persona. Habia oido hablar de el, pero tenia muy pocos datos suyos, ya que fue de los que no volvieron a Euskadi tras la finalizacion de la guerra mundial. -Hablaba sin inmutarse. Si Rojas pensaba que la mencion de ese nombre iba a causar algun tipo de conmocion en su interlocutor, se habia equivocado-. ?Es de el de quien queria hablarme?
– Si, asi es. Ha sido asesinado.
Tras escuchar estas palabras si cambio la expresion del rostro del periodista. Parecia que se habia quedado sin sangre en la cara.
– Asesinado -repitio con voz entrecortada-. No sabia nada.
– Aunque la noticia aparecio en los periodicos, en ese momento se desconocia su identidad.
– Comprendo. ?En que le puedo ayudar, inspector?
– Creo entender que se conocieron ustedes dos en persona hace relativamente poco tiempo.
– Si, eso es lo que antes he dicho.
– ?En que circunstancias se conocieron?
– Me llamo un dia por telefono al periodico y me explico quien era.
– Perdone, pero ?en que idioma hablaron?
– No se que importancia puede tener, pero en euskera, hablabamos en euskera. En su boca sonaba de un modo muy gracioso, ya que con el transcurso del tiempo habia adquirido un fuerte acento yanqui que conservaba incluso al hablar en su idioma materno.
– Gracias, no se preocupe por eso, solo queria confirmar un dato. Prosiga, por favor.
– Bueno, como le he dicho me explico quien era y me dijo que le gustaria hablar conmigo. No me negue ya que vi la posibilidad de aumentar mis conocimientos, y tal vez mis archivos, sobre la epoca de la que hemos hablado. Pocos dias despues de la conversacion telefonica estaba ahi sentado, en la misma butaca que usted ocupa ahora. Fue una charla muy, pero que muy interesante. Tomas Zubia habia sido uno de los gudaris que durante la guerra civil trabajaron para los Servicios de Inteligencia norteamericanos. La mayor parte de ellos lo dejaron al acabar la guerra, pero el no.
– ?Hablaron acerca de eso?
– Muy por encima, no me conto nada especialmente interesante sobre el trabajo que realizo una vez acabada la guerra, aunque siendo los tiempos mas duros de la guerra fria y trabajando para quien trabajaba, es facil suponer que tipo de historias podria haber contado. No, de lo que me hablo basicamente fue de nuestra guerra. Era muy ameno conversando, se notaba que en Estados Unidos no tenia muchas oportunidades de usar su lengua vernacula y queria desquitarse. Me proporciono tambien una documentacion muy interesante referente al batallon en el que combatio durante la contienda, pero le repito que sobre los hechos posteriores su mutismo fue casi absoluto.
– ?En algun momento le vio inquieto o preocupado?
– Creo que no, pero no podria asegurarselo. Se le veia excitado, eso si, pero me parecia completamente normal en alguien que vuelve a su tierra despues de cincuenta anos y que tiene, posiblemente por primera vez en mucho tiempo, la oportunidad de hablar en su idioma y sobre sus vivencias y recuerdos. Desde luego, si es lo que quiere saber, en ningun momento actuo como una persona que sabe que va a morir o que piensa que corre algun tipo de peligro.
– ?Le dijo por que habia vuelto al Pais Vasco?
– Tan solo que se habia jubilado y que queria ver de nuevo su pais antes de morir, pero esto ultimo no lo dijo como si estuviera pensando en que su muerte era inminente, sino como un comentario nostalgico de alguien que ha entrado en la setentena.
– ?Le comento en algun momento si se habia entrevistado con alguien mas o si habia realizado algun tipo de actividades que se salieran de lo habitual?
– Lo siento pero no. Quiza, hubo algo…
– ?Si?
– No se que importancia puede tener. En su momento no se la di porque convivo con ello, pero me dijo que le gustaria tener una conversacion con algun companero que se dedicara al periodismo de investigacion.
– ?Le dijo por que?
