– Esta bien.
– Jesus, hay que volver atras, mi amigo se ha roto una pierna al saltar desde la tapia.
– Entonces, toma esa pala y rema.
Las tres pagayas se hunden en el agua y la ligera canoa recorre rapidamente los cien metros que nos separan del sitio donde deben estar los otros, pues no se ve nada. Llamo.
– ?Clousiot!
– ?No hables, por Dios! dice Jesus. Hinchado, dale a la ruedecilla de tu mechero.
Saltan chispas, ellos las ven. Clousiot silba a la lyonesa entre dientes. Es un silbido que no hace ruido, pero que se oye bien. Parece el silbido de una serpiente. Silba sin parar, lo que permite guiarnos hasta el. El Hinchado baja, coge en brazos a Clousiot y le mete en la canoa. Maturette sube a su vez, seguido de El Hinchado. Somos cinco y el agua llega a dos dedos del borde de la canoa.
– No hagais ni un gesto sin antes avisar,dice Jesus- Papillon, deja de remar y ponte la pagaya sobre las rodillas. ?Arranca, Hinchado!
Y, rapidamente, a favor de la corriente, la embarcacion se sume en las tinieblas.
Cuando, al cabo de un kilometro, pasamos por delante de la penitenciaria, debilmente alumbrada por la luz de una misera linterna, estamos en medio del rio y vamos a una velocidad increible, arrastrados por la corriente. El Hinchado ha sacado su pagaya. Solo Jesus, con el extremo de la suya pegado al muslo, mantiene en equilibrio la embarcacion. No la impulsa, solo la dirige.
Jesus dice:
– Ahora, podemos hablar y fumar. Creo que nos ha salido bien. ?Estas seguro de que no habeis matado a nadie?
– Creo que no.
– ?Maldita sea! ?Me has enganado, Jesus? -dice El Hinchado- Me dijiste que se trataba de una fuga sin complicaciones y, por lo que creo comprender, resulta que es una fuga de internados.
– Si, son internados, Hinchado. No he querido decirtelo, porque no me habrias ayudado y necesitaba un hombre. No pases cuidado. Si la pifiamos, yo cargare con toda la responsabilidad.
– Eso es lo correcto, Jesus. Por las cien leandras que me has pagado, no quiero arriesgar la cabeza si ha habido una muerte, ni que me enchironen si ha habido un herido.
– Hinchado -intervengo yo-, os regalare mil francos a los dos.
– Entonces vale, macho. Es de justicia. Gracias. En la aldea, pasamos hambre; resulta peor ser liberado que cumplir condena. Al menos, de condenado, se come todos los dias y tienes ropa que ponerte.
– Macho -le dice Jesus a Clousiot, ?te duele mucho?
– Puede aguantarse -dice Clousiot-. Pero, ?como nos las arreglaremos, Papillon, con mi pierna rota?
– Ya veremos. ?Adonde vamos, Jesus?
– Os escondere en una caleta, a treinta kilometros de la desembocadura. Alli, os quedareis ocho dias para dejar que pase el arrebato de la caza de los guardianes y de los cazadores de hombres. Hay que dar la impresion de que esta misma noche habeis salido del Maroni y os habeis hecho a la mar. Los cazadores de hombres van en canoas sin motor, son los mas peligrosos Hacer una fogata, hablar, toser, puede ceros fatal si os acosan de cerca. En cambio, los guardianes van en motoras demasiado grandes para entrar en la caleta, encallarian.
La noche se aclara. Son casi las cuatro de la manana cuando, tras haber buscado mucho, damos por fin con el punto de referencia que solo Jesus conoce y entramos literalmente en la selva. La canoa aplasta la vegetacion, que cuando hemos pasado, se yergue detras de nosotros, levantando una cortina, protectora muy tupida. Habria que ser un brujo para saber que alli hay bastante agua para sostener una embarcacion. Entramos, penetramos en la selva durante mas de una hora, apartando las ramas que obstruyen el paso. De repente, nos encontramos en una especie de canal y paramos. Las margenes son verdes, herbosas, limpias; los arboles, inmensos, y la luz del dia -son las seis-, no consigue atravesar el follaje. Bajo esta boveda imponente, impenetrable, gritos de miles de bichos que no conocemos. Jesus dice:
– Aqui es donde habreis de esperar ocho dias. El septimo, vendre y os traere viveres.
