hasta alli cada dia, despues compartiendo un apartamento en el Soho con dos chicos y una chica que cambiaba continuamente el objeto de sus afectos. Despues de licenciarse, dos anos en el ejercito cuando aun habia servicio militar, antes de que Vietnam se complicara: instruccion en Fort Dix, archivero en Fort Meade, Maryland, un lugar lo bastante al sur de la linea Mason-Dixon como para estar infestado de surenos antisemitas; el segundo ano en Fort Bliss, en El Paso, en recursos supuestamente humanos, asignando reclutas a misiones, el principio de su actividad como tutor de adolescentes. A continuacion, a la Universidad de Rutgers para un master, con una de las becas menguantes del ejercito. Desde entonces, ensenando historia y ciencias sociales en institutos treinta anos antes de ocupar, durante los ultimos seis, un puesto de responsable de tutorias a tiempo completo. Los datos pelados sobre su carrera hacen que se sienta atrapado en un curriculum vitae tan angosto como un ataud. El aire negro de la habitacion empieza a ser irrespirable y sigilosamente se da la vuelta, de estar de lado pasa a tumbarse boca arriba, como un fiambre expuesto en un velatorio catolico.

Es increible el ruido que pueden hacer unas sabanas: olas que baten junto a tu oreja. No quiere despertar a Beth. La cercania es asfixiante, tampoco asi puede con ella. Pero por unos instantes, como el primer sorbo antes de que los cubitos aguen el whisky, la nueva postura solventa el problema. Boca arriba tiene la calma de un hombre muerto pero sin la tapa del feretro a unos centimetros de la nariz. El mundo esta en silencio: el trafico de los que van a trabajar aun no ha empezado, los noctambulos con los silenciadores de los tubos de escape rotos por fin se han ido a la cama. Oye un camion solitario cambiar de marcha en el semaforo intermitente de la calle de arriba y, dos habitaciones mas alla, los amortiguados pasos apresurados de Carmela, la gata esterilizada y sin garras de los Levy. Al carecer de garras no la pueden dejar fuera, por temor a que los gatos que si tienen la maten. En su cautividad casera, tras pasarse la mayor parte del dia dormitando bajo el sofa, tiene alucinaciones por la noche, con la quietud del hogar de fondo imagina las aventuras salvajes, las batallas y las huidas que nunca vivira, por su propio bien. Es tal la desolacion del entorno sensorial en las horas previas al alba que el rugido furtivo de un felino ofuscado y castrado le alivia casi lo suficiente para que su mente, dispensada de la guardia, se adormezca de nuevo.

Pero, atado a la vigilia por una vejiga impaciente, no tiene otra opcion que yacer expuesto, del modo en que se somete uno a una danina rafaga de radiactividad, a la percepcion de su propia vida como una mancha -un borron, un desatino perpetuo-infligida en la superficie, por lo demas impecable, de estas horas intempestivas. Ha perdido el buen camino en el bosque oscuro del mundo. Pero ?hubo buen camino alguna vez? ?No seria el estar vivo el error en si? En la version aligerada de la historia que solia ensenar a alumnos a quienes costaba creer que el mundo no empezara con sus nacimientos ni en epocas en que abundaran los juegos de ordenador, incluso los mas grandes hombres se perdian en la nada, en una tumba, sin ver cumplidas sus ilusiones: Carlomagno, Carlos V, Napoleon, el detestable pero bastante exitoso -y todavia admirado, al menos en el mundo arabe- Adolf Hitler. La historia es un molino que reduce perpetuamente a polvo a la humanidad. Las tutorias se reproducen una y otra vez en la cabeza de Jack Levy como malentendidos cacofonicos. Se ve a si mismo como un viejo patetico en una orilla, gritandole a la flotilla de jovenes mientras se deslizan hacia el cenagal funesto del mundo: mas recortes de recursos, libertades que desaparecen, publicidad despiadada que vende una ridicula cultura popular de musica eterna, de cerveza y de jovenes hembras esbeltas y sanas hasta lo imposible.

?O acaso las jovenes, incluida Beth, habian estado alguna vez tan delgadas como las de los anuncios de cerveza y Coca-cola? Si, sin duda, Beth habia sido esbelta, pero el apenas podia recordarlo, era como intentar ver la pantalla del televisor mientras ella iba de un lado a otro, torpe como un pato, al preparar la cena. Se conocieron durante el ano y medio que el paso en Rutgers. Era una chica de Pennsylvania, del barrio de Mount Airy, al noroeste de Filadelfia. Estudiaba biblioteconomia. Le atrajo su ligereza, su risa cantarina, la picara rapidez con que de todo, incluso de su noviazgo, hacia una broma. «?Como crees que nos saldrian los ninos? ?Naceran medio circuncidados?» Era alemana-americana, Elizabeth Fogel, y tenia una hermana mayor mas hosca, menos adorable, Hermione. El era un judio. Pero no un judio orgulloso, de los que llevan la vieja alianza por manto. Su abuelo se habia despojado de la religion al llegar al Nuevo Mundo y deposito su fe en una sociedad revolucionaria, un mundo donde los poderosos ya no pudieran gobernar gracias a la supersticion, donde la comida en la mesa y una vivienda decente sustituyeran las promesas poco fiables de un Dios invisible.

