enfrentarse con nosotros en combate. Confia en que nos retiremos. Cuenta con los traidores en nuestras ciudades para que le abran las puertas -observo Arsites antes de hacer una pausa que dejo oir los conmovedores gemidos de Diocles-. ?No continuare hablando hasta que no se lleven a este traidor de aqui y le den su merecido! -exclamo el persa levantandose agilmente.

Diocles se hubiera arrastrado por el suelo, pero Arsites dio una palmada. Los guardaespaldas que estaban junto a la puerta se acercaron. Pasaron junto al divan de Cleon y levantaron sin mas al criado mudo, que no dejaba de debatirse. Memnon no podia hacer otra cosa que presenciar la terrible escena con una expresion de la mas absoluta incredulidad. Diocles llevaba por lo menos diez anos a su servicio; habia sido su hombre de confianza en la paz y en la guerra. ?Podia dar fe a lo que decia la carta que tenia en la mano? Sacudio la cabeza.

– No es una falsificacion -admitio mirando con furia a Cleon-. ?Podria haber sido dejada en la tienda con toda intencion?

El fisico lo nego con vehemencia.

– El espia Naihpat las dejo en mi tienda -respondio dejando ir un suspiro-. Eso significa, mi senor, que tambien sabia que yo cobraba del oro de los persas. ?Quiza me estaba dando un aviso? Despues de todo, uno de mis colegas ya habia sido ejecutado, probablemente traicionado por tu sirviente. Aristandro me vigilaba, y a los demas tambien. Si encontraban estas cartas en mi poder, me hubiese resultado muy dificil dar cualquier explicacion. Asi que decidi marcharme lo mas rapido posible.

– ?Nadie intento impedir que te marcharas?

– Tal como dije, en el campamento reinaba el caos despues del ataque a Alejandro. Me resulto relativamente sencillo. Ensille mi caballo y dije que tenia unos asuntos que atender en Sestos. En cambio, segui el camino de la costa y contrate a un pescador para que me cruzara a este lado. Y aqui estoy -manifesto separando las manos.

Diocles intento abalanzarse sobre el fisico.

– ?Sacadlo de aqui! -ordeno Arsites.

Diocles se resistio con denuedo; una de las pequenas mesas salio volando cuando la alcanzo con un puntapie. Uno de los guardaespaldas le golpeo en la cabeza con el plano de la espada y lo dejo inconsciente; la sangre que manaba de la herida corrio por el suelo de marmol. Las aves espantadas por los gritos se estrellaban contra los barrotes de las jaulas. Arsites grito una orden y se llevaron a Diocles a rastras. Memnon seguia sin aceptar que la acusacion pudiera ser verdad.

– Es demasiado sencillo -protesto-. ?Un punado de cartas dejadas sin mas en una tienda! Cleon las encuentra e inmediatamente decide escapar.

Arsites volvio a sentarse en su divan.

– Mi senor, te olvidas de un detalle importante. Nuestro querido fisico Cleon ha sido durante muchos meses un visitante asiduo de nuestra corte. Esta a nuestro servicio, y ha trabajado con muchos riesgos, como lo hizo Leontes hasta que lo traicionaron. Si lo capturaran, Cleon ya estaria crucificado. En cualquier caso, ?por que iba a mentirnos?

– Quizas el propio Alejandro dejara las cartas en la tienda.

– ?Por que razon iba el macedonio a mencionar que viajaria a Troya directamente? ?Por que lo hizo? Sin duda sabia que la carta habia desaparecido.

– Porque Alejandro es Alejandro -farfullo Cleon-. Es algo que le obsesiona. Ahora bien, incluso si lo hubieses sabido, general Memnon, que solo hablas de una retirada, ?hubieses ido a su encuentro?

– Te olvidas de las otras cartas -anadio Arsites, que palmeo el cofre-. Sabemos a cuantos hombres ha comprado Alejandro. Los suministros que necesita. La ruta que seguira, y lo que es mas importante, su estrategia. Le han recibido en Troya. No se puede permitir que las otras ciudades le cierren las puertas. Mira, mi senor, Diocles ya esta muerto: su ejecucion ha sido inmediata.

Memnon cerro los ojos.

– Una muerte rapida -le aseguro Arsites-. Su cabeza ya se ha separado de su cuerpo. Acepto nuestro oro, partio el pan y comio nuestra sal. Nuestra confianza en ti, sin embargo, es inalterable. Estas mismas cartas hablan de ti de la forma mas dura. Alejandro de Macedonia teme a Memnon de Rodas. Por lo tanto, le demostraremos que su miedo es acertado -proclamo el satrapa levantando las manos-. Hemos enviado nuestras ordenes. Los ejercitos se reunen. Nos enfrentaremos a los macedonios en el campo de batalla.

