suyo. Alejandro comenzo a creer que el era Aquiles, un dios-hombre inmortal, el mayor de los guerreros en el mundo. A mi, por supuesto, me toco el papel de Patroclo, el companero y amante de Aquiles.

– ?Erais amantes?

– Oh, nos abrazabamos, nos sentabamos cogidos del brazo o caminabamos cogidos de la mano. Siempre me parecio algo un tanto ridiculo. Le dije a Alejandro que yo no era su Patroclo, pero que algun dia lo encontraria.

– ?Y ahora lo tiene en Hefestion?

Telamon asintio. Chasqueo la lengua sonoramente.

– ?Por que te marchaste?

– Por mucho que intente evitarlo -murmuro Telamon con expresion triste-, cada vez que lo explico, y tu eres la segunda mujer a quien se lo digo, las lagrimas acuden a mis ojos. El ejercito habia regresado a Pella, y mi padre con ellos. ?Otra de las grandes victorias de Filipo! Ahora bien, mi padre tenia la costumbre de presentarse en Mieza a todo galope, con su gran yelmo y la coraza y la falda resplandecientes con la luz del sol. En aquella ocasion, no lo hizo. Yo me encontraba en el campo de ejercicios; practicabamos los lances de esgrima con espada de madera cuando aparecio aquel hombre, con la barba y los cabellos largos. Se quedo alli mirandome, con los brazos inmoviles a los costados y los dedos engarfiados. Iba vestido como un campesino con una tunica y cordon anudado a la cintura. «?Aquel es tu padre!», grito uno de mis companeros. Al principio, no me lo podia creer. Deje caer la espada y el escudo y corri a su encuentro. El me cogio y me estrecho contra su pecho. Parecia diferente, olia diferente y sus ojos y la expresion de su rostro eran tristes. Senti miedo. ?Le habia pasado algo a mama? ?A mi hermano menor? ?A mi hermana? El me aparto un poco, con la mirada fija en mi rostro. «No pasa nada, Telamon», susurro. «Regresas a casa.»

– ?Habia pasado algo malo? -pregunto la pelirroja.

– No. Teniamos una granja muy cerca de Pella y alli la tierra era muy fertil, pero mi madre desconfiaba tanto como yo. Me explico que mi padre habia regresado vestido con una sencilla tunica. Habia devuelto las armas, la armadura y el caballo a Filipo. Juro que nunca mas volveria a matar y abandono el palacio. Filipo creyo que estaba herido, que habia recibido un golpe en la cabeza. Vino a visitarnos y Alejandro le acompano. Escuche como discutian a grandes voces. Filipo, sin embargo, queria a mi padre. Manifesto que no se opondria a su decision. Si hubiera cualquier cosa que deseara…; pero mi padre nunca se lo pidio. Volvio a convertirse en un granjero, interesado en las cosechas y los animales. Un dia lo encontre con un cordero recien nacido. Estaba sentado con la espalda apoyada en una pared. Acunaba al cordero y las lagrimas resbalan por su rostro -apunto Telamon sacudiendo la cabeza-. Se habia convertido en otra persona. No mataba nada. Dejo de comer carne. Nos permitia sacrificar un animal para las fiestas, pero nunca probaba la carne. Nunca hablaba del ejercito. No queria espadas ni escudos en la casa. Nunca visitaba los templos. En cambio, iba hasta los sembrados de cebada, alzaba las manos y, por lo que se me alcanza, adoraba al cielo.

– ?Nunca descubriste por que?

– Nunca. Habia ocurrido algo que cambio su vida para siempre. Nunca lo menciono. «Macedonia se ha convertido en el templo de la guerra», comento en una ocasion. «Tu, Telamon, nunca seas un soldado.» En eso estuvimos de acuerdo -preciso sonriendo-. Yo queria estudiar medicina y mi padre puso toda su riqueza a mi disposicion. Asisti a todas las grandes escuelas medicas: Atenas, Corinto, la isla de Cos… Durante mis anos de estudio, murieron mi padre y mi hermano, pero entonces ya me habia alejado de mi familia.

Telamon hizo una pausa cuando escucho ruidos en el exterior: el toque de una trompeta, los gritos de un oficial y un coro de carcajadas.

– Me converti en un viajero con una inmensa sed de conocimientos, como un granjero que separa el grano malo del bueno, y aprendi todo lo que pude sobre el cuerpo humano -proclamo esbozando una sonrisa-. Mientras lo hacia, tambien aprendi un poco del alma humana. Vague como una pluma arrastrada por el viento hasta que visite Tebas en Egipto. Un lugar de maravillas, Casandra -manifesto sacudiendo la cabeza-: templos y estatuas que se elevan al cielo; obeliscos recubiertos de oro para reflejar la luz del sol; las enormes necropolis, las casas de la vida en los templos… Aprendi muchisimo de medicina. Tambien encontre al gran amor de mi vida -confeso advirtiendo la sorpresa en el rostro de Casandra-. Oh si, ame y fui amado; su nombre era Anula, una muchacha del templo, una ?hetaira!

