Cierto sadismo provocado por el exceso de celo para con su mujer se encarga de encubrir su melancolia, solo deja ver la mitad. Quiere que Beth note que esta asi por su culpa, aunque la razon le diga que no es ella la causa.
– Nada nuevo -dice-. Me he vuelto a despertar demasiado pronto. Y ya no he podido dormirme.
– Es un sintoma de depresion, el otro dia lo decian en la tele. Oprah entrevisto a una mujer que habia escrito un libro sobre eso. Quiza deberias ver a un… no se, la palabra «psiquiatra» asusta a los que no son ricos, decia la mujer…, deberias ver a algun especialista si tan mal te sientes.
– A un especialista en
Pese a que Beth tambien ha pasado de los sesenta -sesenta y uno de ella por los sesenta y tres de el-, no tiene arrugas en la cara. Lo que en una mujer enjuta serian profundos surcos, en su rostro redondo no son mas que lineas apenas marcadas; la grasa las suaviza dandoles una delicadeza juvenil, manteniendo su piel tersa.
– No, gracias, carino -anade el-. Me paso el dia dando consejos, pero mi organismo los rechazaria, no podria absorberlos. Demasiados anticuerpos.
Con los anos ha descubierto que si elude un tema, ella preferira saltar rapidamente a otro antes que perder por completo su atencion.
– Ya que hablamos de anticuerpos, Herm me dijo ayer cuando hablamos por telefono… Esto es estrictamente confidencial, Jack, ni siquiera yo deberia saberlo, prometeme que no se lo diras a nadie.
– Prometido.
– Me cuenta estas cosas porque tiene que desahogarse con alguien, y me tiene a mi que estoy alejada de sus circulos. Al parecer su jefe esta a punto de subir el nivel de alerta terrorista en esta zona de amarillo a naranja. Pense que lo dirian en la radio, pero se ve que no. ?De que crees que se trata?
El jefe de Hermione es el secretario de Seguridad Nacional en Washington, un cristiano renacido secuaz de la derecha con un apellido aleman, algo asi como Haffenreffer.
– Simplemente les interesa que pensemos que hacen algo con el dinero de nuestros impuestos. Quieren que creamos que controlan la situacion. Pero no saben.
– ?Es eso lo que te preocupa cuando estas absorto?
– No, carino. Para serte sincero, es lo ultimo en lo que pensaria. Que vengan, a ver si es verdad. Estaba pensando, al mirar por la ventana, que una buena bomba bastaria para todo el barrio.
– Oh, Jack, no deberias bromear sobre eso. Aquellos pobres hombres de los pisos altos de las torres, llamando a sus esposas por el movil para decirles que las querian…
– Lo se, lo se. Ni siquiera deberia permitirme las bromas.
– Markie dice que tendriamos que mudarnos a algun sitio cerca de el, en Albuquerque.
– Lo dice, carino, pero no en serio. Que nos vayamos a vivir cerca de el es lo ultimo que desea. -Temiendo que esta verdad pueda herir a la madre del chico, bromea de nuevo-: Y no se por que. Nunca le pegamos ni lo encerramos en un armario.
– Ellos jamas pondrian una bomba en el desierto -prosigue Beth, como si para ir a Albuquerque solo quedaran unos cuantos flecos por solucionar.
– Exacto: a «ellos», como siempre dices, «les encanta» el desierto.
A ella le ofende el sarcasmo y lo deja en paz, el se queda mirando con una mezcla de alivio y remordimiento. Beth sacude la cabeza con altivez trasnochada y dice:
– Debe de ser fantastico estar tan tranquilo con lo que a todos los demas nos preocupa.
Vuelve al dormitorio a hacer la cama y, ya puestos a estirar tejidos, a vestirse para ir a la biblioteca.
