– El asesinato de Filipo fue obra del loco Pausanias, uno de los antiguos amantes de Filipo, violado y atormentado por algunos de los amigos del rey.
– Era el candidato ideal -replico Aristandro con una sonrisa astuta-. Es muy facil convencer a un loco, animar sus deseos de venganza.
– ?O sea que no fue Olimpia?
– No he dicho tal cosa -manifesto Aristandro tajantemente-. Hay tantas teorias sobre el asesinato de Filipo como pelos tiene un oso. Creeme, Telamon -continuo Aristandro quitandose la peluca rubia y arrojandola al suelo-, he buscado a Naihpat por todas partes como un perro que olfatea en una granja. Sospechaba que Naihpat cobraba de los atenienses, pero he comprado Atenas y no he descubierto nada. No, es persa, persa en cuerpo y alma. Su trabajo es evitar que Macedonia cruce el Helesponto. Ese es el motivo por el que enviaron hoy a esos mercenarios, la razon por la que asesinaron a los guias y por eso el pobre Hercules… -concluyo interrumpiendose con la voz quebrada.
– ?Crees que tu enano descubrio algo?
– Quiza. Hercules se desliza como una sombra por el campamento. Estaba muy interesado en tus amigos fisicos -apunto agachando la cabeza y sonriendo-, sobre todo en Perdicles y su relacion con el general Ptolomeo. ?Sabes algo al respecto?
Aristandro le miro imperturbable. Aristandro se inclino hacia el.
– Tienes dudas, ?verdad? ?Sobre los mercenarios, los que hoy intentaron matarnos?
– He estado pensando -respondio Telamon echando una ojeada a la tienda.
Se pregunto que estaria haciendo Casandra. Apenas habia tenido un momento para hablar con ella a su regreso. Habia visto la tienda limpia y ordenada, y Casandra incluso habia dicho que habia encontrado algunas hierbas que podian ser muy utiles.
– ?En que ha estado pensando mi buen fisico?
– En que Naihpat asesino a los guias, y quiza, Apolo no lo quiera, incluso a tu enano Hercules, si es que se acerco demasiado. Pero lo de los mercenarios no lo tengo tan claro.
Aristandro aparto las piernas del divan y se sento. Comenzo a quitarse los collares y brazaletes.
– Estoy intrigado, Telamon.
– Los persas quieren que Alejandro cruce el Heles-ponto y entre en Asia -continuo Telamon-. Es obvio; el propio rey me lo ha dicho. Si Dario quisiera, no tendria mas que silbar para reunir una flota de guerra o, lo que es peor, desembarcar un ejercito en Tracia. Quiere que Alejandro entre en Asia para derrotarlo, capturarlo, deshonrarlo y matarlo. Si Naihpat es su espia, cumplira las ordenes de Dario: confundir a Alejandro, asustarlo, sabotear a su ejercito, pero dejarle seguir.
Aristandro se levanto. Se quito el vestido de mujer y dejo a la vista su cuerpo huesudo, que cubrio rapidamente bajo una tunica verde oscuro con un cordon dorado en la cintura.
– Entiendo lo que dices, Telamon. ?Muy bueno! Esta tarde aquellos malditos dijeron que los habia enviado Memnon, y es probable que sea cierto. Por lo tanto, eso indicaria, y a Alejandro le interesara saberlo, que hay tensiones entre Memnon y sus amos persas. Cuando Dario se entere de lo sucedido, se pondra furioso. Se ampliara la brecha entre Memnon y Dario. Tu conoces a los persas, Telamon: no les gustan los griegos -le advirtio sentandose en el divan y golpeandose los labios con la punta de los dedos-. ?Puedo ser yo quien se lo diga a Alejandro?
– Sera un placer -respondio Telamon-. La conclusion es tuya.
