de la I *
El campamento de los ingenieros, los jefes y los obreros especializados es limpio, claro, con casitas confortables, todas provistas de tela metalica para protegerse de los mosquitos. La aldea, por su parte, es un asco. No tiene ninguna casa de ladrillo, piedra o cemento. Nada mas que barracas hechas de arcilla y bambues, con los techos de hojas de palmera silvestre o, las mas modernas, de chapas de cinc. Cuatro bares-restaurantes llenos de clientes. Los marinos se dan de bofetadas por una cerveza caliente. Ningun comercio posee un frigorifico.
Tenia razon Pascal, hay mucho que hacer en este rincon. Al fin y al cabo, soy un fugado, y eso significa la aventura, no puedo vivir normalmente como mis camaradas. Trabajar para ganar justo con que vivir no me interesa.
Como las calles estan pegajosas de lodo cuando llueve, escojo, un poco apartado del centro de la aldea, un lugar mas elevado. Estoy seguro de que, incluso cuando nueva, no me vere inundado ni en el interior ni en torno de la construccion que pienso levantar.
En diez dias, ayudados por carpinteros negros que trabajan en la mina, edificamos una sala rectangular de veinte metros de largo por ocho de ancho. Treinta mesas de cuatro sitios permitiran a ciento veinte personas sentarse comodamente. Un estrado por el que pasaran las artistas, un bar de la anchura de la sala y una docena de taburetes altos. Al lado del cabaret, otra construccion con ocho habitaciones donde podran vivir comodamente dieciseis personas.
Cuando he bajado a Georgetown a comprar el material, sillas, mesas, etc., he contratado a cuatro jovenes negras esplendidas para servir a los clientes. Daya, que trabajaba en el restaurante, ha decidido venir con nosotros. Un cooli aporreara el viejo piano que he alquilado. Falta el espectaculo.
Despues de muchas dificultades y mucho bla-bla-bla, he conseguido convencer a dos javanesas, una portuguesa, una china y dos morenas para que abandonen la prostitucion y se conviertan en artistas del desnudo. Un viejo telon rojo comprado en casa de un chamarilero servira para abrir y cerrar el espectaculo.
Regreso con toda mi gente en un viaje especial que me hace un pescador chino con su bongo. Una casa de licores me ha proporcionado todas las bebidas imaginables a credito. Tiene confianza en que pagare cada treinta dias lo que haya vendido, previo inventario. A medida que se vayan terminando, me proporcionara los licores que me sean necesarios. Un viejo fonografo y discos gastados difundiran musica cuando el pianista cese de martirizar el piano. Toda clase de vestidos, enaguas, medias negras y de color, ligas y sostenes aun en muy buen estado y que he escogido por sus colores vistosos en casa de un hindu que habia recogido los despojos de un teatro ambulante, seran el “guardarropa” de mis futuras “artistas”.
Cuic ha comprado el mobiliario y las camas. Indara, los vasos y todo lo necesario para un bar. Yo, los licores, y tambien me ocupo de la cuestion artistica. Para poner en marcha todo eso en una semana, ha sido preciso trabajar duro. Al final, ya esta, y material y personal ocupan toda la embarcacion.
Dos dias despues, llegamos a la aldea. Las diez muchachas producen una verdadera revolucion en este lugar perdido en medio de la selva. Cada uno cargado con un paquete sube a “La Cabana de Bambu”, nombre que hemos dado a nuestra boite de nuit. Los ensayos han comenzado. Ensenar a mis “artistas” a quedarse en cueros no es facil. En primer lugar, porque hablo muy mal el ingles y no comprenden muy bien mis explicaciones, y en segundo lugar porque, durante toda su vida, se han desnudado a toda velocidad para despachar cuanto antes al cliente. Mientras que, ahora, es todo lo contrario: cuanto mas lentamente van, resulta mas sexy. Para cada chica hay que emplear una tactica diferente. Esta manera de hacer debe armonizar con los vestidos.
La Marquesa de corse rosado y vestido de crinolina, de grandes pantalones de encaje blanco, se desnuda lentamente, escondida tras un biombo ante un gran espejo por el que el publico puede admirar poco a poco cada porcion de carne que descubre.
