El fisico no le hizo caso y se aparto cuando un mozo de cuadra aparecio con un nervioso corcel por la angosta callejuela. Luego continuo caminando a toda prisa, lo que obligo a Casandra a trotar para mantenerse a la par. Los centinelas les permitieron pasar al recinto real. Una vez mas se escucharon los silbidos y los gritos. Ptolomeo se les acerco dandose aires de importancia.

– ?Consuelo hogareno, Telamon?

– General Ptolomeo, esta es Casandra. Una asistente del templo de Atenea en Tebas.

Ptolomeo miro a la mujer de los pies a la cabeza. Casandra carraspeo sonoramente. Telamon la obligo a seguir caminando de un empellon.

– ?Ya estas celoso, Telamon? -le grito Ptolomeo.

Casandra se volvio con los ojos brillantes de furia.

– ?No soy una perra! ?Por que has hecho eso?

– ?Ibas a escupirle! -replico Telamon.

– El dirigio el ataque contra Tebas -respondio Casandra rabiosa-. Dioses, nunca crei que me darian la oportunidad de cortar tantas gargantas. Espero que caiga enfermo.

Telamon la empujo al interior de la tienda sin hacer caso del silbido del centinela. Se acerco rapidamente a su cofre, levanto la tapa y saco una daga. Casandra se mantuvo firme cuando el apreto la punta de la daga contra su garganta.

– ?Quieres morir? -le pregunto Telamon-. Porque la manera de hacerlo que te ofrezco ahora es rapida. Ptolomeo te mandaria a crucificar. ?Te gustaria? ?En lo alto del acantilado? -le pregunto dando la vuelta a la daga y ofreciendosela por el mango-. Si quieres, puedes cortarte tu misma la garganta. Te prometo que me ocupare de tus cenizas.

– Quiero un poco de agua.

Telamon se acerco al cantaro de agua, cogio un cucharon y lleno un vaso. Casandra bebio con ansia y se echo el resto en el rostro.

– ?Te comportaras? -insistio Telamon-. Soy un extrano -anadio-, pero podemos ser amigos. Te juro por la vida de mi padre, por el alma de mi padre, por el cielo y la tierra, por todo lo que se supone sagrado, que no tienes nada que temer de mi. No te quiero como companera de cama o como una esclava, sino como mi ayudante. Si eso no te agrada, piensa en nosotros como dos soldados, espalda contra espalda. Yo protejo la tuya y tu proteges la mia.

– He escuchado unas cuantas propuestas en mi vida, pero esta es la mejor -respondio sonriendole y besandole la mano.

– Bien. Ahora escucha -dijo Telamon senalando con un gesto el interior de la tienda-. Aqui es donde dormiras. Mandare que te traigan otro catre. Puedes preparar mi comida o yo preparare la tuya. Vigila todo lo que comes y bebes, lo que incluye el agua que te acabo de servir. Manten las cosas ordenadas. Si no lo hago, dimelo. Aqui no puedes escupir ni limpiarte la nariz, las orejas o cualquier otro orificio de tu cuerpo. Si quieres ir a las letrinas, el centinela que esta afuera te acompanara. ?Apestas! -exclamo acercandose de nuevo al cofre y sacando un frasco pequeno-. Esto es algo parecido a un perfume. Yo tambien lo uso -apunto sonriendo-. Como sabes, Hipocrates recomienda a los fisicos que huelan bien.

Cogio a Casandra por el codo y ella no se resistio cuando la hizo salir de la tienda. El centinela se levanto de un salto. Era un hombre alto, huesudo, con los ojos llorosos y la boca siempre abierta, pero se movia con rapidez.

– ?Te gusta ser soldado? -le pregunto Telamon.

– Claro que si, senor.

– ?Quieres una parte del botin?

– ?Quien no?

– No te gustarian que te crucificaran, ?verdad?

El soldado abrio la boca todavia mas.

– ?Que pasa? -tartamudeo.

