debajo. La coraza le iba que ni pintada. El rey levanto el escudo y la pulida superficie reflejo la luz que entraba por los ventanucos como una moneda de plata. El rostro de Alejandro se veia arrebolado, los ojos brillantes, como si ya se viera a si mismo convertido en el nuevo Aquiles. Abstraido en sus suenos, dio las gracias a la sacerdotisa y prometio dedicar sus propias armas a Atenea. Tambien prometio edificar un nuevo templo y reconstruir Troya con todo su esplendor.

Seleuco disimulo la risa mientras Ptolomeo ponia los ojos en blanco. Antigona se retiro discretamente y Alejandro asumio el papel de rey sacerdote. Trajeron su antigua armadura y la colocaron a los pies de la estatua. Quemaron mas incienso y luego, vestido con la nueva armadura, Alejandro abandono el templo.

Insistio en visitar todos los santuarios de Troya. Se improviso un altar en la plaza del mercado. Alejandro hizo un sacrificio a Zeus, dios de los cielos y los fenomenos celestes. Ofrendas similares se hicieron a Apolo, Atenea y Hercules. Visito el lugar donde el hijo de Aquiles degollo a Priamo y realizo nuevas expiaciones. Se habia olvidado del todo de las tropas que le acompanaban. Hefestion hablo con Ptolomeo en un aparte y se envio al general Socrates para que se ocupara de instalar el campamento. Guiada por Alejandro, la comitiva real dedico la tarde a recorrer todos los sitios sagrados de la ciudad. Los mercaderes, los tenderos y los que decian ser guias se vieron arrastrados por el fervor de Alejandro. El entusiasmo crecio ante su esplendida generosidad. Todos los cuentistas, juglares y tramposos de la pequena ciudad acudieron como moscas a un trozo de carne cruda, cada uno ansioso por decir lo suyo.

– Mi senor, esta es la puerta por la que Hector condujo su carro.

– Mi senor rey, este es el lugar donde murio Hector.

– En este mismo lugar, mi senor, Ayax violo a Casandra y se suicido.

Alejandro se lo tragaba todo como si fuese el mas dulce de los vinos. Sin embargo, un emprendedor tendero fue demasiado lejos. Sin parar mientes, ofrecio a Alejandro una lira destartalada con las cuerdas rotas.

– Mi senor, este es el instrumento que Paris toco para la bella Helena. Recuerda -anadio el tendero- que Paris tambien se llamaba Alejandro.

El rey lo miro furioso y lo aparto sin contemplaciones.

Telamon tenia la boca seca y le dolian las piernas. Se harto de tener que recordar estrofas de la Iliada. Intento escabullirse, pero Alejandro lo cogio por un brazo y lo arrastro con el como si sospechara secretamente que Ptolomeo y los demas se estuvieran burlando de el.

Con el fisico a un lado y Hefestion al otro, Alejandro no se detuvo ni una sola vez a comer o beber. Parecia inmune al sol ardiente, al polvo, a las nubes de moscas o a la necesidad de descansar. Recitaba continuamente los versos de la Iliada. Su unica concesion al agotamiento fisico fue quitarse la armadura de Aquiles. Cargo con el escudo mientras las demas piezas se repartian entre los acompanantes, incluido Telamon. Dieron vueltas y mas vueltas a la colina de Troya. Por fin llegaron al campo cubierto de treboles que se extendia hasta el promontorio que daba al mar por el oeste. Aqui Alejandro hizo una pausa y, a insistencia de Ptolomeo, se sirvio vino aguado en copas desportilladas.

Telamon se limpio el polvo de la garganta y la boca y miro a su alrededor. Solo quedaba un punado de los companeros del rey y los guardaespaldas reales, que los escoltaban fuertemente armados a una distancia prudencial. El fisico sonrio disimuladamente al comprobar que Aristandro se habia largado. Alejandro se enjugo el sudor que le banaba el rostro.

– Creia que habia mas -murmuro mientras observaba a Telamon con sus extranos ojos un tanto saltones- Siempre he sonado con este lugar. Durante la infancia, sonaba todas las noches que algun dia marcharia cubierto de gloria por las calles de Troya. Ahora, sin embargo, estoy cansado -confeso tras dar un suspiro.

Ptolomeo dio gracias por lo bajo.

Alejandro entrego su copa a Telamon. Se despojo de la capa y la tunica, las sandalias y el taparrabos, y se quedo desnudo ante ellos. Tenia el cuerpo banado en sudor y cubierto de polvo, pero no parecia avergonzado.

– ?Traedme aceite! ?Una guirnalda de flores! -ordeno.

Uno de los guardias corrio a buscar lo pedido. Alejandro realizo unos ejercicios de calentamiento como si fuese un atleta. Nadie se atrevio a preguntarle el motivo. Ptolomeo miro fijamente a Telamon.

