Uno de los pastores miro por encima del hombro en direccion al camino, blanco a la luz de la luna, que llevaba al sur. Los pastores acampaban aqui todas las noches. Era mas seguro. Los lobos y otros animales salvajes nunca se acercaban alli donde el olor de los humanos era fuerte.

– ?Sabe el donde va? ?La sacerdotisa no le llevo unos guias? Dicen que han asesinado a algunos de ellos.

– No creo que los necesite -aseguro el jefe levantando las manos-. ?Habeis visto a los jinetes?

Los pastores se arrebujaron en sus pellejas y asintieron. Los exploradores macedonios recorrian incansablemente senderos y caminos montados en sus veloces caballos. Algunas veces se detenian para interrogar a los pastores y, cuando lo hacian, utilizaban el dialecto local. Las preguntas siempre eran las mismas: ?habian escuchado rumores?; ?habian visto a los persas?… Incluso habian cabalgado hacia el este, hasta el rio Granico, y se habian llevado con ellos a dos pastores para que les indicaran los vados y tambien el nivel maximo que alcanzaban las aguas. No satisfechos con aquello, habian vadeado el Granico para explorar las zonas boscosas del otro lado.

– Creo que deberiamos ir a ver quien es -dijo uno de los pastores, que pasaba por ser el mas valiente, cogiendo un tizon.

Aquel hombre se alejo de la hoguera con paso decidido, pero luego se dejo atrapar por las fantasias: el rumor del follaje sacudido por la brisa nocturna, el chillido de un animal, la llamada de algun pajaro nocturno…; y le fallo el coraje.

– Me parece que lo mejor sera esperar a que amanezca -murmuro mientras volvia a sentarse junto al fuego.

En el horizonte aparecieron las primeras pinceladas de color como anuncio de la salida del sol. Los pastores apagaron la hoguera y, armados con garrotes y cayados, echaron a andar por el camino. En ladera de la colina a su derecha, abundaban las cuevas y senderos, pero los pastores no les prestaron atencion, porque el grito habia venido del camino. Habian caminado casi un estadio cuando el lider, que tenia una vision muy aguda, distinguio una mota de color. Apresuraron el paso. El cadaver estaba tendido a la vera del camino; la tunica marron, los cabellos y la barba negra estaban cubiertos de un fino polvo blanco. Una mirada a la expresion de terror en el rostro de la victima les hizo comprender que habia tenido una muerte horrible. Observaron con curiosidad la herida en el costado, la extrana daga con la empunadura alada y el trozo de pergamino metido entre los dedos agarrotados. Cogieron el pergamino y lo desenrollaron. Ninguno de ellos sabia leer. Miraron hacia la ladera. ?El hombre habia venido desde alli?

?Habia estado oculto en alguna de las cuevas? ?Era posible que hubiese venido del campamento? No llevaba armadura, la tunica aparecia llena de remiendos y las sandalias eran de mala calidad.

– ?Le conozco! -exclamo el jefe de los pastores chasqueando los dedos-. Es de un pueblo que esta al sur. Es uno de los guias contratados por la sacerdotisa para el ejercito macedonio.

– ?Que dice el pergamino? -pregunto uno de sus companeros-. ?Es una maldicion?

El lider cogio la nota y la observo con mucha atencion. Solo fue capaz de identificar algunas letras sueltas; no sabia mas. Se sobresaltaron cuando uno de los perros comenzo a aullar. Se quedaron inmoviles al escuchar despues el tronar de los cascos. Se levantaron de un salto, pero ya era demasiado tarde para escapar. Los jinetes que aparecieron por un recodo del camino que quedaba oculto por un bosquecillo eran exploradores macedonios. Avanzaban a todo galope, con las afiladas lanzas en ristre; los rayos del sol hacian fulgurar los brunidos escudos. Las pastores formaron un grupo muy apretado. Los exploradores los rodearon. Uno de los pastores, aterrorizado, intento escapar, pero uno de los jinetes le hizo retroceder con un golpe de la lanza. Los pastores se sentaron junto al cadaver. El circulo de jinetes se estrecho, con las lanzas preparadas. «Soldados jovenes -se dijo el jefe de los pastores, mientras miraba los rostros hoscos-, ansiosos por tener una excusa que les permita matarnos.»

– ?Que pasa aqui?