Telamon apoyo una mano en el hombro de la muchacha.

– Esta es Casandra, mi ayudante y amiga. Apesta.

El soldado la olio como un sabueso.

– Me doy cuenta. Huele peor que una vaca.

– No me interesa tu vida amorosa -le interrumpio Casandra.

El hombre se rio de buena gana.

– La llevaras a los tenderetes -le ordeno Telamon-. Necesita ropa: una tunica y una capa. Dos mudas, sandalias de marcha y una daga -anadio llamandole la atencion con la mano levantada.

– ?Quien pagara por todo esto?

Telamon le entrego el sello real.

– El rey.

El soldado cogio el sello y lo beso.

– Tambien buscaras un trozo de tela -anadio Telamon mientras ponia la botellita en la mano de Casandra-. Esta muchacha ira hasta la playa, donde se desnudara -preciso sin hacer caso de la exclamacion de Casandra-, y nadara en el mar. Se lavara y, mientras lo hace, tu te mantendras de espaldas a ella. Una sola mirada y estaras cavando letrinas durante el mes que viene.

El soldado con un gesto burlon invito a Casandra a que le precediera.

– ?Si la senora me hace el favor?

Telamon les observo marchar y luego volvio al interior de la tienda. Cogio una jarra llena de agua ligeramente salada y destilada con hierbas, se acerco a la entrada y se lavo la cara y las manos. Acabada la higiene personal, echo un vistazo a su alrededor para comprobar que todo estaba en orden y se acosto en la cama. Tenia hambre y se sentia un tanto cansado. Con el fondo de los mil y un sonidos del campamento, dejo vagar la mente. Estaba seguro de haber tomado la decision acertada. Habia algo en Casandra. Era calculadora, probablemente tortuosa; tenia que serlo para sobrevivir, pero no era ninguna tonta. ?Seria capaz de controlar la lengua y ocultar sus verdaderos sentimientos?

Telamon se quedo dormido. Cuando se desperto, Casandra estaba sentada en un taburete al pie de la cama. Lo miraba fijamente, con la daga en la mano. El fisico se sento.

– ?Estabas pensando en hacerlo?

La mujer se habia recogido la larga cabellera roja en un mono. Su rostro se veia limpio, lo mismo que las manos, y las unas bien limadas con la daga. Vestia una sencilla tunica marron con un cordon en la cintura. Iba calzada con unas recias sandalias.

– ?Quien eres? -pregunto Telamon-. Me gustaria ligarte con un juramento.

– ?Donde esta mi carta de libertad? -replico ella.

– Mandare a un escriba que la redacte. Ah, por cierto, ?donde esta el sello?

Casandra desato la pequena bolsa que llevaba colgada del cordon, saco el sello y se lo entrego.

– Hare escribir la carta -repitio Telamon- y la guardare en un lugar seguro. ?Crees en los dioses, Casandra?

La pelirroja sacudio la cabeza energicamente.

– Nunca he creido en ello. Cuando Tebas fue saqueada, desaparecieron las ultimas dudas. Fue terrible, espantoso, las calles estaban abarrotadas de soldados. Eran carniceros que iban de casa en casa. En algunos lugares, la sangre llegaba a los tobillos. Sali del templo para ir al portico. Lo unico que se veia era escudos y espadas. Un mar de yelmos. El hierro que centelleaba al sol, banado en sangre. Se movian entre los ciudadanos como matarifes entre las ovejas. Nadie se salvo; luego quemaron la ciudad. El olor a carne quemada lo impregnaba todo. Cualquier cosa que comias o bebias tenia su sabor. ?Todo por la gloria de Macedonia!

– Tebas no tendria que haberse rebelado.

– ?Tus ojos me dicen que ni tu te lo crees! El macedonio queria que fuera un escarmiento. Queria aterrorizar a toda Grecia. Alejandro es un gran asesino. ?Come sangre!

– No lo diras en su presencia.

– ?No, pero lo dire en mi alma durante el resto de mi vida!

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