Fernandez sale del retrete y entrega delante de nosotros quinientos francos a Sierra. Luego, soy yo quien entra en el retrete y, cuando salgo, le entrego no mil, sino mil quinientos francos. Rehusa los quinientos francos. No quiero insistir. Me dice:

– Esa pasta que me das es para el guardian. Para mi, no quiero nada. ?Somos amigos, o que?

El dia siguiente, Dega, yo y Fernandez estamos en una vasta celda del hospital. Dega ha sido hospitalizado en plena noche. El enfermero de la sala es un hombre de treinta y cinco anos, le llaman Chatal. Tiene todas las instrucciones de Sierra para nosotros tres. Cuando pase el doctor, presentara un analisis de deposiciones en el que yo aparecere podrido de amibas. Para Dega, diez minutos antes de la visita, quema un poco de azufre que le han facilitado y le hace respirar los gases con una toalla en la cabeza. Fernandez tiene una mejilla enorme: se ha pinchado la piel en el interior de la mejilla y ha soplado todo cuanto ha podido durante una hora. Lo ha hecho tan concienzudamente, se le ha hinchado tanto la mejilla, que le cierra un ojo. La celda esta en el primer piso de un edificio, hay unos setenta enfermos muchos de disenteria. Pregunto al enfermero donde esta Julot. el dice:

– En el barracon de enfrente mismo. ?Quieres que le diga algo?

– Si. Dile que Papillon y Dega estan aqui, que se asome a la ventana.

El enfermero entra y sale cuando quiere de la sala. Para esto no tiene mas que llamar a la puerta. Un marroqui le abre. Es un “llavero”, un presidiario que sirve de auxiliar a los vigilantes. En sillas, a ambos lados de la puerta, se sientan tres vigilantes, con el mosqueton sobre las rodillas. Los barrotes de las ventanas estan hechos de carriles de ferrocarril, me pregunto como se las apanan para cortarlos. Me siento en la ventana.

Entre nuestro barracon y el de Julot hay un jardin repleto de bonitas flores. Julot se asoma a su ventana, con una pizarra en la mano en la que ha escrito con tiza: BRAVO. Una hora despues, el enfermero me trae la carta de Julot. Me dice: Procurare ir a tu sala. Si fracaso, tratad de venir a la mia. El motivo es que teneis enemigos en la vuestra. Asi, pues, ?estais internados? Animo, les podremos. El incidente de la Central de Beaulieu que sufrimos juntos nos ha unido mucho el uno al otro. Julot era especialista en el mazo de madera, por eso le apodaban el hombre del martillo. Llegaba en coche ante una joyeria, en pleno dia, cuando las alhajas mas hermosas estaban en el escaparate dentro de sus estuches. El coche, conducido por otro, se paraba con el motor en marcha. El bajaba rapidamente, provisto de un gran mazo de madera, rompia el escaparate de un golpazo, cogia todos los estuches que podia y se subia de nuevo al coche, que arrancaba como una exhalacion. Tras haber tenido exitos en Lyon, Angers, Tours, El Havre, asalto una gran joyeria de Paris, a las tres de la tarde y se llevo casi un millon en joyas. Nunca me conto como ni por que fue identificado. Le condenaron a veinte anos y se fugo al cabo de cuatro. Y fue de vuelta en Paris, segun nos conto, cuando lo detuvieron: buscaba a su encubridor para matarlo, pues este nunca entrego a su hermana una fuerte suma de dinero que le adeudaba. El encubridor le vio merodear por la calle donde vivia y aviso a la Policia: Julot fue prendido y regreso al presidio con nosotros.