– ?Era hermosa?

– Las doncellas egipcias se afeitan la cabeza. Ella siempre llevaba una peluca empapada de aceite y sujeta con un precioso cordoncillo de plata. Una gargantilla de oro y piedras preciosas rodeaba su cuello. Sabia cantar y bailar. Era alegre. Tenia que estar con ella todo el tiempo y ella conmigo -apunto con un tono aspero de voz.

– ?Murio?

– No -contesto dejando escapar un suspiro-. Fue asesinada. Mate al oficial persa que la asesino. Escape a Chipre; alli fue donde me encontraron los agentes de Olimpia. Dijeron que me necesitaban en Macedonia, asi que regrese a casa. Viajo ligero de equipo -preciso senalando a un costado de la tienda-. Mi maletin de medicina, un par de cofres con libros y manuscritos, las prendas que puedo comprar… -en ese momento, Telamon se inclino hacia adelante y tironeo de los cabellos de Casandra-. Ah, por cierto, te pagare por mes, si sobrevivimos. Si nos encontramos con el enemigo y vencemos, las cosas iran bien. Si todo indica que seremos derrotados, bueno, hay una cosa que tenemos en comun, Casandra, buenas piernas: ?correremos!

La muchacha se echo a reir.

– ?Viniste aqui porque Olimpia te lo pidio?

– No, vine aqui por diversas razones. No tenia ningun otro lugar al que ir. Sentia curiosidad por lo que haria Alejandro y, para ser del todo sincero, queria averiguar lo que le habia pasado a mi padre. Espero que Alejandro me lo diga.

Telamon se volvio al escuchar el ruido de las armaduras. Levantaron la tela de la entrada de la tienda. Entro Alejandro. Dio unas palmadas, miro a su alrededor, y mostro una sonrisa de oreja a oreja.

– He venido a darte las gracias, Telamon. He dormido como un recien nacido -proclamo al tiempo que se acercaba y contenia a Telamon cuando amago levantarse-. Bueno, ?que opinas de tu paciente?

Alejandro habia cambiado. Le habian cortado y aceitado la cabellera dorada; olia a un perfume exotico. Se habia vestido con una tunica blanca con vivos de oro que le llegaba por debajo de las rodillas y recias sandalias de marcha; en la muneca izquierda, llevaba una gruesa pulsera de plata con la forma de una piton; los anillos resplandecian en los dedos. Apoyo una mano en el hombro de Telamon.

– ?Tus suenos eran ciertos, Telamon? No me mentiste, ?verdad? -pregunto inclinandose hacia el fisico-. ?Viste a Filipo? ?Te dijo que cruzara?

Telamon asintio.

– ?Y el toro? ?El sacrificio?

– Del blanco mas puro -contesto Telamon-. Ha de ser custodiado con gran celo.

– Ya he encomendado a Ptolomeo que se ocupe de ello -advirtio Alejandro dando unas palmaditas en el hombro de Telamon y volviendose hacia Casandra-. ?Esta es tu pelirroja? Parece una muchacha fuerte.

– ?Que debo hacer, Su Majestad, arrodillarme?

Telamon cerro los ojos. Alejandro prefirio ignorar el sarcasmo. Sujeto la barbilla de Casandra entre sus manos. Ella lo miro con fiereza.

– Tu eres de Tebas, ?no es asi? -pregunto haciendo una mueca-. Aquello fue una leccion por su arrogancia. Perdi el control, pero ellos estaban ligados por su juramento.

– ?Mantendrias el juramento hecho a un conquistador? -replico Casandra-. Los que quedan de Tebas viven como cerdos en aquella jaula.

Alejandro ladeo la cabeza y observo atentamente a la muchacha.

– ?Como te llamas?

– Casandra.

– Ah, la profetisa de las desgracias. ?Es tu verdadero nombre?

– Es mi nombre.

– Me recuerdas un poco a Olimpia, mi madre. ?Que debo hacer contigo, Casandra? ?Abofetearte por tu insolencia?

El fisico contuvo la respiracion. Alejandro parecia estar furioso con la muchacha.

– ?Devolverte a la pocilga? Te dire lo que hare -contesto bajando un poco la voz-. ?Aristandro! -exclamo por encima del hombro.

El custodio de los secretos entro apresuradamente con un pequeno cesto de mimbre en las manos. La mirada

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