– Simplemente que siempre habia admirado el trabajo que hacia ese tipo de periodistas y como tenia la oportunidad de estar en una redaccion, le apetecia charlar con alguno. Al principio sonaba raro en una persona que por su profesion seguramente habia convivido con todo tipo de gente, periodistas incluidos, pero pense que, por otra parte, la discrecion que le imponia precisamente su trabajo le habria impedido intimar con alguno, asi que intente complacerle sin hacerme mayores disquisiciones. Desgraciadamente no pudo ser, ya que ninguno de los companeros que se dedican a esos asuntos se encontraba en ese momento aqui. De todos modos le dije que podia volver cuando quisiera, pero no lo hizo. Ahora comprendo por que.
– ?No le insinuo en ningun momento si tenia alguna historia que contar?
– Eso mismo le pregunte yo, pero me dijo que no. Que era simple y llana curiosidad y, en ese momento, le crei.
– ?Y ahora que piensa?
– Esta muerto. Puede ser casualidad o puede no serlo, pero no tengo nada que le pueda ayudar a decidir cual de las hipotesis es la buena.
21
No fue facil para Inaki Artetxe conseguir una entrevista con la viuda de Andoni Ferrer, pero la mencion de problemas con la compania de seguros le abrio las puertas. No se podia dudar del sincero dolor que sentia Nekane Larrondo por la muerte de su marido, pero tenia tambien un hijo pequeno por el que luchar y ademas, pensaba sensatamente, si su marido habia estado abonando una jugosa prima en concepto de seguro de vida, no lo habia hecho para beneficio de la compania, sino para que su familia se quedara en mejor posicion economica tras su muerte.
Rojas no habia podido acompanarle, ya que hubiera incurrido en las iras de su superior, con lo cual, ademas de poner en peligro su propio puesto y posicion, tampoco podria proteger a Artetxe, pero eso no significaba que estuviera ausente de la entrevista. Un diminuto e incomodo microfono instalado en la oreja derecha de Inaki Artetxe le permitia estar al tanto de lo que se hablara asi como transmitir al antiguo ertzaina sus impresiones e indicaciones.
Nekane Larrondo recibio a Artetxe sentada en la misma butaca en la que habia encontrado fallecido a su marido y le invito a tomar asiento.
– Antes de nada quiero agradecerle su amabilidad al atenderme -dijo Artetxe-. Se que para usted sera doloroso recordar la muerte de su marido y mas cuando, como en el caso presente, tenemos que hablar de la cuantia de la indemnizacion, enelcasopresente,pero es algo que no nos queda mas remedio que solucionar.
– Gracias. Comprendo su situacion, pero me parece muy extrano que a estas alturas se empiece a remover de nuevo el asunto.
– Es la maldita burocracia, ya sabe, que hace que todo se atrase. La compania esta dispuesta a pagar, pero como usted tal vez desconozca, su sede esta en Zurich y siempre que una posible indemnizacion excede de cinco millones de pesetas tenemos que enviar un informe lo mas exhaustivo posible a las oficinas centrales. Ya se sabe lo puntillosos que son los suizos.
Nekane no sabia si los suizos eran mas puntillosos que los keniatas, pero acepto en silencio la explicacion de Artetxe, con la esperanza de acabar la entrevista cuanto antes.
– Siempre que se produce una muerte extrana, y lamento la expresion pero no podemos andarnos con tapujos -continuo explicandose Artetxe-,las posibilidades se reducen a tres: accidente, suicidio o asesinato. En este caso el suicidio seria la hipotesis mas desfavorable para usted, ya que la compania no abonaria ninguna cantidad; en cambio, en caso de haber sido asesinado, su poliza tenia una clausula segun la cual la indemnizacion se duplicaria.
– Mi marido no se suicido -respondio Nekane-. Fue un simple accidente, un desgraciado accidente. Queria probar la droga para sentir en su propio cuerpo las reacciones que producia y la dosis que se inyecto causo, por desconocimiento, un efecto letal. Eso es lo que ocurrio y lo que explique a la policia y en el Juzgado.