Hace casi una semana que estamos en el hospital. Ayer entregue doscientos francos a Chatal, es el precio por semana para seguir los dos en el hospital. Para granjearnos amistades, damos tabaco a todos los que no lo tienen. Un duro de sesenta anos, un marselles apellidado Carora. se ha hecho amigo de Dega. Es su consejero. Le dice varias veces al dia que si tiene mucho dinero y lo saben en el pueblo (por los diarios que llegan de Francia se conocen los grandes casos), vale mas que no se fugue, porque los liberados le mataran para robarle el estuche. El viejo Dega me pone al corriente de sus conversaciones con el viejo Carora. Por mucho que le diga que el viejo, seguramente, es un cascaciruelas, puesto que lleva veinte anos aqui, no me hace caso. Dega esta muy impresionado por las historias del viejo y me cuesta animarle lo mejor que puedo y con toda mi buena fe. He hecho pasar una nota a Sierra para que me mande a Galgani- No tarda. El dia siguiente, Galgani esta en el hospital, pero en una sala sin rejas. ?Como entregarle su estuche? Pongo al corriente a Chatal de la imperiosa necesidad que tengo de hablar con Galgani, le doy a entender que se trata de una preparacion de fuga. Me dice que puede traermelo durante cinco minutos a las doce en punto. A la hora del cambio de guardia, le hara subir a la terraza y hablar conmigo por la ventana, sin que me cueste nada. Galgani me es traido a la ventana a mediodia. Le pongo inmediatamente el estuche en las manos. Se levanta, llora. Dos dias despues, recibia de el una revista ilustrada, con cinco billetes de mil francos y una sola palabra: Gracias.

Chatal, que me ha entregado la revista, ha visto el dinero. No dice nada, pero quiero regalarle algo, lo rehusa. Le digo:

– Queremos irnos. ?Quieres marcharte con nosotros?

– No, Papillon, tengo otro compromiso, no quiero intentar la evasion hasta dentro de cinco meses, cuando mi socio este en libertad. La fuga estara mejor preparada y sera mas segura. Tu, como estas internado, comprendo que tengas prisa, pero desde aqui, con estas rejas, va a resultar dificil. No cuentes conmigo para ayudarte, no quiero arriesgar mi puesto. Aqui, aguardo tranquilo a que mi amigo salga.

– Muy bien, Chatal. Hay que ser franco en la vida, ya no te hablare de nada.

– Pero, de todos modos -Dijo, te traere las misivas y te hare los recados.

– Gracias, Chatal.

Por la noche, se han oido rafagas de metralleta. Eran, lo supimos el dia siguiente, a causa de el hombre del martillo, que se fugaba. Dios le ayude, era un buen amigo. Debio de habersele presentado una ocasion y la aprovecho. Tanto mejor para el.

Quince anos despues, en 1948, estoy en Haiti, donde, acompanado por un millonario venezolano, vengo a tratar con el presidente del Casino un contrato para regentar el juego. Una noche, cuando salgo de un cabaret donde se ha bebido champana, una de las chicas que nos acompana, negra como el carbon, pero educada como una provinciana de buena familia francesa, me dice:

– Mi abuela, que es sacerdotisa vudu, vive con un viejo frances, un evadido de Cayena. Hace quince anos que esta con ella, siempre anda borracho y se llama Jules Marteau.

Se me pasa la borrachera de golpe.

– Pequena, llevame a casa de tu abuela en seguida.

Ella habla en dialecto haitiano con el chofer del taxi, quien va a toda velocidad. Pasamos frente a un bar nocturno resplandeciente:

– Para -digo.

Entro en el bar para comprar una botella de “Pernod”, dos botellas de champana y dos botellas de ron del pais.

– En marcha.

Llegamos a orillas del mar, ante una linda casita blanca con tejas rojas. El agua del mar llega casi a las escaleras. La chica llama, llama y, primero, sale una mujer negra alta, de pelo blanquisimo. Lleva un camison que le llega hasta los tobillos. Las dos mujeres hablan en dialecto y la vieja me dice:

– Entre, senor, esta usted en su casa.

Una lampara de acetileno alumbra una sala muy limpia, llena de pajaros y de peces.

– ?Quiere usted ver a Julot? Espere, ahora viene. ?Jules, Jules! Hay alguien que quiere verte.

Vestido con un pijama a rayas azules que me recuerda el uniforme del presidio, llega descalzo un hombre viejo.

– Y bien, Bola de Nieve, ?quien viene a verme a estas horas? ?Papillon! ?No, no es posible!

Me abraza, luego dice:

– Acerca la lampara, Bola de Nieve, para que pueda ver bien la cara a mi amigo. ?Claro que eres tu, macho! ?Eres mismamente tu! ?Bien venido! La barraca, la poca pasta que tengo, la nieta de mi mujer, todo es tuyo. Solo tienes que pedirlo.

Nos bebemos el “Pernod”, el champana, el ron y, de vez en cuando, Julot canta.

– Hemos podido con ellos, ?verdad, amigo? Ves tu, no hay nada como la aventura. Yo he pasado por Colombia, Panama, Costa Rica, Jamaica y, luego, hace quince anos mas o menos, me vine aqui, donde soy feliz con Bola de Nieve, que es la mejor mujer que puede encontrar un hombre. ?Cuando te vas? ?Estaras aqui mucho tiempo?

– No, una semana.

– ?Que vienes a hacer?

– Quedarme con el juego del Casino por contrata, si me pongo de acuerdo con el presidente.

– Amigo mio, me gustaria que te quedases toda la vida a mi lado en esta tierra de carboneros, pero si has establecido contacto con el presidente, te aconsejo que no hagas nada con ese individuo, te hara asesinar si ve que tu negocio marcha.

– Gracias por el consejo.

– Y tu, Bola de Nieve, prepara el baile del vudu “no para turistas”. ?Uno de verdad para mi amigo!

En otra ocasion, ya contare ese famoso baile del vudu “no para turistas”.

Asi, pues Julot se ha fugado y yo, Dega y Fernandez seguimos en espera. De vez en cuando miro, disimuladamente, los barrotes de las ventanas. Son autenticos carriles de tren, no hay nada que hacer. Ahora, queda la puerta… Noche y dia, la guardan tres vigilantes. Desde la evasion de Julot, la vigilancia se ha extremado. Las rondas se suceden menos espaciadamente, el doctor es menos amable. Chatal solo viene dos veces al dia a la sala, para poner inyecciones y tomar la temperatura. Pasa otra semana, vuelvo a pagar doscientos francos. Dega habla de todo, salvo de evasion. Ayer, vio mi bisturi y dijo:

– ?Todavia lo tienes? ?Para que?

– Para defender mi pellejo, y el tuyo si es necesario.

Fernandez no es espanol sino argentino. Es muy hombre, un autentico aventurero, pero tambien ha quedado impresionado por las charlatanerias del viejo Carora. Un dia, le oigo decir a Dega:

– Las Islas, al parecer, son muy saludables, no como aqui, y no hace calor. En esta sala se puede pillar la disenteria, pues solo con ir al retrete pueden pillarse los microbios.

Todos los dias, uno o dos hombres, en esta sala de setenta, mueren de disenteria. Cosa digna de destacar: todos mueren con la marea baja de la tarde o de la *noche. Por la manana, nunca muere ningun enfermo. ?Por que? Enigmas de la naturaleza.

Esta noche, he tenido una discusion con Dega. Le he dicho que, a veces, por la noche, el llavero arabe comete la imprudencia de entrar en la sala y levantar las sabanas de los enfermos graves que tienen la cara tapada. Se le podria dejar sin sentido y ponerse sus ropas (todos vamos con camisa y sandalias, nada mas). Una vez vestido, salgo y le quito por sorpresa el mosqueton a uno de los guardianes, les apunto a todos y les hago entrar en la celda, cuya puerta cierro. Despues, salvamos el muro del hospital, por la parte del Maroni, nos arrojamos al agua y nos dejamos llevar por la corriente, a la deriva. Luego, ya veremos. Como tenemos dinero, compraremos una embarcacion y viveres para hacernos a la mar. Los dos rechazan categoricamente este proyecto y hasta lo critican. Entonces, me doy cuenta de que estan acoquinados, me siento muy decepcionado y los dias pasan.

Hace tres semanas menos dos dias que estamos aqui. Solo quedan diez o quince dias, a lo sumo, para probar suerte. Hoy, dia memorable, 21 de noviembre de 1933, entra en la sala Joanes Clousiot, el hombre a quien intentaron asesinar en Saint-Martin, en la barberia. Tiene los ojos cerrados y esta casi ciego, pues sus ojos estan llenos de pus. Una vez se ha ido Chatal, voy a su lado. Rapidamente me dice que los otros internados salieron hacia las Islas hace mas de quince dias, pero que se olvidaron de el. Hace tres dias, un responsable dio el aviso. Entonces se puso un grano de ricino en los ojos y los ojos purulentos han hecho que pudiese venir aqui.

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