El rodio solo le escuchaba a medias.

– General Memnon, te recomiendo que salgas unos minutos -anadio Arsites-. Recupera la calma. Supera el dolor. Luego vuelve y entre todos planearemos la venganza de la que toda Grecia sera testigo.

* * *

Un grito que helaba la sangre espanto a los pastores a primera hora de la manana. Un prolongado grito de terror que rompio el silencio de la noche y los hizo acurrucarse alrededor de la hoguera mientras los perros aullaban al cielo estrellado. El jefe de los pastores propuso que fueran a averiguar lo que habia pasado, pero los demas se mostraron mas cautos. Las llanuras barridas por el viento que rodeaban Troya estaban pobladas de fantasmas y la llegada de los macedonios habia revivido antiguas memorias. Los pastores mantuvieron a los perros a su lado y vigilaron el cielo atentos a las primeras senales de la aurora. Se preguntaron cual podia ser el origen de aquel horror. El ejercito macedonio llevaba cinco dias acampado a las puertas de Troya y nuevas tropas llegaban cada dia. Para los pastores, era como ver un mar de hombres, manadas de caballos, una interminable caravana de carros cargados con armas y maquinas de guerra; enormes catapultas, gigantescos mandrones, pesados arietes… Habian visto de lejos al rey macedonio. Habian escuchado rumores, la charla de buhonero o de un calderero que hablaba de un ejercito todavia mayor, un autentico mar de soldados de caballeria que avanzaba hacia el oeste para atrapar al macedonio, para plantearle batalla y destruirlo.

Los pastores, que hablaban en el dialecto de la region, discutieron sobre quien podia ser la victima. Despues de todo, el campamento macedonio estaba rodeado por un anillo de acero y las patrullas de caballeria recorrian los campos a todas horas. ?Seria algun espia o explorador persa? ?Podia ser que alguno de los jinetes se hubiera encontrado por casualidad con alguna muchacha campesina o con algun viajero que llevaba en la bolsa mas monedas de lo que era prudente en estos tiempos? ?No podia tratarse de algo mas siniestro? ?Un sacrificio a los dioses? El rey macedonio parecia muy aficionado a los sacrificios: levantaba altares aqui y alla vestido con la armadura sagrada que habia cogido del templo. Los mas ancianos hablaban de como, cuando Jerjes, el gran rey persa, habia cruzado el Helesponto, habia mandado sacrificar un millar de toros. ?El macedonio haria lo mismo? ?Quiza creia que la sangre humana era mas del agrado de los dioses?

– El macedonio no ha podido salirse con la suya -declaro el jefe de los pastores-. Ha enviado a sus emisarios a las ciudades, pero todas se han negado a abrirle las puertas. Los jefes de Lampasco -anadio refiriendose a una ciudad vecina- cerraron las puertas y despacharon a sus enviados con viento fresco.

– ?Emprendera la marcha o se quedara en Troya? -pregunto uno.

– Dicen que esta a punto de marchar -afirmo el lider con un tono seguro-; cuando lo haga, nos llevaremos los rebanos. Estaran escasos de carne y nuestros corderos primaverales podrian desaparecer como la nieve con el sol.

– ?Pasan hambre? -quiso saber un pastorcillo.

Solia entretener a sus companeros con las melodias de su flauta, pero aquel grito lo habia silenciado todo.

– Van escasos de comida -confirmo el jefe de los pastores-. Han comprado todas las vituallas. En el mercado no queda nada.

– ? Como es que todavia no se han llevado nuestras ovejas? -intervino otro que tenia las manos muy cerca del fuego.

– El macedonio ha dado ordenes estrictas: aquellos que se dediquen al pillaje seran severamente castigados. Segun el somos sus subditos y nuestra propiedad es sagrada -manifesto el jefe al tiempo que se reia sonoramente-. Pero no os enganeis -anadio muy seguro de si mismo-, en cuanto tengan hambre de verdad, nos daran un garrotazo en la cabeza y adios a nuestras ovejas.

– ?Que podemos hacer para impedirlo? -pregunto el pastorcillo.

– Escaparemos al bosque -respondio el jefe-. Nos llevaremos los rebanos, a los ninos… todo lo que podamos. Enterraremos todo lo que no nos podamos llevar y esperaremos a que se marche toda esta banda de saqueadores.

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ОБРАНЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату