Alejandro con la misma facilidad que puedo apagar la mecha de una lampara de aceite. Sin embargo, si lo hago, quiza no evitaria la llegada de los macedonios. No, no, atrapare a Alejandro: Le hare desfilar cargado con cadenas por las calles de Persepolis y despues -se senalo los pies- mis «encapuchados» se lo llevaran para que se pudra en una torre de silencio. Rajare su cuerpo desde el cuello a la entrepierna y lo llenare con polvo de oro de mi tesoreria y lo utilizare de escabel.

El Rey de Reyes agacho la cabeza. Memnon, a pesar del perfumado calor, sintio un escalofrio. Dario habia urdido y planeado algo.

– ?Mencionaste a un espia! -exclamo Memnon-. ?Como se llama?

– Naihpat. -Dario acerco un dedo a los labios como una advertencia de silencio-. Alejandro -murmuro el Rey de Reyes- cruzara el Helesponto. Hara sus ofrendas en la antigua ciudad de Troya. Tendra guias y avanzara por la costa occidental del imperio. Tropezara como un hombre en la niebla. Entonces le mataremos.

– ?Como? -pregunto Memnon.

Dario permanecio en silencio. Memnon miro con nostalgia el vino y la copa. De pronto se dio cuenta de cual era el motivo de su inquietud. Comer y beber en presencia del gran rey era un gran honor. Ellos eran cuatro, pero solo habia tres copas -de plata, aflautadas, y con gemas incrustadas-; faltaba la cuarta. Alzo la mirada. Dario le observaba con una expresion curiosa. Luego el rey persa miro a un punto detras de Memnon. El griego mantuvo el rostro impasible. Escucho una pisada muy suave y supo que los «encapuchados» de Dario, los asesinos vestidos de negro de la corte persa, no estaban muy lejos.

– ?Todo esta preparado? -pregunto el emperador.

Memnon no escucho ninguna respuesta. Dario se levanto bruscamente. Cogio el matamoscas con el mango enjoyado y lo golpeo contra el muslo.

– Mi senor -exclamo Arsites, que se levanto en el acto-. ?Que sucede?

Dario ya se alejaba. Hizo un gesto con el matamoscas para que lo siguieran. Cuando paso junto a una ventana que daba a los jardines, hizo una pausa y se volvio.

– Memnon, amigo mio, ?sabes que es una torre de silencio?

Memnon miro al monarca.

– Adelante -le urgio el rey persa-. ?Diselo a tus companeros!

– Es una tradicion de tu pueblo, senor. Llevan a sus muertos a una de esas torres y los cuelgan de las vigas.

– ?Que mas? -insistio Dario-. ?Que pasa entonces, Memnon?

– Dejan que el cadaver se pudra, que se desprenda la carne; se pudre y no puede contaminar a ninguna cosa viva.

– ?Para que los vivos permanezcan limpios? -murmuro Dario.

Memnon miro rapidamente hacia la ventana, atraido por unos debiles sonidos y el resplandor de las antorchas.

– Todos debemos mantenernos limpios -anadio Dario regresando a paso lento-. Mencione espias. ?Sabias, general Memnon, que tengo a un espia muy cerca de Alejandro?

– ?La persona que llamas Naihpat?

– La persona que llamo Naihpat -asintio Dario-. Naihpat es siervo de Mitra, el amo de mis secretos.

Memnon no reacciono. Sabia algo de esto por los rumores y los cotilleos. Nunca habia conocido al tal Mitra. Sin embargo, Dario confiaba plenamente en el y la gente llamaba a este misterioso guardian de los secretos con el apodo de La Sombra del Rey.

– ?Sabias, Memnon, mi amigo, que Alejandro tiene a un espia cerca de ti? ?Quizas a dos, o incluso a tres?

Memnon noto la boca seca. Se le tensaron los musculos de las piernas.

– Mi senor, eso…

El general se mordio la lengua; llamar mentiroso a cualquier persa era el mayor de los insultos.

– Tengo ojos y oidos -replico Dario-. Soy el gran rey. ?Ven!