El jefe del escuadron desmonto de un salto de su caballo negro cubierto de la cruz a la grupa con una piel de pantera. El hombre se quito el yelmo de bronce y se enjugo el sudor de la frente con el antebrazo.

– ?Habeis intentado robarle y se resistio? -pregunto arrodillandose junto al cadaver-. ?Sabeis cual es la sentencia por asesinato?

El lider de los pastores comprendio que el soldado le estaba provocando.

– No sabemos quien es -manifesto uno de los pastores con un tono desafiante-. Escuchamos un alarido en mitad de la noche. Nos acercamos para averiguar lo que habia pasado en cuanto amanecio. Esto es lo que nos encontramos.

– ?No sabeis quien es?

– Si que lo sabemos -replico el lider de los pastores, que a estas alturas ya habia recuperado el coraje-. Creemos que uno de los guias de tu ejercito.

El jefe del escuadron ya no estaba interesado en sus explicaciones. Saco la daga de la herida y, sin preocuparse de la sangre que mano, la observo detenidamente. El lider de los pastores le ofrecio el pergamino. El oficial leyo la nota con cierta dificultad. Cambio de expresion en un abrir y cerrar de ojos, trago saliva y se levanto de un salto.

– Es del campamento -declaro-. ?Traed el cadaver! -ordeno a los pastores.

Cogio las riendas de su caballo y monto de un salto. Algunos de sus hombres se quedaron para escoltar a los pastores y a su macabra carga, y los demas siguieron a su jefe, que ya se alejaba a todo galope en direccion al campamento.

* * *

Telamon se encontraba con el rey cuando llego el mensajero. Alejandro estaba de muy buen humor. Bromeaba con el barbero que intentaba afeitarlo y compartia las bromas con el fisico, que habia solicitado la audiencia. Cuando Ptolomeo entro con el comandante del escuadron y le enseno la daga manchada de sangre y el trozo de pergamino, Alejandro cogio una toalla, se limpio la cara y despacho al barbero. Arrojo la daga al suelo, echo una ojeada a la nota y luego se la entrego a Telamon.

– ?La misma de las otras veces?

– Por supuesto -respondio el fisico-. El mismo mensaje, como una cantinela demoniaca: «El toro esta preparado para el sacrificio, el verdugo listo; todo esta preparado».

– ?Que me dices de las otras citas? ?Las reconoces?

– Tiene la misma fuente que las anteriores -afirmo Telamon-. Las bacantes de Euripides.

– ?Leelas en voz alta!

Telamon miro al rey por un segundo. Le parecio ver una expresion cinica y divertida en los ojos del monarca. «?Estas disimulando? -se pregunto el fisico-. ?Sabes algo de esto que no nos quieres decir?» Miro las frases. Habia dedicado los ultimos dias a repasar todas las pruebas que habia conseguido reunir; sin embargo, cuanto mas reflexionaba, mas eran las dudas que le asaltaban.

– ?Lee los versos, Telamon!

– «Cuando te des cuenta de los horrores que has cometido, sufriras terriblemente.» Este es el primero - aseguro a Alejandro mirandolo-. El segundo dice: «Contra lo inexpugnable te lanzas con obsesionada furia».

– ?Que dice el tercero? -pregunto Alejandro secandose.

– «Te tenemos en nuestra red. Puede que seas veloz, pero ahora no podras escapar de nosotros.»

– ?Sabes cual es mi respuesta, Telamon? -pregunto Alejandro secandose una vez mas el rostro con el pano que tenia en la mano-. Si tuviese que contestar estos mensajes, lo haria con una cita tomada del canto siete de la Iliada: «Volveremos a luchar, hasta que los dioses escojan entre nosotros y concedan la victoria a uno u otro».

– ?Quien es el otro? -pregunto Telamon-. Alejandro, ?quien es el otro? ?Quien es Naihpat?

El rey hizo un gesto a Aristandro, que rondaba por el extremo mas alejado del pabellon, para que se marchara.

– ?Corre la tela de la entrada cuando salgas!

El nigromante se marcho con una expresion airada en el rostro.

– Han asesinado a otro de los guias -dijo Telamon.

– Si, en el camino -murmuro Alejandro-. Nadie sabe como llego alli. Podria hacer algunas averiguaciones, pero estoy seguro de que la historia sera la misma de siempre. Lo vieron bebiendo en alguna taberna antes de que

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