aterrorizara al resto de Grecia y la forzara a la sumision.»

Plutarco, Vidas, «Alejandro»

Telamon estaba sentado delante de la tienda en una silla de campana. Le molestaban el calor y el bullicio del campamento. La temperatura se incrementaba por momentos, a medida que avanzaba el dia. A menos que Alejandro tomara cuanto antes la decision de ponerse en marcha, la paralisis se extenderia por todo el ejercito. Aumentarian las deserciones y, si las arcas del tesoro real se vaciaban, el ejercito se disolveria como la nieve en una colina. El fisico dejo la silla y se acerco a la tienda para levantar la tela que hacia de puerta y permitir que entrara un poco de aire.

El centinela, sentado unos pasos mas alla, levanto la cabeza del bol de gachas que estaba comiendo con los dedos.

– Te he traido algo de comer, senor. Lo tienes en la tienda.

– Gracias.

La comida estaba encima de un cofre cubierto con un trozo de tela de lino. Telamon levanto la tela; en el plato habia un trozo de queso rancio, unas piezas de fruta demasiado maduras y pan fresco. La cerveza de la jarra era de fabricacion local, suave pero con sabor. Telamon comenzo a comer. Se sentia sucio, sudoroso y cansado. Se pregunto cual seria la decision de Alejandro. A su regreso, Telamon habia visto a la guardia real vestida con los uniformes de combate y se habia preguntado si habria surgido alguna crisis.

Una sombra oscurecio la entrada de la tienda. Se trataba del enano Hercules.

– Nomalet.

– ?Que has dicho?

– Nomalet -respondio el enano sonriendo-. Soy un experto en ese juego, el decir los nombres al reves.

– Muy bien, Selucreh -replico Telamon.

– Me gustan las letras que veo -dijo Hercules acercandose-. Me gusta jugar con ellas. Hay algunos nombres que son dificiles de pronunciar al reves, ?verdad? -sentencio mientras se detenia y miraba el plato-. ?Te comeras las cerezas? Esta manana imoc muy poco.

– ?Imoc?

– Comi. -Hercules se metio una cereza en la boca y la mastico ruidosamente.

– Al parecer te he caido en gracia -comento Telamon-, pero no has venido aqui para compartir mi comida, ?no es asi?

– Aristandro quiere que vayas ahora con tus medicinas -comunico Hercules cogiendo otra cereza-. Y cuando mi amo dice «ahora», es ?ahora!

– Bien, en ese caso, no le haremos esperar.

Telamon aparto el plato. Recogio su maletin de cuero y salio de la tienda antes de que Hercules pudiera alcanzarlo. El hombrecillo le cogio de la mano.

– El nombre de mi amo es muy dificil de decir a la inversa.

– En lo que se refiere a tu amo -afirmo Telamon-, siempre es dificil decir cual es la parte de atras y cual la de delante.

– Yo lo podria decir de una manera mas grafica -comento Hercules.

– ?Que ocurre? -pregunto el fisico.

– No lo se.

Caminaron por las angostas calles entre las tiendas y llegaron a un espacio abierto delante del pabellon real, donde se amontonaban los guardaespaldas del rey. Los soldados formaban hileras delante de la entrada, vestidos con corazas de bronce rojizo con las faldas de colores y espinilleras. Se cubrian las cabezas con los anticuados cascos hoplitas y los protectores de la nariz y las mejillas casi ocultaban del todo sus rostros. Cada uno llevaba una lanza y las rodelas, apoyadas en las piernas, mostraban el leon rampante de Macedonia. Permanecian en silencio, indiferentes al calor y el polvo. Los oficiales caminaban entre las filas. Tropas con armamento ligero montaban guardia en los laterales del pabellon. Solo permitieron el paso de Telamon y Hercules, en cuanto el enano les dijo el santo y sena del dia.

Aristandro les esperaba en la antecamara. Cogio a Telamon por un brazo y practicamente lo empujo al aposento privado del monarca, sin preocuparse en lo mas minimo del enano. Alejandro yacia en la cama y Hefestion, con una expresion de angustia, estaba sentado en un taburete a su lado. En la tienda habia un olor agrio. Alejandro continuaba vestido con la tunica que habia llevado en el banquete de la noche anterior; la prenda mostraba manchas de vino y comida. Su rostro habia perdido el color y tenia los parpados entrecerrados.

