Aristandro -ordeno el monarca-, llevate a Antigona al otro lado del arroyo. Camina hacia los caballos. Si esto resulta como no debiera, ?haz lo que puedas!

– Puedo pelear -afirmo la sacerdotisa-. Tengo una daga.

– ?Entonces reza para que no tengas que emplearla en ti misma! -bromeo Hefestion.

Alejandro se aparto de la sombra del roble y fue hasta el pie de la colina.

– ?Hefestion, tu a la izquierda! ?Telamon, a la derecha! -ordeno-. Haced exactamente lo que os diga. Debemos detenerlos antes de que acaben de bajar la cuesta. Si tienen que pelear en la pendiente, se sentiran inseguros.

Alejandro avanzo con paso energico, la espada junto a la pierna. Telamon hizo una pausa para secarse el sudor de las manos. Empuno la espada y siguio al rey. Alejandro escogio su posicion: con el roble a la espalda. Telamon a la derecha, Hefestion a la izquierda. Esperaba con un pie adelantado y balanceando la espada atras y adelante. Telamon miro por encima del hombro. Aristandro y Antigona habian cruzado el arroyo. Los cinco mercenarios parecian un tanto desconcertados por la confianza de Alejandro. El cabecilla se detuvo. A sus companeros y a el les costaba mantener el equilibrio en la fuerte pendiente de la colina. Se detuvieron en una linea silenciosa. Telamon los observo por turnos. Por la manera de caminar, las armaduras abolladas, la manera de sostener los escudos, los cuerpos ligeramente vueltos y las espadas por delante, los identifico como veteranos que vendian sus servicios por todo el mar Medio.

– ?Companeros griegos! ?Soldados! -grito Alejandro-. ?Que asunto os trae aqui? ?Perteneceis al campamento.

El lider, con el penacho tenido de un color rojo sangre, se adelanto. Telamon vio su rostro barbudo y sus ojos brillantes; tambien entrevio una cicatriz que ya habia visto antes: recordo al soldado que habia estado de guardia en la entrada de la jaula de los esclavos por la manana.

– ?Como te llamas? -pregunto Alejandro al cabecilla-. ?Por que estas aqui?

– Mi nombre es Droxenius -contesto el jefe-. No pertenecemos a tu campamento. Somos de Tebas.

– ? Ah! -replico Alejandro exhalando un profundo suspiro-. ?La sangre de tus seres queridos mancha mis manos?

Droxenius asintio.

– ?Has venido por tu cuenta o te enviaron?

– Traemos un mensaje del general Memnon.

– Ah, el renegado rodio.

– ?Para el asesino macedonio!

– ?Tu no eres mejor! -replico Alejandro-. Asesinos en una calurosa tarde de primavera.

El cabecilla levanto la espada como un saludo.

– Te hemos dado un aviso, que es mucho mas de lo que tu hiciste con nuestras familias en Tebas.

Telamon escucho los gemidos y protestas de Aristandro. Tenia la sensacion de estar sonando. La sombra del roble, la hierba, el canto de los pajaros, nitido y puro, la fragancia de las flores silvestres y, mezclada con ella, el hedor de la guerra, el cuero, el bronce, la sangre derramada, el choque de los metales, los grunidos y las maldiciones de los hombres que luchaban por sus vidas… Todo aquello de lo que su padre habia querido protegerlo. La capa enrollada en el brazo izquierdo le pesaba como si fuera de plomo. Se volvio de lado. Alejandro mantenia la cabeza ligeramente inclinada a la izquierda; observaba a Droxenius como si lo hubiese reconocido. El capitan mercenario se habia reunido otra vez con sus companeros. Alejandro permanecio inmovil. El hombre a la derecha de Droxenius susurro algo. El cabecilla volvio la cabeza.

– ?Ahora! -grito Alejandro adelantandose rapidamente.

Telamon, sorprendido, lo siguio. Los mercenarios tambien se movieron, pillados con la guardia baja, pero entonces Alejandro se volvio bruscamente y tiro de la capa de Telamon. El fisico escapo, pegado a los talones del rey, que se detuvo a la sombra del roble, junto a la orilla del arroyo. Los mercenarios, tomados por sorpresa, tambien cargaron, pero la pendiente y la fuerza de la carrera los desestabilizo. Uno de ellos perdio pie y rodo por tierra, mientras que a otro se le engancho el penacho del yelmo en las largas ramas del roble. La linea se rompio.

– ?Ahora, Telamon! ?Ahora, Hefestion! -grito Alejandro-. ?A pelear!