Luego, esta la Rapida, una muchacha de vientre liso, morena, de color cafe con leche muy claro, magnifico ejemplar de sangre mezclada, seguramente de blanco con negra ya clara. Su tono de grano de cafe apenas tostado hace resaltar sus formas perfectamente bien equilibradas. Unos largos cabellos negros caen naturalmente ondulados sobre sus hombros divinamente redondos. Unos senos henchidos, erguidos y arrogantes aun siendo pesados, disparan sus pezones magnificos apenas mas oscuros que la carne. Ella es La Rapida. Todas las piezas de su vestuario se abren con cremallera. Se presenta con pantalon de vaquero, un sombrero muy ancho y una blusa blanca cuyos Punos terminan en franjas de cuero. Al son de una marcha guerrera, aparece en escena y se descalza, tirando de un puntapie cada zapato. El pantalon se abre por el costado de las dos piernas y cae de un solo golpe a sus pies. El corse se abre en dos piezas mediante un cierre de cremallera en cada brazo.
Para el publico, la impresion es violenta, pues las tetas desnudas surgen como rabiosas por haber estado encerradas tanto tiempo. Con los muslos y el busto desnudos, separadas las piernas, y con las manos en las caderas, mira al publico descaradamente de frente, se quita el sombrero y lo tira a una de las primeras mesas, cerca del escenario.
La Rapida tampoco se anda con actitudes o gestos de pudor para despojarse del slip. Desabrocha los dos lados de la piececita al mismo tiempo y, mas que quitarselos, se los arranca. Al instante, otra muchacha le pasa un enorme abanico de plumas blancas con el cual, abierto del todo, se cubre.
El dia de la inauguracion, “La Cabana de Bambu” esta llena a rebosar. El estado mayor de la mina esta alli en pleno. La noche termina bailando y el dia ha amanecido ya cuando los ultimos clientes se van. Es un verdadero exito, no podia esperarse que fuera mejor. Hay gastos, pero los precios son muy elevados y eso compensa, y este cabaret en plena selva, lo creo sinceramente, muchas noches tendra mas clientes que espacio disponible.
Mis cuatro camareras negras no dan abasto. Vestidas muy de corto, con el corpino bien escotado y un madras en la cabeza, han impresionado grandemente a la clientela. Indara y Daya vigilan, cada una, una parte de la sala. El manco y Cuic estan en el bar, para preparar los servidos de la sala. Y yo, en todas partes, poniendo arreglo a lo que va mal o ayudando a quien esta en un apuro.
– Exito seguro -dice Cuic, cuando camareras, artistas y patron se hallan solos en la gran sala.
Comemos todos juntos, en familia, amo y empleados, rendidos de fatiga, pero felices por el resultado. Todo el mundo va a acostarse.
– Bien, Papillon, ?no vas a levantarte?
– ?Que hora es?
– Las seis de la tarde, -me dice Cuic-. Tu princesa nos ha ayudado. Se ha levantado a las dos. Todo esta en orden dispuesto para empezar de nuevo esta noche.
Indara llega con un jarro de agua caliente. Afeitado, banado, refrescado y dispuesto, la tomo por la cintura y entramos en “La Cabana de Bambu”, donde soy acogido con mil preguntas.
– ?Ha ido bien, boss?
– ?Me he desnudado bien? ?Que va mal, segun usted?
– ?He cantado casi bien? Claro que, por suerte, el publico no es dificil.
Este nuevo equipo es simpatico de veras. Estas putas transformadas en artistas se toman el trabajo en serio y parecen felices de haber abandonado su oficio anterior. El negocio no puede ir mejor. Hay una sola dificultad: para tantos hombres solos, muy pocas mujeres. Todos los clientes quisieran ser acompanados, si no toda la noche, si mas tiempo por una muchacha, sobre todo por una artista. Eso les pone celosos. De vez en cuando, si por casualidad hay. dos mujeres en la misma mesa, los clientes protestan.
Las negritas tambien estan muy solicitadas, primero porque son hermosas y, sobre todo, porque en esta selva no hay mujeres. Algunas veces, Daya sale de detras de la barra para servir y habla con todos. Casi una veintena de hombres disfrutan de la presencia de la hindu, quien, en verdad, es una rara belleza.
Para evitar los celos y las reclamaciones de los clientes por tener en su mesa a una artista, he instituido una loteria. Despues de cada numero de desnudo o de canto, una gran rueda numerada del 1 al 32, un numero por mesa y dos numeros para el bar, decide a donde debe ir la chica. Para participar en la loteria, es preciso tomar un billete que cuesta el precio de una botella de whisky o de champana.