De debajo de un espeso matorral, saca una piragua diminuta de dos metros aproximadamente. Dentro de ella, dos palas. Cuando suba la marea, volvera en esta embarcacion a Saint-Laurent.
Ahora, ocupemonos de Clousiot, quien esta tendido en la orilla. Como sigue en camisa, lleva las piernas desnudas. Con el hacha, hacemos una especie de tablillas de ramas secas. El Hinchado le tira del pie, Clousiot suda la gota gorda, hasta que llega un momento en que grita:
– ?Para! En esta posicion, me duele menos; el hueso debe de estar en su sitio.
Le ponemos las tablillas y las atamos con soga de canamo nueva que hay en la canoa. Clousiot se siente mas aliviado. Jesus habia comprado cuatro pantalones, cuatro camisas y cuatro blusas de marinero de lana de relegados. Maturette y Clousiot se visten con ellas, yo me quedo con las ropas del arabe. Bebemos ron. Es la segunda botella que nos soplamos desde la salida y, afortunadamente, nos reanima. Los mosquitos no nos dejan ni un segundo: hay que sacrificar un paquete de tabaco. Lo ponemos a remojar en una calabaza y nos pasamos el jugo de la nicotina por la cara, las manos, los pies. Las blusas, formidables, son de lana, y nos protegen de la humedad que cala.
El Hinchado dice:
– Nos vamos. ?Y las mil leandras prometidas?
Me aparto, No tardo en regresar con un billete de mil nuevecito.
– Hasta la vista, no os movais de aqui durante ocho dias -dice Jesus-. El septimo, vendremos. El octavo, os haceis a la mar. Entretanto, haced la vela, el foque y poned orden en la embarcacion, cada cosa en su sitio; sujetad los goznes del timon, que no esta montado. En caso de que pasen diez dias sin que hayamos vuelto, es que nos han prendido en la aldea. Como el asunto se ha complicado con el ataque a los vigilantes, debe de haber un follon de mil demonios.
Por otra parte, Clousiot nos informa de que no dejo el mosqueton junto a la tapia, sino que lo tiro encima de ella, y como el rio esta tan cerca de esta, cosa que el ignoraba, seguramente fue a parar al agua. Jesus dice que esto es estupendo, pues si no lo han encontrado, los cazadores de hombres creeran que vamos armados. Y como ellos son los mas peligrosos, gracias a eso no habra nada que temer: armados tan solo de una pistola y un machete, y creyendonos armados de mosquetones, ya no se aventuraran. Hasta la vista, hasta la vista. En caso de que fuesemos descubiertos y hubiesemos de abandonar la canoa, deberiamos remontar el arroyo hasta la selva sin agua y, con la brujula, dirigirnos siempre hacia el Norte. Existen muchas posibilidades de que, al cabo de dos o tres dias de marcha, nos encontrasemos en el campo de la muerte llamado “Charvein”. Alli, habria que pagar algo para que avisasen a Jesus. Finalmente, los dos viejos presidiarios se van. Unos minutos mas tarde, su piragua ha desaparecido, no se ve nada y no se oye nada.
El dia penetra en la selva de forma muy particular. Diriase que estamos bajo arcadas que reciben el sol encima y no dejan filtrar ningun rayo debajo. Empieza a hacer calor. Entonces, nos encontramos, Maturette, Clousiot y yo, solos. Primer reflejo, nos reimos: todo ha ido sobre ruedas. El unico inconveniente es la pierna de Clousiot. Pero este dice que, como ahora la lleva sujeta con las dos tablillas, se encuentra mejor. Podriamos calentar cafe en seguida. Rapidamente, hacemos fuego y nos tomamos cada uno un vaso lleno de cafe muy cargado, endulzado con azucar terciado. Es delicioso. Hemos gastado tantas energias desde anoche, que no tenemos fuerzas para examinar los viveres ni inspeccionar la embarcacion. Lo haremos despues. Somos libres, libres, libres. Hace exactamente treinta y siete dias que llegamos a los duros. Si conseguimos darnos el piro, mi cadena perpetua no habra durado mucho. Digo:
– Senor presidente, ?cuanto duran los trabajos forzados a perpetuidad en Francia?
