fisico.

Telamon bebio.

– Ya esta bien -advirtio Hefestion apartando la bota y ayudando a Telamon a levantarse.

Caminaron juntos hasta el arroyo. Aristandro y Antigona estaban sentados con Alejandro, que se habia lavado las manos y ahora se interesaba solicitamente por el bienestar de Aristandro y Antigona. Guino un ojo a Telamon y palmeo el suelo a su lado.

– ?Sientate, sientate! Ya se te pasara.

Telamon obedecio. La bota de vino paso de mano en mano. Hefestion y Alejandro charlaban animadamente como una pareja de chiquillos. Antigona estaba palida, todavia conmocionada por lo que habia presenciado, y Aristandro continuaba con las protestas.

– ?Por que no trajimos a Cleito el Negro o a mas guardaespaldas?

Alejandro, todavia con la excitacion de la batalla, se seco el sudor de los brazos.

– Si voy a alguna parte, ?debo llevar conmigo a la mitad de Macedonia? Te doy gracias, padre Zeus, por los favores dispensados a tu hijo -proclamo levantando el rostro y las manos al cielo-. Hare sacrificios como testimonio de mi agradecimiento. Interpretare esta victoria como una muestra de tu buena voluntad -concluyo, bajando las manos y agachando la cabeza.

Telamon cerro los ojos. Alejandro se sentia feliz, no solo por su amor al combate, a la conquista y a la victoria; habia buscado una senal y se la habian concedido. El fisico abrio los ojos y miro al monarca, que oraba para sus adentros con la cabeza inclinada. ?Alejandro habia esperado que ocurriera esto? ?Habia salido intencionadamente a campo abierto en busca de alguna senal, algun testimonio de la aprobacion divina? Aristandro tenia toda la razon, incluso aqui en Tracia: Alejandro se encontraba entre enemigos, hombres dispuestos a cortarle la cabeza y recibir la cuantiosa recompensa ofrecida por sus enemigos, tanto en la patria como en el extranjero. Telamon se quito la capa.

– Ahora ya estoy mejor -anuncio, sintiendose un tanto somnoliento pero ya sin aquel mareo ni escalofrios.

– ?Estas herido? -pregunto Alejandro.

– Solo en mi dignidad.

Hefestion se encogio de hombros.

– Entonces es una cuestion de: «Fisico, curate a ti mismo».

Telamon se levanto para ir de nuevo al lugar donde se habia librado el combate. Los cadaveres mostraban las primeras senales de rigidez y los charcos de sangre se coagulaban; las moscas se posaban sobre los muertos como nubes negras. Queria escapar y ya habia subido casi hasta la mitad de la ladera cuando el rey lo alcanzo.

– No te ofendas por las bromas de Hefestion -le dijo Alejandro entrelazando su brazo con el de Telamon-. Lo has hecho muy bien, fisico. Un guerrero que mata a su primer hombre en combate.

– Confio en que sera el ultimo -replico Telamon antes de hacer una pausa-. ?Por que viniste aqui?

En el rostro de Alejandro no se veia ahora ni una sola arruga; tenia la piel tersa, era un rostro del pasado. La mirada de sus extranos ojos era limpia y sincera. Telamon se fijo en las lineas de la risa alrededor de la boca, en los cabellos ensortijados de un color oro rojizo, en el dulce perfume que siempre emanaba del cuerpo de Alejandro, con independencia de los esfuerzos que hiciera.

– Buscabas una senal, ?no es asi? Sabias que los asesinos infiltrados en el campamento vigilan todos tus movimientos.

– Mi vida esta en manos de los dioses, Telamon. Tengo un destino que cumplir -proclamo Alejandro en un tono de voz amable, pero duro como el hierro-. Hubiese salido bien librado aunque todas las hordas de Persia hubieran atravesado el arroyo. Tus suenos fueron correctos, fisico: mi fortuna ha cambiado -apunto apretando el brazo de Telamon-. Me has traido buena suerte. Tienes todo el derecho a llevar la corona de plata. Has luchado junto a tu rey y has ganado aristeia. Valor en combate -preciso viendo la extraneza en el rostro de Telamon al escuchar la palabra-. Ahora, mientras Hefestion se ocupa de los caballos, vayamos a ver que ha pasado con esos pobres desgraciados que supuestamente eran mis guardaespaldas.

Los dos oficiales de caballeria yacian muertos en la hierba unos pocos pasos mas alla, al otro lado de la cumbre. Los charcos de sangre casi coagulada eran un festin para las moscas. Uno de los hombres ni siquiera habia tenido tiempo para desenvainar la espada; lo habian matado instantaneamente con un golpe en el cuello. El segundo estaba a unos pasos mas alla, tumbado de cara al cielo, con los ojos abiertos y una mano cerca del tajo que le habia cercenado la garganta.

Telamon senalo colina abajo, hacia la hierba alta mecida por el viento.

– Seguramente estaban echando una cabezada, ?pobres tipos! Droxenius y los demas se acercaron hasta aqui sigilosos como gatos. No es buen negocio ser soldado y dormir a campo abierto.

Alejandro quito los fajines a los cadaveres: la insignia de su regimiento.

– No se las merecian. ?Los hombres que me protegen no deben dormirse!

– ?Eso me incluye, Alejandro?

El rey comenzo a bajar la colina y le indico a Telamon con un gesto que lo siguiera.

– Telamon, el espia en mi corte zumba como un invisible tabano furioso que pica y escapa. Bien, quienquiera que sea, ya ha picado mas de la cuenta y demasiado profundo. Si Aristandro no puede atraparlo, entonces te toca a ti -anadio sujetando la mano de Telamon y apretandosela con fuerza-. Puedo contratar a mas guias, pero ya hemos perdido a los mejores.

– ?Crees que esto ha sido obra del espia?

Alejandro hizo una mueca sin detenerse.

– Quiza. Mi vida descansa en las manos de los dioses, pero recuerdo el proverbio: «Los dioses ayudan a aquellos que se ayudan a si mismos». ?La fortuna puede ser una puta caprichosa!

– ? Que hacemos con los muertos? -grito Hefestion, que ahora estaba con los demas al pie de la colina.

– ?Dejalos donde estan! -le respondio Alejandro-. Ya enviaremos a que los recojan cuando volvamos al campamento.

– ?Debemos poner a los mercenarios en la picota? -pregunto Aristandro.

– No. Eran guerreros. Quitadles las armas. Las pondremos como un trofeo ante el altar a la puerta de mi tienda. Venga, es hora de irnos; estoy sediento y estoy seguro de que Ptolomeo nos aguarda con buenas noticias.

* * *

El pabellon real resplandecia con la luz de las lamparas de aceite colocadas en las mesas y las que colgaban de cadenas de plata en los palos que sostenian el techo de la tienda. El aire caliente olia a perfume. Telamon se pregunto cuanto duraria esta celebracion. Alejandro y sus companeros mas cercanos brindaban con vino que contenia muy poca agua. El monarca vestia con una tunica roja con vivos dorados y llevaba una corona de plata en la cabeza. Habia insistido en que Hefestion y Telamon vistieran de la misma forma. En el exterior de la tienda, Telamon habia visto los trofeos al entrar: las armaduras y las espadas de los mercenarios con el yelmo de Droxenius en lo alto de la pila. Los cadaveres de los tesalios ya no eran mas que cenizas, incinerados en la pira funeraria que Alejandro habia mandado encender en la costa.

Antigona ofrecio un bol de fruta a Telamon.

– El rey esta de muy buen humor -comento.

– Tiene muchas razones para estarlo -replico Telamon-. Ve su triunfo como una sonrisa de Zeus.

– Tambien esta el hallazgo de Ptolomeo, ?no?

– Ah si -asintio el fisico.

Ptolomeo habia encontrado un toro del blanco mas puro. Habian llevado el animal al ara que daba al mar. El rey habia reunido a sus guardaespaldas. Habian encendido las hogueras, quemado el incienso y hecho las libaciones, pero Alejandro no habia dejado nada al azar. Antes de comenzar el sacrificio, habia ordenado a Aristandro que se escribiera en el antebrazo derecho, que mantuvo convenientemente tapado, una frase de la Iliada: «Los dioses se regocijan contigo».

Habian traido el toro y lo habian degollado. Aristandro habia encontrado que los auspicios no podian ser mas favorables. Habia llorado de alegria mientras se limpiaba la sangre del brazo y mostraba a los sacerdotes, y a todos los que se encontraban a su alrededor, el misterioso mensaje que habia aparecido escrito en su antebrazo.

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