– Voy a correr -anuncio Alejandro-. ?No recordais los versos de la Iliada, aquellos donde se cuenta como Aquiles y Patroclo fueron desnudos a cazar lobos?

Senalo dos imponentes monticulos separados por una corta distancia entre ellos que destacaban en el promontorio.

– Las tumbas de Aquiles y Patroclo -manifesto Alejandro-. Hefestion, ?me acompanaras?

– Iremos todos -contesto Ptolomeo-. Vas a correr, ?no?

– Si, como un tributo a mi antepasado -asintio Alejandro-. Como hicieron los heroes en los tiempos de Hornero.

Cogio la botella de aceite de manos del guardia que habia dejado la guirnalda de flores en el suelo. Los demas se quitaron las prendas como los atletas que se preparan para una prueba: Ptolomeo, bajo, fornido y nervudo; Hefestion, moreno y musculoso; Seleuco, delgado y fuerte.

– ?Sera como en Mieza! -declaro Alejandro-. Correremos como soliamos hacer al alba. Demos gracias de que Cleito no este aqui. Nos haria correr hasta la extenuacion.

– Creia que estaban enterrados juntos -senalo Telamon.

En el rostro de Alejandro aparecio una expresion de enfado.

– ?Quienes?

– Aquiles y Patroclo. ?No recuerdas el ultimo canto de la Iliada. «Por lo tanto, que un unico recipiente, la dorada urna de dos asas, la que me dio tu madre, contenga nuestras cenizas» -recito Telamon con los ojos cerrados-. ?No son tales las palabras de Aquiles? ?Que dice la Odisea, cuando el errante visita a Agamenon en el Hades? ?No le describe Agamenon como Aquiles y Patroclo fueron enterrados juntos? Por consiguiente, ?por que hay dos tumulos funerarios?

Alejandro cogio la muneca de Telamon y le dio un pellizco en la piel.

– Quizas esten juntos y el otro tumulo se haya levantado como un homenaje. En cualquier caso -determino Alejandro mirando de soslayo a sus companeros-, correremos y yo sere el vencedor.

Telamon y el resto de la comitiva contemplaron divertidos como Alejandro, veloz como una liebre, corria entre la hierba alta, aplastando a su paso las brillantes amapolas. Ptolomeo y los demas le seguian, entre risas y gritos; agitaban los brazos y sus cabellos al viento. Hacian ver que corrian con todas sus fuerzas, pero se cuidaron mucho de adelantar al rey. Los corredores se perdieron en la distancia. Llegaron a los monticulos y corrieron a su alrededor tres veces. Telamon vio a Alejandro subir a cada monticulo para derramar el aceite y dejar las flores. Luego emprendieron la carrera de regreso. Los guardaespaldas vitorearon a su rey.

El fisico decidio que ya habia tenido mas que suficiente y volvio a la ciudad. Cuando llego a la plaza del mercado, se entretuvo curioseando por los tenderetes. Los furrieles habian comprado todos los alimentos. Telamon se detuvo delante de un tenderete donde el propietario, un tuerto, gritaba los precios de sus productos a voz en cuello. Telamon observo las jarras, las copas y las cajas que estaban a la venta.

– Todo esta fabricado por los artesanos locales -le informo el tuerto-. ?Eres un soldado, senor? No, no puedes ser…

– Soy fisico. Siempre busco cajas para llevar los instrumentos, los frascos, las hierbas… -aclaro cogiendo una caja.

– Solo vale unos pocos obolos, senor; menos de una dracma -dijo el tendero.

Telamon observo la caja con mucha atencion.

– ?Esta caja esta hecha por un artesano local?

– Me gustaria responder que no, senor, pero veo que no se te puede enganar. Si, las hace un carpintero que tiene su casa en los aledanos. El me las vende a mi, y yo te las vendo a ti.

Telamon le pago. Con la caja bajo el brazo, se dirigio hacia el templo. No vio a Antigona. El viejo que cuidaba la entrada dormitaba con la boca abierta y se desperto cuando el visitante se le acerco. Le dijo a Telamon que la casa de la sacerdotisa se encontraba en el pequeno jardin de detras del edificio. El portero con ojos somnolientos se puso de pie. ?El senor queria que lo acompanara?

El fisico le dio las gracias y le respondio que no era necesario. Durante unos minutos, paseo por el interior del templo, que no se diferenciaba en nada de muchos otros que habia visitado. El aire aun olia al incienso que habia quemado Alejandro. Habian retirado la armadura del rey y las bolsas embreadas. Se detuvo al pie de la estatua y echo una ojeada a su alrededor. Le resultaba dificil imaginarse a una mujer tan bella y digna como Antigona en un

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату