cambiado tus creencias?
– Senor, no soy consciente de que hayan variado. Aun siento que Dios esta a mi lado, tan cerca de mi como la vena de mi cuello, y que vela por mi como solo El puede.
– ?Y no viste, en las ciudades que has visitado, pobreza y miseria que te llevaran a cuestionar Su misericordia, ni desigualdades de riqueza y poder que arrojaran dudas sobre Su justicia? ?No has descubierto que del mundo, de su parte americana al menos, emana un hedor a desperdicios y codicia, a sensualidad y futilidad, a desesperacion y lasitud, que proviene del desconocimiento de la sabiduria inspirada del Profeta?
Las fiorituras mordaces de la retorica de este iman, proferidas por una voz de doble filo que parece retirarse mientras avanza, afligen a Ahmad con un malestar familiar. Intenta contestar honestamente, hablando casi como Charlie:
– Supongo que no es la parte mas elegante del planeta, y que en buena medida esta llena de fracasados; pero, a decir verdad, disfrute recorriendola. La gente es bastante amable, en su mayoria. Por supuesto es porque les llevabamos cosas que deseaban, y que ellos creian que mejorarian sus vidas. Ha sido divertido trabajar con Charlie. Conoce muy bien la historia de este estado.
El sheij Rachid se inclina hacia delante, apoya los pies en el suelo y, uniendo las pequenas y delicadas manos, junta las puntas de todos los dedos, quiza para disimular sus temblores. Ahmad se pregunta por que podia estar nervioso su profesor. A lo mejor siente celos de la influencia de otro hombre en su alumno.
– Si -dice-. Charlie es «divertido», pero tambien tiene preocupaciones serias. Me ha informado de que has expresado tu voluntad de morir por
– ?Lo hice?
– En una entrevista en el Liberty State Park, frente a la parte baja de Manhattan, donde las torres gemelas de la opresion capitalista fueron triunfalmente abatidas.
– ?Eso fue una entrevista? -Que extrano, piensa Ahmad, aquella conversacion al aire libre ha llegado hasta aqui, al espacio cerrado de esta mezquita del centro, desde cuyas ventanas solo pueden verse muros de ladrillo y nubarrones. Hoy el cielo esta bajo y gris, cortado en finas capas que podrian descargar lluvia. El dia de aquella entrevista el cielo era de una claridad aspera, los gritos de los ninos que estaban de vacaciones reverberaban entre el brillo de la Upper Bay y el blanco cegador de la cupula del Liberty Science Center. Globos, gaviotas, sol-. Morire - confirma, tras el silencio- si esa es la voluntad de Dios.
– Hay una posibilidad -el maestro apunta con cautela- de asestar un duro golpe contra Sus enemigos.
– ?Un complot? -pregunta Ahmad.
– Una posibilidad -repite con escrupulosa precision el sheij Rachid-. Requeriria la intervencion de un
Ahmad vuelve a sentir que se tambalea, le asalta de nuevo la sensacion de hallarse sobre un abismo insondable apoyado tan solo en un andamio de soportes endebles. Tras una vida vivida siempre en los margenes, ahora esta a punto de traspasar la palpitante frontera que lo llevara a una posicion de radiante centralidad.
– Creo que si -dice el muchacho a su maestro-. Pero no tengo habilidades de guerrero.
– Se ha procurado que adquieras las habilidades necesarias. La mision consiste en conducir un camion hasta cierto lugar y realizar una conexion facil y mecanica. Los expertos que se ocupan de estos asuntos te explicaran los detalles. En nuestra guerra por Dios, tenemos -explica el iman tranquilamente, con una leve sonrisa divertida- expertos tecnicos comparables a los del enemigo, y una voluntad y un espiritu infinitamente superiores. ?Recuerdas la sura veinticuatro,
Cierra los parpados y, al hacerlo, se ven sus diminutos capilares purpura; es la concentracion precisa para evocar y recitar:
–
El iman vuelve a cerrar los ojos como si entrara en un trance sagrado, sus parpados se estremecen con el latir del pulso a su paso por los capilares. No obstante, su voz resuena con contundencia.
– Tendras un transito instantaneo al Paraiso -declara-. Tu familia, tu madre, recibira una compensacion,
– Mi madre… ella siempre se ha bastado sola para todo. ?Podria nombrar a otra persona, a una amiga de mi misma edad, para que reciba la compensacion? Podria ayudarla a lograr la libertad.
– ?Que es la libertad? -lo interpela el sheij Rachid abriendo los ojos y resquebrajandose asi el trance-. Mientras residamos en nuestros cuerpos seremos esclavos de ellos y de sus necesidades. Como te envidio, querido muchacho. En comparacion contigo soy viejo, y es a los jovenes a quienes corresponde la gloria mayor de la batalla. Sacrificar la propia vida -prosigue, entornando los ojos hasta que solo se ve un fino resquicio gris, acuoso y brillante- antes de que se convierta en algo ajado y agotado. Que gozo supondria.
– ?Cuando -pregunta Ahmad, despues de dejar que esas palabras se extingan en el silencio- tendra lugar mi
– Tu heroico sacrificio -se apresura a engrandecer el maestro-. Dentro de una semana, diria. No me corresponde a mi concretarte los detalles, pero una semana es lo que nos separa de un aniversario, lo cual enviaria un claro mensaje al Satan mundial. El mensaje seria: «Golpeamos cuando queremos».
– Y el camion, ?seria el que conduzco para la Excellency?
Ahmad no se apena tanto por si mismo como por el camion: su alegre color calabaza, su florido rotulo, la atalaya del asiento del conductor, desde el que queda al otro lado del parabrisas un mundo de obstaculos y peligros, de peatones y otros vehiculos, desde el que los espacios son mas facilmente calibrables que conduciendo un automovil, con su largo y henchido capo.
– Un camion parecido, con el que no te va a ser dificil conducir una distancia corta. Esta claro que el vehiculo de Excellency incriminaria a los Chehab si llegaran a quedar fragmentos identificables. Y esperamos que no sea asi. En el primer atentado al World Trade Center, quiza seas demasiado joven para recordarlo, se pudo seguir el rastro del camion alquilado con una facilidad risible. Esta vez, las pruebas fisicas quedaran aniquiladas; enterradas, como expreso el gran Shakespeare, bajo cinco brazas de agua.
– Aniquiladas -repite Ahmad. No es una palabra que oiga a menudo. Una capa extrana, como de lana transparente, de sabor desagradable, le ha envuelto y obstaculiza la interaccion de sus sentidos con el mundo.
En contraste, el sheij Rachid ha salido bruscamente de su trance al percibir la intranquilidad del muchacho. Sin perder tiempo, insiste:
– No estaras alli para apreciarlo. En ese mismo instante ya habras entrado en la
– No -protesta Ahmad, celoso de esa caterva de individuos dispuestos a robarle la gloria-. Mi amor por Ala es absoluto. No puedo rechazar esta dadiva. -Al ver cierto estremecimiento en el rostro de su maestro, una pugna entre el alivio y la pena, un vacio de desconcierto, alli donde lo habitual es la serenidad, a traves del cual centellea su humanidad, Ahmad se sosiega y comparte esa humanidad con una broma-: No me gustaria que pensara que nuestras horas compartidas estudiando el Libro Eterno han sido en vano.
– Muchos estudian el Libro; unos pocos mueren por el. Y a menos aun se les concede esta oportunidad de
