Pero no hay nadie en la garita, construida expresamente para dar cabida a un unico empleado. Nadie. El semaforo del sistema electronico de pago se pone verde y Ahmad y su camion blanco son admitidos en el tunel.

Por unos instantes, la luz del interior resulta extrana: los azulejos que recubren el arco no son del todo blancos, mas bien de un amarillo enfermizo, y aprisionan la doble corriente de coches y camiones entre sendos muros. El ruido que se origina tiene un eco ligeramente amortiguado por el flujo subterraneo que por alli discurre, como si se deslizaran por el agua. El propio Ahmad se siente sumergido. Imagina el peso negro del rio Hudson sobre su cabeza, por encima del techo alicatado. La luz artificial del tunel es generosa pero no purificadora; los vehiculos se ven obligados a avanzar a la velocidad del mas lento, por una rara oscuridad emblanquecida. Hay camiones, algunos tan altos que con el techo de sus remolques parecen rozar la boveda, pero tambien turismos, que en el revoltijo de la entrada se han mezclado con vehiculos mayores.

Ahmad baja la vista y mira a la ventana trasera de la furgoneta bronce, una V90. Dos ninos sentados en direccion contraria a la marcha le devuelven la mirada, con animo jugueton. No van mal vestidos pero si con un mismo y cuidadoso desalino, con ropas chillonas que ironicamente son las que llevarian tambien unos ninos blancos que fueran de excursion con la familia. A esta familia de negros le iba bien hasta que Ahmad les cedio el paso.

Despues del descongestionamiento inicial al entrar en el tunel, tras la fuga rapida hacia el espacio que han terminado por alcanzar al desenredarse del atasco del exterior, el flujo del trafico queda detenido por algun obstaculo invisible, por algun contratiempo ocurrido mas adelante. La suavidad del avance se ha quedado en mera ilusion. Los conductores frenan, las luces rojas traseras se encienden. A Ahmad no le molesta tener que aminorar la marcha, arrancar y parar. La pendiente del firme, que es inesperadamente desigual y llena de baches para una calzada que no esta expuesta a las inclemencias del tiempo, amenazaba con llevarlos demasiado pronto, a el y a su acompanante y su carga, hasta el nadir del tunel, mas alla del cual, ya de subida, se encuentra el teorico punto debil, tras dos terceras partes del recorrido. Ahi es donde, segun le indicaron, el paso subterraneo describira una curva y sera mas endeble. Ahi terminara su vida. Un brillo como de espejismo causado por el calor ha deslumbrado su imaginacion: aquel triangulo de cesped cuidado, pero sin uso practico, que colgaba sobre la boca del tunel sigue suspendido en su mente. Sintio lastima por el, nadie lo visitaba.

Se aclara la garganta.

– No parezco joven -le comenta al senor Levy-. Los hombres de Oriente Medio, con los que comparto sangre, maduramos mas rapido que los anglosajones. Charlie decia que yo aparentaba veintiun anos y podria conducir grandes camiones articulados sin que nadie me obligase a detenerme.

– Ese Charlie decia muchas cosas -replica el senor Levy. Su voz suena tirante, la voz hueca de un profesor.

– ?No podria estar callado, ahora que se acerca el fin? Quiza desee rezar, a pesar de que haya perdido la fe.

Uno de los ninos del asiento trasero del Volvo -de hecho es una nina a quien han peinado su tupido cabello en dos coletas redondas, como las orejas de aquel raton de dibujos animados que en su dia fue famoso- intenta atraer la atencion de Ahmad con sonrisas. Ahmad no le hace caso.

– No -dice Levy, como si le doliera pronunciar incluso este monosilabo-. Habla tu, preguntame algo.

– El sheij Rachid. ?Sabe su informadora que ha pasado con el, despues de que se destapara todo?

– De momento se ha esfumado. Pero no llegara a Yemen, te lo puedo asegurar. A estos capullos no siempre les sale bien todo.

– Vino a verme anoche. Parecia envuelto en cierta tristeza. Aunque, la verdad, siempre estaba igual. Creo que su erudicion es mas fuerte que su fe.

– ?Y no te dijo que todo se habia destapado? A Charlie lo encontraron ayer por la manana.

– No. Me aseguro que Charlie acudiria, como habiamos acordado. Me deseo suerte.

– Te dejo solo con toda la responsabilidad.

Ahmad percibe el desden en su tono y afirma:

– Si, todo depende de mi. -Y se jacta-: Esta manana habia dos coches extranos en el aparcamiento de Excellency. Vi a un hombre, cuya voz tenia el volumen de la autoridad, hablando por un telefono movil. Lo vi pero el a mi no.

A propuesta de la nina, ella y su hermanito aprietan sus caras contra la curvada ventana trasera, abriendo mucho los ojos y retorciendo sus bocas, para arrancarle una sonrisa a Ahmad, para llamar la atencion.

El senor Levy se hunde en su asiento, fingiendo despreocupacion o parapetandose en alguna imagen mental. Dice:

– Otra cagada de tu querido Tio Sam. Ese poli inutil debia de estar encargando mas cafes, o contandole chistes verdes a algun colega de la central, quien sabe. Escuchame bien. Hay algo que tengo que decirte. Me folle a tu madre.

Las paredes de azulejos, percibe Ahmad, refulgen con un rojo rosaceo a causa de los reflejos de las multiples luces de freno. Los coches avanzan de un tiron unos cuantos metros y luego vuelven a frenar.

– Nos estuvimos acostando todo el verano -prosigue Levy al ver que Ahmad no responde-. Era fantastica. No sabia que pudiera volver a enamorarme, que pudiera volver a segregar tantos jugos.

– Creo que a mi madre -replica Ahmad, tras pensar un rato- no le cuesta mucho llevarse a un hombre a la cama. Las auxiliares de enfermeria se sienten muy comodas con los cuerpos, y ella en concreto se ve como una persona moderna y liberada.

– Asi que no te fustigues tanto, eso es lo que me estas diciendo, ?no?, que para ella no tuvo la menor importancia. Pero para mi si. Ella se convirtio en mi mundo. Perderla fue como si me hubieran operado de gravedad. Me dolio. Estoy bebiendo mucho. No lo puedes entender.

– Sin animo de ofender, senor, pero le entiendo bastante bien -dice Ahmad, con cierta altaneria-. Pero no es que me entusiasme la imagen de mi madre fornicando con un judio.

Levy rie, se le escapa una risotada burda.

– Eh, oye, aqui todos somos estadounidenses, ?no? Esa es la idea, ?no te lo ensenaron en el Central High? Los irlandeses, los afroamericanos, los judios… incluso los arabeamericanos.

– Nombreme uno.

Levy se queda de piedra.

– Omar Sharif -apunta. Sabe que en una situacion mas relajada se le ocurririan otros.

– No es estadounidense. Vuelva a intentarlo.

– Eh… ?como se llamaba ese? Si, Lew Alcindor.

– Kareem Abdul-Jabbar -lo corrige Ahmad.

– Gracias. No es de tu epoca, me parece.

– Pero si un heroe. Vencio muchos prejuicios.

– Creia que ese fue Jackie Robinson, pero no importa.

– ?Estamos cerca del punto mas bajo del tunel?

– ?Como voy a saberlo? Al fin y al cabo, estamos cerca de todas partes. Una vez entras en el tunel se hace dificil orientarse. Antes solia haber polis patrullando a pie por dentro, pero no los he vuelto a ver. Era mas bien una cuestion disciplinaria, pero supongo que hasta los polis se olvidaron de la disciplina cuando el resto de la gente tambien empezo a hacerlo.

El avance se ha detenido por unos minutos. Los coches de detras y de delante empiezan a tocar el claxon; el ruido viaja a lo largo de los azulejos como aire que atravesara un gigantesco instrumento musical. Parece que al estar parados dispongan de interminable tiempo libre, de modo que Ahmad se vuelve y le pregunta a Jack Levy:

– ?Alguna vez, en sus estudios, ha leido algo acerca del poeta y filosofo politico egipcio Sayyid Qutub? Vino a Estados Unidos hace cincuenta anos y se quedo sorprendido por la discriminacion racial y la inmoralidad manifiesta que reinaba entre los sexos. Llego a la conclusion de que no hay un pueblo que este mas alejado de Dios y la piedad que el estadounidense. Pero el concepto de jahiliyya, que se refiere al estado de ignorancia anterior a Mahoma, tambien se extiende a los musulmanes mundanos y los convierte en objetivos legitimos de asesinato.

– Parece un tipo sensato. Lo incluire en la lista de lecturas optativas, si es que sigo con vida. Este semestre voy a dar un curso de civismo. Estoy harto de pasarme el dia sentado en ese viejo almacen de material intentando convencer a sociopatas malhumorados de que no dejen los estudios. Pues que los abandonen, esa es mi nueva

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