– Tambien he dejado de verlos; los asocio demasiado a picar algo. Y cada vez me liaba mas, con tantos personajes. Voy a ver si esta despierto. -Se ha quedado perpleja e intimidada.
– Betty, aunque este durmiendo… ?podrias despertarlo?
– Pues no me gustaria mucho. Por las noches duerme tan mal…
– Tengo que preguntarle algunas cosas inmediatamente, carino. No pueden esperar. Lo siento. Solo por esta vez. -Siempre la hermana mayor, sabiendo mas que ella, diciendole lo que tiene que hacer. Como si le hubiera vuelto a leer la mente por telefono, Hermione advierte carinosamente a Beth en una voz que suena como la de su madre-: Y oye, pase lo que pase, no te saltes el regimen.
El domingo, Ahmad teme no poder dormir en la que ha de ser la ultima noche de su vida. Esta en una habitacion extrana. Ahi, le ha garantizado el sheij Rachid, que lo ha visitado antes esa misma noche, no lo podra encontrar nadie.
– ?Quien iba a buscarme? -pregunto Ahmad.
Su menudo mentor -a Ahmad le resultaba raro, mientras los dos estaban juntos de pie conspirando, ver que se habia vuelto mucho mas alto que su maestro, quien durante las lecciones coranicas quedaba magnificado por la butaca de respaldo alto con hilos plateados- hizo uno de sus fulminantes encogimientos de hombros, casi una cuchillada. Esta noche el hombre no llevaba su habitual caftan bordado y reluciente sino un traje gris de estilo occidental, como si se hubiera vestido para un viaje de negocios entre los infieles. ?Como, si no, se explicaba que se hubiera afeitado la barba, su barba entrecana cuidadosamente recortada? Tras ella escondia, vio Ahmad, numerosas cicatrices pequenas, rastros en su blanca y cerosa tez de alguna enfermedad, erradicada en Occidente pero padecida por un nino yemeni. Junto con estas asperezas se revelo algo desagradable en sus labios violeta, un mohin viril y malhumorado que habia acechado, sin llamar la atencion, cuando estos se movian tan rapidamente, tan seductoramente, en su escondrijo de vello facial. El sheij no llevaba su turbante ni su
Menguado a ojos de Ahmad, pregunto:
– ?No te va a echar en falta tu madre y alertar a la policia?
– Este fin de semana tiene turno de noche. Le he dejado una nota para cuando vuelva; en ella le digo que voy a pasar la noche a casa de un amigo. Supondra que es una novia. Siempre da la lata con el tema, insinuando que deberia ir con alguna chica.
– Pasaras la noche con un amigo que resultara mas verdadero que cualquier repugnante
En la mesilla de noche de esta habitacion estrecha y apenas amueblada, habia un ejemplar encuadernado en piel rosa, de tapa blanda, con el texto original y la traduccion inglesa en paginas correlativas. Era lo unico nuevo y caro del cuarto: un lugar «seguro» bastante cercano al centro de New Prospect, pues desde su unica ventana se veia el tejado abuhardillado de la torre del ayuntamiento. El edificio, con sus multicolores escamas de pez, hacia su aparicion entre las construcciones menores como un dragon de mar fantastico, congelado en el instante de salir a la superficie. Tras el, el cielo del atardecer estaba rayado de nubes a las que el sol poniente tintaba de rosa. La imagen solar -el reflejo de su fulgor naranja- se plasmaba en las agallas de cristal, victorianas, de la aguja: ventanas de una escalera de caracol cerrada desde hacia decadas a los turistas. Mientras Ahmad se esforzaba por mirar desde la ventana -de vidrios delgados, viejos, ondulados y llenos de pequenas burbujas debido a su factura antigua-, vio la agonizante luz del sol derritiendo, eso parecia, la esquina mas alta de uno de los edificios rectilineos y revestidos de cristal que, construidos con posterioridad, albergaban tambien dependencias municipales. En el chapitel del ayuntamiento hay un reloj, y Ahmad temia que al dar las horas lo mantuviera en vela toda la noche, lo cual haria de el un
Los anteriores inquilinos de esta pequena camara han dejado pocas huellas de su paso. Algunas rozaduras en los rodapies, dos o tres quemaduras de cigarrillo en el alfeizar y en la superficie de la comoda, el brillo producido por un uso repetido en el pomo de la puerta y en la cerradura, cierta esencia animal en la aspera manta azul. La habitacion esta religiosamente limpia, mucho mas que su dormitorio del apartamento de su madre, en el que aun se atesoran posesiones impias: juguetes electronicos con las pilas gastadas, revistas de deportes y automoviles antiguos, ropas supuestamente reveladoras, por el corte austero y cenido, de su vanidad adolescente. Sus dieciocho anos han acumulado testimonios historicos que atraeran, imagina, el interes de los medios informativos: fotos enmarcadas en cartulina con ninos entornando los ojos por el sol de mayo en los escalones rojizos de la escuela de primaria Thomas Alva Edison, la mirada oscura de Ahmad y su boca seria perdida entre filas de otras caras, la mayoria negras y algunas blancas, todas empenadas en el esfuerzo infantil de convertirse en estadounidenses leales y alfabetizados; fotos del equipo de atletismo, con un Ahmad mayor y algo mas sonriente; bandas de certamenes atleticos, con su tinte barato rapidamente descolorido; un banderin de fieltro de los Mets, de una excursion en autobus a un partido en el Shea Stadium, durante el primer curso de instituto; una lista bellamente caligrafiada de los nombres de sus companeros de lecciones coranicas antes de que quedaran reducidas a unico alumno, el; su permiso de conduccion C; una fotografia de su padre, esgrimiendo la sonrisa del extranjero que desea caer bien, con un fino bigote que debia de resultar pintoresco incluso en 1986, y con el cabello lustroso y peinado con raya en el medio, servilmente alisado, mientras que Ahmad lucia un pelo de textura y grosor identicos pero cepillado orgullosamente hacia arriba, con una pizca de gomina. El rostro de su padre, se vera por la tele, era, segun las convenciones, mas apuesto que el del hijo, aunque un tono mas oscuro. A su madre, como ocurre con las victimas televisadas de inundaciones y tornados, la van a querer entrevistar mucho, primero hablara de forma incoherente, llorando y en estado de shock, pero despues ya mas calmada, volviendo la vista atras afligida. Su imagen aparecera en la prensa; sera fugazmente famosa. Quiza repunten las ventas de sus cuadros.
Se alegra de que la habitacion franca este limpia de toda pista sobre su persona. Este cuarto es, a su entender, la camara de descompresion previa al violento ascenso que le espera, en una explosion tan agil y poderosa como el vigoroso caballo blanco
El sheij Rachid parecia reacio a irse. Tambien el sheij, afeitado y con un traje occidental, estaba a punto de partir. No paraba de moverse por la minuscula estancia, abriendo los remisos cajones de la comoda y cerciorandose de que en el bano hubiera panos y toallas para las abluciones rituales de Ahmad. Se ocupo, puntilloso, de poner la esterilla de los rezos en el suelo, con su
– Esta hecho con miel -le explico-, semillas de sesamo y anis. Es importante que manana por la manana estes fuerte.
– Quiza no tenga hambre.
– Obligate a comer. ?Tu fe sigue siendo fuerte?
– Asi lo creo, maestro.
– Con este acto glorioso, te convertiras en mi superior. Pasaras muy por delante de mi en las listas doradas que se guardan en el Paraiso. -Sus ojos grises, de largas pestanas, parecian a punto de llorar y flaquear cuando bajo la mirada-. ?Tienes un reloj?
– Si. -Un Timex que se compro con el primer sueldo, uno macizo como el de su madre. Tiene los numeros grandes y manillas fosforescentes visibles por la noche, cuando se hace dificil ver en el interior de la cabina del camion pero en cambio el exterior se ve claramente.
– ?Va a la hora?
– Creo que si.
Hay una silla en la habitacion, con las patas atadas con alambres desde que la cola dejo de sostener los travesanos. Ahmad penso que seria descortes sentarse en la unica silla del cuarto, y en vez de eso, permitiendose un anticipo del estatus exaltado que iba a ganar, se echo en la cama, cruzando las manos por detras de la cabeza para demostrar que no tenia intencion de quedarse dormido, pese a que en verdad se sintio repentinamente cansado, como si en la sordida habitacion hubiera algun escape de gas soporifero. No se sentia comodo con el sheij mirandolo con preocupacion, y deseaba que el hombre se fuera. Tenia ganas de saborear sus horas solitarias en ese cuarto limpio y seguro, con la unica compania de Dios. El modo curioso en que el iman lo miraba desde una