– Memnon tiene fincas no muy lejos de Troya -observo Aristandro chasqueando la lengua, un gesto que habia copiado de Olimpia-. Dire a Alejandro que no se debe causar el menor perjuicio a estas posesiones. Veamos si podemos ampliar mas la division entre el rodio y sus patrones. ?Venid aqui, chiquillos! -grito.
El coro entro en tropel. Aristandro pidio agua y una toalla para lavarse la cara y las manos. Sonrio mientras se lavaba.
– Ah, por cierto, Telamon, no comentes con nadie lo que me has dicho esta noche, y menos con Ptolomeo. Nada le agradaria mas que… -Aristandro se interrumpio al escuchar unas voces fuera de la tienda.
– Me dijeron que te encontraria aqui -dijo una jadeante Casandra, mientras entraba con la cabellera revuelta y los ojos hinchados de sueno.
– ?Que ocurre, muchacha? -pregunto Aristandro.
– ?Critias, el dibujante de mapas, ha sido asesinado en su tienda!
CAPITULO VIII
«Alejandro estaba ansioso por entrar en accion y se oponia a cualquier demora.»
Diodoro Siculo,
El asesino dejo un mensaje -comento Alejandro en voz baja-. La amenaza habitual: «El toro esta preparado para el sacrificio. Todo esta listo, el verdugo espera» -prosiguio, agitando el trozo de pergamino que sostenia entre los dedos.
– ?Donde lo dejaron? -pregunto Telamon.
– A su lado en el suelo.
Telamon se agacho: la sangre que habia manado de la herida en el costado de Critias se habia coagulado en el suelo. El punal estaba clavado casi hasta la empunadura. Oyo un muy leve estallido cuando lo saco de la herida, y lo observo atentamente. Era identico al otro: una hoja de bronce con una empunadura de alambre, con la forma de un ala a cada lado.
– Ya he hecho las averiguaciones pertinentes -manifesto Aristandro-. Estas dagas se venden en muchos tenderetes del mercado. Los celtas los fabrican en sus herrerias y los exportan al sur.
Telamon sopeso la daga: ligera, facil de llevar, con una punta muy aguda y los bordes serrados, se deslizaria limpiamente en la carne de un hombre para arrebatarle la vida. Dejo el arma y se movio a gatas alrededor de la mesa y la silla.
– ?Que haces? -le pregunto Alejandro con un tono de burla-. ?Olfateas el rastro?
– ?Es asi como encontraron el cadaver? -pregunto Telamon levantandose.
– Tal como lo ves -respondio Alejandro-. El centinela comenzo a sospechar. Hacia rato que no escuchaba nada y se pregunto si todo iba bien. Critias, por lo general, salia a dar un paseo o pedia que le trajeran una jarra de vino. Era un hombre al que le gustaba charlar. Cuando el soldado levanto la tela de la entrada esto fue lo que vio: la lampara encendida y a Critias tumbado sobre la mesa. El charco de sangre, que reflejaba la luz, le llamo la atencion.
– Llamalo -le pidio Telamon.
Aristandro hizo pasar al centinela: un rudo mucha-chote macedonio con el pelo negro ensortijado, sin afeitar, y los ojos enrojecidos por el cansancio.
– Ven, sientate a mi lado -le invito Alejandro-. No pasa nada. Trabajas en una granja en las afueras de Pella, ?no?
– No, mi senor, un poco mas al sur.
– Ah si, si.
Alejandro hablo durante unos minutos de las cosechas, la riqueza de la tierra, la dificultad que representaba talar los arboles para disponer de mas tierras de labranza. Luego el rey senalo el cadaver.
– ?Hablabas a menudo con el sobre Macedonia?
– Mi senor, hablabamos de todo. Algunas veces Critias me invitaba a entrar; otras salia el.
Se apagaron dos de las lamparas de aceite. Aristandro fue a buscar otras dos.
– ?Hablasteis esta noche? -pregunto Telamon.
El centinela vacilo.
– Responde a la pregunta -insistio Alejandro con un tono amable.