Y me echo a reir. Y tambien Maturette, que esta en las mismas condiciones que yo. Clousiot dice:
– No cantemos victoria todavia. Colombia queda lejos de nosotros, y esa embarcacion, hecha con un arbol ahuecado al fuego, me parece bien poca cosa para hacerse a la mar.
No contesto porque, hablando con franqueza, hasta entonces habia creido que la embarcacion era una piragua destinada a llevarnos donde estaba el verdadero barco que debia hacerse a la mar. Al descubrir que andaba errado, no me atrevo a decir nada a mis companeros para, en primer lugar, no desanimarles. Y en segundo lugar, como Jesus parecia encontrar eso muy natural, no quise dar la impresion de que no conocia las embarcaciones que suelen utilizarse para la evasion.
Hemos pasado este primer dia hablando y tomando contacto con esa desconocida que es la selva. Los monos y una especie de pequenas ardillas hacen terribles cabriolas sobre nuestras cabezas. Una manada de baquiras -pequenos puercos monteses-, ha venido a beber y banarse. Habia lo menos dos mil. Entran en la caleta y nadan, arrancando las raices que cuelgan. Un caiman sale de no se donde y atrapa la pata de un puerco, que se pone a chillar como un loco, y, entonces, los puercos atacan al caiman, se suben encima de el, tratan de morderlo en la comisura de su enorme boca. A cada coletazo que da el cocodrilo, manda un puerco a paseo, a derecha o izquierda. Uno de ellos queda sin sentido, flotando, patas arriba. Inmediatamente, sus companeros se lo comen. La caleta esta llena de sangre. El espectaculo ha durado veinte minutos. El caiman se ha sumergido en el agua. No se le ha vuelto a ver.
Hemos dormido bien y, por la manana, calentamos cafe. Me habia quitado la blusa de marinero para lavarme con un pedazo de jabon que hemos hallado en la canoa. Con mi bisturi, Maturette me afeita muy por encima y, luego, afeita a Clousiot. Maturette es barbilampino. Cuando cojo mi blusa para ponermela, una arana enorme, peluda, de un color negro morado, cae de ella. Tiene los pelos muy largos, rematados por algo asi como una bolita plateada. Debe pesar unos quinientos gramos, es enorme. La aplasto con repugnancia. Hemos sacado todos los trastos de la canoa, incluido el barrilito de agua. El agua es morada; creo que Jesus le ha echado demasiado permanganato para evitar que se corrompa. En botellas bien cerradas, hay fosforos y rascadores. La brujula es una brujula de colegial; solo indica el Norte, el Sur, el Este y el Oeste; no tiene graduaciones. Como el mastil solo mide dos metros y medio, cosemos los sacos de harina en forma de trapecio, con una soga para reforzar la vela en el borde. Hago un pequeno foque en forma de triangulo isosceles: ayudara a levantar la proa de la canoa ante el oleaje.
Cuando colocamos el mastil, noto que el fondo de la canoa no es solido: el agujero donde entra el mastil esta desgastado. Al meter los tirafondos para sujetar los goznes de puertas que serviran de soporte del timon, los tirafondos entran como si de mantequilla se tratase. Esta canoa esta podrida. El sinverguenza de Jesus nos manda a la muerte. A desgana, se lo hago notar a los otros dos, pues no tengo derecho a ocultarselo. ?Que haremos? Cuando venga Jesus, le obligaremos a que nos consiga una canoa mas segura. Para eso, le desarmaremos, y yo, armado del cuchillo y el hacha, ire con el a la aldea en busca de otra embarcacion. Correre un gran riesgo, pero siempre sera un riesgo mucho menor que hacerse a la mar con un feretro. Los viveres estan bien: hay una bombona de aceite y latas llenas de harina de mandioca. Con eso, puede irse lejos.
Esta manana, hemos presenciado un curioso espectaculo: una pandilla de monos de cara gris se ha peleado con una pandilla de monos de cara negra y peluda. A Maturette, durante la reyerta, le ha caido un trozo de rama en la cabeza y tiene un chichon como una nuez.
Hace ya cinco dias y cuatro noches que estamos aqui. Esta noche, ha llovido a mares. Nos hemos resguardado con hojas de bananos silvestres. El agua resbalaba