron al escuchar los cumplidos de Telamon y desviaron las miradas timidamente.
– ?No lo sabes? -intervino Aristandro dispuesto a dar una explicacion, pero Antigona levanto una mano haciendole callar.
– ?No lo sabes? -repitio la sacerdotisa haciendo suya la pregunta-. Soy de pura sangre macedonia. Pariente de Filipo y familiar lejano del propio Alejandro. Mi vida siempre ha estado dedicada al culto divino. ?Por que Troya? - manifesto encogiendose de hombros con mucha elegancia-. ?Por que no? -le pregunto acercandose-. He servido en Eleusis; incluso en Atenas. Fui a Troya porque Filipo me lo pidio. Si quieres saber lo que ocurre en el mercado, Telamon, tienes que ponerte en el centro.
– Filipo era un zorro muy astuto -murmuro Telamon-. Todo el mundo pasa por Troya.
– Si, todos lo hacen -respondio Antigona sonriendo; luego miro mas alla de Telamon, al cadaver tendido en la hierba empapada de rocio, y su sonrisa se esfumo-. ?Estos hombres son los ojos de Alejandro! -anadio bruscamente-. Comieron el pan y la sal y pronunciaron el mas solemne de los juramentos delante de la Gran Senora en mi templo. Traje a seis conmigo y ahora solo quedan cuatro.
– ?Desertaran? -le pregunto Aristandro en voz baja. -Es posible -admitio la sacerdotisa-. A partir de ahora, pedire que vigilen su tienda. Ahora, senores -cogio los pliegues de la capa-, he hecho todo lo que he podido. Les he asegurado que todo esta bien, que se encuentran en lugar seguro, que esto es obra de un traidor… El resto os lo dejo a vosotros. Ah, por cierto -anadio mientras se cubria con la capucha-. ?Y vuestros amigos fisicos? -pregunto senalandolos con la mirada-. Parecen nerviosos, inquietos… Uno de ellos ha desaparecido.
Aristandro se aparto para dejarla pasar.
– No te preocupes, mi senora. Decidio regresar a casa. Antigona se despidio de Telamon con un gesto y, escoltada por las dos companeras, cruzo el claro. Se detuvo un momento junto a Critias, apoyo una mano en el hombro del guia y le susurro algo. El hombre asintio y la sacerdotisa desaparecio entre los arboles.
– Te gusta, ?no es asi, Telamon? Sin embargo, ella ha jurado vivir en castidad.
– ?No lo sabias? -replico Telamon-. ?Yo tambien!
Aristandro se rio de la respuesta y llevo a Telamon hasta los guias, que estaban otra vez reunidos alrededor del cadaver. Los interrogo a fondo: el relato era sencillo y claro. El muerto era Lascus, un tipo mal hablado, pero buen companero. Habia estado comiendo y bebiendo con ellos la noche anterior y se habia alejado de la hoguera para ir a hacer sus necesidades. Ya no habia regresado.
– Creiamos que se habia ido a dormir -comento uno de los guias-. Que se encontraba en la tienda o que estaba durmiendo al raso. Solo cuando Critias nos desperto esta manana…
– Volvimos junto a la hoguera -explico el dibujante de mapas, visiblemente alterado-. Los guardias nos esperaban. Dijeron que habian encontrado un cadaver. Pedi que llamaran a Aristandro y trajeron el cadaver aqui.
– ?Donde estabas tu anoche? -pregunto Telamon.
– ?Quien eres tu para preguntarmelo? -replico Critias, airado.
– ?Tiene todo el derecho! -exclamo Aristandro haciendo un ademan-. No seas obstinado, Critias; solo responde a la pregunta.
– No sali de mi tienda. Estaba ocupado con los mapas. ?Pregunta a los guardias!