Se acercaron a la ventana. Memnon miro al exterior. Abajo en el jardin habia erigido una gran cruz de madera. Un hombre, totalmente desnudo excepto por la mordaza, habia sido crucificado y su cuerpo era una masa de morados de la cabeza a los pies. Memnon noto como si un puno le apretara el estomago cuando se dio cuenta de que el reo tambien habia sido castrado; habia una masa sanguinolenta donde habian estado los genitales. Oyo un suave gemido y se volvio en el acto. Lisias estaba palido como un fantasma y gruesas gotas de sudor empapaban su frente.

– ?Reconoces a aquel hombre, general Memnon? Quiza no sepas quien es. En cambio, tu buen amigo Lisias si lo sabe.

Memnon miro al hombre crucificado; le habian cortado los cabellos como a cualquier otro convicto.

– ?Es Cleandro! -exclamo Memnon mirando horrorizado a Lisias-. ?Es uno de tus comandantes! Un tebano, ?no es asi?

– Tambien es el mensajero de Lisias -declaro Dario.

Lisias, con la espalda contra la pared, temblaba como si tuviera fiebre.

– ?Lo puedo explicar todo! -tartamudeo.

Memnon se enfrento con el, con su rostro apenas separado de la cara de su subordinado.

– Lisias, ?que significa esto?

– Envie a Cleandro con un mensaje para Alejandro. Me reuniria con el en Troya. Me ofrecia a traicionarte.

– ?Tu! -exclamo Memnon apartandose y alzando una mano.

Lisias sacudio la cabeza.

– No era una traicion. Tu lo sabes.

– Entonces, ?por que?

– Soy tebano -contesto Lisias con dificultad-. Mi esposa, mi familia, todos murieron en Tebas. Tengo una deuda de sangre con el macedonio. No te traicionaria a ti, mi senor. Queria encontrarme con Alejandro y matarlo.

– No es eso lo que nos dijo Cleandro -apunto Arsites.

Lisias se volvio con su rostro desfigurado por la rabia.

– ?Por supuesto, diria cualquier cosa sometido a la tortura! Mi senor rey. ?Es esto obra de Arsites? -pregunto Lisias mirando a Memnon con una expresion de suplica y habiendo hincado una rodilla en el suelo-. ?Tu sabes cuanto nos odian! ?Te odian! Cuando vayamos al combate, se saldran con la suya y te pondran todas las trabas. La unica manera de detener a Alejandro es matandolo. Lo iba a hacer por ti. Por mi. ?Por todos nosotros! -concluyo mirando al resto.

– Si es asi -dijo Arsites con un tono casi amable-, ?por que Alejandro acepto? Pido disculpas, mi senor -anadio con una sonrisa presuntuosa-, pero nuestros exploradores capturaron a Cleandro a su regreso a traves del Helesponto.

– ?Sabias que se habia marchado? -pregunto Dario.

Memnon sacudio la cabeza.

– ?Por que Lisias no te hablo de este plan?

– Lo hubiese hecho -farfullo Lisias-, pero necesitaba estar seguro. Crei que Cleandro se habia demorado.

Memnon miro a su comandante de caballeria. Por un lado, Memnon le creia, pero por el otro… ?Enviar a un emisario al campamento enemigo sin siquiera pedir su permiso?

– ?Sabias que Alejandro se encontraba de visita en Troya? -pregunto Dario con una voz que era poco mas que un susurro.

El general volvio a sacudir la cabeza.

– Yo tampoco -continuo el Rey de Reyes-. No hasta que Cleandro cayo en las garras de Arsites -preciso tocando suavemente la muneca de Memnon-. Incluso si fuese cierto -anadio-, ?quien es Lisias para decidir la estrategia? No quiero ver asesinado a Alejandro y que se convierta en un heroe, en un martir, para toda Grecia. Eso seria sencillamente demorar lo inevitable durante unos meses, o quizas anos. Dejemos que Alejandro cruce. Dejemos que se encuentre con el destino que le tengo preparado.

Lisias intento coger la tunica blanca de Memnon, pero el general se aparto. Miro por encima del hombro a Diocles; su sirviente le devolvio la mirada, aterrorizado.

– No hay nada que puedas hacer, mi senor -declaro Dario levantando una mano.

Unas figuras vestidas de negro salieron de las sombras. Rodearon a Lisias, lo sujetaron por los brazos y lo obligaron a levantarse.

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