– Estaba aburrido. La noche se me hacia muy larga. Levante la tela de la entrada. Critias estaba reclinado sobre la mesa. Se habia quedado dormido, con la cabeza apoyada en los brazos.

– ?Asi que se habia quedado dormido?

– Oh si, esto fue entre la primera y la segunda guardia. Era algo que Critias hacia con frecuencia. Echaba una cabezada y despues se despertaba. Cuando comenzo la tercera guardia, volvi a levantar la tela de la entrada. Vi la sangre y di la voz de alarma. Los fisicos no estaban muy lejos. Charlaban como un grupo de cuervos, reunidos alrededor de la hoguera, con una jarra de vino. Uno de ellos fue a despertarte, senor -indico senalando a Telamon-. La mujer pelirroja dijo que estabas en la fiesta.

– De eso puedo dar fe -declaro Alejandro con una sonrisa ladina-. Yo era el unico sobrio.

– ?Alguien abandono la fiesta? -inquirio Telamon.

Alejandro sacudio la cabeza.

– Algunos de ellos ni siquiera podian sostener las copas, y mucho menos empunar una daga. Tienes los ojos somnolientos -observo sujetando al centinela por los hombros-. ?Pudo alguien pasar a tu lado sin que le vieras?

El soldado se hubiera levantado de un salto de no haber sido que Alejandro lo sujetaba con fuerza.

– ?No me mientas, muchacho!

– Nunca te mentiria, mi senor. Lo juro por el alma de mi madre. Me sente, pero con la lanza apoyada en los muslos de forma tal que cruzara la entrada. Nadie puso pasar por alli. Incluso si me hubiese quedado dormido, cosa que no hice, un intruso hubiera tropezado con mi lanza. En cualquier caso, la tela de la entrada estaba atada. Critias la cerraba para protegerse de la brisa nocturna. Cada vez que queria verle, tenia que desatar los nudos.

Alejandro dio una moneda al muchacho, le palmeo en la cabeza como si fuese un perro y lo despidio.

Telamon se levanto y volvio a mirar la silla con mucho interes.

– ?Que es lo que tanto te intriga? -pregunto Aristandro.

– No han movido el cadaver, ?verdad? -intervino Alejandro acercandose a Telamon-. ?Es eso lo que te intriga?

Telamon no respondio a la pregunta. Saco el cadaver de la silla y lo dejo cuidadosamente en el suelo. Luego aparto la silla.

– Mira las marcas. Son profundas y limpias. Critias tuvo que estar sentado aqui durante horas; es aqui donde lo mataron. Lo que me intriga no solo es como entro el asesino, sino que la muerte tuvo que ser instantanea.

– ?Critias estaba dormido? -apunto Alejandro.

Telamon senalo la copa vacia.

– Cuando se bebe mucho vino -murmuro-, el sueno de un hombre es muy profundo. ?Me permites, mi senor?

Alejandro lo miro con desconfianza pero le dejo hacer. Telamon le senalo la silla y le pidio que se sentara.

– Sospecho que el asesino se acerco a Critias, que dormia profundamente, por detras -sugirio Telamon apoyando los dedos en la garganta de Alejandro-. Le corto la garganta y luego le clavo la daga en el costado.

– ?Como es que Critias no grito? -pregunto el custodio de los secretos del rey.

– El asesino sencillamente levanto la cabeza de Critias, le tapo la boca con la mano y le rajo la garganta de oreja a oreja. A continuacion, le bajo la cabeza suavemente, clavo la daga en el costado del cadaver y dejo la nota en el suelo junto a la silla.

– Yo he hecho lo mismo con los centinelas enemigos -manifesto Alejandro-, y ellos estaban despiertos. Critias murio sin darse cuenta de nada.

Telamon volvio a fijarse en la mesa. Estaba cubierta con trozos de pergamino; dibujos a tinta ahora manchados de sangre.

– ?Donde estan los mapas?

Alejandro se acerco a un pequeno cofre de color claro, hecho con madera de cedro del Libano. Abrio el cierre, levanto la tapa y solto una maldicion.

– ?Aqui solo hay cenizas! -exclamo.

– ?Imposible! -grito Aristandro.

– Aqui habia al menos siete mapas -declaro Alejandro-. Critias iba a darmelos en cuanto cruzaramos el Helesponto.