Tampoco es que el Dios judio se hubiera prodigado en promesas: un vaso roto en la boda, un entierro rapido, envuelto en una mortaja, sin santos, sin mas alla; tan solo una vida de lealtad casi esclava al tirano que ordeno a Abraham que sacrificase en ofrenda a su unico hijo. Al pobre Isaac, el confiado imbecil que casi muere a manos de su padre, tambien lo enganaron siendo un anciano ciego arrancandole la bendicion su hijo Jacob y su propia esposa, Rebeca, que le habian traido de Pa-dan-aram cubierta con un velo. Mas recientemente, en el pais de origen, si uno cumplia todos los preceptos -y los ortodoxos tenian una larga lista- recibia a cambio una estrella amarilla y un billete de ida a la camara de gas. No, gracias: Jack Levy sintio el placer de la obstinacion, ese placer reservado a los que son obstinadamente insumisos al judaismo. Se habia enfrentado a todo para convertir a Jacob en Jack, y se habia negado a la circuncision de su hijo, aunque un habil medico blanco, anglosajon y protestante del hospital convencio a Beth de que era conveniente, por motivos «puramente higienicos», argumentando que los estudios demostraban que el riesgo de contraer enfermedades venereas seria menor para Mark, a la par que reduciria la posibilidad del cancer de cuello de utero en sus parejas. Un bebe de una semana, cuya verguita no era mas que un boton regordete que apenas sobresalia de la almohadilla de sus pelotas, y ya estaban mejorando su vida sexual y acudiendo al rescate de ninas que tal vez ni siquiera habian nacido todavia.

Beth era luterana, una confesion piadosa y vehemente mas inclinada a la fe que a las obras, a la cerveza que al vino, y el se imagino que le ayudaria a mitigar su porfiada virtud judia, la mas vieja causa perdida vigente en el mundo occidental. Incluso la fe socialista de su propio abuelo se habia agriado y enmohecido al ver el comunismo en la practica. Para Jack, la boda con Beth -que se celebro en la segunda planta del ridiculo ayuntamiento de New Prospect y a la que solo asistieron la hermana de ella y los padres de el- fue un valiente mal emparejamiento, un simpatico «que nos quiten lo bailado» dirigido a la Historia, como muchas de las cosas que pasaban en 1968. Pero, tras treinta y seis anos juntos en el norte de New Jersey, sus dispares confesiones y origenes etnicos han ido aguandose hasta constituir una uniformidad deslucida. Se han convertido en una pareja que los fines de semana va a comprar al ShopRite y al Best Buy, y cuya idea de pasar un buen rato es una partida de bridge duplicado con otras tres parejas del instituto o de la biblioteca publica de Clifton, donde Beth trabaja cuatro dias a la semana. Algunas noches de viernes o sabado intentan alegrarse saliendo a cenar; alternan los restaurantes chinos e italianos donde son comensales habituales y el maitre los lleva con sonrisa resignada hasta una mesa en un rincon en la que Beth pueda embutirse, nunca a uno de los estrechos reservados. Y si no, van en coche a algun multicine de mala muerte con suelos pegajosos, donde una racion mediana de palomitas cuesta siete dolares, si es que encuentran una pelicula que no sea demasiado violenta ni subida de tono ni descaradamente dirigida a un publico de adolescentes varones. Su noviazgo y temprana boda coincidieron con la crisis del sistema de estudios y la aparicion de miradas deslumbrantes y subversivas -Cowboy de medianoche, Easy Rider, Bob, CaroL, Tedy Alice, Grupo salvaje, La naranja mecanica, Harry el sucio, Conocimiento carnal, El ultimo tango en Paris, el primer Padrino, La ultima pelicula, American Graffiti-, por no hablar del Bergman tardio y de peliculas francesas e italianas rebosantes aun de angustia, mordacidad y de una reconocible personalidad nacional. Habian sido buenos filmes, que mantenian despiertas las mentes de una pareja moderna. Todavia se respiraban los aires del 68, se tenia la sensacion de que los jovenes aun podian reimaginar el mundo. En recuerdo sentimental de aquellas revelaciones que compartian por primera vez como pareja, la mano de Jack todavia hoy se desliza al asiento contiguo en los cines, toma del regazo la de su esposa y la sostiene, delicada, fofa y caliente, en el suyo, mientras sus caras se banan en las explosiones de algun reciente thriller para descerebrados, cuyo guion adolescente recargado de sustos efectistas friamente calculados se burla de su edad.

Con insomnio, desesperado, Jack piensa en buscar la mano de Beth bajo las sabanas, pero sabe que al palpar entre los monticulos de su carne adormilada podria perturbarla y despertar su voz caprichosa, incansable, aninada. Con sigilo casi delictivo desliza los pies por la sabana bajera hasta ponerlos verticales, se quita las mantas de encima y escapa del lecho conyugal. Al pisar fuera de la alfombrilla de cama siente en los pies desnudos el frio de abril. El termostato sigue en modo nocturno. Se queda ante una ventana con las cortinas echadas, amarilleadas por el sol, y contempla el vecindario a la luz gris de las farolas de vapor de mercurio. El naranja del cartel de la Gulf en la gasolinera que abre toda la noche, dos manzanas mas arriba, es el unico toque energico de color en el panorama

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