hombro.
– Estoy hambrienta, Telamon. Tengo tanta hambre que seria capaz de comerme a uno de esos pajes.
El centinela regreso al cabo de unos minutos con dos boles de gachas con leche y miel. Saco de debajo de la capa dos panecillos y un trozo de queso envuelto en un trapo que no destacaba por la limpieza.
– Se lo robe a uno de los cocineros reales -explico-. Es lo mejor que he podido encontrar.
Grito a los pajes que se marcharan a jugar a otra parte y, cuando no le hicieron el menor caso, Telamon les ordeno que fueran a buscarle una jarra de cerveza. Por fin uno de ellos asintio con una expresion insolente. Trajo la jarra y la dejo a los pies de Telamon. Sonaron otros toques de llamada. Los pajes se marcharon rapidamente. Telamon y Casandra recogieron la comida y la bebida y volvieron al interior de la tienda, donde el fisico le informo rapida y brevemente de los asesinatos mientras desayunaban. La pelirroja no se perdio detalle.
– Siempre hay sangre -considero encogiendose de hombros-. Alli donde va Alejandro, aparecen los asesinatos y las muertes violentas. Sin embargo, la solucion en este caso es extraordinariamente sencilla. El asesino quiere asustar a nuestro gran conquistador y privar de ojos a su ejercito cuando desembarque al otro lado del Helesponto. Tendrias que dar gracias a los dioses: tuviste mucha suerte de escaparte con vida.
– Creo que habia visto antes a Droxenius -comento Telamon-. Estaba de guardia a la entrada de la jaula de los esclavos cuando te conoci -le describio al mercenario, y la muchacha asintio.
– ?Pobre desgraciado! -exclamo pasando el dedo por el bol para coger el ultimo bocado-. Probablemente buscaba a algun superviviente de su familia: tenia una cicatriz que le cruzaba el rostro. No acabe de decidir si su aspecto era fiero o triste. En cualquier caso, esta muerto -manifesto Casandra exhalando un suspiro-. Como todos nosotros dentro de muy poco.
Telamon le ofrecio la jarra de cerveza. La muchacha bebio con fruicion.
– Tienes una mirada de aguila y el seso despierto.
– ?Como crees que asesinaron a estas personas? -le pregunto el fisico.
Casandra hizo una mueca.
– Quizas el primer guia solo habia salido a tomar un poco el aire junto al acantilado. El segundo estaba borracho.
– ?Que me dices de Hercules?
– ?El enano de Aristandro? Escuche hablar de el; reptaba como una serpiente de tienda en tienda. Quiza vio algo que no debia. Es muy sencillo ocultar un cadaver en el mar, el bosque o en los pantanos de los alrededores. El asesinato de Critias es otra historia, un autentico misterio -observo frunciendo el entrecejo-. Un hombre sentado en su silla, con un centinela en la unica entrada, aparece degollado, con una daga entre las costillas y sus mapas quemados, aunque el cofre que los contenia ni siquiera esta chamuscado. No es de extranar que el macedonio este furioso. Los soldados son peores que los marineros cuando se trata de supersticiones. Nunca he atendido a ninguno que no llevara algun tipo de amuleto -observo justo antes de levantar la cabeza al escuchar un largo y estridente toque de corneta-. Pero estos asuntos no nos conciernen, amo, ?o debo decir, Telamon? -pregunto sonriendo-. Alejandro esta rodeado de traidores. Apostaria una daraica de oro contra una jarra de vino que los persas tienen mas espias en este campamento que yo pelos en la cabeza. Al parecer, tu colega, Cleon, era uno de ellos -advirtio mientras se levantaba para ir hasta la entrada de la tienda-. ?Alguna vez has combatido, Telamon?
– Nunca he estado en una batalla.
– Solo he visto una batalla -comento Casandra-. Cuando Alejandro ataco Tebas. La Banda Sagrada ofrecio la ultima resistencia delante de la puerta de Electra. Desobedeci la orden del sacerdote y me subi a lo alto del muro. Nunca habia visto nada tan espantoso. Fila tras fila de hombres armados y aquellas terribles picas…
– Sarisas -le corrigio Telamon-. Tienen por lo menos treinta palmos de largo.
Casandra se acerco al fisico y se arrodillo a su lado.
– ?Que tiene de especial el ejercito de Alejandro? ?Que les convierte en victoriosos?
Telamon busco el escudo que le habia dado el armero: una rodela de bronce con un forro de cuero y correas. En la brillante superficie, aparecia un toro que embestia.
– ?Muy impresionante! -bromeo Casandra.