Telamon cogio el cofre. Las cenizas cayeron al suelo como plumas grises.

– Estaban aqui esta noche -afirmo Alejandro-. Vine a ver a Critias. El me los enseno. Conversamos sobre la ruta al sur desde Troya. Me describio en detalle los vados.

El fisico observo atentamente el interior del cofre, que presentaba manchas de ceniza. Sin embargo, no se apreciaba ninguna senal del fuego en la madera.

– ?Que es esto? -susurro Aristandro arrebatando el cofre a Telamon-. Tenemos un cofre que contiene mapas y pergaminos enrollados y atados con un cordon. Su autor es apunalado y los mapas acaban convertidos en cenizas sin que la madera ni siquiera se chamusque -observo agitando el cofre en el aire-. Mi senor, soy un nigromante. Nada de todo esto debe trascender -advirtio bajando la voz todavia mas-. Los hombres hablarian del fuego celestial, de la furia de los dioses. ?Perderiamos todo lo que ganamos con el sacrificio!

– ?Eso es imposible! -exclamo Alejandro agarrando el cofre y pasando la mano por el interior antes de devolverselo a Telamon; la madera estaba en perfecto estado y el monarca, desconcertado, comenzo a pasearse de un extremo al otro de la tienda golpeando con el puno la palma de la otra mano-. ?Telamon, se supone que tienes los ojos de un halcon! ?Aristandro, tu eres el custodio de mis secretos! ?Sin embargo, me atacan en campo abierto, asesinan a mi dibujante de mapas y reducen a cenizas todo su trabajo!

Telamon no hizo caso del enfado del rey y se dedico a inspeccionar atentamente cada uno de los trozos de la tienda. Todas las piezas de cuero estaban tensas y aseguradas en los agujeros. Ni una sola de las tiras se veia floja ni presentaba senales de haber sido manipulada. El fisico salio al exterior. Se habia reunido una enorme multitud. Vio a Ptolomeo, que parecia notablemente sobrio. Antigona, abrigada con una capa, conversaba con un muy asustado Perdicles. Telamon no respondio a sus preguntas. Camino alrededor de la tienda sin apreciar ningun detalle fuera de lo normal. No parecia que nadie hubiese tocado los vientos y las estacas a las que estaban atados. Empujo las piezas de cuero; estaban tan tirantes que no se hubieran podido levantar para deslizarse por debajo. Volvio al interior de la tienda. Alejandro seguia fascinado con el cofre. Aristandro permanecia mudo; su expresion lugubre era un claro testimonio de que habia recibido una severa reprimenda de su amo. Telamon volvio a inspeccionar la escena del crimen: el cadaver que el mismo habia dejado en el suelo, alumbrado por la luz de las lamparas; el charco de sangre en la mesa; la daga celta con alas en la empunadura; el monton de cenizas, y el trozo de pergamino arrugado con la nota del asesino.

– ?Que es todo ese jaleo? -pregunto Alejandro.

Levantaron la tela de la entrada de la tienda y entro Ptolomeo acompanado por Antigona y Perdicles.

– ?Que pasa?

Ptolomeo echo una ojeada, sin pasar por alto ningun detalle.

– Otro cadaver, ?eh?

La expresion de Alejandro borro la sonrisa burlona del rostro del general. Antigona se arrodillo junto al cadaver de Critias. Le sujeto el rostro suavemente con las manos y murmuro una plegaria.

– No preguntes nada, porque no lo se -manifesto Alejandro-. ?No tengo ninguna explicacion para lo que ha ocurrido aqui!

Antigona miro el monton de cenizas en el suelo, con una expresion preocupada.

– Mi senor -dijo-, la muerte de Critias es un reves muy severo.

– Es algo que se debe mantener en secreto -ordeno Alejandro-. Eso tambien vale para ti, Perdicles. En cualquier caso, ?que quereis? ?Por que estais aqui?

– Cleon se ha ido.

– ?Que?

Telamon se acerco.

– ?Cleon? -pregunto recordando su rostro regordete y bondadoso y sus ensortijados cabellos rubios.

– Se ha llevado todo el equipaje con el -confeso Perdicles-. Los medicamentos y los manuscritos. ?Todo ha desaparecido!

– ?Desde cuando? -pregunto Alejandro.

– Marcho a primera hora de la tarde. Lo vieron cerca de los corrales -preciso Perdicles encogiendose de

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