Esta idea (asi lo creia yo) tiene dos ventajas. En primer lugar, evita toda reclamacion. El que gana disfruta de su chavala en su mesa durante una hora por el precio de la botella, y se le sirve de la manera siguiente: mientras que, completamente desnuda, la artista esta oculta por el inmenso abanico, se hace girar la rueda. Cuando sale el numero, la chica sube a un gran plato de madera pintado de plata, cuatro mozos la levantan en vilo y la llevan a la feliz mesa ganadora. Ella misma descorcha el champana, hace un brindis, siempre en cueros, se excusa y, cinco minutos despues, regresa a sentarse vestida de nuevo.
Durante seis meses, todo ha marchado bien, pero, pasada la estacion de las lluvias, ha venido una clientela nueva. Son los buscadores de oro y diamantes que hacen prospecciones libremente por la selva, en esta tierra tan rica en aluviones. Buscar oro y brillantes con medios arcaicos es excesivamente duro. Muy a menudo, los mineros se matan o se roban entre si. Asi que toda esta gente va armada, y cuando tienen un saquito de oro o un punado de brillantes no resisten la tentacion de gastarlo locamente. Las chicas, por cada botella, reciben un crecido porcentaje. Y no les cuesta nada, mientras abrazan al cliente, verter el champana o el whisky en el cubo de hielo, para que la botella se termine antes. Algunos, pese al alcohol bebido, se dan cuenta, y sus reacciones son tan brutales que me he visto obligado a clavar las mesas y las sillas.
Con esta nueva clientela, lo que tenia que pasar paso. La llamaban Flor de Canela. En efecto, su piel tenia el color de la canela. Esta nueva chavala' que habia yo sacado de los bajos fondos de Georgetown, volvia literalmente locos a los clientes por su manera de desnudarse.
Como era muy interesada, habia exigido que, para participar en su loteria, los jugadores deberian pagar el precio de dos botellas de champana, y no una, como para las otras. Despues de haber corrido varias veces, aunque en vano, su suerte de ganar a Flor de Canela, un minero corpulento, que lleva una barba negra muy poblada, no encuentra otra cosa mejor, cuando pasa mi hindu vendiendo los numeros del ultimo desnudo de Flor de Canela, que comprar los treinta de la sala. No quedan, pues, mas que los dos numeros del bar.
Seguro de ganar despues de haber pagado las sesenta botellas de champana, mi barbudo esperaba, confiado, el desnudo de Flor de Canela y el sorteo de la loteria. Flor de Canela estaba muy excitada por todo lo que habia bebido aquella noche. Eran las cuatro de la madrugada cuando comenzo su ultima representacion. Ayudada por el alcohol, estuvo mas sexual que nunca, y sus gestos fueron mas osados aun que de costumbre. ?Rrran! Se hace girar la ruleta que, con su pequeno indicador de cuerno, va a senalar al ganador. El barbudo babea de excitacion tras haber presenciado la exhibicion de Flor de Canela. Espera, esta seguro de que se la van a servir en cueros en su bandeja plateada, cubierta por el famoso abanico de plumas y, entre sus dos magnificos muslos, las dos botellas de champana. ?Que catastrofe! El tipo de los treinta numeros pierde. Gana el 31, o sea, el bar. Al principio, solo comprende a medias, y no se da cuenta por completo de lo que ha sucedido hasta que ve que la artista es levantada y depositada en el bar. Entonces, aquel estupido se vuelve loco, aparta la mesa de si y en tres brincos se planta en el bar. No ha empleado mas que tres segundos en sacar su revolver y disparar tres tiros sobre la muchacha.
Flor de Canela ha muerto en mis brazos. La recogi despues de haberme cargado a aquel animal de un golpe de black-jack de la Policia americana que siempre llevo conmigo. Por haber tropezado yo con una camarera y su bandeja, lo que ha retrasado mi intervencion, ese bruto ha tenido tiempo de cometer semejante locura. Resultado: la Policia ha cerrado “La Cabana de Bambu” y nosotros hemos vuelto a Georgetown.
Henos de nuevo en nuestra casa. Indara, como una verdadera hindu fatalista, no cambia de caracter. Para ella, esta ruina no tiene ninguna importancia. Nos dedicaremos a otra cosa, eso es todo. Los chinos, igual. Nada cambia en nuestro armonioso equipo. Ni un reproche por mi extravagante idea de echar a suertes a las chicas, idea que, sin embargo, es la causa de nuestro fracaso. Con nuestros ahorros, despues de haber pagado escrupulosamente todas nuestras deudas, hemos entregado una suma a la mama de Flor de Canela. No nos hacemos mala sangre. Todas las noches vamos al bar donde se reunen los evadidos. Pasamos veladas