– ?Le han envenenado? -pregunto Hefestion con voz ronca.

Telamon advirtio los restos del vomito en la comisura de los labios de Alejandro. Aristandro se acerco para situarse inmediatamente detras del fisico.

– ?Cuanto tiempo lleva asi? -replico Telamon mientras dejaba el maletin en el suelo.

– Se desperto esta manana con la cabeza un tanto pesada -respondio Hefestion-. No quiso probar bocado y siguio acostado. Vomito. Yo me encargue de limpiarlo.

– ?Alejandro! ?Alejandro! -exclamo Telamon sacudiendo al rey por el hombro.

Alejandro abrio los ojos y miro al fisico sin verlo. La diferencia entre los ojos era muy marcada, y tenia las pupilas muy dilatadas.

– Voy a examinarte -le explico Telamon.

Alejandro intento hablar, pero tuvo una arcada y sacudio la cabeza. Sin preocuparse de las ceremonias, Telamon palpo las manos y los pies de Alejandro. Los tenia helados, pero el cuello y el pecho tenian la temperatura normal. Toco el estomago del rey y hundio los dedos en los fuertes musculos. No aprecio ningun bulto. Alejandro hizo una mueca y se obligo a sonreir.

– ?Cuales son mis sintomas, fisico? ?Me han envenenado?

– Has bebido demasiado -replico Telamon-, aunque no se trata de eso, ?verdad?

– Entonces, ?que? -intervino Aristandro con un tono vivaz.

– ?Puedes levantarte? ?Puedes caminar? -pregunto Telamon a Alejandro.

– Me siento muy tenso -confeso el rey-. Tengo miedo de caerme si me levanto. Noto la garganta seca y me duele el vientre como si hubiese comido fruta verde -anadio llevandose la mano a la cabeza y gimiendo-. Es como si aqui tuviera un tambor de guerra.

– ?Que sonaste? -le interrogo Telamon.

– ?El bueno de Telamon; siempre la mente, nunca el cuerpo! -se burlo Alejandro-. El mismo sueno de siempre. Estaba otra vez en Queronea. Cargaba contra la falange tebana montado en Bucefalo. Tenian rodeado a mi padre. Yo intentaba abrirme paso entre ellos pero era como pretender abrir surcos en el mar. No avanzaba. Me desperte y me volvi a dormir varias veces. Crei que eran las consecuencias de haber bebido demasiado; luego, esta manana, otro aviso.

Aristandro dejo un trozo de pergamino en la falda del fisico. El pergamino era aspero; la escritura podia ser de cualquiera: letras muy claras, trazadas con esmero para disfrazar la mano del autor, tres citas de la Iliada. La primera del canto nueve: «?No puedes comprender que el poder de Zeus ya no esta contigo?»; la segunda correspondia al canto once: «Traeras la gloria para mi y tu vida la llevaras al Hades»; y la ultima era del canto diecinueve: «Somos las Furias quienes, desde el mundo subterraneo, vengamos a los hombres muertos».

– ?Como llego esto aqui? -pregunto Telamon-. Aristandro, hay guardias en el exterior y tienes a tus espias ocultos en la maleza y detras de los arbustos. Se supone que eres el guardian de los secretos del rey.

Alejandro se echo a reir con una risa sardonica. Aristandro parecia molesto.

– El pergamino estaba atado con un cordel -explico-. Lo dejaron a los pies del centinela en la puerta del recinto real. El soldado no vio quien lo dejo. Se limito a recogerlo y me lo trajo.

– ?Lo ensenaste a Alejandro?

– Por supuesto. Guardo sus secretos, no los mios.

Telamon se inclino sobre Alejandro.

– ?Mi senor, levantate!

Alejandro intento resistirse. El fisico hizo una sena a Hefestion y entre los dos obligaron a Alejandro a sentarse; despues, le colocaron los cojines de plumas en la espalda para que estuviera comodo. Telamon se alegro

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