El rostro del monarca estaba rigido, un tanto palido, con los ojos brillantes. Telamon no pudo mas que obedecer. Alejandro y Hefestion se adelantaron seguidos por Telamon. El enemigo estaba desorganizado. Alejandro se enfrento a su oponente y despues se movio velozmente a la derecha, al tiempo que descargaba un golpe con la espada en la carne expuesta entre el yelmo y la coraza. Hefestion choco contra el escudo de su rival con tanta fuerza que lo derribo. Con la velocidad del rayo, Hefestion clavo la espada por debajo de la falda y le abrio el bajo vientre; el mercenario solto un alarido escalofriante y comenzo a revolcarse. Alejandro avanzo para acabar con el hombre que se habia roto el tobillo en la caida y Hefestion se volvio para enfrentarse a Droxenius mientras Telamon separaba los pies, dispuesto a enfrentarse con el mercenario que se habia enganchado el yelmo en las ramas del roble. El hombre se habia liberado y ahora avanzaba con el escudo en alto; movia la espada como la lengua de una serpiente. Telamon intento desesperadamente recordar las lecciones que habia aprendido en el campo de ejercicios en Mieza. Alejandro habia vuelto mas favorable la situacion, pero Telamon no se atrevio a pedirle ayuda. Hefestion golpeaba con su espada el escudo de Droxenius. Mas alla del roble, Alejandro mantenia un duelo mano a mano con el mercenario caido. El oponente de Telamon era un veterano, con los cabellos, el bigote y la barba grises y el rostro moreno surcado por una multitud de cicatrices; los labios entreabiertos dejaban ver los dientes podridos. La insignia de su escudo mostraba a un bailarin de toros cretense. El mercenario movio el escudo cautelosamente, con una sonrisa de complacencia. Era consciente del nerviosismo y la poca capacidad para el combate del fisico.

– ?Eres la nena del grupo? -susurro con un tono aspero.

Telamon no respondio. Avanzo y su rival dio un paso atras.

– ?Ven aqui, bonita! -se burlo el veterano.

Telamon aflojo la capa que llevaba en el brazo, una treta que le habia ensenado Cleito el Negro. El mercenario se lanzo al ataque. Telamon se aparto y le arrojo la capa a la cara. El hombre sin detenerse levanto una mano para apartar la capa. El fisico levanto la espada y la descargo, con los ojos casi cerrados, contra la cabeza del hombre. La hoja se hundio, choco contra el hueso, y se deslizo de la mano de Telamon. El mercenario se volvio. Telamon estaba indefenso, pero una mirada le basto para saber que el hombre agonizaba. La sangre manaba a chorro de una tremenda herida que le abarcaba de la oreja a la barbilla. El tesalio se inclino hacia un costado. Tosio. Ahora le salia sangre por la nariz y la boca. Se le cayo la espada de la mano inerte. Despues cayo de rodillas y, con un gemido, se desplomo de costado.

Telamon recogio la espada. Alejandro estaba de rodillas junto al cadaver de su rival; limpiaba la espada frotandola en la hierba. Droxenius y Hefestion continuaban su combate. El capitan de los mercenarios habia dejado caer el escudo. Hefestion habia perdido la espada. Ahora estaban como dos siniestros amantes sujetos en un abrazo mortal, jadeaban mientras se empujaban para soltarse. Hefestion estaba decidido a arrebatarle el arma. Alejandro camino hacia ellos como quien da un paseo. Se acerco a Droxenius por detras, luego se movio a un lado y, antes de que el mercenario llegara a saber lo que estaba pasando, le hundio la espada entre las costillas, a traves de la abertura entre las dos piezas de la coraza. Hefestion lo aparto de un empellon. Droxenius trastabillo y cayo de rodillas. Alejandro, sin soltar la espada, sujeto el penacho de crin de caballo y le arranco el yelmo. Droxenius estaba perdido en su propio mundo de dolor. Extranos sonidos escapaban de su boca.

– Droxenius -murmuro Alejandro como si el hombre fuese su amigo, mientras aquel hombre, agonizante, levantaba la cabeza. Alejandro levanto la espada, que trazo un arco de plata mientras cruzaba el aire y decapito limpiamente al mercenario. La cabeza rodo por el suelo. La sangre broto del torso todavia erguido como el espumeante chorro del surtidor de una fuente. El rey tumbo el cuerpo de un puntapie y camino de regreso hacia el arroyo. Telamon cayo de rodillas y, aunque lo intento, no pudo evitar el mareo y vomito todo lo que habia comido y bebido. Tenia frio; su cuerpo se estremecio mientras miraba a los cadaveres dispersos por el terreno, a su propio oponente, que lo miraba con los ojos ciegos. El mercenario a quien Hefestion habia herido en el bajo vientre continuaba gimiendo en un charco de sangre cada vez mayor. Telamon se volvio cuando oyo el sonido de la daga al cortar la carne seguido por el ultimo gemido ahogado del hombre. El yelmo del hombre aun estaba colgado de una de las ramas del roble. Entre los hierbajos, yacia despatarrado el cadaver banado en sangre de la otra victima de Alejandro. Telamon advirtio que tenia a Hefestion a su lado, que le echaban la capa sobre los hombros y le acercaban la bota de vino a la boca.

– Vamos -murmuro Hefestion-. Bebe, Telamon. Confia en mi-le dijo agachandose-. Aunque yo no sea

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