– El ejercito griego -explico Telamon, mientras pasaba un brazo por las correas del escudo- siempre combate con el escudo en el brazo izquierdo y la lanza en la mano derecha -preciso tocandose el pecho-. Por lo comun, llevan una coraza que les protege el pecho y la espalda, una faldilla de cuero que les resguarda las ingles y botas forradas con un cuero muy suave, sujetadas con correas en la planta y el talon. Los soldados de caballeria tambien las usan o calzan sandalias de suela gruesa. Algunas veces, los infantes combaten descalzos. Llevan sujeta una espada debajo del brazo izquierdo, y habitualmente una daga a la derecha. Se cubren las cabeza con el yelmo hoplita, que es muy abultado, con anchos protectores para la nariz y las orejas y penachos trenzados con crines de caballo. Sin embargo, estos yelmos se estan quedando anticuados.
– Ahora llevan otros diferentes.
– Si, el casco boecio, que se parece mas a un casquete de cuero o bronce, abierto por delante con unas barras para proteger las mejillas y una solapa que les cubre la nuca.
– Tambien he visto algunos con una cresta de gallo. Creo que son los cascos frigios, ?no? Pero lo que quiero saber es que hace que el ejercito de Alejandro sea tan diferente.
– En el pasado, los hoplitas avanzaban -continuo Telamon-. Los ejercitos rivales chocaban y comenzaban los forcejeos y el combate mano a mano. Ahora bien, Casandra, si tu llevaras este escudo, ?hacia que lado te moverias?
– Hacia la derecha.
– ?Por que?
– Porque tengo el lado izquierdo protegido por el escudo. Por lo tanto, naturalmente buscaria la proteccion del escudo que lleva mi companero de la derecha.
– ?Muy bien! -exclamo Telamon quitandose el escudo-. Filipo de Macedonia y Alejandro cambiaron toda esta tactica con tres componentes basicos: la sorpresa, el desconcierto y la sarisa. Filipo solia darnos largas lecciones cuando venia a los huertos de Mieza. «?De que sirve llevar un yelmo tan pesado?», preguntaba a voz en cuello. «Si no puedes ver ni oir nada, no podemos decir que sea de mucha utilidad.» Lo mismo es valido para los escudos y las corazas enfrentadas a una lanza larga, que fue el arma que introdujo Filipo -observo poniendose de pie e indicando a Casandra que se levantara-. Ahora, tu eres un soldado macedonio. Llevas un escudo pequeno sujeto a tu muneca izquierda, pero tambien llevas una lanza de treinta palmos de largo, hecha de madera muy dura y con un extremo muy pesado. ?Cuantas manos vas a necesitar para llevarla?
– ?Dos! De acuerdo, comprendo que asi las lleve la primera fila. Pero, ?donde apoyo una lanza tan larga si estoy en la segunda fila?
– En el hombro del companero que tienes delante.
– Ah, comienzo a verlo. ?Si miles de hombres marchan con las lanzas a media altura…?
– Eso es -asintio Telamon-. Atacas al enemigo mucho antes de que se te acerque. Es como caminar directamente contra un enorme puerco espin o erizo. ?De que te sirve tu lanza corta? ?El escudo de bronce y el yelmo? -mientras preguntaba, Telamon recordaba su propia excitacion cuando Cleito los ejercitaba-. ?Te imaginas, Casandra, a miles de sarisas que vienen directamente hacia ti, empunadas por hombres entrenados que van acercandose a paso ligero? ?Tu que harias?
– Daria media vuelta y echaria a correr.
– Eso es lo que hacen los enemigos de los macedonios. Sin embargo, esto no es todo. Filipo comprendio el valor de la caballeria. Empleo a la caballeria para atacar al enemigo en coordinacion con la infanteria. De esta manera, provocaba la confusion y creaba una abertura para sus falanges.
– ?Que tiene todo esto que ver con moverse hacia la derecha? -quiso saber la pelirroja inclinando la cabeza hacia un lado-. Sabes, Telamon, es la primera vez que te veo excitado.
Telamon sacudio la cabeza.
– No, no lo estoy. Solo admiro la terrible belleza, el terror, la valentia, el arrojo y la pasion del guerrero. Ven, te ensenare lo que es moverse a la derecha.
Cogieron los mantos y salieron de la tienda. El polvo comenzaba a posarse. El sol estaba alto y la fresca brisa matinal casi habia desaparecido. Pidieron a un guardia que los orientara y atravesaron el campamento casi desierto. Las unicas personas que quedaban eran los alguaciles, los esclavos, los sirvientes, los soldados enfermos o heridos