«?Que habre hecho», se pregunta el, «para merecer esta fidelidad, esta confianza conyugal?» Lo ha decepcionado un poco que ella no haya contestado a la groseria de que su hijo, un oftalmologo acomodado con tres ninos tostaditos por el sol y tocados con las gafas de rigor, y su esposa de Short Hills, una rubia de pote, judia pura, superficialmente amable pero en lo basico distante, no los quieran cerca. El y Beth tienen sus mitos compartidos; uno es que Mark los quiere como ellos lo quieren a el: inevitable al ser su unico retono. En realidad, a Jack Levy no le importaria lo mas minimo irse de ahi. Tras toda una vida en un burgo que tiempo atras fue industrial y ahora no puede consigo mismo, casi convertido en una jungla tercermundista, no le vendria mal mudarse al sur. Tampoco a Beth. El invierno anterior fue crudo en la region del Atlantico Medio, todavia se ven, en la sombra perpetua que hay entre algunas de las casas del vecindario casi pegadas, montoncitos de nieve ennegrecida por la suciedad.
El despacho de su tutor es uno de los mas pequenos del Central High, esta en lo que en su dia fue un enorme almacen cuyas estanterias metalicas grises han sobrevivido hasta hoy, aguantando el peso de un caos de catalogos universitarios, listines telefonicos, manuales de psicologia y numeros viejos apilados de un sencillo semanario, del mismo formato que el
Este estudiante de ultimo curso, la quinta cita de treinta minutos de una larga y agotadora manana, es un muchacho alto, de tez parda, que lleva unos vaqueros negros y una camisa blanca extraordinariamente limpia. La blancura de la camisa agrede los ojos de Jack Levy, que esta un poco sensible por haberse levantado muy temprano. La carpeta que contiene el expediente escolar del chico va marcada con la etiqueta «Mulloy (Ashmawy), Ahmad».
– Tiene un nombre interesante -le dice Levy al joven. Hay algo en el chico que le gusta: gravedad imperturbable, recelo cortes en el mohin de sus labios suaves y mas bien carnosos, y el cuidadoso corte de pelo, peinado en una tupida onda que parece coronar su frente-. ?Quien es Ashmawy?
– ?Quiere que se lo explique, senor?
– Por favor.
El chico habla con una majestuosidad afligida, a Levy le parece que esta imitando a algun adulto que conoce, a un orador pulcro y formal.
– Soy fruto de una madre estadounidense blanca y un estudiante de intercambio egipcio. Se conocieron mientras estudiaban en el campus de New Prospect de la State University of New Jersey. Por aquel entonces, mi madre, que se formo y trabaja como auxiliar de enfermeria, cursaba creditos para licenciarse en arte. En su tiempo libre pinta y disena joyas, con cierto exito, aunque no el suficiente para mantenernos. El… -el chico titubea, como si se hubiera topado con un obstaculo en la garganta.
– Su padre -lo interpela Levy.
– Eso es. El habia esperado, asi me lo ha explicado mi madre, empaparse de conocimientos sobre la empresa norteamericana y tecnicas de marketing. No resulto tan facil como le habian dicho. Se llamaba… se llama, creo firmemente que sigue vivo, Omar Ashmawy. Y mi madre, Teresa Mulloy. Es de origen irlandes. Se casaron mucho antes de que yo naciera. Soy un hijo legitimo.
– Claro. No lo dudaba. Y tampoco es que importe. No es el hijo el que deja de ser legitimo, no se si me sigue.
– Si, senor, gracias. Mi padre sabia muy bien que casandose con una ciudadana americana, por muy dejada e inmoral que fuese, lograria la nacionalidad estadounidense, y asi fue, pero lo que no logro fueron ni los conocimientos practicos ni la red de conocidos que le conducen a uno a la prosperidad en este pais. Cuando perdio toda esperanza de conseguir un trabajo que no fuera de baja categoria, yo tenia entonces tres anos, batio tiendas. ?Se dice asi? Encontre la expresion en las memorias del gran escritor estadounidense Henry Miller, que la senorita Mackenzie nos hizo leer en clase de ingles avanzado.
– ?Ese libro? Dios mio, Ahmad, como cambian los tiempos. Antes solo se podia comprar bajo mano. ?Conoce la expresion «bajo mano»?
– Por supuesto. No soy extranjero. Nunca he salido del pais.